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Noticias, dir. Lorenzo Regalado, 1992.

Regalado «utilizó fragmentos de emisiones del Noticiero ICAIC Latinoamericano de los años 70 y 80 para construir, en 27 minutos, un relato que pone en evidencia los males sociales de la Cuba de esa época; en primer término, la burocracia ineficiente y macrocéfala. Por el carácter crítico del material, Lorenzo enfrentó numerosas trabas para su terminación; y si lo pudo finalizar, fue gracias a la ayuda de Tomás Gutiérrez Alea (Titón). La exhibición de NOTICIAS fue prohibida. Su autor emigró, y en 31 años no había logrado disponer de una copia de su documental, ni tampoco verlo concluido.»

máquina de afeitar eléctrica Kharkov
Máquina de afeitar eléctrica Kharkov

Máquina de afeitar eléctrica Kharkov. Colección Cuba Material. Regalo de Mirta Suquet.

Del libro Designed in the USSR: 1950-1989 (Phaidon, 2018), el colectivo de Russia Beyond seleccionó 10 objetos de consumo que, en su opinión, tuvieron un gran impacto en la formación de la identidad socialista de posguerra. El cuarto objeto listado es la máquina de afeitar eléctrica Kharkov:

If you’ve ever watched the ultra-popular Soviet movie, Irony of Fate, you might remember when the main character, Nadia, gifts her boyfriend a razor for New Year’s, (“the latest model,” she says). This isn’t the same exact one, but such a device was a luxury because most men at this time still shaved the old fashioned way – with brush and razor. This particular item was produced in 1966 at the Kharkov Electrical Equipment Factory.

En la mucho más improductiva y atrasada economía cubana, las máquinas de afeitar Kharkov, de las que se vendieron varios modelos, posiblemente desde los años setenta y hasta la caída del comunismo en la Unión Soviética, eran también un objeto o regalo de lujo. De las tres máquinas que ilustran esta entrada, las dos primeras pertenecieron a un profesor de matemáticas de nivel medio superior en la provincia de Pinar del Río, y la tercera, a un técnico de la Empresa Eléctrica en Ciudad de la Habana, quien con frecuencia viajaba a los países de Europa del Este por razones de trabajo.

máquina de afeitar eléctrica Kharkov

Máquina de afeitar eléctrica Kharkov-25. Regalo de Mirta Suquet. Colección Cuba Material.

Máquina de afeitar eléctrica Kharkov

Máquina de afeitar eléctrica Kharkov. Colección Cuba Material.

Perga
Pergas

Pergas. Colección Cuba Material.

La perga, un vaso desechable de cartón parafinado y capacidad de cerca de medio litro, era el recipiente donde servían la cerveza y la malta que se vendía a granel. Y era también el único vaso que los comercios usaban los carnavales.

Mi abuela guardaba varias tiras de pergas con diferentes diseños, lo que delata que no las adquirió en la misma ocasión. Ella tenía un cargo en el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de su cuadra, y con seguridad las obtuvo entre los suministros que el CDR recibía para organizar fiestas, ya fuera para agasajar a delegaciones extranjeras como ocurrió durante el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebró en Cuba en 1978, o para el disfrute de los vecinos del barrio.

Perga, dice Google, es el nombre de una ciudad turca que estuvo bajo dominio griego y persa, además de otras metrópolis. Y Atech, dice también el buscador, es una compañía de diseño establecida en Francia en 1986 que le puso ese nombre a sus macetas cónicas, de formas bastante similares a las de los recipientes cubanos.

Llama la atención que en un país donde en 1968, con la Ofensiva Revolucionaria, el gobierno cerró por un tiempo los bares, las imágenes reproducidas en las pergas celebren, precisamente, a los borrachos y las borracheras.

Perga

Perga. 1980s. Colección Cuba Material.

Perga

Perga. Colección Cuba Material.

Perga

Perga. Colección Cuba Material.

Y aquí, la fábrica de estos envases:

Fábrica de envases perga

Fábrica de envases perga. Rancho Boyeros, Habana. Foto cortesía César Beltrán.

Esencias de sabores de alimentos importados de Checoslovaquia
Esencias de sabores de alimentos importados de Checoslovaquia

Esencias de sabores de alimentos importados de Checoslovaquia. 1980s. Colección Cuba Material.

No sé cuándo comenzó mi abuelo a hacer vino casero, al menos desde que tengo memoria. Comenzó haciendo vino de arroz, peor pronto sustituyó el arroz por uvas, a veces de la variedad que en Cuba llaman caleta, la que íbamos a recoger a la playa de Jibacoa.

Era muy pequeña cuando la esposa de un psiquiatra que trabajaba con mi abuelo en el hospital Mazorra le regaló, al morir su marido, un alambique de cristal. Mi abuelo comenzó entonces a destilar el vino que desde siempre hacía, y a producir un ron de sabor muy parecido al pisco peruano, según algunos paladares.

Durante al menos tres décadas, mi abuelo se dedicó a ese conveniente pasatiempo, llegando a ser en los noventas el único proveedor de bebidas alcohólicas de toda la familia y círculo de amigos.

Mi tío, que solía viajar con frecuencia a Checoslovaquia por asuntos de trabajo, solía comprar allí esencias de alimentos, con las que mi abuelo producía licores y vermuts.

Set de contenedores plásticos para alimentos. Hechos en la República Popular China. 1980s. Colección Cuba Material.

En un país en donde las amas de casa acostumbraban a almacenar la comida en envases de alimentos reutilizados como contenedores a falta de mejores alternativas, este conjunto de contenedores plásticos de tres tamaños diferentes, fabricados en la República Popular China, debe haber llamado la atención.

A diferencia de otros productos de la industria china destinados a la exportación, cuyos envases e incluso marcas comerciales aparecen glosados en inglés, a los fabricantes de estos contenedores de alimentos no se les ocurrió traducir la información técnica que aparece en la parte inferior, que a continuación reproduzco, en mandarín, por si alguien se anima a traducirla.

Contenedores plásticos para alimentos

Contenedores plásticos para alimentos. Hechos en la República Popular China. 1980s. Colección Cuba Material.

Flotadores de pesca Znak
Flotadores de pesca Znak

Flotadores de pesca Znak. Hechos en Checoslovaquia. 1980s. Colección Cuba Material.

Los restos materiales del flujo de personas entre Cuba y los países del campo socialista abarcan todas las esferas de la vida cotidiana y se distinguen en calidad y estética de gran parte de la materialidad del socialismo cubano. Los técnicos, ingenieros y cuadros políticos que viajaron a Europa del Este compraron, además de ropa, calzado y electrodomésticos, productos más suntuarios de gran atractivo en el contexto cubano.

Mi tío Leopoldo viajaba todos los años a Checoslovaquia. Allí, entre otras muchas cosas, solía comprar avíos de pesca.

club nocturno El Avioncito
Club El avioncito

Club El avioncito. Vedado. Circa 1977. Imagen tomada de Facebook.

De niña siempre quise entrar al club nocturno El avioncito, mas cuando alcancé la edad legal para ir a bares ya lo habían desmantelado. Cuentan que el animador del club hacía las veces de piloto y anunciaba el nombre de las ciudades por las que, supuestamente, sobrevolaban, y que una vez uno de los clientes gritó: «¡sigue, y hasta Miami no pares!». Algunos sospechan que fue por eso por lo que las autoridades decidieron cerrar el local.

Club nocturno El Avioncito. 1975. Foto cortesía de Ramiro A. Fernández. Colección de Ramiro A. Fernández.

Club nocturno El Avioncito

Club nocturno El Avioncito (al frente, una carroza construida para los carnavales). Imagen tomada del grupo de FB 3ra y A.

Jabones Nácar
Jabones Nácar

Jabones Nácar. 1980s. Colección Cuba Material.

Fragmentos de Estar allí entonces: Recuerdos de Cuba 1969-1983, por Gregory Randall (Edicions Trilce, 2010).

(…) En esa época llegaban a Cuba personas de todas partes del mundo a contribuir solidariamente con la Revolución cubana. Técnicos rusos, de Alemania del este, búlgaros o checos. Compañeros de toda América Latina o de Europa occidental. Ingenieros, agrónomos, matemáticos, biólogos, médicos. Los cubanos decidieron crear una libreta especial para extranjeros. También era una libreta de racionamiento pero daba derecho a algo más que la libreta común. Los cubanos no querían someter a todos esos amigos que dejaban voluntariamente las comodidades de sus países de origen a los mismos sacrificios que estaban asumiendo ellos. Cuando llegamos nos ofrecieron esa «libreta para extranjeros» pero mi madre la rechazó. (…)

(…) Como al resto de los cubanos, y a pesar de los regalos, nos faltaban muchas cosas en la vida diaria, desde jabón hasta comida.

(…) Yo quería mucho tener una pistola de fulminante pero en Cuba en esa época estaba todo racionado. No sólo la comida y la ropa sino también los juguetes. Había un único día en el año en que los niños cubanos tenían derecho a la compra de tres juguetes: uno básico y dos adicionales (el primero se distinguía por un precio mayor). Desde días antes ya se iban llenando las vitrinas y se formaban colas inmensas para conse- guir los primeros lugares para entrar a comprar. A cada quien le tocaba la tienda de su barrio. En cada una había una cantidad limitada de cada juguete. Todos los niños tenían derecho a tres pero no todos eran iguales. Había quizás treinta bicicletas en una tienda dada de modo que uno podía obtener un juguete grande como estaba estipulado pero no necesariamente la deseada bicicleta. Ser el primero en la fila era importante para poder escoger. A lo largo de los años inventaron todo tipo de métodos para evitar esos problemas: probaron otorgar los números alfabéticamente, aleatoriamente o por teléfono, pero siempre fue difícil conciliar escasez con justicia.

(…) En ese tiempo el modelo ideal de las escuelas cubanas eran los internados (que llamábamos «becas»): los niños vivíamos en ellos de lunes a viernes y nos íbamos a casa el viernes de noche para pasar el fin de semana con la familia. En la beca nos repartían libretas y lápices y teníamos acceso a los libros necesarios. Nos daban comida y vestimenta gratis —el uniforme y «ropa de trabajo», incluyendo zapatos— y recibíamos una educación que se iba construyendo con la mejor intención del mundo y con los recursos que había. Muchos niños cubanos estaban «becados», especialmente aquellos que venían de familias más humildes o de zonas de difícil acceso. Esas escuelas eran un espacio colectivo donde se pretendía ir formando el «hombre nuevo» sin el cual no parecía tener futuro la Revolución. Las becas también permitían que los padres «hicieran la Revolución y el amor» mientras el Estado se ocupaba de los niños.

(…) Durante ese año todo el país tensaba sus fuerzas para «la zafra de los 10 millones», la economía estaba en ruinas y no había casi nada en las bodegas pero en las becas cada niño tenía comida, ropa y útiles escolares asegurados. Allí teníamos deporte y estudio, atención dental y médica, cine, ajedrez y ping-pong.

Pronto los cubanos (con esa autocrítica constante que los caracte- riza) se dieron cuenta de que era muy duro para un niño de diez años separarse de la familia tanto tiempo.

(…) Nuestro hogar era ahora muy distinto del que habíamos dejado en México. Ya no había sirvientas que se ocuparan de nuestras cosas y muchas comodidades materiales habían desaparecido de nuestras vidas aunque nuestro apartamento era amplio y estaba en un barrio bello y céntrico. No había agua salvo una hora al día durante la cual llenábamos frenéticamente todo recipiente existente incluyendo la tina de un baño que había quedado destinada a ese fin. El agua debía servir hasta el día siguiente. Los apagones eran frecuentes y ya estábamos habituados a bañarnos con agua fría.

Mis padres habían establecido ciertas reglas en casa. El trabajo doméstico estaba repartido de manera muy estricta e igualitaria. Cuando llegaba de la beca debía lavar mi ropa a mano pues no existía la lavadora. Mis hermanas también lavaban su ropa. Lavar los platos, limpiar la casa, todo estaba repartido de manera que el trabajo doméstico fue- ra colectivamente asumido. Me acostumbré rápidamente a ese nuevo régimen que parecía desprenderse naturalmente de la empresa en que estábamos todos: construir la nueva sociedad con nuestras propias manos. Miro hacia atrás y a veces me doy pena lavando esas sábanas gigantes con nueve o diez años. De vez en cuando mi madre o Robert nos daban la sorpresa de lavar algo de nuestra ropa y ese era como un regalo especial.

(…) Cada apartamento ocupaba un piso entero. El nuestro era el noveno. En el décimo piso vivían Ambrosio Fornet y su familia. Sus hijos tenían edades similares a las nuestras y poseían un tesoro: la colección completa de las historietas de Tintín. También me hice muy amigo de los hijos de Tomás y Alicia, los vecinos del cuarto piso. Él era arquitecto y ella ama de casa. Con ellos fui varias veces de vacaciones a la playa.

En el segundo piso vivían Mercy y Roberto con dos hijas. Él era periodista y ella economista, ambos militantes revolucionarios de muchos años. Trabajaban en el Centro de Estudios sobre América anexo al Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Eran inteligentes y sofisticados y formaban parte del grupo de profesionales que contribuía a pensar la línea del Partido. Ella había estado casada con Juan Carretero, uno de los contactos entre el Che y la isla durante la guerrilla en Bolivia. Junto a él, Mercy estuvo vinculada al apoyo que Cuba brindaba al movimiento revolucionario latinoamericano y que se canalizaba a través del Departamento de América del Comité Central del PCC. En esas vueltas había estado también en Chile durante el pe- ríodo de la Unidad Popular.

(…) Miles de personas huyeron de Cuba al triunfo de la Revolución y sus propiedades fueron expropiadas y otorgadas a los que se habían quedado. Muchas de esas viviendas se convirtieron en oficinas públicas. Otras se convirtieron en las becas de Miramar donde estuvimos los primeros años. Otras fueron entregadas a los centros de trabajo para que vivieran allí sus empleados. Así fue como llegamos a ese apartamento. Como toda familia cubana después de la Ley de Reforma Urbana aprobada al principio de la Revolución, pagábamos por concepto de alquiler el 10% del principal ingreso familiar. Cuando Robert se fue y el apartamento quedó a nombre de mi madre, pasamos a pagar 21 pesos por mes de alquiler, pues su salario era de 210 pesos.

Años después fue aprobada una ley que otorgaba esas viviendas en propiedad a los inquilinos que hubieran pagado durante veinte años. Así es como miles y miles de viviendas cubanas tienen ahora legalmente varios dueños: aquellos que se fueron del país y que seguramente esperan algún día tomar posesión nuevamente de esos bienes y los que se han quedado viviendo allí, pagando su mensualidad y finalmente adquiriendo los títulos de propiedad. Mi hermana Sarah siguió allí. Luego de cumplir veinte años en esa vivienda pagando la mensualidad correspondiente —y aprovechando las regalías que le pagaron los cubanos a mi abuela por traducir a José Martí al inglés— se acogió a esa ley y ese apartamento pasó a ser propiedad de la familia a fines de los años ochenta.

A veces tocaba la puerta de nuestra casa un muchacho mal vestido y sucio. Un auténtico loco. Se decía que había sido habitante de nuestro apartamento. En ocasiones le abríamos la puerta y le hablábamos, pero cuando podíamos lo evitábamos. Nunca supe realmente quién era pero me daba la impresión de ser un fantasma del pasado. ¿Sería realmente el hijo de los antiguos dueños? ¿Y quiénes serían los antiguos dueños? ¿Quizás gente que se fue del país al principio de la Revolución y su casa fue expropiada? Pero en ese caso ¿por qué el hijo no se había ido con ellos? Los locos son mensajeros extraños.

(…) Cuando estaba terminando la primaria me enteré de que existía una escuela «vocacional» llamada Vento. Era algo así como una escuela con mayor rigor académico a la que se accedía por expediente y donde se suponía que los niños podían desarrollar mejor sus respectivas vocaciones. La entrada era muy selectiva: había un número pequeño de lugares por región y se concursaba según las calificaciones de primaria para lograr el ingreso. Sarah, que entró un par de años después, fue la única que lo logró en su escuela. Conseguí entrar allí. Era el primer año de mi educación secundaria y seguía becado. Esta escuela estaba también en casas recuperadas como las de mi beca anterior, pero en la zona de Marianao.

Había algunos cambios en la vida cotidiana. Ahora teníamos varios profesores en vez de un maestro y el trabajo manual se convertía en una actividad cotidiana. Me tocó trabajar produciendo artículos deportivos. Ese año hice redes de baloncesto y pelotas de béisbol. Las redes las tejíamos con una cuerda gruesa enrollada en una agujeta que utilizábamos con habilidad para hacer los nudos. En los ratos libres intercambiábamos con algún amigo un nuevo punto de macramé. Las pelotas de béisbol tenían un corazón de trapo que apretábamos con fuerza entre nuestras pequeñas manos mientras enrollábamos una cuerda fina en todas direcciones. Un molde y un martillo de madera nos permitían darle una forma lo más esférica posible antes de coser algo parecido a una piel que las cubría.

(…) Ese año estuvimos en Vento mientras se construía nuestra futura escuela: la escuela Lenin, que sería el buque insignia de la educación cubana. Fue equipada por la URSS que donó laboratorios y mobiliario. En realidad era una verdadera ciudad escolar para 4.500 alumnos, todos becados. Había además cientos de profesores y funcionarios, muchos de los cuales también dormían allí. Estaba formada por nu- merosos edificios dedicados a dormitorios y un conjunto de instala- ciones deportivas y culturales impresionante: decenas de laboratorios de física, química, biología e idiomas; salas acústicamente acondicionadas para el aprendizaje de la música, dos piscinas olímpicas de 50 metros, un tanque de clavados, terrenos de baloncesto y vóleibol, can- chas de béisbol y de tenis, pista de atletismo, tres museos, varias salas de teatro, un gimnasio formidable. La escuela estaba ubicada cerca del nuevo jardín botánico que incluía zonas con plantas típicas de los distintos continentes y cerca también del Parque Lenin formado por 50 hectáreas de pasto ondulado con restaurantes, juegos infantiles, palmeras y bambú y que se iba convirtiendo en uno de los lugares de esparcimiento preferido de los habaneros.

La escuela Lenin incluía a estudiantes desde séptimo hasta terminar la educación media. En ella funcionaban decenas de círculos de interés: desde espeleología hasta astronomía, pasando por química o televisión. Cada círculo de interés poseía equipamiento para que los niños pudieran aprender experimentando. Los que estábamos intere- sados en periodismo teníamos nuestro propio periódico, el Juventud de Acero, que escribíamos, editábamos y publicábamos nosotros mismos. Los muchachos de vela tenían acceso a un velero para navegar en él y los de espeleología tenían el equipamiento necesario y salían en expedición a explorar cavernas.

Para cumplir el principio de la combinación del estudio y el trabajo la escuela contaba con varias facilidades: estaba rodeada de campos sembrados con cítricos, papa, tomates y otras hortalizas que eran cul- tivados y cosechados por los alumnos. El producto de esas huertas formaba parte de nuestra dieta. Se levantaba también una verdadera zona industrial al lado de la escuela donde los alumnos producíamos pilas, radios, centrales telefónicas y las primeras computadoras cuba- nas, las llamadas CID-201-B.

(…) La Lenin funcionaba como una escuela de elite que formaba a la futura clase dirigente del país. La escuela era una mezcla extraña. Por un lado excelentes instalaciones materiales y seguramente la mejor educación a la que se podía aspirar en ese momento en Cuba. Por otro lado un sentimiento de pertenecer a una elite. A la escuela se entraba por expediente donde lo determinante eran las notas aunque estaba claro que no era ese el único mecanismo de ingreso. La concentración de autos durante las reuniones de padres indicaba la cantidad de hijos de jerarcas y profesionales. Seguramente algunos entraban por «palanca» (es decir por el favor de alguien con poder) o quizás era el efecto natural del bagaje cultural que se transmite a los hijos. Había chicos de origen humilde que venían en ocasiones del interior del país y había también unos cuantos «hijitos de papá», que a veces eran los más abusivos e impunes.

(…) Recuerdo la discusión sobre el uniforme escolar, que prácticamente fue diseñado tomando en cuenta la opinión de los chicos que íbamos a usarlo. Se discutía desde el color y el tipo de tela hasta el corte de la ropa. Las niñas exigieron que las faldas tuvieran un cierto largo, no recuerdo si arriba o abajo de la rodilla, y así se hizo. Pero luego cambió la moda y los nuevos uniformes ya estaban siendo distribuidos. No era sencillo conciliar la moda con la democracia participativa en un contexto de escasez.

(…) Las diferencias eran grandes entre esa escuela y la Escuela Lenin que había dejado. Los dormitorios eran similares pero acá no había círculos de interés, museos o piscinas. Al mismo tiempo comparaba ese ambiente con el que había dejado en la Lenin y me parecía que en Río Seco II los muchachos eran más brutales pero en cierto sentido más sinceros. Había códigos de conducta un tanto primitivos pero allí un «amigo era un amigo» y no sentía los dobleces y mezquindades de los «niñitos bien» que había dejado en mi anterior escuela. Había dos grandes bandas: la de los que estaban estudiando para profesorado de inglés eran en su mayoría «pepillos». Estos eran admiradores de la cultura norteamericana, escuchaban rock, vestían con jeans e intentaban copiar el estilo de los jóvenes norteamericanos. Se sentían sofisticados y algunos de ellos hablaban abiertamente de «irse para la Yuma» (o sea para Estados Unidos) como de un sueño. Los que estudiaban para ser profesores de Historia eran en su mayoría «guapos»: cuidaban con esmero la limpieza de sus zapatos blancos y planchaban con almidón sus ropas (o más bien las lavaban con jugo de arroz y las ponían abajo del colchón que era lo que teníamos como sucedáneo).

(…) En una de esas visitas los empleados de un centro de trabajo le plantearon a Fidel el problema de la vivienda. Uno de ellos propuso una solución. La idea era simple: cada centro de trabajo seleccionaría un grupo de personas que construiría un edificio de apartamentos destinados a todos los empleados de ese centro. Mientras unos construyeran el resto los supliría en sus tareas normales de modo que todos harían un esfuerzo suplementario. El Estado pondría la dirección técnica y los materiales. Así se hizo y el que propuso la idea quedó encargado de ponerla en práctica. Se formaron miles de «micro- brigadas», cada una formada por 25 personas. De ellas sólo 19 se dedicaban a construir su edificio, los otros 6 se incorporaban a brigadas que construían las obras de interés común de los barrios que así iban surgiendo: calles, círculos infantiles, supermercados, escuelas.

La gente sentía claramente que ese edificio era de ellos y eso se expresaba de manera muy clara: iban a trabajar allí los fines de semana, en las noches, a toda hora. Cuanto antes se terminara el edificio antes podrían ocuparlo. Los apartamentos terminados eran repartidos en una asamblea y otorgados a aquellos que más habían aportado al esfuerzo colectivo y que más necesidades tenían. Los beneficiados pagaban 5% de su salario durante veinte años y luego el apartamento era de ellos en propiedad.

(…) El modelo se propagó por todo el país en medio de un gran entusiasmo. Un día los microbrigadistas decidieron en asamblea aumentar su jornada laboral a 10 horas diarias sin aumento de salario como una contribución más a la Revolución. Para significarlo decidieron pintarse en el casco blanco la estrella tupamara de 5 puntas con la T en el me- dio que identificaba al admirado Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T) del Uruguay. No sé qué habría pensado un obrero uruguayo si le decían que en Cuba ser Tupamaro era trabajar 10 ho- ras diarias cobrando el salario de 8. Era una fiebre constructiva. Por doquier se veían los cascos blancos con la estrella tupamara. Y fueron surgiendo por todos lados los barrios de microbrigadas. Eran barrios de viviendas humildes pero hechas con amor.

(…) Un juego de sofás viejos pero acogedores llenaba la sala. En seguida estaba el comedor con una gran mesa de madera y luego la cocina, amplia y funcional.

(…) En un clóset guardaba mis más preciados tesoros: un anillo construido con el fuselaje de un avión yan- qui derribado por los vietnamitas que mi madre me trajo de su viaje a Vietnam; varios restos arqueológicos que me regaló Laurette; la pistola de juguete que me regaló Roque; el feto humano en su frasco de formol que me regaló aquella doctora con quien vi la autopsia en Pinar del Río; un manuscrito de poemas que dejó conmigo un compañero boliviano antes de irse a su patria a luchar. Las paredes se fueron cubriendo de fotos de personas que admiraba: Miguel Enríquez, Fidel, el Che, George Jackson, Albert Einstein y fotos de mujeres que había amado.

(…) Para regresar a La Habana esa vez nos tomamos el «tren rápido». Esa era una de las grandes obras de infraestructura que transformaba el país: una carretera de 8 vías que debía atravesar la isla entera pero que llegaba por el momento hasta Las Villas, un tendido de cable coaxial que debía permitir el tráfico de datos y el famoso tren rápido que se decía que hacía el trayecto Holguín-La Habana en sólo 8 horas. Así es que subimos a ese tren con la intención de llegar en poco tiempo. Pero el viaje duró en realidad 24 horas. El tren avanzaba largos trechos a paso de tortuga o paraba por razones inexplicables. Lo más increíble que nos pasó fue cuando sentimos que el tren paraba en seco en medio de un cañaveral. Los pasajeros nos asomamos curiosos y nos encontramos en medio de un océano verde. La caña de azúcar ondeaba al viento en todas direcciones hasta perderse de vista. Atónitos observamos que la locomotora desenganchaba y se iba. Allí quedamos unos cuantos vagones por un par de horas en medio de la inmensidad verde. No hubo ninguna explicación. Un rato después la locomotora volvió, enganchó los vagones y seguimos viaje. La explicación más natural que nos dimos todos era que el maquinista había ido a visitar a una novia que tenía por allí.

(…) Durante los años que viví en Cuba el transporte siempre fue un problema. Era común que las muchachas hicieran dedo y muchas conseguían aventones. Nosotros quedábamos esperando mientras las veíamos alejarse en el auto que las había recogido. Era necesario salir muy temprano de casa para no llegar tarde a clases.

(…) Como parte del esfuerzo por desarrollar la electrónica, los cubanos habían decidido en los años setenta construir computadoras en Cuba y a pesar del bloqueo se las arreglaron para llevar a Cuba una PDP11, la popular computadora de Digital. Esa máquina fue «fusilada» como se decía entonces. La copiaron detalle a detalle y empezó la producción en serie de lo que se llamó «la primera computadora cubana». La llamaron CID-201-B, era una copia fiel de la PDP11. Esa máquina estaba construida con la tecnología de la época, previa a la aparición de los microprocesadores.

(…) Los productos de primera necesidad estaban garantizados y poco a poco iba avanzando la «frontera del lujo». Algún producto antes inexistente aparecía al principio en pequeñas cantidades y era repartido a aquellos compañeros que la asamblea del centro de trabajo seleccionaba como los mejores o más necesitados. Poco después llegaban a las tiendas productos suficientes y entonces ese artículo «se liberaba», es decir que ya todos podían comprarlo. Recuerdo cuando aparecieron los relojes de pulsera. Fui con mi padre a verlos en las vitrinas de una tienda. Un año después serían ya algo banal pero entonces todavía parecían un producto raro y codiciado. Lo mismo pasó con los televisores y las radios portátiles y con productos casi imprescindibles en el calor cubano como las heladeras y los ventiladores.

(…) Una vez fui a Nueva York y un amigo me pidió un favor. Sus padres se habían ido hacía años a Estados Unidos y él no respondía sus cartas. Cuando supo que iba a Nueva York me entregó una nota para su madre y me pidió que la buscara. Eso hice. Fuimos Robert y yo a verla. Me parecía que hacía una obra grande ¿quizás llevaba un mensaje de amor? La mujer vivía en un apartamento humilde en Brooklyn. Me recibió muy emocionada junto a un pariente. Leyó para sí la carta de su hijo. Era quizás la primera carta en muchos años. Nosotros esperábamos en silencio sentados en su pequeña sala. En esa carta mi amigo le pedía que le comprara un reloj Rolex de oro que yo debía llevar a Cuba. La mujer y el hombre se miraron y casi sin darse cuenta de nuestra presencia empezaron a imaginar qué hacer. No pusieron en duda la necesidad de responder positivamente al pedido. Deberían pedir dinero prestado a varios parientes pero lo harían a como diera lugar. Unos días después me entregaron ese reloj que llevé puesto cuando volví a Cuba. La señora me suplicó que le diera a su hijo un mensaje extraño. Debía explicarle que si aprendía inglés ella le enviaría un colchón de regalo. Los años de aislamiento mutuo crearon percepciones absurdamente distorsionadas sobre el otro. La pequeñez humana hizo lo suyo. Ese amigo no respondía las cartas de su madre y ahora le pedía un Rolex de oro y esa señora obsesionada con que su hijo aprendiera inglés le mostraba desde lejos un colchón como señuelo. Cada vez que volvíamos a Cuba, los amigos y conocidos esperaban que les trajéramos algún presente «del otro lado», podía ser un bolígrafo o una tontería cualquiera. Siempre veníamos cargados de muchos regalitos de ese tipo.

Una extraña combinación de circunstancias iba desarrollando en muchos cubanos de la isla un cierto orgullo chovinista por su participación en esa Revolución y a la vez una especie de obsesión con algunos bienes materiales que no tenían al alcance de la mano. Un pantalón vaquero o un reloj de marca, un par de tenis o un bolígrafo, cualquier objeto de ese tipo adquiría un valor desmesurado. A la vez el aislamiento del mundo exterior y la vida «protegida» por un Estado paternalista iban generando una incapacidad profunda para entender ciertas cosas. Un cubano medio suponía que «afuera» era prácticamente gratis obtener muchos bienes materiales y estimaba natural que quien saliera les trajera esas «bobadas» de regalo.

(…) Adela me contó su historia. A lo largo de esos años estuvieron en varios países trabajando y desde hacía un tiempo estaban de nuevo en Cuba. Juan era militante del Partido y dirigente de una empresa. Ha- bía aceptado coimas. En algún momento el Partido decidió hacer una gran campaña contra la corrupción y como correspondía a la tradición cubana castigó con especial dureza a los dirigentes. Juan había sido condenado a seis años de cárcel de los cuales ya llevaba uno cumplido en condiciones muy duras. Estaba junto a otros presos comunes en dormitorios colectivos, trabajando en el campo y con comida escasa y pésima. Adela casi lloraba cuando me contaba que Juan pesaba sólo 50 kilos y que no era justo que estuviera allí. Estaba entre asesinos arriesgando la vida cada día. «Ahora está enfermo y lo tienen internado en el Hospital Fajardo, acá cerca», me dijo.

Toallero expandible
Toallero expandible

Toallero expandible. 1980s. Colección Cuba Material.

Antes del colapso del comunismo en Europa del Este y la desintegración de la URSS, el gobierno cubano repetía que el país marchaba hacia el progreso y la modernización. La prensa, los discursos de los líderes y, sobre todo, una serie de bienes de consumo servían a este propósito.

Los toalleros expandibles que, en alguna ocasión, durante los años ochenta se vendieron en las tiendas del mercado paralelo son un buen ejemplo. Anunciaban una industria más adelantada que la nuestra y un estilo de vida más confortable y moderno. También contribuyeron a resolver el problema de la escasez de espacio en los hogares, debido al incremento del tamaño de los núcleos familiares, que para entonces acomodaban familias de tres generaciones y más de una decena de miembros en viviendas construidas para familias nucleares.

Vaso soviético irrompible
Vaso irrompible

Vaso irrompible comercializado en Cuba en los años setenta y ochenta. Colección Cuba Material.

En Penúltimos Días:

Dos “riflexiones” de Héctor Zumbado

La cuchara

Hoy hablaremos de la cuchara. Los datos que tenemos a mano dicen así, textualmente:

“Cuchara viene del latín cloclea, que quiere decir concha. Es un instrumento que se compone de una palita cóncava y un mango y que sirve para tomar la comida y llevar al interior de la boca sustancias líquidas, caldosas, blandas, etcétera.
”La forma ha variado muy poco desde los principios de la civilización. De los tiempos prehistóricos se encontraron ya en los palafitos suizos algunas escudillas de madera, con mango, que pueden ser consideradas como cucharas. También se hallaron en el período neolítico cucharas de barro, con mango corto, a veces arqueadas o con mango largo y puntiagudo. De esta misma forma se descubrieron cucharas en la ciudad de Troya y en Chipre, procedentes de la edad de bronce.
”En la Antigüedad clásica se hicieron cucharas de piedra, de madera, de hueso, de marfil, de toda clase de metales y hasta de cristal. Sus dimensiones variaban según los usos y las había tan pequeñas como las que se usan hoy para tomar la sal del salero.
”En Egipto se encontraron cucharas con mango de forma muy variada. En Tebas se encontró una cuchara de madera que por su ornamentación recuerda un loto. En Cícico se hallaron dos cucharas con el mango en forma de pie de ciervo; otra, que se guarda en el Museo británico, tiene un mango con un delfín enroscado a una rama.
”En la Edad Media las cucharas de madera eran preferiblemente de boj, por su dureza, y de enebro, por su buen olor. Desde el siglo XIV se hicieron cucharas portátiles con mango plegable.
”La Iglesia empleó cucharas con un agujero para purificar el vino destinado a la consagración.
”Existen cucharas para grajeas, para limonadas, sopas, frutas en almíbar, café, compotas, helados, etcétera.
”Hay cucharas, cucharillas, cucharitas y cucharones…”

Hasta ahí los datos, que parecen demostrar dos cosas: primero, que la cuchara es tan vieja como la sopa de ajo; y segundo: que no hay una sola cuchara, sino varias.
En fin, todo esto que ha parecido una densa y espesa conferencia sobre la cuchara, tiene cierta vinculación con un incidente que experimentó hace poco un amigo mío, arqueólogo e historiador por más señas.
Cuenta que estaba disfrutando de sus vacaciones en Guanabo, en trusa, las canillas al aire, la brisa del mar, las refrescantes olitas, el aceite bronceador, la blanca arena, el ardiente sol, los kicos plásticos, la grata compañía, en fin, el vacilón de las vacaciones.
Me dice que a media mañana sintió, de pronto, el urgente deseo de tomarse un yogurt. Que fue hasta una cafetería; que pidió el yogurt; que le dieron uno delicioso, de sabor de fresa, cremoso y rosado, helado y apetitoso. Lindo yogurt.
Dice que el pomito aquel, refrescante, cremoso y sabrosón, estaba casi congelado. Que al llevarlo a la boca no pasó nada, el yogurt no salía. Que abrió de nuevo la boca, esta vez con la cabeza echada hacia atrás, los ojos mirando al cielo, el pomo vertical y nada. Que sacudió el pomo; que le dio por abajo con la palma de la mano; que lo golpeó por los costados; y nada.
Relata que se sentía salivando como los perros de Pavlov ante la señal rosada y refrescante del yogurt. Estaba ansioso y desesperado, frustrado y al borde de la histeria.
Y entonces (porque el hombre se crece ante las situaciones difíciles) pidió una cuchara.

–– ¿Una cuchara? –respondió la dependiente, perpleja ante el insólito pedido y como herida en su sensibilidad– ¿para qué tú quieres una cuchara mi’jito, si el yogurt se toma directo?

–— Porque no sale –dijo él, sacudiendo el pomo bocabajo, en demostración fehaciente de la categoría filosófica de lo objetivo.

Y le trajeron una cuchara, la cual se negó rotundamente a entrar en el pomo porque el ancho de la misma era mayor que el diámetro del mismo. Entonces, cometió un grave error. Pidió otra cuchara.

–– ¡Otra cuchara! –contestó alarmada la dependiente, en tono que hizo temblar a todos los usuarios–. ¡Mi’jito, lo tuyo es mucho! ¿Qué culpa tengo yo de que la cuchara no entre en el pomito?

El vacacionista–arqueólogo–historiador dejó el yogurt sobre el mostrador y se fue hacia el mar, pensativo y silencioso, recordando las cucharas del período neolítico, las halladas en Tebas y en Egipto, la del Museo británico con forma de delfín, las de madera de boj y enebro de la Edad Media, las descubiertas en Troya y en Chipre procedentes de la Edad del Bronce…
Cabizbajo, clavó la mirada en la arena, y se preguntó: ¿Dónde hallaré una cuchara que entre en mi yogurt?

·

El vasito infinito

La categoría de infinito es algo difícil de explicar, es una cuestión compleja, una noción que el hombre, desde que empezó a filosofar, ha tratado de atrapar, definir, enmarcar, precisar.
Ya en los tiempos de Aristóteles y Platón en la vieja Grecia, los dos filósofos que tanto aportaron para confundir a la humanidad por unos cuantos siglos, se planteaban el problema de lo infinito y nos imaginamos las caras que pondrían, la mirada perdida en el horizonte, yéndose en blanco hacia las estrellas, mientras se preguntaban ¡ah, lo infinito! ¿qué será lo infinito?
Gracias a los profundos troques iniciales de estos dos grandes filósofos de la Antigüedad, con el tiempo, otros filósofos llegaron a decir cosas como estas: “lo infinito es el intervalo entre el ser y el no ser.”
¿Fácil, verdad? Jamón. El intervalo entre el ser y el no ser. Es decir, la distancia entre lo que es y lo que no es, eso es lo infinito. ¿Fácil? ¡Que lo explique Aristóteles! Primero entiendo el sistema de bonos de la libreta de productos industriales que esa extraña matraca del intervalo entre el ser y el no ser.
En otras áreas del pensamiento humano el concepto de lo infinito también ha sido trajinado. En las matemáticas, por ejemplo, esa ciencia exacta que todo lo precisa con exactitud –y por eso se llama así– la solución que le dieron al problema fue expresarlo nada menos que con un ocho acostado, que viene siendo un signo más o menos así: \infty
¡Geniales que son las matemáticas! A quién, sino a alguien con imaginación matemática, se le podía haber ocurrido una solución tan sencilla para expresar una cosa tan compleja como el infinito. Acostar un ocho y ya. ¿Qué otra cosa puede ser lo infinito, sino un ocho acostado? Eso lo entiende cualquiera. Sobre todo, cuando se da la siguiente explicación:

1 multiplicado por 0 = 0

Pero 1 dividido entre 0 = \infty (un ocho acostado horizontal, dormido, como los frijoles de la Bodeguita del Medio).
La geometría, por su parte, también da su explicación diciendo que “se da por sentado que las líneas paralelas son infinitas”, explicación que se entiende bastante si uno se monta en La Habana, en un tren que vaya hacia Santiago de Cuba. ¡Esas paralelas parecen que no se acaban nunca!
A su vez, los diccionarios –que a veces sirven para lo que fueron diseñados– dicen que lo infinito es “lo que no tiene fin; lo muy numeroso, grande y excesivo en cualquier línea”.
Y partiendo de ahí, que es una definición bastante comprensible, ya podemos reflexionar mejor acerca de lo infinito, yéndonos hacia los planos objetivos del diario acontecer.
Tomemos, por ejemplo, estos vasitos de cristal que andan por ahí. Realmente, son unos vasitos bonitos, de cristal, achataditos y algo gorditos y con un diseño bastante aceptable.
Los vasitos andan por ahí, continuamente, inacabablemente.
Aparecen por ahí en infinidad de contextos. Están como omnipresentes en el tiempo y en el espacio.
Surgen en los bares de lujo, de medio lujo, de poco lujo y de antilujo. Contienen ron collins, cuba libres, martinis, cerveza, agüita mineral Ciego Montero, daiquirís, etcétera. Ahí cabe cualquier coctel del mundo aunque haya sido diseñado para otro vaso o para una copa. Este vasito es all–around, olímpico.
En el mismo vasito que aparece en bares, roneras, pilotos, tiritos, ranchones de la playa. Está presente también en las mesas del restaurante y en el mostrador de la cafetería o de un ten–cent.
Se le ve en oficinas, viceministerios, talleres automotores, centros de cálculo, terminales de ómnibus, secundarias en el campo, cortes de caña, playas, líneas de producción, fábricas de cemento, hospitales, centrales azucareros y albergues INIT.
Asoma por todas partes, es inacabable en su presencia, trasciende hacia el hogar, se cuela en la cocina, sustituye las tacitas de café y los búcaros con malanguitas. Brota encima de un escaparate, ahuyentando las malas influencias; en el baño, con el cepillo de dientes; y en la mesita de noche, con los dientes…
Es lo infinito.

Perfume Moscú Rojo
Perfume Romeo

Perfume Romeo. Hecho en la URSS. Colección Cuba Material.

El discurso nacionalista en el que el régimen posrevolucionario cubano buscó legitimidad encontró expresión, entre otras cosas, a la producción de logotipos y nombres de marca vinculados con la idea de «cubanidad». Esta semiótica nacionalista abarca desde el nombre de la casa productora de ropa masculina Moda Cubana, creada en los años sesenta, hasta el logotipo inspirado en una mariposa autóctona con que se identificó la marca de trajes de baño Vanessa en los ochenta.

En On Becoming Cuban (1999), el historiador Louis A. Pérez, Jr. refiere que en noviembre de 1959 el Ministerio de Comercio «mandated the use of Spanish words on all foodstuff packages, wrappers, and labels ‘in oder to guarantee the consumer the best and proper knowledge of the nature, quantity, and other characteristics of the merchandise they purchase» (p. 485). Para finales de la próxima década, sin embargo, se comercializarían en Cuba toda clase de productos con indescifrables caracteres cirílicos, como este frasco de perfume.

Polvo para limpiar los dientes

Polvo para limpiar los dientes. Hecho en la URSS. Colección Cuba Material.

Perfume Moscú Rojo

Perfume Moscú Rojo. Regalo de Mirta Suquet. Colección Cuba Material.

Sandalias EMPROVA. Hechas en Cuba. 1970s-1980s. Regalo de Mirta Suquet. Colección Cuba Material.

En el Informe del Dr. Ernesto Guevara, Ministro de Industrias en la Reunión Nacional de Producción de 1961 (publicado en Díaz Castañón, María del Pilar. 2004. Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales):

Grupo de Cuero y Derivados. Zapatos. Todos los tipos. El aumento de la producción es del 57 por ciento. Aquí sí ha habido… aquí sí es uno de los casos donde sí ha habido presiones por el aumento enorme del consumo. Del año 60 3,840,380 pares, al año 61 6,071,22 pares en seis meses (APLAUSOS).

No aplaudan tanto porque esta es una de las industrias donde es posible que los datos sean falsos, saben. Los del año pasado; los de este año ya son exactos, ya tenemos datos más precisos, pero hay que pensar que hemos tenido que hacer un cálculo de la producción total de una industria que es, casi en un 90 por ciento, artesanal de tal manera que no hay ninguna seriedad en los cálculos. (p. 253)

Detergente para fregar Antek
Detergente para fregar Antek

Detergente para fregar Antek. Hecho en Polonia. 1980s. Colección Cuba Material.

En los años 1980s se comercializó en Cuba un detergente líquido para fregar, hecho en Polonia, de marca Antek. Venía envasado en pomos plásticos de color gris o carmelita oscuro, con letras blancas. Cuando nos íbamos de vacaciones a la playa, me cuenta mi mamá que solíamos llevarnos este detergente para lavarnos la cabeza. Con él obteníamos mejor espuma que con cualquier otro champú comercial al mezclarse con el agua salobre de Guanabo.

En mi casa se guardaban los pomos de Antek para envasar insecticida u otros detergentes de fregar, pues su boca dejaba salir solamente un delgado chorro de líquido cuando se apretaba el pomo, de plástico flexible.

Libreta de racionamiento de productos alimenticios. Foto cortesía de Ana Lourdes González.

Durante las tres primeras décadas posteriores al triunfo de la revolución de 1959, la alimentación de los cubanos estuvo estructurada, en gran parte, por los ritmos de distribución de los productos alimenticios (la carne, por ejemplo, se vendía cada 9 días, ciclos conocidos como novenas).

El racionamiento de los productos alimenticios fue promulgado el 12 de marzo de 1962. Ese día, la Gaceta Oficial de la República de Cuba dio a conocer la Ley 1015 mediante la cual quedaba constituida la Junta Nacional para la Distribución de los Abastecimientos:

Entre las atribuciones dadas a la entidad naciente estaban las dirigidas a proponer al Consejo de Ministros, la lista de artículos que por razones justificadas debían someterse al racionamiento local o nacional. Además, incluía las potestades para sugerir el régimen de distribución y las cantidades de cada producto a suministrar a la población. Fijar las fórmulas a emplear para el abastecimiento de las industrias privada y estatal, así como de la red comercial, gastronomía y otras, de los productos sujetos a control. La entidad formularía los mecanismos mediante los cuales se controlaría su ejecución; de los órganos estarles y populares que tomarían parte en cumplir lo dispuesto en las cuotas estipuladas para cada artículo sometido a limitaciones de consumo.

La Junta quedó integrada por un representante del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), del Ministerio de Industrias (MININD), del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), del Ministerio del Trabajo (MINTRAB), del Comité Ejecutivo de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). El 13 de marzo de 1962 quedó constituida la Junta.

En su primera reunión este órgano, previa aprobación del Consejo de Ministros, dio a conocer los artículos de consumo sujetos a racionamiento en el territorio nacional, los estipulados para la Gran Habana y las normas fijadas para otras 25 grandes ciudades de la Isla. (p.338)

También se otorgaron cuotas especiales para toda persona de avanzada edad, casos de enfermedad o necesidades de regímenes diferenciados de alimentación. (p.339)

(…) Para la organización del racionamiento se instituyó una Libreta de Control de Abastecimiento que el MINCIN y la Dirección Nacional de los CDR, emitieron para ser entregada a cada cabeza de familia. El carácter de este documento fue afinado, con el tiempo pasó toda su verificación al MINCIN, creándose por este organismo un Departamento que organizó por zonas en los municipios, secciones de control, para atender lo relacionado con las altas y bajas de los consumidores que se daban en cada núcleo familiar. Los hoteles, casas de huéspedes, fondas, hospitales, clínicas, escuelas con seminternado, etcétera, las atendió directamente el MINCIN.

(…) Quedaron fuera del racionamiento, entre otros muchos comestibles, las conservas de frutas y vegetales, embutidos y conservas cárnicas, azúcar, sal, pan y pastas alimenticias, café, dulces, bebidas, licores, refrescos, caramelos, derivados de los productos lácteos, etcétera. (p.340)

En 1963 son incorporados al racionamiento el calzado, algunas confecciones y otros conjuntos de productos industriales. Aparece, poco tiempo después, la llamada Libreta de Productos Industriales. El MINCIN crea las Oficinas de Control de Abastecimiento (OFICODA) que se encargan a nivel municipal de todo lo concerniente al papeleo burocrático que conlleva todo movimiento para incorporar, dar de baja en el Registro de Consumidores, incluidos los temporales por periodos que pueden oscilar entre uno y tres meses. (pp.340-1)

Para 1970, todos los productos, prácticamente, quedaron sometidos al control normado. Al mismo tiempo, los precios minoristas se mantuvieron congelados hasta inicios de la década de 1980 (…)

Entre 1971 y 1975, ante la acumulación de dinero en poder de la población que, según cálculos de la época rebasó los 4 000 millones de pesos, se llevó a cabo una política de saneamiento financiero con la introducción de un mercado paralelo de tabaco y bebidas a precios diferenciados, aunque manteniendo una cuota básica, la ampliación de los servicios gastronómicos, así como se procedió a estimular a los trabajadores con un sistema que se denominó distribución proletaria.

Esta distribución paralela consistió en otorgar a través de los sindicatos bonos para la adquisición de bienes como: televisores, radios, relojes, planchas, refrigeradores, batidoras, etcétera. Para optar por estos bienes el trabajador o empleado acumulaba un número determinado de méritos o deméritos, de acuerdo con los indicadores previamente determinados en el contexto de la organización sindical, por la emulación socialista.

Al recibirse, cada seis meses o un año por los centros de trabajo el número de artículos que serían objeto de adjudicación, las solicitudes se presentaban ante una comisión creada al efecto por el sindicato con representación de la administración. Los criterios para otorgar los bienes radicaban en el número de méritos cumulados por el obrero. Sólo podía solicitarse un artículo del conjunto de los ofertados, aunque esto sufrió variaciones en el tiempo.

A la vez, los sindicatos y las administraciones, de acuerdo con las prioridades estarles distribuían bonos para la compra de prendas de vestir, ropa de trabajo, calzado, etcétera. Tal como se hacía con los vestuarios de estudiantes y becarios. En el caso de estos últimos, en la beca, se les facilitaba la vestimenta, ropa de cama, artículos de uso personal, alimentación, etcétera, sin pago alguno. (p.341)

En Díaz Acosta, Julio C. 2010. “Consumo y distribución normada de alimentos y otros bienes.” Pp. 333-62 in Cincuenta años de la economía cubana, edited by Omar E. Pérez Villanueva. Havana: Ciencias Sociales.

En Cubanet:

…La cartilla se ha convertido en un documento que forma parte inseparable de cada familia, a tal punto que a cualquier cubano humilde, principalmente del amplio sector de la tercera edad, le preocupa más la pérdida de la cartilla que la de su documento de identidad. Porque no solo se siente parcialmente protegido en sus necesidades de consumo, sino que ésta ha propiciado todo un mecanismo de trueques ideados por la creatividad popular para suplir otras carencias. De esta manera, los productos asignados que algún miembro de la familia no consume son utilizados para intercambiarlos o venderlos y así adquirir otros necesarios. Por demás, también se ha desarrollado un mercado subterráneo, tanto con la certificación ilegal de “dietas” con tarifas fijas como con los productos propiamente dichos, que escapa por completo al control de las autoridades, incapaces de cubrir las necesidades básicas de la población y de eliminar la corrupción que es fuente de subsistencia para la mayoría de los cubanos.

La cartilla además ha dado origen a nuevos vocablos y frases que algún día formarán parte del lexicón socialista que alguien habrá de escribir. Solo los nacidos y crecidos bajo un sistema que tiene el discutible mérito de haber sistematizado la miseria, sembrándola como si de una virtud se tratase en la conciencia de una parte significativa de sus víctimas, conocemos el significado de frases que, en buena lid, resultan ofensivas y humillantes para la dignidad de las personas. Quiénes, si no nosotros, sabrían interpretar el lenguaje cifrado de la pobreza estandarizada: plan jaba, pollo por pescado, pollo de población, picadillo de niño, pescado de dieta, lactoso y para viejitos, café mezclado, arroz adicional… ; o las ya desaparecidas picadillo extendido, carne rusa, fricandel, masa cárnica, perro sin tripa y otras lindezas por el estilo.

Ver también en Cuba Material: OFICODA.

Zapatos plásticos
Zapatos plásticos

Zapatos plásticos hechos en EEUU, comercializados en Cuba en los cincuentas. Regalo de Pilar Fernández. Colección Cuba Material.

Si bien los zapatos plásticos que se comercializan hoy en Cuba nada tienen que ver con los Kikos plásticos de antaño, les dejo un testimonio sobre la venta y consumo de calzado algunas décadas atrás:

En Radio Coco: Kikos plásticos modernos regresan a las zapateras cubanas:

Los kikos plásticos son una leyenda en Cuba. Quienes nacieron en los años 60 del pasado siglo en Cuba los recuerdan con una mezcla extraña de cariño y desprecio: cariño porque para algunos fueron sus únicos zapatos, compañeros de escuela y travesuras en la niñez y con desprecio por lo feos y calurosos que resultaban.

Los kikos que llegué a ver en mi infancia eran unos zapatos negros, con huequitos y cordones, aunque también los había modelo mocasín. Cuentan que se hacían aquí mismo y que fueron una opción a la crisis de aquellos años, cuando escaseaban la ropa y el calzado.

Cuando yo nací a finales de la década del 70 ya los kikos habían pasado a la historia y particularmente no recuerdo haberme puesto nunca un par. Pero mi tío Juancito, 12 años mayor que yo, me contaba que los kikos fueron sus zapatos escolares durante toda la primaria. Me decía cuánto odiaba aquellos zapatos horribles, con los cuales sin embargo se conformaba, “porque eran los que teníamos todos”.

Pero que no haya llevado kikos, no quiere decir que yo no haya sufrido también la escasez de calzado. Tuve mi época de zapatos ortopédicos, después de tenis de campo pintados con tinta negra durante la secundaria, las chancletas de lacito y los zapatos Puccini de charol para mis quince y las zapatillas Yutapai ya en el pre-universitario.

La verdad es que en mi etapa de adolescente (ya tengo 35 años) no había muchas posibilidades de tener los zapatos que queríamos, sino los que se podían, y llegué a la universidad con un par para las clases, otros para salir y para de contar.

No obstante, los de mi generación nos consideramos afortunados porque jamás tuvimos que ponernos un par de esos kikos plásticos de los cuales hablaban nuestros padres y que eran el colmo del mal gusto.

. . .

Al final parece que los cubanos hemos encontrado la manera de reconciliarnos con los kikos. Llevar zapatos plásticos ha dejado de cargar con la mala fama que precedía a los kikos plásticos de los años 60 y 70 del siglo 20 cubano.

Más modernos e ideales para nuestro clima y nuestro bolsillo, los kikos plásticos han vuelto. Bienvenidos a nuestras zapateras.

Leer todo el texto aquí.

* * *

En su libro The Problem of Democracy in Cuba: Between Vision and Reality, Carollee Bengelsdorf (1994) comenta que la Ofensiva Revolucionaria de 1968 redujo los volúmenes de producción de calzado en el país, que hasta ese momento había dependido en gran medida de la producción privada, organizada en pequeños talleres. Según Bengelsdorf, estos talleres fueron sustituidos por una fábrica de zapatos plásticos, adquirida en la República Popular China.

Zapatos plásticos (Kikos)

Zapatos plásticos (Kikos), distribuidos en los setentas como parte del uniforme de las escuelas becadas.

reloj seiko

Recibo de compra de reloj Seiko. 1973. Colección Cuba Material.

En la Primera Reunión Nacional de Médicos, celebrada en 1961, Fidel Castro les aseguró a los galenos cubanos que, si permanecían en el país y no emigraban a Estados Unidos, no estarían obligados a demostrar, como el resto de los cubanos, su condición de «revolucionarios» (Lillian Guerra, Visions of Power in Cuba, 2012). Como compensación y premio a quienes se quedaron, en 1973 el gobierno les vendió un reloj Seiko Bell-Matic 4006-7002 de 17 joyas y caja impermeable de acero inoxidable, fabricado en Japón. Su precio de venta, establecido en cien pesos, era mayor que el salario mínimo de un mes de muchos empleados estatales, y casi la mitad del ingreso mensual de los propios galenos.

Otro de los «privilegios» que estos profesionales conservaron fue la posibilidad de continuar ejerciendo la práctica privada, gracias a lo cual muchos médicos mantuvieron abiertas sus consultas aún en los noventa.

Un amigo de la familia que por entonces estudiaba medicina con mi tío, y visitaba la casa de mi abuelo, me dijo recientemente que siempre soñó con el día de su graduación para, entre otras cosas, poder comprar un reloj Seiko de pulsera como el de mi abuelo. Sin embargo, esa oportunidad nunca se le presentó. Jamás volvieron a venderles relojes a los médicos.

Seiko Bell-Matic 4006-7002

Reloj de pulsera Seiko Bell-Matic 4006-7002. 1973. Propiedad de Leopoldo Arus Gálvez. Colección Cuba Material.

PS: Los relojes Bell-Matic se fabricaron solamente entre 1967 y 1977. La primera serie, la 4006-7000, produjo los primeros relojes de pulsera con alarma que tuvieron un rotor central automático».

Estuche de jabones 5 PM
Estuche de jabones 5 PM

Estuche de jabones 5 PM. 1980s. Colección Cuba Material.

Tomado del libro de Jatar-Hausmann, Ana Julia (1999) The Cuban Way: Capitalism, Communism and Confrontation, editado por West Hartford, CT: Kumarian Press:

But the ’80s were different. Julio’s wife, Albita, was fortunate to be pregnant in a very different era. Flourishing trade with the socialist bloc and market-oriented reforms had vastly improved life for Cubans. Fruit yogurt with buffalo milk and Coppelia, the best ice cream in Cuba, were sold in food stores; shrimp, crabs, chocolates, Polish pickles, cold cuts, cakes, perfumed soap, and shampoo were among the large variety of products available in pesos at the Amistad  stores. Julio was a university professor. he was making 320 pesos a month and his wife made 280. With the bonus system, he managed to make another 400 pesos by teaching a few more hours a week. Material incentives had also been implemented in the universities. Bonuses were been used to increase productivity and it was working. With a family income of 1,000 pesos, 55 pesos for the libreta, another 100 pesos for rent and transportation, they lived well. And under the new real state law, they could finally buy the apartment they had been living in for the past six years.

Ten years later, the same couple would be earning a salary only fifteen percent higher–without bonuses–while for would be twenty times more expensive. But in those days, Julio was optimistic about the future; he had no reason not to be. (p. 29)

Planta eléctrica Tallapiedra
Planta eléctrica Tallapiedra. La Habana. Imagen tomada de Havana Retro Cuba.

Planta eléctrica Tallapiedra. La Habana. Imagen tomada de Havana Retro Cuba.

Decía Ernesto Guevara en la Conferencia de Punta del Este, Uruguay, el 8 de agosto de 1961 (publicado en Pérez-Stable, Marifeli. 2008. La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí, original en inglés publicado en 1993):

¿Qué piensa tener Cuba en el año 1980? Pues un ingreso neto per cápita de unos tres mil dólares, más que los Estados Unidos actualmente. Y si no nos creen, perfecto; aquí estamos para la competencia señores. Que se nos deje en paz, que nos dejen desarrollar y que dentro de veinte años vengamos todos de nuevo, a ver si el canto de sirena era el de la Cuba revolucionaria o era otro.

Se les dejó y se les dio, además, muchísimo dinero.

Chapa de metal con propaganda del M-26-7
Chapa de metal con propaganda del M-26-7

Chapa de metal con propaganda del M-26-7. Alrededor de 1959. Colección Cuba Material.

Decía Fidel Castro desde la tribuna de la Universidad Popular en 1961:

La Revolución puede garantizar al pueblo seis cosas fundamentales: ropa, zapatos, comida, educación, recreo, medicinas.

Publicado en Bohemia y citado por María del Pilar Díaz Castañón en su libro Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales (2004).

Desodorante líquido Desodoral
Desodorante líquido Desodoral

Desodorante líquido Desodoral. Hecho en Cuba. Colección Cuba Material.

Cuando era niña, mi abuelo mandaba a hacer a la farmacia el desodorante que usaban en su casa. Tenía una fórmula que, decía, era mejor que cualquiera de los productos que se vendían en las tiendas. Pero, para mi gusto, ese desodorante era muy líquido y costaba trabajo usarlo sin que chorreara por el torso o los brazos, a pesar de que mi abuela lo envasaba en unos pomos plásticos con boca de perilla que, si se apretaban o exprimían, dejaban salir solo un pequeño chorro de desodorante.

En cualquier caso, había que esperar a que el desodorante se secara, aireando las axilas durante unos segundos, para después vestirse.

Eso mismo, sospecho, sucedía con el desodorante líquido industrial que se comercializó en Cuba en los años setenta y ochenta bajo la marca Desodoral. Ambos tenían la misma consistencia aguada y un color aqua similar, aunque el de mi abuelo tiraba más al verde. A ambos había, también, que re-envasarlos para evitar que, al usarlos, el desodorante se despilfarrara.

Bolsa de papel cartucho del supermercado Centro
Bolsa de papel cartucho del supermercado Centro

Bolsa de papel cartucho del supermercado Centro. Años ochentas. Colección Cuba Material.

En Diario de Cuba Verónica Vega se pregunta si, de verdad, era feliz en los años 1980s:

…Recuerdo que el paradero de Alamar era vanguardia nacional y las guaguas pasaban cada diez minutos. Recuerdo que el supermercado de la Zona 6, ahora abandonado y churroso, era un complejo de comercios que incluía una pizzería donde había pizzas «de verdad», a precios estatales, no como las actuales láminas de harina semicruda, con queso de quién sabe qué, amargo y viscoso.

Recuerdo el cine de Alamar funcionando, su hermoso, enorme lobby del que me sentía orgullosa antes de que un crítico de cine alertara sobre la urgencia de detener su deterioro. Recuerdo las manzanas búlgaras, jugosas, amarillas, el té negro que no he vuelto a tomar jamás tan fuerte y la ropa «con swing», que compraba a algunas mujeres rusas.

Pero recuerdo también la expectativa, la certeza de haberme montado en un tren que llegaría a lugares como los descritos por quienes tenían la suerte de ir a los países socialistas, a estudiar o como «cooperantes» en la producción y volvían a los dos años, repletos de deslumbrante pacotilla.

Recuerdo la marea de gente ante el hotel Perla de Cuba, un edificio destartalado en el que viví cuatro años de mi juventud, frente al que se organizaba la cola para comprar en el Mercado Centro. Porque después ya no había dónde adquirir en pesos cubanos aquellas deliciosas confituras y yogurt de sabor, y leche de búfala, y cake de helado… La gente aseguraba que aquello era el paraíso.

Ver los comentarios.

Envase de refresco en polvo Tang

Envase de refresco en polvo Tang. 1961. Colección Cuba Material.

En 1961 el gobierno estadounidense envió a Cuba 52 millones de dólares de mercancías como parte de un intercambio acordado con el gobierno cubano, en virtud del cual este debía liberar los 1 113 exiliados cubanos, miembros de la brigada de asalto 2506 que desembarcó en la Ciénaga de Zapata en abril de ese año con la intención de derrocar al gobierno de Fidel Castro, que permanecían en cárceles cubanas desde la derrota de esta fuerza invasora. Uno de los productos canjeados fue el refresco en polvo Tang, cuyo pedigrí político incluía el haber formado parte de la carrera espacial, al integrar la dieta de los cosmonautas estadounidenses.

No más encontré el pomo plástico de tapa anaranjada en la despensa de casa de mi abuela (más llena de pomos vacíos que de comida, en realidad), mi mamá identificó el envase. «Ese pomo es de refresco Tang», me dijo, «uno de los productos que cambiaron por los mercenarios de Playa Girón».

«Lo vendieron en las tiendas», creo que agregó.

En Adios, mi Habana (Verbum, 2017), Anna Veltfort menciona una anécdota parecida, y dibuja un envase de tapa anaranjada similar al que guardaba mi abuela (p. 57).

refresco en polvo Tang

Escena de Adios, mi Habana (Verbum, 2017), de Anna Vetfort, donde se recrea el «descubrimiento», por parte de la autora del refresco en polvo Tang. Imagen tomada del libro.

Tapa del envase de refresco en polvo Tang

Tapa del envase de refresco en polvo Tang. 1962. Colección Cuba Material.

Envase de leche entera
Envase de leche entera

Envase de leche entera. Circa 1960s – 1970s.

Reduce, re-use, recicle, le enseñan a mi hija en la escuela pública de Weehawken, en New Jersey, y ella me lo repite, y las dos lo practicamos. De vez en cuando, yo le cuento que en Cuba hemos utilizado los litros de leche y de yogurt como floreros, y que mis abuelos se han ganado unos pocos dólares vendiendo algunos de estos envases, que guardaban desde los años cincuenta, a compradores ambulantes que luego los revenden a coleccionistas extranjeros.

Según Ecured, ECIL son las siglas de la Empresa del Combinado Industrial Lácteo y del pueblo epónimo del municipio de Morón, en la provincia Ciego de Ávila, también conocido como El Lácteo.

Envase de leche entera

Envase de leche entera. Circa 1960s – 1970s. Regalo de Leonardo Cano. Colección Cuba Material.

Sombrilla
Sombrilla

Sombrilla. Comprada en el mercado paralelo en 1976.

Sombrilla china

Sombrilla china. 1970s. Regalo de María A. Arús Caraballo. Colección Cuba Material.

Las sombrillas reaparecen en las calles de La Habana y, entre ellas, alguna que otra adquirida en los años setenta. Aquellas eran de fabricación China y estaban adornadas con flores multicolores y elegantes mangos tallados. Eran una compra suntuaria para muchos, como me ha dicho la señora que cuida y acompaña a mi abuela. Adquirió la suya (foto superior) en la tienda Roseland en 1976, y pagó por ella 25 de los 138 pesos que ganaba cada mes. Casi la quinta parte de su salario.

Por eso, y porque luego no las vendieron más, en Cuba nadie bota las sombrillas, ni siquiera cuando se rompen. Hasta hace poco mis abuelos conservaron varios paraguas negros que habían comprado en los años cincuenta o, quizás, en décadas anteriores, aun cuando ya estaban rotos y descoloridos.

Sombrilla

Sombrilla. Años setentas. Colección Cuba Material.

Sombrillas chinas

Sombrillas chinas. Colección Cuba Material.

Catálogo de modas de La Maison
Catálogo de modas de La Maison

Catálogo de modas de La Maison. 1980s. Cortesía de Cachita Abrantes.

En Cubaencuentro: Antonio Castro y sus 18 hoyos, por Haroldo Dilla Alfonso:

Cuando leí la noticia sobre la victoria de Antonio Castro en un torneo internacional de golf, no pude evitar pensar en Pierre Bordieu.

Bordieu ha sido uno de esos cientistas sociales imprescindibles que escribió sobre varias temas y siempre dijo cosas interesantes. Entre ellas, escribió sobre lo que llamó “la distinción”. Para Bordieu ésta era una suerte de condensación de hábitos de consumo y comportamientos que enmarcan un estilo de vida clasista.

Todas las élites han cultivado su propia distinción con arreglo a sus historias y sus poderes. Cuando los guerrilleros de la Sierra Maestra se hicieron del poder, comenzaron a construir la suya. En un principio fue basada en un discurso de austeridad plebeya y antiurbanismo que encarnó en la figura de Ernesto Guevara con su innegable estoicismo y su conocida aversión al baño. Luego, sobrepasada la época épico/heroica, la nueva clase política tomó el gusto a las abundancias del poder.

Pero siempre tuvieron que hacerlo guardando ciertas apariencias, a expensas del Estado (nadie tenía bases propias de acumulación) y amenazados por un poder supremo que se encargaba de decapitar a los excedidos, a los escandalosos y a los desleales. Y de cualquier manera, siempre estuvieron limitados por su propia visión del mundo que generalmente confundía la prosperidad con aquello que Marc Bloch llamaba “la abundancia grosera”. Eran gente de grandes comilonas, profundas borracheras, capaces de moverse por el mundo con sus gimnasios personales a cuestas, de llenar aviones con pacotilla madrileña y consumidores incontinentes de sexo, del barato y del caro. Pero eran incapaces de entender la elegancia de un adagio o las diferencias entre los vinos del nuevo y del viejo mundo. No sé si soy excesivamente cruel, pero cuando pienso en ellos siempre me viene a la mente la imagen del último canciller destronado meneando su lipídica humanidad con una botella de cerveza en la mano y los pantalones arremangados, en aquella fiesta campestre cuyo video aún está colgado en internet.

Las reformas económicas desde los 90, y en particular desde 2008, han sido tibias en muchos sentidos. Pero no en abrir espacios de consumo y tolerancia a la acumulación a favor de lo que se perfila como una nueva base social del futuro capitalismo cubano: capos del mercado negro, herederos de fortunas políticas, gerentes invocadores de la competitividad, consultores asalariados y merodeadores de la farándula y de las artes.

Esta nueva élite emergente se distingue de la predecesora por sus medios de vida. Esta última era una clase rentista que medraba como una lamprea sobre el cuerpo productivo. Los emergentes, aunque dependen de la protección y la asignación estatal (sin ello nadie sobrevive en Cuba), sus poderes económicos provienen en buena medida del mercado. Son ellos (y ellas) los que se pueden beneficiar de la asistencia a los hoteles, de la compra de viviendas y autos, de los viajes al extranjero con visas que solo garantizan cuentas bancarias significativas, así como de otros servicios que se adquieren en el mercado negro a precios exorbitantes, internet incluido. Y sólo son ellos —y quizás esto es lo más importante— los que pueden dar continuos saltos desde lo que es privado a lo que es público, desde los CUPs a los CUCs, desde lo que es negocio a lo que es política. Y siempre obteniendo beneficios diferenciales desde los cruces de esas múltiples fronteras que caracterizan la fragmentada realidad nacional.

Y en consecuencia, la nueva élite porta otro conato de distinción burguesa que se impone en las noches de lentejuelas de lugares muy selectos, o en los convites en casas que antes solo poseían los funcionarios consagrados y los embajadores. Es sobre ellos y sus noches de lujo que han escrito varios cronistas de los tiempos, como han sido Lois Parsley y Sandra Weiss. Esta última en un artículo curiosamente titulado “Vuelve el glamour a la Habana” en que describe una hummer anaranjada machacando los baches de las calles de la ciudad.

Y es justamente aquí donde entra la figura de Antonio Castro. La indignación de muchos lectores sobre el probable costo del hobby del hijo de Dalia es lógico. Cuba es un país donde la gente discute un dólar con la misma pasión como Robinson Crusoe cuidaba su corral de cabras esquivas. Pero creo que es un asunto secundario, pues cualquier compañía pudo haberle pagado el entrenamiento y hasta haber teledirigido las peloticas de Antonio para que acertaran en los 18 hoyos disponibles. Pues un ganador tan visible como Antonio Castro vale la pena, y por eso su victoria en un torneo de segunda ha sido repiqueteado con más fuerza que si se tratara de Tiger Woods en un Majors.

A diferencia de sus hermanos —pálidos de diferentes maneras— tiene un rol público visible. Y a diferencia de sus primos, Antonio Castro se perfila como un ser apolítico. No se le ve promoviendo libros antimperialistas ni conduciendo congas LGTBs, sino fumando puros con un jet set internacional amante de la nicotina. No tiene cargos rimbombantes sino una simple vicepresidencia de la federación de béisbol, que, no obstante, le pone en la mano la llave para administrar la apertura del país al profesionalismo. Y eventualmente hacerse de un equipo, como lo han hecho muchos multimillonarios en el mundo, entre ellos Silvio Berlusconi y Sebastián Piñera.

Antonio Castro es definitivamente un hombre de pasarelas, pero eso no lo hace intrascendente. Es una pieza particular de eso que hemos convenido en llamar el Clan Castro. Y como tal, entre hoyo y hoyo, Antonio Castro es parte de un poder fáctico que incidirá en la política cubana por mucho tiempo.

***

En Libreta de apuntes: Labor of love, por Norberto Fuentes:

Entre 1985 y 1986 yo fui el escritor que más dinero ganó en Cuba. Desde luego, a fines de 1986 todo había sido dilapidado y si tomamos en cuenta que el único vicio que me dominaba entonces era fumar cigarros Populares (o Montecristo, de exportación, cuando se conseguían), nunca más de una cajetilla diaria, y que además, como era un vicio que yo dejaba y volvía a agarrar de vez en vez, pues no puede decirse con exactitud en qué yo boté mi fortuna. Por otro lado, en Cuba no se pagaban impuestos y el whisky me lo suministraba Antonio de la Guardia, el poco que tomaba, y los Rolex son eternos y además hay que comprarlos en dólares; y si empleaba la bolsa negra, era para los Levis, que te podían salir en la enormidad de 150 pesos moneda nacional. ¿Pero cuántos jeans tu gastas en un año? Si acaso dos. Y por último, las compañeras ciudadanas mujeres, que es a lo que más tiempo yo he dedicado en mi vida. Pero en Cuba, realmente, en mi época, lo que le atraía a las ciudadanas no era el dinero. Creo que ni la palabra jinetera se usaba entonces. El Lada, para que tú veas, si ayudaba. Era un buen imán. Pero también deben saber y quiero hacer constar enfáticamente, que mi primer Lada me fue asignado por el compañero Antonio Pérez Herrero, secretario ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en 1983, y que hasta esa fecha nunca me faltó una compañerita al lado. Era un Lada 1500 S, color verde pálido, que yo comencé a llenar de los tarecos que me regalaban o que yo traía de mis viajes. Mas aquella época heroica de la infantería es algo para recordar. Un motivo personal de orgullo para Romeo el Peatón. Y en fin, que toda esta historia es para establecer el hecho de que gracias a Hemingway en Cuba yo fui el escritor más rico de Cuba durante un par de años. Agrego ahora que fue un libro hecho con devoción. Los primeros 50 ejemplares de la primera edición me los empaquetó con papel de estraza y cordel encerado, y entregó en la mano Rafael Almeida, que era viceministro de Cultura, en un llamado Combinado Poligráfico “Alfredo López”. Hubo una especie de ceremonia íntima, un ritual, y recuerdo que afuera del Combinado llovía a cántaros. Yo extraje dos ejemplares del paquete y firmé el primero. Para Fidel, por supuesto….

Continuar leyendo.

h/t: Enrique del Risco.

***

También en Libreta de apuntes: Rojo amaranto, por Norberto Fuentes:

¡Rusos de los mil demonios! ¡No solo disolvieron la gloriosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sino que, de repente, el 16 de los corrientes, anuncian que no van a fabricar un 2107 más! … Nos quedamos más allá de la orfandad. Toda una generación sin el bien llamado clásico. …

¿Y qué es eso de que la velocidad de 150 kilómetros por ahora era la máxima? Mi 2107 yo lo clavaba a 170 por la Autopista Nacional y también por la recta de Júcaro a Morón, velocidad sostenida, aunque bien es cierto que le rebajaron el bloque del motor en el taller de Emilito Turtos, en Nazareno —no donde Cristo sino donde Emilito, en sus funciones de administrador y amigo de cheque en blanco como sólo se daban en Cuba, alistaban los cargamentos de Ladas recién importados. Y la compresión que lograba aquello era la de un Ford Thunderbird del 58, un cohete. Que se lo digan Alcibíades Hidalgo, el exvicecanciller primero del Gobierno, ahora por estas regiones geográficas, y el mismo Raúl Rivero, que manejaron aquel bolidito mío. Aclaro que Nazareno era una encrucijada de la carretera Managua-Santiago de las Vegas, más o menos al centro de la provincia de La Habana, como quien va para Batabanó, y donde los pobladores de la zona aseguraban que era anterior al del pesebre de Cristo en el Medio Oriente. Y aquel Lada invicto mío tenía un timoncito de los llamados “cómicos”, que era la forma entre los bandidos  habaneros de clasificar los productos occidentales que nunca aparecían en las tiendas del Ministerio del Comercio Interior, y una caja quinta francesa que también me había agenciado el compañero Turtos, y una grabadora cuadrofónica Pioneer, y amortiguadores Pirelli de doble acción que aquello era una alfombra mágica, más el juego de gomas radiales Michelin. Julio Pulido, el director del Instituto Cubano de Radio y Televisión, me decía con su sonrisa llena de picardía: ”Niña que caiga aquí, niña que no sobrevive”. Claro, esa era la función primordial del artilugio. Qué utilidad laboral ni un carijo. Si la entrañable amistad de los pueblos de Cuba y la URSS te proveen de un Lada 2107, con aquel rutilante, precioso color rojo amaranto, con el que yo sustituí el glamour del poder de los Ladas de color azul ministro, gracias también a Emilito Turtos, qué importancia tiene leer después en uno de los mamotretos de James A. Michener sobre la experiencia de un viaje suyo a La Habana, que montar en un Lada era como embutirse en una caja de zapatos. Mi Ladita, Dios mío. Hasta lo convertí en uno de los personajes centrales de Dulces guerreros cubanos. Se lo merecía, la verdad.

¿Y en el aire espléndido y límpido de Cuba, a quién le molestaba una polucioncita más?

Importante aclaración. La combinación perfecta de Levis, Rolex, Ray-Ban y Lada era algo elusivo y lejano en los primeros veinte años de Revolución, al menos para mí. De tales joyas, solo dispuse de un Rolex submarino de los primeros modelos que no tenía ni protector de corona. Me lo regaló mi viejo de no sé qué cambalache suyo al margen de las leyes revolucionarias. … Cierto que el Lada te lo asignaban porque se suponía que tu eras personal de la más absoluta confianza. Mas la habilidad de la conquista iba con uno. Luego aprendías todas las artes y los manierismos de los príncipes que conducen Ladas. ¿Tú te imaginas a Carlos Alberto Montaner o Jorge Más Santos o Lincoln Díaz-Balart al timón de un 2107? No saben ni tirar la puerta. Eso era una muestra de decisión y poder sin igual. El apeado del Lada y el tirado de la puerta como al desgaire pero con fuerza, era un espectáculo que lo decidía todo, en un segundo, frente al excitable público femenino.
Jugo Taoro
Jugo Taoro

Jugo Taoro para la exportación.

En Los días no volverán: Envasado al vacío:

(…) Ni tan siquiera recuerdo haber visto algún paquete de Cerelac que declarara su composición, pero si lo hubiese habido, tampoco estábamos acostumbrados a escudriñar los envoltorios para leer ingredientes, conservantes o fechas de caducidad, sobre todo porque casi ningún alimento facturado en Cuba estaba envasado. La leche en polvo se vendía a granel: los afortunados que tenían dieta iban a la bodega con una “jabita” para que se la despacharan. El bodeguero abría el saco, se sumergía en él y sacaba con un jarro escachado, como si fuera agua de un pozo, el polvo de leche contaminado con más polvo (ambiental) y cualquier otra impureza que ni nos atrevíamos a imaginar. O el puré de tomate que se almacenaba en aquellos tanques oxidados de 55 galones y que envasábamos en pomos plásticos reciclados, vendidos por un anciano semiindigente que los recogía de la basura; o la cerveza a granel, a la que le echaban cubos de jugo de toronja para aumentarla, según decían por entonces. Y ya ni siquiera me refiero a los productos de reventa, esos que podían venir envueltos en papel de periódico o en cajas de zapatos, sino a los oficiales.

En mi último viaje a la isla compré algunas cajas de jugo que, una vez terminadas, mi madre conservaba para rellenar. Tener aquellos briks de colores en la nevera formaba parte de su fantasía cotidiana que yo no me atrevía a destruir. Así hacía con los potes de helado, con los pomos de cristal que antes habían sido de aceitunas y en los que ahora guardaba ajos pelados o con los geles de ducha, que aunque vacíos ya, seguían ocupando su espacio en la repisa del baño…
En la cómoda, por los siglos de los siglos, unas preciosas cajas de talco heredadas de la abuela (y llenas ahora de botones hasta rebozar), y a su lado, la única de diseño más aceptable que se vendió en los `80: el talco Tú.
Los envases venían a ser como un subproducto capitalista que enmascaraba el producto; un beneficio añadido y prescindible, como la doble moral. (La profesión de diseñador podría ser una de las más obsoletas del Período Especial, e incluso, del Socialismo indigente cubano.)…
Gracias a Axana Álvarez por el enlace.
Cafetera
Cafetera

Cafetera. Hecha en Estados Unidos. 1950s. Colección Cuba Material.

Mis abuelos nunca se deshicieron de sus antiguos equipos electrodomésticos (me refiero a los de los cincuentas y años anteriores), ni siquiera cuando dejaron de funcionar. Una tostadora, una plancha para sandwiches y una cafetera de café americano cuyas porciones de agua y borra mi abuela aprendió a dosificar para obtener algo parecido al café expreso, acumulan herrumbre sobre un aparador del comedor. Allí los dejaron mis abuelos con la esperanza de que un día apareciera la resistencia o pieza que los devolvería a la vida, mas esta nunca llegó.

En Diario de Cuba:

Antes de los Castro, la Isla era un imán para atraer inmigrantes de Europa, Medio Oriente, Asia, el Caribe e incluso de Estados Unidos. Estadísticas del antiguo Ministerio de Hacienda de Cuba revelan que solo entre 1902 y 1930 llegaron a nuestro país 1.3 millones de inmigrantes, 261.587 de ellos en los últimos seis años de ese período.

En esos 28 años, encabezaron la lista 774.123 españoles, 190.046 haitianos, 120.046 jamaicanos, 34.462 estadounidenses, 19.769 ingleses, 13.930 puertorriqueños, 12.926 chinos, 10.428 italianos, 10.305 sirios, 8.895 polacos, 6.632 turcos, 6.222 franceses, 4.850 rusos, 3.726 alemanes y 3.569 griegos.

En años posteriores siguieron llegando a Cuba más inmigrantes de las nacionalidades mencionadas, así como también libaneses, judíos, palestinos, rumanos, húngaros, filipinos y mexicanos (sobre todo de Yucatán), etc. En 1958 había en la embajada de Cuba en Italia 12.000 solicitudes de ciudadanos deseosos de emigrar a la Isla.

Pero si en 1958 Cuba era uno de los tres países de Latinoamérica con mayor ingreso per cápita, con 374 dólares —el doble que en España ($180) y casi igual al de Italia—, hoy es uno de los más pobres. Es el único que en vez de avanzar involucionó y presenta ahora un grado menor de desarrollo económico y social que hace media centuria. Ni siquiera Haití sufrió tal retroceso.

Los efectos del castrismo asombran cuando se examinan algunas estadísticas del Anuario Estadístico de Naciones Unidas, el Atlas of Economic Development (1961) de Norton Ginsburg, la FAO, el Departamento de Comercio de EE UU, y el Cuban Center for Cultural Social & Strategic Studies, Inc.

En 1958, como en cualquier nación en desarrollo, había pobreza en la Isla, pero Cuba era el octavo país del mundo con mayor salario promedio en el sector industrial, con $6.00 diarios, por encima de Gran Bretaña ($5.75), Alemania Federal ($4.13) y Francia ($3.26). La lista la encabezaban EE UU ($16.80) y Canadá ($11.73). Cuba, además, ocupaba el séptimo lugar mundial en salario agrícola promedio, con $3 diarios, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Hace 54 años Cuba registraba la mayor longitud de vías férreas en Latinoamérica, con un kilómetro de vía por cada 8 kilómetros cuadrados. Y era líder en televisores, con 28 habitantes por receptor (tercer lugar en el mundo); la primera señal de TV a color en el mundo fuera de EE UU fue lanzada en La Habana por Gaspar Pumarejo, el 19 de marzo de 1958. El país ocupaba el segundo lugar latinoamericano en número de automóviles, con 40 habitantes por vehículo.

También teníamos la más baja tasa de inflación en Latinoamérica, con 1.4%. Nos autoabastecíamos de carne de res (desde 1940), leche, frutas tropicales, café y tabaco; y éramos casi autosuficientes en pescados y mariscos, carne de cerdo, de pollo, viandas, hortalizas y huevos. Éramos el primer país latinoamericano en consumo de pescado y el tercero en consumo de calorías, con 2.682 diarias. Producíamos el 76% de los alimentos que consumíamos (hoy producimos el 21%), y había una vaca por habitante.

La Isla exportaba más de lo que importaba, y era la tercera economía más solvente de la región por sus reservas de oro y de divisas y por la estabilidad del peso, a la par con el dólar. Era el país latinoamericano con menor mortalidad infantil y el que dedicaba mayor porcentaje del gasto público a la educación, con el 23 %. (Costa Rica, 20%; Argentina, 19.6%; y México, el 14.7%). En 1953, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Finlandia contaban proporcionalmente con menos médicos y dentistas que Cuba.

Cuba era también proporcionalmente en 1958 el país latinoamericano con más salas de cine, ostentaba el segundo puesto en cantidad de periódico impresos, con ocho habitantes por ejemplar, luego de Uruguay (seis), y tenía el segundo lugar en teléfonos, con 28 habitantes por aparato.

Conclusión, que la debacle económica cubana no es causa, sino efecto. La verdadera razón que fuerza a emigrar de Cuba es el sistema político que sepultó la libertad económica y transformó la Isla en una ameba gigante que se nutre de subsidios extranjeros.

Plancha eléctrica
Plancha eléctrica

Plancha eléctrica. Hecha en la URSS. Colección Cuba Material.

Los bienes de consumo socialistas que el estado cubano otorgaba a los trabajadores destacados no solamente constituyeron un instrumento de persuasión y propaganda política. También reprodujeron —y crearon— diferencias de género. Las lavadoras y planchas, por ejemplo, fueron a para a manos femeninas, a veces como premio recibido en el centro laboral o como regalo recibido en ocasiones especiales.

Estos electrodomésticos, además, junto a los televisores y los radios, mantuvieron a la mujer ocupada dentro de casa, mientras los hombres disfrutaban de su tiempo libre paseando en automóviles, casi siempre manejados por «ellos», que les daban una desproporcionada libertad de movimiento. Los hombres, además —algunos—, utilizaban su automóvil como medio de conquista, como refleja la canción de los Van Van Titimanía y da cuenta Norberto Fuentes en su libro Dulces guerreros cubanos.

En la Cuba de los años ochenta, un personaje común era el titimaniaco, que paseaba en Lada con su joven amante mientras su esposa echaba a andar la lavadora Aurika y se sentaba a llorar con la película de la Tanda del Domingo que veía en su televisor Krim, o alisaba las camisas del esposo y los uniformes de los hijos con una plancha rusa.

Envase de talco perfumado. Hecho por Provari. Colección Cuba Material.

En La muela bizca: El duro oficio de la informática… sólo a veces ;):

nonohack: la caja de rolos!!!!!
wcloister: mi tia descubrio que en la cajita, que estaba traducida al español, en la parte de «8 items» habian puesto «8 cosas»
wcloister: y siempre se burlaba de eso
nonohack: juaff
wcloister: si, como un guallo
nonohack: me acuerdo porque me rascaba con ellos
wcloister: mi mama tenia rolos, pero no de cajita de micocilen sino de cajas de talco de las grandes
wcloister: con las que se hacía «el torniquete» jaja
nonohack: ah, las famosas
nonohack: esooooooooooo
wcloister: cada vez que se lavaba la cabeza
wcloister: que de rituales
nonohack: me acuerdo del super desododrante aquel
nonohack: azulito
wcloister: siiiiiiiiiii
wcloister: me encantaba como olia
nonohack: asi por arribira;
nonohack: compotas nene
wcloister: HIT
nonohack: jabones JP
nonohack: karate
nonohack: hit
wcloister: toqui
nonohack: aqua
wcloister: mariposa
nonohack: ahora las smashing:
wcloister: jaja
nonohack: Fiesta
wcloister: esa!
wcloister: con el chapu que tambien era guallo
wcloister: champu
nonohack: si
nonohack: coldcream
wcloister: y lo amargo que era
nonohack: alias colkrin
wcloister: si jaja
nonohack: pachuli
nonohack: Zas a.k.a MacCastros
wcloister: esa no la recuerdo
wcloister: ah
wcloister: si
nonohack: ya
nonohack: bueno
wcloister: las hamburguesas
nonohack: Matilda
wcloister: si jaja
wcloister: las cajas de quesito crema
wcloister: Matilda
nonohack: Textiles Cayo La Rosa
wcloister: jajajajjajajaja
nonohack: a q muerden
wcloister: lapices Bacuranao
nonohack: gomitas batabano
wcloister: eran bacuranao o batabano?
wcloister: ah eso
wcloister: jajaja
wcloister: no es bacuranao
nonohack: lapices de colores Pionero (lo peor)
wcloister: perdon, los batanano eran peor, la mina se les salia cuando escribias
nonohack: serpentinas Carnaval
wcloister: aaay!
wcloister: esa si
wcloister: esa si me llego
wcloister: jaja
nonohack: Tonico fortificante
wcloister: que hubiese una fabrica que hiciera serpentinas!
nonohack: Leche Malteada la Bayamesa
wcloister: jajajaja
wcloister: si
wcloister: las camisas aquellas de hombre tenian una marca
wcloister: no la recuerdo
nonohack: y el assoluto:
nonohack: Calzoncillo TacaTillos
wcloister: jajajajjajajaa
nonohack: medias Taca-Taca
nonohack: pan de panera
nonohack: y pan de gloria
wcloister: gaceñiga
nonohack: alias Iñiga
wcloister: jaja
wcloister: eso es una marca, pero la gente la usaba como el nombre de la pobre panetela
nonohack: arroz precocido
wcloister: Conchita, esa es descarada
nonohack: Taoro
wcloister: verdad
nonohack: por cierto
wcloister: Doña Delicias
nonohack: en las apuestas en madrid
nonohack: nos jugamos bricks de mango Taoro… ;)
nonohack: tú crees que lean este post?
wcloister: jajajaja

Envase de talco Brisa. Imagen tomada de internet.

Envase de talco y desodorante en pasta Desodoral. Imagen tomada de internet.

Envase de talco Bebito. Hecho por Suchel. Colección Cuba Material.

Aspas de ventilador Órbita. Colección Cuba Material.

En casa tuvimos varios ventiladores Órbita, de fabricación soviética. De hecho, fue el único tipo de ventilador que tuvimos, en diferentes modelos. Eran pequeños, livianos y portátiles, y podían utilizarse como ventilador de mesa o de pared. Se vendieron a un costo de 40 pesos.

En casa, debe haber sido mi papá quien colocó un tornillo en los travesaños de madera que dividían las ventanas de cada habitación, para colgar estos ventiladores, uno en cada cuarto. Mi mamá se encargaba de comprar los ventiladores, y las piezas de estos ventiladores que pudiera conseguir, para guardar como repuesto, por si se rompía alguno más allá del punto de cualquier reparación.

Se decía que los ventiladores Órbita venían con los refrigeradores Minsk, para descongelarlos, pero el Manual del usuario no lo menciona. Sin embargo, ciertamente parece más un manual industrial que uno comercial. En cualquier caso, también se usaban para descongelar los refrigeradores.

Todavía se encuentran estos ventiladores en las casas y comercios cubanos, en muchos casos reparados hasta volverlos irreconocibles —el artista Ernesto Oroza ha documentado este proceso, que incluye en la categoría «desobediencia tecnológica»—. Parece que en algún momento se acabaron las piezas de repuesto de ventilador Órbita que mi mamá almacenó, pues he encontrado en casa uno cuya armazón ha sido fabricada con plástico derretido, de manera totalmente artesanal.

Recibo de compra de ventilador Órbita. 1979. Colección Cuba Material.

Ventilador Órbita en una escena doméstica rural. Foto de Guido Paulussen. 1994. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con aspas de fabricación artesanal. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con aspas de fabricación artesanal. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con cuerpo y aspas de fabricación artesanal. Colección Cuba Material

Ventilador Órbita roto abandonado sobre un escaparate.

Pueden ver aquí el Manual del ventilador Órbita.

Información sobre las lavadoras Aurika-70. Publicado en Magacín. 1976. Colección Cuba Material.

Comentarios dejados en DEBAJO DE LA CAMA:

  1. Anónimo

    LA LAVADORA AURIKA SE USO COMO DESPENSA Y GALLINERO PARA QUE LA GALLINA PUDIERA CALENTAR LOS HUEVOS. CUANDO ERA INSERVIBLE SE PINTABA Y SE RELLENABA DE TIERRA SIENDO UNO DE LOS CANTEROS DE PORTAL MUY LINDOS.

  2. Anónimo

    Las Medallas… tanto me hastiaron de medallas y estímulos en esa, nuestra «Patria» tergiversada q las pongo debajo de la cama, pero ni siquiera debajo de la mía… a mí que me regalen cheques!!!

  3. Anónimo

    1.- SANDALIAS Y ZAPATOS HECHOS CON LA GOMA Y LLANTAS DE CARRO, A VECES LAS HACIAN DE LA PARTE DE LA CURVA Y SE LEVANTABAN HACIA ADELANTE Y TE HACIAN TAMBALEARTE Y CAER

    2.- ZAPATOS DE PLASTICO ERAN UNAS BOLITAS QUE COSTABAN CENTAVOS PASABA POR LA MAQUINA CON EL MOLDE Y SALIAN LOS ZAPATOS PLASTICOS HASTA DE TACONES HACIAN, ESOS SE LLAMARON «CATARRITOS» PORQUE NADA MAS QUE LLOVIAN SE DESPEGABAN POR CUALQUIER PARTE

    3.- EL ALGODON LLAMADO «MOQUITO» SE COMPRABA EN BOLSA NEGRA POR LA ESCASEZ, PERO CUANDO SE HUMEDECIA SE TE PEGABA EN LOS DEDOS Y ZAS! UNA Y OTRA VEZ LO QUERIA SACAR DE TUS DEDOS CHASQUEANDOLOS PERO NADA.. DE ESTE TIPO DE ALGODON SE FABRICO LA INTIMA FEMENINA CON GASA Y NI QUE DECIR DEL CAOS QUE SE CREABA

    4.- MEDIAS DE NYLON, PANTIES-MEDIA, PLANTILLAS DE MEDIA, CUANDO SE LE IBA UN HILO COSA FRECUENTE PUES A COGERLO CON EL BRILLO DE LA PINTURA DE UNAS SE LE UNTABA AL SELLARSE NO CONTINUABA ABRIENDOSE

    5.- BOLSITAS TENIDAS DEL COLOR DE LA CARTERA QUE LLEVABAS AL RESTAURANT DONDE ESTABA PROHIBIDO LLEVARSE COMIDA PARA LA CASA, AL ESTAR DEL MISMO COLOR DE LA CARTERA, ABRIAS ESTA Y DEJABAS CAER LA COMIDA SIN QUE NADIE LO NOTARA..

    6.- CUANDO LAS MEDIAS PANTIES IBAN PERDIENDO EL COLOR LAS METIAS EN UN RECIPIENTE LARGO CON AGUA DE TE FUERTE DURANTE ALGUNAS HORAS Y SALIDAN NUEVAS

    7.- SE TOMABA UN NYLON SE LE PASABA COSTURA A LO LARGO DE 6″ X 2″ DE ANCHO, SE HACIAN HASTA 20, DESPUES SE RECORTABAN INDIVIDUALMENTE, SE RELLENABAN CON LIQUIDO DE DISTINTOS SABORES DE FRUTAS, SE COSIA POR LA PARTE DE ARRIBA Y SE PONIAN A CONGELAR, SE VENDIAN A PESO LOS NINOS ABRIAN UNA PEQUENA ABERTURA POR UNO DE LOS LADOS Y SE IBAN TOMANDO EL JUGO CONGELADO, ELLOS LE DECIAN » PINGUILLA DE LIMON» DE NARANJA, ETC TENIA MUCHA ACEPTACION

    8.- LOS ANIMALITOS DE ADORNO PARA PONER EN LOS CARROS O EN LAS CASAS QUE MOVIAN LA CABEZA AFIRMATIVAMENTE ERAN GRACIOSOS Y LA GENTE LOS COMPRABA, DE PRONTO SE DEJARON DE LLAMAR MOVIBLES O PORFIADOS PARA LLAMARSE «RANDY ALONSO» ERA UN LOCUTOR QUE TRABAJABA EN LA MESA REDONDA Y SIEMPRE ESTABA ASINTIENDO A TODO LO QUE DECIA EL COMANDANTE.. SE LLEGABA A LA TIENDA Y SE DECIA «QUIERO UN RANDY ALONSO DE PERRITO» QUIERO UN RANDY ALONSO DE GATICO Y ASI SUCESIVAMENTE..

    9.- LA CIFRA DE ENFERMEDADES VENEREAS CRECIA CUANDO LLEGABA LA CARNE DE DIETA A LA CARNICERIA O LAS CAJAS DE POLLOS, TAMBIEN CUANDO LOS TELEFONICOS IBAN A INSTALAR LOS NUEVOS TELEFONOS.. LAS ENFERMERAS QUE SE OCUPABAN DE LAS CIFRAS CUANDO SE ENTERABAN DE LA LLEGADA DE LOS PRODUCTOS REPARTIAN GRATUITAMENTE CONDONES.. LA QUE TENIA MAS ALTO POCENTAJE ERA LA GONORREA,

    10.- AGUJAS DE TEJER A CROCHET PARA HACER LOS RAYITOS

  4. Anónimo

    Saludos aunque no soy cubano me parece muy interesante su blog pero tengo una duda sobre el escrito numero 9. En realidad no veo la relación entre la carne de dieta, las cajas de pollos y los teléfonos nuevos con las enfermedades venéreas!!!???Alguien me podría explicar Por Favor.

  5. Bueno, aunque no se exactamente lo que quiso decir el autor del comentario, entiendo que se refiere al sexo como moneda de cambio, es decir, cuando llegaba la carne, los telefonos, u otro articulo codiciado, los carniceros, telefonicos, o la persona que los repartia podia ser sobornada con favores sexuales. Pero esta es mi interpretacion solamente.

  6. Anónimo

    Primero te felicito por tu blog que está bien interesante además educativo para los que no vivimos esos tiempos.
    Que interesante e intrigante me parece este asunto, al punto que ahora hubiera querido ser un cubano carnicero, pollero o telefónico para ese tiempo…jejeje. Saludos y Mucho Cariño desde la UPRC.

  7. Teresa Valladares, que ya ha colaborado enviando muchos de los otros comentarios, nos envía este:

    TONITA.. AQUI TE MANDO ALGUNOS ARREGLOS E «INVENTOS» PARA PODER SEGUIR VIVIENDO,

    – CUANDO NO HABIAN ROLITOS PARA EL PELO SE CORTABA EL PALO DE ESCOBA PLATICO Y SE HACIAN MAS DE 12 ROLITOS

    – PARA GUARDAR HEMETICAMENTE, ARROZ, FRIJOLES, CREMA DE LECHE, ETC SE CORTA UNA BOTELLA PLASTICA POR LA PARTE DE ARRIBA SIN TOCAR LA ROSCA Y LA TAPA, ES PONE EL CARTUCNO DE NYLON YA LLENO, SE PASA POR LA BOCA YA CORTADA SE LE PONE LA TAPA Y LISTO PARA LA DESPENSA O REFRIGERADOR

    – EL CRISTAL DEL ATAUD LLEGO A ESCACEAR TANTO QUE A VECES EN LA FUNERARIA SOLO HABIA UNO Y SE LO PONIAN A LA CAJA, ENSEGUIDA QUE IBA A SALIR EL ENTIERRO SE LO QUITABAN Y SE LO PONIAN AL OTRO

    – AURICULAR DE TELEFONOS INSERVIBLES SE LE QUITABA LA TRIPA DE ADENTRO, SE LE INTRODUCIA UN PEDACITO DE MANGUERA Y HACIA DE DUCHA

    – SE HCIERON CORTINAS CON PALITOS PLASTICOS DE LOS POT-CICLETS, SE ENSARTABAN UNOS CON OTROS QUEDANDO UNA CORTINA BASTANTE ACEPTABLE

    – SE HICIERON ARBOLITOS DE NAVIDAD, DESHACIENDO PERCHEROS FORRANDOLO CON PAPEL O CINTA VERDE

    – BOLSITAS DE NYLON TRANSPARENTE LLENAS DE AGUA COLGADAS DE TECHO PARA ESPANTAR LAS MOSCAS

    – PARA CERRAR LA OLLA DE PRESION SE PONIA AL CERRAR LA TAPA CON LA CAZUELA DOS CUCHARAS PARA QUE PUDIERA CERRAR BIEN

    – LATONES DE BASURA PUBLICOS LES QUITABAN LAS RUEDAS PARA HACER CARRITOS, VELOCIPEDOS Y CARRETILLAS

    – CUANDO SE IBA LA VALVULA DE LA OLLA DE PRESION SE PONIA UNA GOMITA DE ALGUN BULBO DE PENIICILINA O TAMBIEN ALGUNA GOMITA DE ZAPATILLA

    – LATICAS DE REFRESCO, CERVEZA, ETC SE CORTAN A DOS DEDOS DE LA BASE Y SE ABREN EN FLECOS LO RESTANTE, ASI QUEDA UN CENICERO, UN PALTICO SERVIDOR, LAS PUNTAS SE DOBLAN Y QUEDAN BONITAS

    – SE CORTABAN LAS BOTELLAS DE REFRESCO Y SE HACIAN VASITOS, TACITAS, Y SI SE CORTABAN POR AMBOS LADOS SE PONIAN DE SOPORTE PARA LAS LAMPARAS