sombrillas
Las sombrillas reaparecen en las calles de La Habana y, entre ellas, alguna que otra adquirida en los años setenta. Aquellas eran de fabricación China y estaban adornadas con flores multicolores y elegantes mangos tallados. Eran una compra suntuaria para muchos, como me ha dicho la señora que cuida y acompaña a mi abuela. Adquirió la suya (foto superior) en la tienda Roseland en 1976, y pagó por ella 25 de los 138 pesos que ganaba cada mes. Casi la quinta parte de su salario.
Por eso, y porque luego no las vendieron más, en Cuba nadie bota las sombrillas, ni siquiera cuando se rompen. Hasta hace poco mis abuelos conservaron varios paraguas negros que habían comprado en los años cincuenta o, quizás, en décadas anteriores, aun cuando ya estaban rotos y descoloridos.
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