Transformaciones de la cultura material a partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 antes de la radicalización comunista.

Plegable promocional de la Concentración Campesina. 26 de julio de 1959. Donación de Gerardo Fernández Fe. Colección Cuba Material.
Plegable promocional de la Concentración Campesina
Plegable promocional de la Concentración Campesina (páginas interiores). 26 de julio de 1959. Donación de Gerardo Fernández Fe. Colección Cuba Material.

El 26 de julio de 1959, el gobierno cubano reunió en la Plaza Cívica de La Habana cerca de medio millón de campesinos. Habían sido trasladados a la capital por iniciativa del M-26-7, para asistir a la primera celebración oficial del fallido ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, liderado por Fidel Castro en 1953.

El evento, donde el discurso revolucionario se alió con el agrario-nacionalista, fue preparado desde meses antes por la Comisión Organizadora Pro-Concentración Campesina en la colaboración con cientos de habaneros, que donaron dinero y una serie de artículos, entre ellos sombreros de yarey, para su uso o distribución entre los campesinos asistentes al acto. Entre los artículos recogidos se encontraba el sombrero de yarey, además de comunicar el origen rural del pueblo reunido para celebrar «el primer aniversario del Asalto al Moncada que se celebr[aba] en libertad», como describió el acto de masas uno de los plegables promocionales del evento, sirvió de logo a la campaña mediática lo acompañó, dirigida a la clase media habanera que alojó en sus casas a los «hermanos» del campo o cooperó de muchas otras maneras con la celebración.

Según el crítico literario Ambrosio Fornet,

“La Habana se llenó de sombreros de yarey y escarapelas con la visita de miles de campesinos que descubrían asombrados los bombillos y el teléfono” (2009: 354).

También la historiadora Lillian Guerra cuenta que la compañía Cubana de Aviación

“took out a large ad featuring a joyful peasant wearing his yarey  hat and linen guayabera, hands thrown up in the air: ‘Brother peasants,’ the ad announced, ‘Habana is yours; feel that the home of habaneros where you are staying are your own homes. . . . At this moment in Cuba, there is no one more important than you.’” (2012: 71).

Sobre la Concentración Campesina y la contribución de los habaneros, Lillian Guerra refiere en «Una buena foto es la mejor defensa de la Revolución.’ Imagen, Producción de Imagen y la Imaginación Revolucionaria de 1959», texto publicado en la revista Encuentro:

Traer medio millón de campesinos a La Habana requería un estimado de cinco millones de dólares en transporte, alojamiento y comida para los visitantes, muchos de los cuales no habían viajado nunca fuera de su provincia de origen, por no mencionar que no habían visitado nunca la capital. En algunos casos, los campesinos que iban a La Habana nunca habían salido de sus pequeños pueblos rurales. Al igual que la Reforma Agraria, el éxito de la visita de los guajiros a La Habana dependió, en primera instancia, de la generosidad financiera, del trabajo voluntario, y del apoyo organizativo de la clase media habanera. Igualmente significativa fue la organizada clase obrera habanera que voluntariamente donó en la fábrica su tiempo y, en algunos casos, su salario. Al final, el Gobierno nacional contribuyó, si es que lo hizo, con muy pocos fondos. . . .

Las familias pudientes abrieron sus puertas a cerca de 150.000 visitantes campesinos que no habían conocido antes. La Confederación de Trabajadores de Cuba, el sindicato más grande de Cuba, alentó a los trabajadores a donar un día de salario para la Reforma Agraria y a ofrecer alojamiento a los guajiros. Los estudiantes de la Universidad de La Habana, el personal del Ministerio de Hacienda, clubes de Rotarios y revistas como Carteles, prometieron proveer a 250.000 campesinos adicionales de un lugar donde quedarse en campamentos improvisados sólo para el evento. Los panaderos planearon hacer nueve millones de barras de pan para los desayunos y meriendas de los campesinos. Las compañías de gas acordaron donar combustible para su transportación y los ferrocarriles privados donaron 250.000 billetes gratis para hacer posibles los viajes desde las regiones más apartadas de Cuba.

Igualmente significativa fue la proporción en que los organizadores y los contentos residentes habaneros aseguraron que el espectáculo de la invasión guajira a La Habana fuera un éxito, tanto a nivel simbólico como personal. De esta forma, los trabajadores de la industria textil se ofrecieron para confeccionar, a un precio muy reducido, cientos de miles de guayaberas, las camisas tradicionales, supuestamente, usadas en el campo. Ostensiblemente, los residentes de La Habana esperaban que sus huéspedes campesinos «lucieran» como campesinos vistiendo guayaberas y el peculiar sombrero de yarey de ala ancha. Irónicamente, los campesinos ya no usaban sombreros de este estilo ni poseían guayaberas: la mayoría no podían ni pagarlas. Sabiendo esto, los organizadores movilizaron fábricas y comerciantes para vender las camisas y los sombreros a los residentes habaneros de clase media y adinerados, los cuales se esperaba fueran entregados como regalos de bienvenidas a todos los guajiros que se encontraran en las calles o que alojaran en sus hogares.

Además, los hoteles de cuatro y cinco estrellas ofrecieron cientos de paquetes vacacionales en sus habitaciones y suites, pagadas completamente, para los campesinos de Oriente, considerados los más pobres, los más olvidados, y los realmente heroicos por sus contribuciones al éxito de la lucha guerrillera. Miembros del Miramar Yacht Club, posiblemente el club social más exclusivo del país, proveyeron alojamiento en sus lujosos cuartos de huéspedes a treinta campesinos. Al final, ni los dueños de grandes extensiones de tierras, que habían sido el blanco de la Reforma Agraria, pudieron resistir el involucrarse. De acuerdo con Revolución, un grupo de hacendados pagó por 300 habitaciones en los hoteles Inglaterra y Plaza, en el corazón de la ciudad, así como un estipendio de tres pesos por campesino —¡lo cual resultaba ser mucho más de lo que ellos mismos ganarían trabajando en sus fincas! (Pp. 14-15)

Llegaron aquellos campesinos desnutridos–gente de 30 años que parecía tener 60, uno no tenía nunca la manera de calcular la edad de aquellos hombres destruidos físicamente, marginados totalmente de la vida moderna, muchos de ellos, que no conocían la electricidad, no conocían el cine; naturalmente, en una isla como ésta no habían visto el mar nunca en su vida. Entonces, iban al malecón y se quedan horas contemplando el mar. La gente realmente se estremeció. Se sintió culpable. Muchísima gente se sintió tremendamente culpable por haber tenido todo lo que tenía, poco o mucho, frente a aquella otra realidad que se presentaba de repente. (p.103)

Otros testimonios sobre la Concentración Campesina:

Cuando comenzaron a llegar los campesinos a La Habana… es que uno puede recordar tantas emociones al mismo tiempo, uno se pregunta a veces ¿qué fue lo que más te impresionó? y no puede saberlo ¡eran tantas cosas! Aquel bullicio de los sombreros, todo el mundo con su sombrero, con su pañoleta… Todavía recuerdo la concentración de aquel año, con los machetes aquellos en las manos, «chas, chas» sonando por toda la ciudad. (Carmen Pola, p. 105)

Ver también Xiqués Cutiño, Delfín. 2019. “Sombreros de yarey cubrieron La Habana (+ fotos)  (+ video).” Granma July 26 http://www.granma.cu/cuba/2019-07-26/sombreros-de-yarey-cubrieron-la-habana-fotos-video.

Tarjeta de Navidad de Juan Almeida Bosque. 1960. Colección Cuba Material.

En 1960, cuando el comandante Juan Almeida Bosque envió esta tarjeta de felicitación, ya el Ejército Rebelde, nombre que adoptó la guerrilla liderada por Fidel Castro durante la lucha antibatistiana, había pasado a llamarse Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), sustituyendo al ejército republicano y creciendo en membresía y responsabilidad. Y antes de la constitución de las FAR, oficializada en octubre de 1959, Almeida Bosque ya había sido nombrado jefe de la fuerza aérea, en sustitución de Pedro Luis Díaz Lanz, quien desertara en junio de ese año. Sin embargo, más de un año después, todavía los principales líderes de las FAR se identificaban por sus antiguos rangos en la guerrilla, incluso en comunicaciones oficiales como esta tarjeta, que lleva estampado el escudo nacional.

Tarjeta de Navidad del comandante Juan Almeida Bosque. 1960. Colección Cuba Material.
Disco Villancicos cubanos. Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación de la República de Cuba. Carátula de Servando Cabrera Moreno. 1959. Colección Cuba Material.

Para las Navidades de 1959, la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación de la República de Cuba realizó, a cargo de la disquera Puchito, segunda empresa discográfica independiente cubana, el disco Villancicos cubanos. Interpretado por el Coro de Madrigalistas de La Habana bajo la dirección de Manuel Ochoa, y con la participación de la soprano Carmelina Rosell, la mezzo-soprano Marta Pérez y el pianista Laurence Davis, pueden escucharse:

Cara A:

  1. Una nave mercantil (tema de 1791 musicalizado por Esteban Salas)
  2. Pues logra ya (tema de origen desconocido y música de Esteban Salas)
  3. Guíame a Belén (tema de 1949 musicalizado por Olga de Blanck, con texto de Julia Casanova y arreglo coral de Gisela Hernández)
  4. Villancico criollo (tema de 1953 con música de Edgardo Martín y texto de Dora Carvajal)
  5. Canción al niño Jesús (tema compuesto en 1959, con música de Harold Gramatges y texto de Gerardo Diego)
  6. Tríptico de villancicos cubanos: Navidad guajira; Al niño le gusta el son; Flor de Pascua bendita (música y textos de César Pérez Setenat)

Cara B:

  1. Son de Navidad (tema compuesto en 1949 por Gisela Hernández)
  2. Palmas reales (tema de 1948, compuesto por Gisela Hernández y escrito por Concha Méndez)
  3. Adios, belenista (tema de 1957 con música de Roberto Marín y texto de Dora Carvajal)
  4. Brazo de mi cruz (tema de 1957 con música de Carlos Borbolla y texto de Fifina del Castillo)
  5. He bajado los cerros (tema de 1957 con música de Carlo Borbolla y letra de Lía Gómez)
  6. Ofrenda de un guajiro (tema de 1956 con letra y música del Hermano Alfredo Gabriel)
  7. Guajiro canta (tema de 1957 con letra y música de Mercedes Pedroso Douglas)
  8. Mensaje de Navidad (tema de 1959 con letra y música de Carmelina Rosell)

Es un disco de diseño y músicas hermosos, y su último tema, «Mensaje de Navidad», interpretado por Carmelina Rosell acompañada por un coro masculino y piano, augura igualdad y felicidad para Cuba.

Disco Villancicos cubanos. Estudios Puchito. Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación de la República de Cuba. 1959. Colección Cuba Material.

El escritor, traductor y crítico literario Ernesto Hernández Busto dedicó su columna de opinión en el medio digital ADN Cuba a este disco:

El disco, que hoy se percibe inevitablemente como una rareza, es en realidad una perfecta ilustración de la poderosa cultura católica que había en Cuba hasta los años 60 del siglo pasado. La medular generación de la revista Orígenes, por ejemplo, resulta inseparable de esa profunda veta católica, hoy reducida a seminarios de escasa repercusión, jesuitismo de salón y cursillos de oratoria santurrona, que tienen en Eusebio Leal su producto más logrado.
La Revolución se propuso como «borrón y cuenta nueva», pero ese proceso de cambio espiritual estaba condenado a ser gradual: debía lidiar con una tradición de siglos. Aún así, se pudo borrar. Poca gente de mi generación –y ni hablemos de la que hoy tiene menos de 30 años– sabe, por poner un ejemplo, que la obra de Esteban Salas (1725-1803), nacido, por cierto, un 25 de diciembre y considerado uno de los primeros músicos criollos, no sólo abunda en villancicos –¡unos 52!– sino que ese gran compositor cubano hizo del género un puntal de la experimentación barroca, y el puente entre una liturgia en latín y la música no litúrgica en español.
Esa parte de su obra considerada no litúrgica incluye también cantadas y pastorelas, compuestas, en su mayoría, en Santiago de Cuba, donde, desde 1764 y hasta su muerte en 1803, Salas, «el clásico de la música cubana», como lo llama Carpentier, desplegó una intensa actividad musical que produjo más de 100 partituras.
Quien mire con cuidado la lista de compositores contemporáneos que aparece en el disco de 1959, se asomará también, quizás sin saberlo, a la estricta censura que sufrió la música religiosa en Cuba durante la década del 60. En esa época, el mundo de la música llamada «clásica» padeció las consecuencias del enfrentamiento entre José Ardévol, un catalán asentado en la isla y convertido al más dogmático credo revolucionario, y otra tendencia, más cosmopolita y rupturista representada por Julián Orbón y su discípulo Aurelio de la Vega. Pero lo que resulta obvio es que ni siquiera los músicos adscritos a la facción ultranacionalista de Ardévol, como Pérez Sentenat, se atrevieron a componer después de 1959 nada que tuviera que ver con la liturgia o con temas católicos. En la lista de sus obras se salta directamente del «Aguinaldo del negro cristiano», de 1952, a «Cuatro estampas para un pionero», de 1962.
En cuanto a Borbolla, prefirió concentrarse en el estudio de la tradición afrocubana. Tuvo, además, la mala suerte de ser incluido por Carpentier en el mismo capítulo (el doce) de La música en Cuba donde se elogiaba a Orbón. Luego que este último se exiliara, ese capítulo del libro fue eliminado de las reediciones cubanas de 1979 y 1989.
Que conste que no estamos hablando de músicos de segunda fila, sino de compositores centrales en la tradición contemporánea cubana. Sentenat fue uno de los fundadores, junto a Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona, de la Orquesta Sinfónica de La Habana. En 1942 se unió a Amadeo Roldán para crear la Filarmónica de La Habana. En 1965 dirigió la parte musical del Consejo Nacional de Cultura y presidió la comisión que debía reformar la enseñanza de la música en la isla. Borbolla, por su parte, fue un investigador y pedagogo fundamental, sin el cual sería imposible entender, por ejemplo, a Leo Brouwer. Sus cinco Cuadernos de Rítmicas Cubanas, dedicados al análisis del sincopado, son un monumento musicológico, a la altura de los trabajos de Fernando Ortiz y Natalio Galán. Murió en 1990, a los 88 años, resentido y olvidado, como muestran algunas de sus cartas a Aurelio de la Vega. En una de ellas, fechada en 1972, le decía: «Desde luego, todos los seres que conocemos continúan viviendo a la sombra del árbol revolucionario: una frasecita aquí, otra allá; un tema guataca que dé fe de ser un adicto y, pare de contar».
De ese Borbolla, marginado después de la Revolución, Carpentier había llegado a decir: «Constituye el caso más extraordinario de la música cubana contemporánea. Todo es singular y digno de atención en este compositor, su formación, su trayectoria al margen de los itinerarios propuestos al artista criollo, su vida, sus actividades, su obra». Y sin embargo, nada suyo se grabó en Cuba hasta que -¡en el 2002!- el pianista Ulises Hernández produjo para el sello Bis Music, la primera grabación mundial de algunas de sus obras más notables.
La música religiosa fue, como hemos visto, una «víctima colateral» de las tensiones entre el gobierno cubano y la Iglesia, que llegaron a un punto irreconciliable en 1961. El año anterior había sido el de la intervención de las escuelas católicas por el estado, las tres cartas pastorales de advertencia y el último Congreso Eucarístico, al que acudieron casi un millón de personas. El incipiente gobierno de los barbudos no veía a la Iglesia con buenos ojos, pero tampoco se atrevía a vetar un culto tan popular. La solución fue ahogarlo en nacionalismo revolucionario.
En el 60 se celebraron las «segundas Navidades Libres», muy distintas a las anteriores. Con el título «Jesús del Bohío» se representó el Nacimiento en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana. El gigantesco mural mostraba un belén revolucionario al que llegan los tres primeros comandantes (Fidel, el Che y Almeida en el obligatorio rol de Baltazar) con sus respectivos dones: la Industrialización, la Reforma Agraria y la Alfabetización.
Al fondo, las montañas, y sobre el Nacimiento la figura de un Martí gigante y beatífico. El mural, cuyo estilo naif recuerda las primeras obras monumentales de Siqueiros, puede verse en el documental de Chris MarkerCuba sí! (1961), cuyos primeros minutos son una antología del mito de la Revolución como consagración navideña.
Cuba sí! comienza con escenas tomadas en una famosa tienda de juguetes, entrevistas a un grupo de niños que van desgranando deseos ante la cámara. Se nota el placer de los rebeldes convertidos en representantes de los tres nuevos Reyes. Fidel Castro había anunciado que se regalarían juguetes a todos los niños cubanos, y en varios grandes almacenes se formaron colas gigantescas. Y premonitorias. Los juguetes, por supuesto, no alcanzaron, pero esa frustración sólo puede verse en otras fotos, bastante menos conocidas.
Durante esos primeros años no faltaron pruebas de la “voluntad navideña” de la Revolución. Hasta se intentó sustituir a Santa Claus por la figura autóctona de un “guajiro” barbudo, Don Feliciano, vestido con guayabera y sombrero de yarey. La idea no fue bien acogida, a diferencia de los camiones militares, que el 24 de diciembre de 1960 recorrieron los barrios pobres entregando carne de puerco, frijoles negros, arroz, turrones y golosinas.
El mito de la Revolución navideña, sin embargo, entrañaba un peligro: al convertir a los barbudos en los nuevos Reyes Magos, el pueblo cubano asumía también una condición infantil. Dejaba de ser un ente político adulto para convertirse en el niño que pide deseos, confiado en que, de alguna u otra manera, los regalos llegarán. Los principales dones (Industrialización, Reforma Agraria, Alfabetización) se anunciaban como derechos postergados, pero se entregaban como dádivas, como juguetes. Ayudada por el mito, la política se desligaba de las instituciones y de la sociedad civil para convertirse en ritual de complacencia que consagraba al Nuevo Poder en la esfera de lo inapelable.
En abril de 1961 se produjo la invasión de Bahía de Cochinos. Con la derrota de los mercenarios, quedaron al pairo también las esperanzas de muchos católicos cubanos. En septiembre, después de una manifestación frente a la Iglesia de la Caridad, en la que se coreó el explícito lema «Cuba sí, Rusia no», Fidel Castro decidió expulsar de Cuba a 136 sacerdotes. Quedaron alrededor de 50 para atender a los atemorizados fieles.
Ese fue, también, el comienzo del fin de las Navidades cubanas, en el país que había sido uno de los primeros bastiones del catolicismo en América. En 1962 los alimentos navideños se vieron restringidos por la imposición de la libreta de racionamiento. Ya no se vendían arbolitos de Navidad en las tiendas, aunque se podían comprar a vendedores ambulantes. Todavía, por Reyes, quedaban algunos juguetes para quienes hacían largas colas. El racionamiento se agudizó en 1964, y entonces desaparecieron del mercado artículos que antes se podían permitir hasta los más pobres.
En 1968 se produjo la «Ofensiva Revolucionaria» con la eliminación de los pequeños comercios y los vendedores ambulantes, lo cual redujo aún más todas las celebraciones religiosas, que habían quedado confinadas a las iglesias. A partir de 1969, las Navidades estuvieron prohibidas durante casi tres décadas.
En 1997, regresaron como mismo se había marchado: por decreto (mudo) de Fidel. Poco antes de la visita del Papa Juan Pablo II a La Habana, sin explicación alguna, el gobierno volvió a declarar como día feriado el 25 de diciembre. La Navidad estaba de vuelta.
Pero muchas otras cosas, que la censura revolucionaria y su cruzada contra el catolicismo también se habían llevado, nunca regresaron. Cuba ya era otro país, otra cultura.
Uno de los temas del disco Villancicos cubanos es un poema de Gerardo Diego, «Canción al Niño Jesús», musicalizado por el católico Harold Gramatges. Sus estrofas finales dicen:
Si la palmera supiera
que sus palmas algún día…
Si la palmera supiera
por qué la Virgen María
la mira… Si ella tuviera…

Si la palmera pudiera…
… la palmera…

Cualquier católico puede entender esa angustia de la Virgen del poema, convertida en reticencia retórica del poeta: la palmera dará las palmas con que Jesús será recibido triunfalmente en Jerusalén, pero eso será poco antes de su Pasión y su Muerte en la Cruz. Y así como María, al mirar una palmera, presentía el dolor futuro de su Hijo, los católicos cubanos deben haber intuido en esas Navidades de 1959, rodeados de palmas, la destrucción que se avecinaba.

Estampa religiosa de San Fidel. 1960. Colección Cuba Material.

Leo en Facebook, en el muro de Hugo García González, que en épocas navideñas una vecina suya, de nombre Eloísa, gustaba de recitar un poema sobre el nacimiento del niño Jesús:

(…) Era un poema que hablaba de la leyenda de la aparición de la estrella que anunciaba el nacimiento y alumbraba el pesebre. 

Traviesa como era… Eloísa se mecía en su sillón en el portal y nos llamaba a los niños a acercarnos a ella y declamaba: 

“La gran estrella que el mundo ha visto
un gran mensaje nos anunció;
nos dijo a todos que… [ahí miraba a los lados, alzaba la voz y decía enfática] Fidel Castro
entre pañales allí nació”.  

El nombre del recién nacido iba acompañado de un guiño con un ojo. Luego, en voz baja te recitaba la estrofa final completa, con el nombre original. 

No fue esta señora la primera o única en comparar a Fidel Castro con los santos de la religión católica (así fuera como distracción), o incluso en homologarlo con Jesús. A principios de 1960, la propia iglesia puso en circulación una estampa de San Fidel, conocido, según explica la leyenda que acompaña la imagen del mártir, como el «abogado de los pobres», y para mayor similitud con Castro bastante parecido físicamente a este.

La oración del reverso de la estampa pide a Dios que bendiga al líder, a la revolución que encabezaba y a la reforma agraria que recién había impulsado.

Oración de San Fidel. 1960. Colección Cuba Material.

Un año antes, la revista Bohemia había publicado un dibujo de Fidel Castro en el que este aparecía representado como Jesucristo. Según la historiadora Lillian Guerra:

Telemundo’s broadcast of an artist’s fanciful rendition of Fidel had provoked a flood of viewer requests that the TV station provide copies of the portrait for display in private homes. With a national circulation of half a million subscribers, Bohemia willingly stepped in to satisfy demand. Meant to be clipped out and framed, the sketch revealed Fidel «not as he is physically but as the greatest part of the Cuban people see him spiritually . . . . It is, perhaps, a fleeting lighting bolt imprisoned on aper, that extraordinary will of God to cast man in His own image. But it is not Jesus Christ, it is Fidel Castro Ruz» (Heroes, Martyrs and Political Messiahs in Revolutionary Cuba, 1946-1958, Yale University Press, 2018, p. 287).

Collar comprado durante el maratón televisado por el canal 2 para recaudar fondos para la campaña Armas y Aviones.

150 preguntas a un guerrillero

150 preguntas a un guerrillero, por Alberto Bayo. 1960. Ejemplar número 4672. Colección Cuba Material.

El libro 150 preguntas a un guerrillero, escrito por Alberto Bayo, miembro del Ejército Rebelde que había luchado antes en la Guerra Civil Española y que entrenó a los expedicionarios del Granma, fue editado 19 veces entre 1959 y 1960. La decimonovena edición contó con 10.000 ejemplares, y el importe de la venta de estos, se dijo, se destinaría a la campaña Armas y Aviones lanzada por el gobierno cubano para recaudar fondos para la compra de armamento. 

La portada de este pequeño manual muestra a un guerrillero rumbo a las montañas, vestido con uniforme de campaña de color verde olivo, y armado con un fusil, una mochila, una incipiente barba y el brazalete del Movimiento 26 de Julio. Los miembros de esta organización, fundada por Fidel Castro tras el fallido ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en 1953, se presentan aquí como arquetípicos guerrilleros.

Pan sin Terror

Pan sin Terror

Pan sin Terror. Discurso de Fidel Castro en el Parque Central de Nueva York. 1959. Ediciones Movimiento. Colección Cuba Material.

Pan sin terror es el título con que Ediciones Movimiento publicó en 1959 el discurso que Fidel Castro diera en el Parque Central en la ciudad de Nueva York. Google no me devuelve ninguna referencia cuando entro el nombre de esta editorial como criterio de búsqueda. Se trata de una empresa administrada por la Dirección Provincial del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, y el panfleto en cuestión, según esta, el primer (y al parecer único) volumen publicado.

Pin «III aniversario de la Revolución». 1962. Colección Cuba Material.

Este pin o broche fue producido para celebrar el tercer aniversario de la huida, el 1 de enero de 1959, del dictador Fulgencio Batista, provocada por el avance del movimiento revolucionario, que pese a su diversidad este pin resume en el rostro de Fidel Castro. No solo el rostro de este aparece en el pin como imagen de la revolución, sino también su famosa frase, pronunciada por primera vez en el entierro de las víctimas de la explosión del barco francés La Coubre, cerca de dos años después de la victoria.

Nótese que se trata, sin embargo, de una de las pocas imágenes que, a partir de 1959 en adelante, circularon de Castro vestido de civil.

Folleto Fidel: Sacude la mata y ...¡adelante!, por José Pardo Llada

Folleto Fidel: Sacude la mata y ...¡adelante!, por José Pardo Llada

Folleto Fidel: Sacude la mata y …¡adelante!, por José Pardo Llada. 1959. Colección Cuba Material.

A finales de 1959, Cadena Oriental publicó el folleto Fidel: Sacude la mata y …¡adelante!

Presentado como «homenaje al pueblo de Cuba», y vendido para recaudar fondos para la campaña «Armas y aviones para Cuba», el folleto reproduce el editorial que el periodista José Pardo Llada leyó en esa estación de radio el 21 de octubre de 1959, a raíz de la renuncia del comandante Hubert Matos, jefe del Ejército Rebelde en Camagüey.

Lo de sacudir la mata no es una metáfora original de Pardo Llada, ya la venía vociferado Fidel Castro desde meses antes.

Al precio de 20 centavos, este folleto fue impreso en papel bagazo cubano, y que la última página lo diga tiene que ver con los discursos nacionalistas de la época.

En el enlace de arriba, y aquí, pueden ver el documento completo, publicado en El archivo de Connie.

Folleto Fidel: Sacude la mata y ...¡adelante!

Folleto Fidel: Sacude la mata y …¡adelante! (contraportada), por José Pardo Llada. 1959. Colección Cuba Material.

Carátula del disco Cantan los pueblos cantan los ninos

Carátula del disco Cantan los pueblos cantan los ninos

Carátula del disco Cantan los pueblos cantan los ninos. Miniterio de Educación. Cuba. 1961. Colección Anna Veltfort.

Cuando, en el 2015, inauguramos la exposición Pioneros. Building Cuba’s Socialist Childhood en las galerías de Parsons School of Design, nos propusimos documentar la politización de la cultura material relacionada con el mundo de la infancia, a manos del gobierno cubano desde los años sesenta hasta los ochenta. Se trataba de una materialidad dirigida a socializar a los nuevos ciudadanos de la nación en la ideología del socialismo de estado y el castrismo. Juguetes, ropa, carnés, certificados, libretas, diplomas, gomas de borrar, electrodomésticos fueron pensados para contribuir a formar una nueva subjetividad política en las nuevas generaciones, de donde saldrían los «hombres nuevos» del mañana comunista.

Anna Veltfort me prestó entonces algunos discos infantiles. Entre ellos, Cantan los pueblos… cantan los niños, producido por el Ministerio de Educación en el año 1960 con orquestación de Leo Brouwer y el Coro de Niños de la Biblioteca Nacional José Martí. Se anuncia como una compilación de cantos del folclore nacional que, se dice, «es el camino más natural para llevar al niño a la verdadera apreciación de las grandes obras musicales», a diferencia de «los llamados ‘cantos didácticos’, absolutamente falsos y anti-artísticos». (Pueden escuchar las canciones en el blog de Anna Veltfort El archivo de Conniedonde también encontrarán imágenes del disco con mejor resolución)

La portada reproduce la fotografía en blanco y negro de un coro de niños cubanos (seguramente el Coro de Niños de la Biblioteca Nacional) y, sobre ella, las siluetas de tres individuos vestidos con trajes típicos de otras regiones del mundo (una de ellas, con el poncho tradicional de la cultura inca del Perú). En la contraportada, donde se listan los «romances infantiles» «tradicionales» compilados en el disco (según se lee en la contraportada) y se reproduce su letra, aparece la canción «Allá en la playa», cuyas últimas estrofas presentan a Fidel Castro como líder de la Sierra Maestra y libertador de la nación. También se incluye «La Marcha del 26 de Julio», canción que cierra el disco.

Fidel Castro y su organización política, el Movimiento 26 de Julio, sugiere la obra, eran en 1960 parte de la mitología latinoamericana y de su repertorio de música popular.

Contra-carátula del disco Cantan los pueblos cantan los ninos

Contra-carátula del disco Cantan los pueblos cantan los ninos. Miniterio de Educación. Cuba. 1960. Colección Anna Veltfort.

Postal de celebración de la semana santa en Trinidad

Postal de celebración de la semana santa en Trinidad

Postal de celebración de la semana santa en Trinidad. 1960. Imagen enviada por Cristina González Béquer.

En Hecho en Trinidad de Cuba, libro publicado en el 2014 por A&E ediciones, Cristina González Béquer publicó este souvenir de la Semana Santa celebrada en la ciudad de Trinidad en el año 1960.

Durante la presentación del libro en la ciudad de Nueva York en el 2014, conocí a la autora, quien me envió la imagen para su publicación en Cuba Material.

Aviso de ocupación de bienes inmuebles por el gobierno Cubano «revolucionario». 1960. Regalo de Gerardo Fernández Fe. Colección Cuba Material.

Sobre este Aviso del gobierno cubano, impreso en mayo de 1959, los historiadores Eugenio Suárez Pérez y M. Sc. Acela Caner Román hablan en el blog La historia bien contada:

La edición del periódico Revolución del miércoles 11 de mayo publicó un llamamiento a todos los pueblos del mundo, denunciando que Estados Unidos tenía en una lista la agresión a Cuba. Al lado de la declaración la prueba:
«[…] Alertamos al pueblo de Cuba y denunciamos ante la opinión pública mundial, la agresión material que se dispone a realizar el gobierno norteamericano en nuestra patria. Presentamos la prueba irrefutable que demuestra que, ante el fracaso de las amenazas políticas y las agresiones económicas, ya se han planeado, detallado y ultimado, el ataque directo y armado al pueblo cubano». Las prácticas militares realizada por los “marines” en Puerto Rico, el almacenamiento de grandes cantidades de armamentos en Caimanera y la confección silenciosa y escondida de estos AVISOS que llevan la firma del embajador norteamericano, para situarlos en los edificios y locales que el gobierno de los Estados Unidos interesa mantener bajo su protección, demuestran que las maniobras imperialistas para intentar la masacre de nuestro pueblo han llegado a su fin.
«AVISOS de este tipo solo resultan explicables en caso de una guerra. Y tan cínica y evidente resulta la agresión que en dicho AVISOS no se solicita la protección de las autoridades cubanas, sino que se pide a “las personas que estén en condiciones de ayudar, cooperen a la protección de esta propiedades”.
Queda, pues, demostrada hasta la saciedad, la actividad criminal del gobierno norteamericano que, mientras se dispone a realizar la invasión armada a nuestro suelo, y por encima de la sangre que habrá de derramarse, únicamente se preocupa de que sus protegidos puedan poner a salvo sus propiedades mal habidas».
A continuación el AVISO de referencia.

AVISOS
EMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS
DE AMÉRICA

SE NOTIFICA QUE ESTE EDIFICIO O LOCAL ES PROPIEDAD DE O ESTA OCUPADO POR LA SIGUIENTE PERSONA O ENTIDAD NORTEAEMRICANA

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ASIMISMO SE HACE SABER QUE DICHO EDIFICIO O LOCAL SE ENCUENTRA BAJO LA PROTECCIÓN DE LA EMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
SE SOLICITA QUE TODOS LOS GUARDADORES DE ORDEN, ASÍ COMO LAS PERSONAS QUE ESTÉN EN CONDICIONES DE AYUDAR, COOPEREN A LA PROTECCIÓN DE ESTA PROPIEDAD.
PHILLIPS BONSAL
EMBAJADOR DE LOS
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Según los historiadores, en respuesta a esta «injerencia norteamericana en los asuntos de Cuba», el gobierno cubano redactó su propio Aviso:

AVISO
REPÚBLICA DE CUBA REVOLUCIONARIA
(TERRITORIO LIBRE DE AMÉRICA)
Se notifica que este edificio o local es propiedad de o está ocupado por la siguiente persona o entidad CUBANA:

NOMBRE:__________________________________________________________
DIRECCIÓN:________________________________________________________
Asimismo se hace saber que dicho edificio o local se encuentra bajo la protección del PUEBLO DE CUBA.
Se informa a todos los mercenarios extranjeros así como a los traidores que están en condiciones de ayudarlos, que el mismo será protegido y defendido por el glorioso Ejército Rebelde, las Milicias Campesinas, Obreras, Estudiantiles, Profesionales y el PUEBLO EN GENERAL.
“PATRIA O MUERTE”
MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO 26 DE JULIO

La iniciativa de los cubanos se desbordó y comenzaron a surgir avisos hechos de diferentes maneras, incluso a mano, pero con el denominador común de reafirmar la soberanía. La embajada de Estados Unidos ante la reacción del pueblo y la denuncia de la FEU hizo una declaración que el periódico Revolución publicó:

«El aviso en cuestión está destinado a identificar las propiedades de ciudadanos norteamericanos residentes en Cuba. No ha sido distribuido. Las embajadas norteamericanas de todo el mundo preparan y mantienen listos avisos similares. Los distribuyen solamente cuando las circunstancias lo aconsejan. Es bien sabido que un aviso similar fue preparado y distribuido por el anterior embajador. La existencia de estos avisos no justifica la insólita interpretación del comandante Cubela. Mayo 11, 1960».
Las manifestaciones populares de condena también criticaron las declaraciones hechas por la embajada de Estados Unidos, tratando de aclarar el significado de los avisos.
[…] La Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público declaró que el aviso, cuya autenticidad ha reconocido la Embajada de los Estados Unidos en Cuba, desconoce el principio universalmente aceptado, en virtud del cual la protección de los extranjeros, incluso la de los funcionarios y las misiones diplomáticas acreditados en un país corresponde exclusivamente al gobierno y a las autoridades de ese país». El aviso, además, tiende a crear, en forma intencional o irresponsable, un estado de alarma completamente injustificado, puesto que el Gobierno de Cuba mantiene el orden con el apoyo de la ciudadanía; y en el caso de que esa Embajada tenga conocimiento de la posibilidad de una agresión desde el exterior, lo que procede, entre gobiernos que mantienen relaciones, es informar de ese peligro por los canales oficiales.

El 13 de mayo, Fidel Castro tomó cartas en el asunto. Ofreció una conferencia de prensa transmitida por el Canal 2 de la televisión cubana. Transcriben los historiadores:

Es bueno que se sepa que en Cuba todos los edificios, tanto los de propiedad de cubanos como de americanos, españoles o chinos, que gozan de buena salud a pesar de que el Senado de Estados Unidos dice que hemos matado a mil y los hemos sustituidos por chinos comunistas, es decir, las propiedades de los ciudadanos de cualquier país del mundo en Cuba, están bajo la protección no de la Embajada americana sino de las autoridades revolucionarias. >>Esta concepción de la soberanía que presume o pretende hacer valer en territorio de otro país, que la Embajada debe proteger las propiedades es una concepción colonialista, imperialista. Es una protección fundada en la fuerza, en la fuerza agresiva. Pues cuando más, una Embajada lo que puede hacer es solicitar de las autoridades de ese país la protección que desee, no en la forma y con el criterio que se hace a través del conocido “aviso” de la Embajada de los Estados Unidos en el que se refiere a todas aquellas personas que estén en disposición de hacerlo.
>>A qué nos temen a nosotros, que hemos respetado y protegido todas las propiedades y cuando mediante acto legítimo del Gobierno soberano de nuestra patria, mediante nuestras leyes revolucionarias hemos tenido que afectar una propiedad lo hemos hecho sin tener en cuenta los “avisitos”. Hemos afectado lo mismo una propiedad de un ciudadano español que la de un cubano o norteamericano, cualquiera que haya sido su nacionalidad, siempre que se encuentre en iguales circunstancias.
>>Esta es la única revolución que ha cuidado las propiedades. El Ejército Revolucionario demostró que no ataca propiedades. Los que destruyen y pueden destruir propiedades son los invasores, los mercenarios, los ejércitos mercenarios que llegan destruyendo todo y apoderándose de todo como un botín de guerra. Por eso es que solo se explica lo de los “avisitos” como una concepción colonialista de la soberanía de los países latinoamericanos. Únicamente en las circunstancias de una invasión sería necesario en ese caso los “avisos”, porque ya lo dijimos: en este caso vamos a defender cada pulgada de territorio nacional, casa por casa aunque estas queden totalmente agujereadas y en este caso los “avisos” estarán de más.

Ver también Lillian Guerra’s Visions of Power, p. 131.

Brochure de la exposición anual de Mesas para Pascuas

Brochure de la exposición anual de Mesas para Pascuas auspiciada por la tienda por departamentos El Encanto, en La Habana. 1960. Colección Cuba Material.

Antonio José Ponte en Diario de Cuba, ¿Quién va a comerse lo que esa mujer cocina?:

1

Hace quince años, la publicación de un libro relacionado con la gastronomía me hizo viajar desde La Habana a Miami. Las comidas profundas era un libro acerca de la imaginación cubana al comer, cuando faltaban ciertos ingredientes. No se ocupaba exclusivamente de secretos nacionales: en la Cuba bajo régimen revolucionario llegamos a preparados semejantes a los del París sitiado de la guerra franco-prusiana o de la Barcelona de la guerra civil. Las carencias cubanas podían encontrar linaje cosmopolita en los diarios de Virginia Woolf durante los bombardeos o en un apunte de Eugenio Montale ante el escaparate de un comercio londinense, en medio de las restricciones de posguerra.

El cubano y cualquier otro vecino (escribí en una de sus páginas) sustituye con tal de comer. No encuentra un ingrediente y lo suple por otro, fabrica aproximadamente, a la medida de sus deseos. Esas sustituciones podían partear monstruos, como el bistec de cáscaras de toronja. En mi libro podía hallarse, vuelta a contar después de Apollinaire, la historia del enamorado que, metido en una apuesta, se hacía cocinar un zapato femenino y lo devoraba. O la leyenda de un par de balletómanos que hacían lo mismo con las zapatillas de una ballerina adorada.

Podía considerarse como un libro de recetas monstruosas, de despropósitos culinarios. En sus páginas cabía la nostalgia, el anhelo por comidas perdidas, y eso fue lo primero que percibieron los amigos y conocidos a los que fui encontrando. De manera que me llovieron las invitaciones a restaurantes y fondas.

Excursiones antropológicas hasta el batido de anón o la fritura de malanga eran un modo de resarcirme por haber escrito aquello. A un centenar de millas del país dejado atrás, podía dar con todos los alimentos que soñaban los cubanos de la Isla. El exilio era, entre otras cosas, una reserva gastronómica. La tierra de los ingredientes salvados y de las recetas que no se olvidan.

Tanteos y tanteos habían hecho posible que las frutas fueran aproximándose a como saben las frutas de la tierra. (La cocina de los exiliados es asintótica: una curva con promesa de coincidir, pero en el infinito.) En Miami, entre cubanos, cualquier otro visitante habría estado expuesto a parecidas hospitalidades, más aun el autor de un libro dedicado a la cocina.

Hablamos de recetas en las sobremesas, hablamos de recetarios, y no tardó en mencionarse a Nitza Villapol, que había cocinado delante de las cámaras de televisión, antes y después de 1959, en la abundancia pero también en la escasez. Y me hicieron ver entonces, entre los potes de especias o encima de un refrigerador, las copias de Cocina al minuto atesoradas.

A partir de aquellos ejemplares habría podido fecharse perfectamente la salida al exilio de cada uno de esos amigos y conocidos. No es que hubieran cargado con ellos como Eneas cargó con su padre y con los penates, sino que, lejos ya de Troya, se dieron a la búsqueda de un ejemplar del recetario de Nitza Villapol que fuese exactamente aquella edición por la que alguna vez se guiaran. Ella había publicado sus recetas bajo el mismo título durante más de cuatro décadas. De manera que algunos cocinaban por la primera edición de su obra, puntillosa en especificidades, y otros por ediciones posteriores, mucho menos exigentes a la hora de armar un plato.

Cada cubano metido a cocinero tenía su Nitza Villapol. Los ejemplares eran, en su mayoría, ediciones piratas o simples fotocopias. Porque, si de un lado sustituíamos, de otro fotocopiábamos. Todos forrajeábamos: la cocina cubana se salvaba en la copia y en la sustitución. Igual que cualquier otra gastronomía en tiempos tormentosos o apacibles, era invento y transmisión

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Nitza Villapol fue bautizada así por un río de los Urales, tributario del Tura y navegable a todo lo largo: el Nitsa. Su padre, Francisco Villapol, comunista o admirador de la revolución de 1917, creyó ese nombre fiel a la lengua rusa. Aunque, tal como quedó inscripto, significa en hebreo capullo de flor. O es, en griego, una de las formas de llamar a Helena.

La rama paterna de su familia había emigrado a Cienfuegos desde el pueblo de Villapol, en la provincia gallega de Lugo. El apellido de su madre, Juana María Andiarena, provendría de Navarra o de Guipúzcoa. En la Nueva York de 1923, al nacer Nitza, los Villapol Andiarena eran una familia de ciertos recursos salida de Cuba por razones políticas. Exiliados. Los más viejos recuerdos de Nitza Villapol remitían a Washington Heights, donde vivían. Su primera memoria gastronómica comprendía helados y dulces de marcas estadounidenses. Padeció la polio de niña. La familia regresó a Cuba cuando ella contaba nueve o diez años.

Su currículo varía según las fuentes consultadas, aunque no tendrían por qué excluirse esas noticias. Graduada de la Escuela del Hogar en 1940 y diplomada de doctora en Pedagogía en La Habana en 1948 según unos, otros afirman que estudió Dietética y Nutrición en la Universidad de Londres a inicios de esa década. Es de suponer que no bajo la guerra. Aunque, cualquiera que haya sido la fecha, la escasez británica debió enseñarle el arte de preparar menús con apenas ingredientes.

En 1955 cursó estudios en la Universidad de Harvard y en el Instituto Tecnológico de Massachussets. La costumbre de coleccionar recetas, de copiar a mano secretos de cocina y de recortar los que se publicaban en diarios y revistas, debió conducirla, tarde o temprano, a componer su propio recetario. Durante más de 40 años, mantuvo en el aire un programa televisivo donde enseñaba a cocinar. El espacio cambió de cadena y de frecuencia (diaria durante mucho tiempo, luego tres veces a la semana y, al final, solo los domingos), pero nunca su nombre, que es también el de su libro más difundido: «Cocina al minuto».

«¿No sabe usted ni freír un huevo?», puede leerse en la solapa de la edición de 1958, publicado en coautoría con Martha Martínez. «¿Cree que jamás aprenderá a cocinar? Se está engañando. Usted sabe leer, y usted sabrá cocinar cuando lea COCINA AL MINUTO.» (Muchas de las ilustraciones contenidas en ese volumen son del pintor Raúl Martínez, luego traductor de la iconografía revolucionaria al lenguaje del pop.)

Aquellos que han escrito acerca de la trayectoria de Nitza Villapol la consideran con afán competitivo: lamentan que su récord de permanencia televisiva no fuese registrado en el Libro Guinness. Ciro Bianchi Ross contabiliza que, en su tiempo, solo la superaba por cuatro años el espacio «Meet the Press» de la cadena estadounidense NBC. Sin embargo, nadie podría competir con ella en veteranía de conductora: el periodista Lawrence E. Spivak llevaba 27 años frente a los más de 40 suyos. (Compañera en esa carrera de fondo, Margot Bacallao fue ayudante de Nitza Villapol durante 41 años, 3 meses y 5 días.)

Desde los comienzos de la televisión abundaban los espacios de cocina. Unión Radio Televisión apenas llevaba un mes de operaciones en noviembre de 1951, ni siquiera poseía estudios propios, y producía desde el teatro Alcázar «Teleclub del Hogar», con Dulce María Mestre. Meses antes, el 3 de julio de 1951, esa misma cadena había emitido el primer programa de «Cocina al minuto».

Los canales competidores incluían en sus programaciones espacios semejantes. No faltaban autoras de recetarios: Ana Dolores Gómez, Nena Cuenco de Prieto, Carmencita San Miguel, María Radelat de Fontanills, María Antonieta de los Reyes Gavilán, María Teresa Cotta de Cal (autora de un socorrido manual de cocina con olla de presión). Ninguna, sin embargo, gozó de suerte tan larga como Nitza.

Escritora, directora, guionista y conductora, ella tuvo fama de ser persona amarga fuera de las cámaras. (Suele explicarse que a causa de la polio padecida en la infancia.) Vivía con su madre en un apartamento moderno del Vedado, y la única curiosidad que pareció despertar su vida privada consistía en suposiciones acerca de lo que se comería en aquella casa. Sin embargo, alguien con la misión de entrevistarla se presentó a la hora del almuerzo, para descubrir que todo el festín se reducía a una papilla industrial de plátano, alimento para convalecientes.

Nitza acostumbraba a cenar a solas en la barra del restaurante Emperador, platos tan sencillos como un bistec con papas fritas. No le gustaba cocinar, confesó su ayudante Margot. Igual que los cómicos negados a hacer chistes fuera del escenario, evitaba cocinar sino tenía cámaras delante. Era experta en redondear platos, una gran conocedora de su materia, aunque prefería dejar la práctica en manos de Margot.

En 1993, en lo más crudo del llamado Período Especial, se emitió por última vez «Cocina al minuto». Los directivos de la televisión decidieron clausurar el programa. Más tarde cambiaron de idea (o cambiaron los directivos), pero para entonces ella no estaba en condiciones de volver a la televisión. A su entierro, celebrado cinco años después de la desaparición del programa, asistió muy poca gente.

Hasta aquí su biografía sin referencias políticas. ¿Quién habría sido Nitza Villapol en caso de exiliarse? A diferencia de su competidoras, cuando toda la televisión fue estatalizada, cuando se marcharon del país el propietario del canal y sus directivos, ella no se movió. Las firmas que solían publicitar productos en su programa fueron expropiadas por el Estado, y a ella debió bastarle con este nuevo y único patrocinador.

Permanecer en Cuba la hizo única. Cambiaron los tiempos y ella cambió su método de trabajo. «Sencillamente, invertí los términos», reconoció. «En lugar de preguntarme cuáles ingredientes hacían falta para hacer tal o cual receta, empecé por preguntarme cuáles eran las recetas realizables con los productos disponibles.»

Se hizo maestra de la cocina de estación, que opera con lo que existe en los mercados. Pero maestra de cocina de una estación que ha sido, en Cuba, interminable: la de la crisis. Su programa se acogió, precavidamente, a una frecuencia semanal. Y fue entonces que se hizo legendaria. Abogó por una cocina de sustituciones, dada a las metáforas. Hizo más de la tercera parte de su carrera profesional en puro páramo: emprendió un arte hecho de atajos y de trucos.

A partir de unas pocas existencias, intentó componer siempre el rancho más sabroso. Y debió enfrentar, amén de la economía socialista, los prejuicios del cubano al comer.  (En un libro escrito después de su visita a Cuba en 1970, el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal hizo notar cuántos frutos desaprovechábamos. El país vivía una crisis de abastecimiento, y mucho de lo que se comía en tierras vecinas no era considerado alimento por los cubanos.)

Nitza Villapol enseñó a sus televidentes lo que ciertas cocinas latinoamericanas hacían con las cáscaras del plátano: una suerte de ropa vieja vegetal o de vaca frita verde. Presentó nuevas adquisiciones de la acuicultura, como la tilapia. Pero es falso que enseñara a hacer bistec de una frazada de limpiar el piso, y tampoco es suya la receta de la pizza de condones derretidos en lugar de queso. Las aberraciones de su cocina, si las tuvo, no llegaron a lo indigerible.

Se ha dicho que integró la comisión encargada de establecer las dosificaciones de la libreta de de racionamiento. La acusación (porque se trata de una acusación) puede tener alguna base: quizás fue consultada en tanto especialista en Dietética. Pero ella debió entender aquella solución como provisional y como justa. Y quién sabe cuánto cambió de parecer, luego de tantas décadas de practicar una cocina de pura sobrevivencia.

La mayor parte de su vida profesional estuvo bajo sospecha de apuntalar al régimen revolucionario, de justificarlo con la confección de platos. Conformista como era (todo cocinero de estación lo es), la acusaron de complicidad con el desabastecimiento. Aunque en este punto ella se mostró más responsable que las autoridades. Cierto que compartió el optimismo de la propaganda oficial («Tenemos aún dificultades por vencer», escribió de la carestía de los setenta), pero no trampeó nunca. Y quien quisiera hacerse por aquellos años una idea exacta de la economía del país hizo mejor en atender a «Cocina al minuto» que a los noticieros. Pues, mientras estos últimos mostraban cosechas exitosas que dudosamente llegarían a los mercados, Nitza ponía al fuego estrictamente aquello que su ayudante Margot Bacallao veía descargar de los camiones.

3

Resulta interesante comparar distintas ediciones de Cocina al minuto. Una edición prerrevolucionaria y otra posterior a 1959, por ejemplo. Salta a la vista que la nueva época, la economía del nuevo régimen, dictó variantes a las maneras anteriores. Simplificó aquellas maneras o las volvió imposibles. Para entonces los huevos exigidos por las recetas dejaron de ser de La Dichosa, el arroz no era Gallo, el aceite no fue más de El Cocinero. Las antiguas precisiones (dictadas por la calidad de los productos o por el peso de los anunciantes) no tenían razón de ser. No existía ya más que una marca: la del Estado.

Huevos, arroz y aceite eran artículos genéricos, arquetípicos casi. No cabía elección. A juzgar por el lenguaje utilizado popularmente, ningún producto era alcanzable mediante compraventa. Venían al mercado. Los daban por la libreta de racionamiento. Venían, con lo azaroso que suelen ser los visitantes. Los daban, como una donación benevolente. La comida pertenecía ahora al ámbito de lo milagroso. Un litro de aceite rubio era un dios que bajaba. El país se abastecía en un tiempo que parecía desprovisto de conexión con el dinero. Era la emulación socialista entre brigadas la que creaba comida, era el trabajo sin retribución alguna, voluntario.

Muchos ingredientes de las primeras ediciones parecían escritos ya en una lengua muerta indescifrable. Nitza Villapol supo desprenderse de ellos como si se tratara de majaderías, pero incluyó en las reimpresiones de sus recetas un ingrediente con que apenas contara antes: la ideología política. El lugar de la publicidad comercial, tan presente en las ediciones anteriores a 1959, fue ocupado por la propaganda política. Ella dispuso como epígrafe de su libro de recetas, a la entrada de su cocina, esta frase de Friedrich Engels:  «…trasguean las tradiciones en la mente de los hombres…».

Se trataba de un Engels no muy canónico, un Engels casi Grimm, que hablaba de trasgos. Aunque lo importante (¿quién no lo sabía entonces?) era traer a cuento a tan pesante autoridad, sin importar lo que dijera.

El prólogo a la edición de 1980 de Cocina al minuto responsabilizaba de todas las carencias padecidas al bloqueo (por embargo) estadounidense. Sostenía que los primeros habitantes del país habían alcanzado una cultura elevada en materia de alimentos (Nitza debió confundir a siboneyes y taínos con aztecas e incas), y culpaba a los conquistadores españoles de no saber aquilatar las recetas culinarias indígenas.

Después de los españoles, tocaba el turno en ese prólogo a los males del intercambio económico con Estados Unidos. La industria porcina yanqui (así la llamaba) separaba la carne de cerdo y sus derivados para la población estadounidense y dejaba a los cubanos la manteca. «Éstos», decía de los estadounidenses, «conocedores del valor de la carne de puerco como fuente de proteína, de alta calidad, y de vitamina B-1, vendían a Cuba, un pueblo casi analfabeto y por lo tanto en gran medida desconocedor de estas cuestiones de alimentación, y a sus gobernantes de turno nada interesados en la salud popular, una buena parte de la manteca que no consumían. Así, sin saberlo, el cubano contribuía a que sus explotadores pudieran comerse la carne de puerco y sus derivados como perros calientes, jamón, jamonada, etcétera».

Nitza Villapol trazaba para su libro de recetas un esquema donde los cubanos comían sobras como esclavos domésticos, y la economía estadounidense invadía el país con manteca de cerdo, como si se tratara del agente naranja. En contrapartida, cantaba las alabanzas de la harina de trigo y la amistad soviética: «Símbolo de alimento desde que el hombre comenzó a cultivar cereales, es para nosotros también una parte de la eterna deuda de gratitud hacia el pueblo de la Unión Soviética y otros países de la comunidad socialista que en los momentos más difíciles tendió su mano amiga».

Pese a ello, en unos años en que la propaganda oficial eludía la idiosincracia nacional (para orbitar mejor en torno a la Unión Soviética), ella hizo hincapié en lo cubano. Y reside en este punto la mayor diferencia entre las distintas ediciones de su libro de recetas. Antes de 1959, el asunto era comer. Más tarde, pareció tratarse de comer en cubano, de dar con lo cubano en la comida.

Todo el que frecuente recetarios comprenderá que la mayoría de ellos son ordenados a la manera de un menú, desde los aperitivos y entrantes hasta los postres y licores. Cocina al minuto, en su edición de 1980, se salta esta norma y presenta una ordenación muy diferente. Comienza por las recetas de arroz, el plato base del comer cubano, y concluye, no en los dulces, sino en diversas recetas de ajiaco. Se trata de una muy extraña cena, que sirve un sopón después de lo almibarado.

La explicación puede encontrarse en ese nuevo ingrediente con que cocina Nitza Villapol, la ideología. En una conferencia de 1939, Los factores humanos de la cubanidad, Fernando Ortiz había sostenido que Cuba era, como nación, un ajiaco. Una suma heteroclítica de ingredientes que bullía en un caldero. Siguiendo esta observación, Nitza Villapol fija el nacimiento de la cocina cubana en el momento en que el cocido español pierde los garbanzos y se hace otro plato. El ajiaco es emblema de la nación, según Ortiz. A lo que agrega Nitza que nuestra cocina resulta independiente desde la invención del ajiaco. El ajiaco es, en los fogones, el grito de La Demajagua.

Cocina al minuto reserva espacio al ajiaco después de los postres por no estar interesado en planear simples cenas (como la mayoría de los recetarios), sino en ordenar una nación. Si cualquier menú que se intente puede ser entendido como historia, los postres no pueden ser la coronación, sino el ajiaco. El acto de comer tiende, al final, a ese momento de independencia. El ajiaco es la saciedad y beatitud definitiva. Y cada vez que lo emprendemos lo que se espesa en él, más que las viandas, es una conmemoración.

Cocina al minuto, en sus más recientes ediciones, intenta una teleología no muy distinta a la de Cien años de lucha, discurso pronunciado por Fidel Castro el 10 de octubre de 1968, o a la de Ese sol del mundo moral, el volumen donde Cintio Vitier historiara una ética de la nación. Comer y cocinar alcanzan, en cierta Nitza Villapol, un sentido político.

4

¿Cuánto tienen que esperar los muertos para ponerse en pie?, me preguntaba. Yo era un niño frente al televisor, preocupado por el destino de los espadachines muertos. Y recuerdo de entonces esta otra preocupación, mientras caían los créditos finales sobre la imagen fija del plato confeccionado ese día por Nitza Villapol en «Cocina al minuto»: ¿quién va a comerse lo que esa mujer cocina?

exposición anual de Mesas para Pascuas

Brochure (tapa de contrcubierta) de la exposición anual de Mesas para Pascuas auspiciada por la tienda por departamentos El Encanto, en La Habana. 1960. Colección Cuba Material.

pasaporte cubano

Sello de la Reforma Urbana. Foto de José Figueroa, tomada del libro

Sello de la Reforma Urbana. Foto «Esta es tu casa Fidel», de José A. Figueroa, tomada del libro José A. Figueroa: Un autorretrato cubano.

El 11 de febrero de 1960, el nuevo gobierno cubano anunció que las propiedades de quienes abandonaban (o habían abandonado) el país serían confiscadas por el estado. En agosto de 1961 se hizo oficial que, quienes tomaran el camino del exilio, solamente podrían llevar consigo una pieza de equipaje. Poco más adelante, la ley reduciría la cantidad de bienes que los cubanos exiliados podían sacar del país a tres mudas de ropa. Todo lo demás pasaría a ser propiedad del estado cubano.

El economista Armando Navarro Vega pormenoriza en su libro Cuba, el socialismo y sus éxodos (2013, Bloomington, IN: Palibrio):

Un momento cumbre de este proceso es la realización del «inventario», recibido usualmente con júbilo por ser un indicador de que el expediente se mueve. El inventario es un registro documentado y pormenorizado de todos los bienes y pertenencias del futuro emigrante, que incluye no sólo el recuento físico o cuantitativo, sino también una valoración del grado de conservación del mismo. Se registra todo, desde un automóvil o el saldo de la cuenta en el banco, hasta los libros, los vasos y las cucharas. A la salida se verifica que nada falta, y que todo se mantiene en el estado en que estaba en el momento en que se inventarió. En caso de pérdida o deterioro de algún bien, o se repone, o no hay viaje. (P. 66)

Llega el momento de «chequear» el inventario, y si todo está bien, la familia sale de la casa con el equipaje que le permiten llevar, y la vivienda es precintada con un sello de la Reforma Urbana, el organismo que controla las viviendas. (P. 67)

Los viajeros saben que el valor total de todo cuanto pueden llevar para iniciar una nueva vida no excederá los 50 pesos cubanos. Algunos tratan inútilmente de esconder los pendientes de la abuela, los anillos de boda, el reloj de leontina que ha permanecido en la familia por tres generaciones, ya sea por su valor monetario o sentimental. De nada vale un ruego o una lágrima, salvo para recibir burlas, insultos o amenazas. Es el último despojo, la última humillación. Entre este momento final y la presentación inicial de la solicitud de salida del país han transcurrido varios años. (P. 67)

Celia Sánchez y Fidel Castro

Celia Sánchez y Fidel Castro

Celia Sánchez y Fidel Castro en uniforme verdeolivo. Imagen tomada de internet.

Cuando Celia Sánchez, la ayudante personal de Fidel Castro en la Sierra Maestra, llegó a La Habana tras tras el triunfo revolucionario, se fue de compras a El Encanto. Adquirió cuatro vestidos, uno de ellos de seda azul marino con lunares blancos, y varios pares de zapatos de tacón y puntera, pensando al parecer en que quizás llegara a convertirse en la Primera Dama, cuenta su biógrafa. La Habana, explica esta, esperaba a una guerrillera veterana. Sánchez se presentó, en cambio, como una dama fina y elegante. Así también la conoció, en un cóctel, el escritor Miguel Barnet, quien confesó luego que quedó impresionado con la elegancia de la guerrillera.

Una foto de Raúl Corrales tomada en Abril de 1959 en Nueva York muestra a Celia Sánchez al teléfono, vestida con un traje entallado y adornada con un llamativo collar. Días antes se la había visto en la recepción ofrecida por la embajada cubana luciendo un vestido de gala y un peinado con tocado, junto a un elegante Fidel Castro en traje civil. Sin embargo, en las demás fotos del recorrido de la delegación cubana en Estados Unidos Castro y Sánchez aparecen vestidos con el uniforme verde olivo que desde entonces los identificaría. Nunca más se le vio usar los vestidos de El Encanto salvo, quizás, en una rara fotografía que Korda le hiciera en la sala de su casa, la cual se archiva en los fondos de la Universidad de Duke.

Cincuenta y siete años después, cuando el primer jefe de estado norteamericano que visita La Habana en la era post-revolucionaria aterrizó en la isla, la Primera Dama de los Estados Unidos saludó a los cubanos desde la puerta del Air Force One vestida por la venezolana Carolina Herrera. Durante ninguna de sus apariciones públicas en Cuba, en las que exhibió otros tres modelos diferentes, se vio a Michelle Obama con un traje diseñado por un cubano-americano. Su ajuar, por demás, no mostró lujo ni elegancia.

Los medios de comunicación de casi todo el hemisferio llevaban días tratando de adivinar quiénes serían los modistos elegidos por la Primera Dama durante su histórica visita a Cuba, pues se conoce su costumbre de agasajar a anfitriones y huéspedes extranjeros con trajes diseñados por ciudadanos norteamericanos nacidos en el país anfitrión. Resultaba entonces lógico pensar que Mrs. Obama desplegaría su diplomacia de la moda en Cuba, teniendo en cuenta, además, la inclinación de la Primera Dama por los diseñadores cubano-americanos —Isabel Toledo diseñó su vestido para la toma de posesión presidencial en el año 2008—.

Es curioso que los Obamas hayan dejado pasar la ocasión de ofrecer otro simbólico guiño a la comunidad cubana en el exilio, a la que el presidente de Estados Unidos dedicó, sin embargo, los minutos finales de su brillante discurso en el Gran Teatro de La Habana, en los que dijo que gracias a dicha comunidad pudo llevarse a buen término la apertura diplomática hacia Cuba impulsada por su administración. Bien hubiera podido Michelle Obama mostrarse en Cuba vistiendo un traje diseñado por algún modisto cubano del exilio.

h/t Odette Casamayor

Uniforme de las Milicias Revolucionarias

Uniforme de las Milicias Revolucionarias. Publicado en la revista Mella. Tomado de El Archivo de Connie.

En Sejourné, Laurette and Tatiana Coll. 1980. La mujer cubana en el quehacer de la historia. Mexico: Siglo Veintiuno:

El 27 de noviembre de 1959 el recién creado cuerpo de milicias desfiló con un uniforme compuesto por camisa color vino, boina negra, y saya o pantalón gris (Teniente Olga Ferrer, p. 179).

* * *

Al principio era una milicia sin uniforme. Vaya, era muy bonito aquello, todo el mundo marchando. El uniforme se viene a hacer en el año 60. El primer desfile oficial que hubo con uniforme fue el primero de mayo del 60. Fue cuando salimos con uniforme a la plaza de la Revolución, cuando se dejó de ir a Palacio, porque al principio, en 59, todas las concentraciones eran en el Palacio presidencial, pero ya en el 60 se hacen aquí en la plaza de la Revolución, que todavía era Plaza Cívica. El uniforme era saya negra, blusa verde, una boina negra, zapatos negros de esos colegiales, medias verdes, y un distintivo aquí, que lo tengo, de la milicia, que era un fusil así atravesado con las letras MR: Milicias Revolucionarias, decía. Ésas fueron las primeras milicias. (Pilar Cabrera, p. 177)

Distintivo de las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) perteneciente a Leopoldo Arús Gálvez. Tempranos años sesenta. Colección Cuba Material.
Mural con Fidel Castro, Juan Almeida Bosque y Che Guevara como los Tres Reyes Magos

reyes magos revolucionarios

Mural con Fidel Castro, Juan Almeida Bosque y Che Guevara como los Tres Reyes Magos.

En Penúltimos Días: La Revolución y los Tres Reyes Magos:

El gigantesco mural muestra un belén revolucionario al que llegan los tres primeros comandantes (Fidel, el Che y Almeida en el obligatorio rol de Baltazar) con sus respectivos dones: la Industrialización, la Reforma Agraria y la Alfabetización.

Al fondo, las montañas, y sobre el Nacimiento la figura de un Martí gigante y beatífico. El mural, titulado “Jesús del Bohío”, cuyo estilo naif recuerda las primeras obras monumentales de Siqueiros, se instaló a finales de 1960 en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana, y puede verse en el documental de Chris Marker, Cuba sí (1961), cuyos primeros minutos son una antología del mito de la Revolución como consagración navideña.

El documental comienza con escenas tomadas en una famosa tienda de juguetes, entrevistas a un grupo de niños que van desgranando deseos ante la cámara. Se nota el placer de los rebeldes convertidos en representantes de los tres nuevos Reyes. Fidel Castro había anunciado que se regalarían juguetes a todos los niños cubanos, y en varios grandes almacenes se formaron colas gigantescas. Y premonitorias. Los juguetes, por supuesto, no alcanzaron, pero esa frustración sólo puede verse en otras fotos, bastante menos conocidas.

Durante esos primeros años no faltaron pruebas de la “voluntad navideña” de la Revolución. Hasta se intentó sustituir a Santa Claus por la figura autóctona de un “guajiro” barbudo, Don Feliciano, vestido con guayabera y sombrero de yarey. La idea no fue bien acogida, a diferencia de los camiones militares, que el 24 de diciembre de 1960 recorrieron los barrios pobres entregando carne de puerco, frijoles negros, arroz, turrones y golosinas.

El mito de la Revolución navideña, sin embargo, entrañaba un peligro: al convertir a los barbudos en Reyes Magos, el pueblo cubano asumía también una inequívoca condición infantil. Dejaba de ser un ente político adulto para convertirse en el niño que pide deseos, confiado en que, de alguna u otra manera, los regalos llegarán. Los principales dones (Industrialización, Reforma Agraria, Alfabetización) se anunciaban como derechos postergados, pero se entregaban como dádivas, como juguetes. Ayudada por el mito, la política se desligaba de las instituciones y de la sociedad civil para convertirse en ritual de complacencia que consagraba al Nuevo Poder en la esfera de lo inapelable.

En 1959 los juguetes no alcanzaron. A partir de 1969, las Navidades estuvieron prohibidas durante casi tres décadas. Pero todavía seguimos en lo mismo: esperando algún gesto de largueza navideña.

Por Ernesto Hernández Busto

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La inauguración del reparto Caprí el 6 de enero de 1960 se presentó como un regalo de los Tres Reyes Magos a las 320 familias de clase media y baja que se beneficiaron con el anuncio. «Like parents delighting their children, INAV officials surprised unsuspecting adult recipients of the houses by publishing their names in morning newspapers on Kings Day» (Guerra 2012:98).

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En Cubanet:

El año en el que se celebraban las «segundas Navidades Libres», bastante distintas a las anteriores. Con el título «Jesús del Bohío» se representaba la Navidad en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana. Los tres Reyes Magos eran Castro, el Ché y Juan Almeida, el único hombre de raza negra en una alta posición dentro de la revolución. Ellos llevaban como regalos la Reforma Agraria, la Reforma Urbana y el Año de la Educación, que sería el próximo.

Operación Industria Cubana

Operación Industria Cubana

Operación Industria Cubana. 1959. Captura de pantalla.

En Librínsula: Consuma productos cubanos:

(…) Con el advenimiento de la Revolución la primera exposición comercial de producciones cubanas tuvo lugar entre los días 5 y 17 de abril de 1959, en los cuatro pisos y áreas aledañas del edificio que ocupaba la antigua Escuela de Medicina, sita en calles 25 entre J e I, en el capitalino barrio del Vedado.

Esta muestra expositiva fue visitada por miles de personas de la capital y fue considerada por un connotado ejecutivo de agencia publicitaria (Raúl Gutiérrez, presidente de OCLA), como la más grande que jamás hubiera visto.

«La recaudación de aquella exposición se empleó en la construcción de la que llegaría a ser después Escuela de Medicina de Oriente, que estaría ubicada en la provincia de Santiago de Cuba», explicó el doctor Omar Fernández quien en aquel entonces era Capitán del glorioso Ejército Rebelde.

Meses después (entre el 8 y 18 de mayo del propio año) y, por decisión del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la muestra fue trasladada hacia el mismo centro de la ciudad de Manhattan, en Nueva York, Estados Unidos, donde fue visitada por miles de personas «con un éxito extraordinario».

«Ya en plena crisis las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, se presentaron productos cubanos como: azúcar, tabaco, café, ron, cerámica…además de dos mil de plantas, entre ornamentales y medicinales», puntualizó Fernández.

Recordó que, en aquella ocasión, recibieron la visita del entonces presidente norteamericano Dwight Eisenhower, quien se marchó sumamente complacido de la exhibición luego de recibir “un estuche de habanos, los mejores del mundo”, de manos del Capitán del Ejército Rebelde.

«—Voy a despertar envidia a mis amigos, cuando me fume estos excelentes habanos,» dijo Eisenhower.

Igualmente, y cumpliendo órdenes de Fidel, la exhibición comercial fue mostrada a todo el pueblo de Cuba… a través de un contexto inusual: transportada en ferrocarril. Para ello se dispusieron 62 vagones –de ellos 50 expositivos y un staff conformado por 90 personas—que, entre diciembre de 1959 y mayo1960, realizaron un recorrido por 90 lugares a todo lo largo y ancho de la Isla.

«Se partió de la ciudad pinareña de Isabel Rubio y, seis meses después de trabajo titánico y, de regreso a La Habana, la clausura la hizo el Comandante Ernesto Che Guevara…Unas 750 000 personas de otras provincias tuvieron la oportunidad de visitar la muestra, partir del tren más largo de Cuba», rememoró en esta oportunidad Amadeo Blanco, uno de los principales coordinadores de aquella Primera Exposición de Productos Cubanos en la Acción Ferrocarril.

En esa oportunidad, algunos industriales cubanos fueron abandonando poco a poco la muestra ferroviaria debido al proceso de nacionalización de industrias y empresas privadas que se estaba desarrollando en el país. (…)

"Trabajador, construye tu propia maquinaria"

"Trabajador, construye tu propia maquinaria"

«Trabajador, construye tu propia maquinaria». Cartel del Ministerio de Industrias. Años 1960s. Imagen de Ernesto Oroza.

En el libro de María del Pilar Díaz Castañón Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962 (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2004) se adjunta el documento «Informe del Dr. Ernesto Guevara, Ministro de Industrias», una transcripción del tal informe que Guevara presentara en la Reunión Nacional de Producción celebrada en 1961. Allí, dijo:

En este momento estamos estudiando una segunda campaña de emulación, basada en parecidas características, y que tendrá por nombre «Construya su propia máquina». Es decir, tomar a los obreros, a los técnicos de mayor categoría y de más empuje revolucionario, porque también hay que tener empuje revolucionario para esto, y crear equipos de trabajo que vayan copiando todas las máquinas que hay en el país, reproduciéndolas y aumentando nuestro equipamiento industrial con los materiales que existan en el país, cuando no se pueda otra cosa comprando algunos para completar maquinarias nuevas. Es ya la tarea que va a separar nuestra lucha pasiva por mantener la máquina andando con la pieza de repuesto, y nuestra lucha activa correspondiente a un nuevo escalón en el desarrollo de la producción, con los obreros y técnicos cubanos construyendo las máquinas para producir más en el país. (p. 228)

Y así se hicieron las cosechadoras de marca Libertadora, copia cubana de las norteamericanas Henderson.

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Ernesto Oroza, Desobediencia tecnológica: De la revolución al revolico:

Revolución

“Obrero construye tu maquinaria!” fue la invitación que Ernesto Guevara, el Ministro de Industrias, lanzó a los participantes de laPrimera Reunión Nacional de Producción en agosto de 1961. La frase fue el primer impulso ideológico al movimiento nacional de innovadores e inventores cubanos que se habían agrupado desde 1960 en los Comités de Piezas de Repuesto. Dos años y medio después (1963) queda fundada la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores(ANIR) con el propósito de organizar el movimiento y darle un carácter institucional. Pero la situación que provocó la creación de la ANIR fue la confluencia del deterioro de las industrias y la salida masiva del país, desde inicio de 1960, de ingenieros, técnicos y obreros calificados que buscaban continuidad laboral en suelo estadounidense con las empresas para las cuales habían trabajado en la isla.

El nuevo gobierno nacionalizó las empresas extranjeras y convocó a los obreros como los nuevos “dueños” del parque productivo de la nación y los invitó a asumir la creación de piezas de repuesto y las primeras tareas de reparación. Maquinarias rotas parecían por esos días el enemigo mas temible de la patria. Un torno sin husillo, una sierra sin volantes, moldes desgastados, cientos de artefactos mutilados aterrorizaban como zombis descuartizados el devenir de la nueva sociedad. Los espacios vacíos en las máquinas paralizaban el engranaje de la revolución. Los obreros comenzaron a llenar esos vacíos y lo hicieron tantas veces y durante tantos años que muchas de esas maquinas poseen hoy más piezas hechas por ellos que piezas originales. En el argot popular de los talleres se renombró estas máquinas alteradas o totalmente rehechas como criollas. Si un ingeniero exilado en EUA hubiera regresado a la isla 10 años después, ya no sería un experto. Las vísceras de los aparatos de tecnología norteamericana que el conocía muy bien habían sido sustituidas por otras más toscas y ruidosas, pero igualmente productivas.

He seguido a algunos de estos primeros innovadores cubanos y he notado recurrentemente que a lo largo de su vida dejan una estela de invención que ha transformado todo. No se trataba únicamente de reparar las maquinas que usaban en las fabricas, sus tareas debieron comenzar en los hogares que devinieron los verdaderos laboratorios de invención. El mismo obrero, que arreglaba el motor de un avión de combate soviético MIG15 le fabricaba a su esposa unos portarretratos con clavos, espejos e hilos o hacía un encendedor eléctrico con una bombilla y un bolígrafo cuando ya empezaban a escasear los fósforos.

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Y esta es la paradoja: la desobediencia tecnológica, que nace como una alternativa que la revolución estimuló, devino el principal recurso de los individuos para sobrevivir la ineficiencia productiva de la revolución comunista. El mismo obrero que ha usado por años su imaginación para ayudar a que la revolución no se detenga, la ha usado también para resistir las duras condiciones de vida que el ineficaz gobierno revolucionario le impone.

Acumulación

Durante los primeros meses de 1970 la desolación cubrió la red comercial del país. Los obreros, que ya habían vivido 10 años en revolución, vieron como una década de esfuerzos no resolvía los problemas de la vida cotidiana. En el ámbito familiar se desató un comportamiento preventivo que ha permanecido en la base organizativa del fenómeno creativo cubano: la Acumulación. La desconfianza en el éxito de la revolución convirtió cada espacio de la casa en un área de almacén y cada materia u objeto, o fragmentos de este, devino sujeto de la acumulación. Con este simple y primer gesto se cuestionaron radicalmente los procesos y lógicas industriales, revisándolos desde una perspectiva artesanal. Todo objeto podía ser reparado o reusado en su mismo o en otro contexto. La acumulación, que es un gesto manual, separó al objeto occidental del ciclo de vida asignado por la industria y pospuso el momento de su desecho insertándolo en una nueva línea de tiempo. Este primer desacato organizó e inscribió su propia noción de tiempo al fenómeno productivo cubano que he denominado Desobediencia Tecnológica.

Cuando los individuos conservaron los objetos guardaron también principios técnicos, ideas de unión y arquetipos formales. En cada momento crítico escarbaron mentalmente en su stock para encontrar la cosa exacta que guardaron con previsión. Cuando faltó la luz, cuando se rompió el ventilador o se fracturó la primera silla, la familia escuchó susurros provenientes de los patios, de abajo de las camas, de los oscuros rincones de la sala donde habían guardado todo tipo de cosas. Pedazos de sillas completaron a las recién rotas. El viejo y deteriorado farol de kerosene (Eagle) reapareció cuando los apagones azotaron la isla. Un envase metálico para leche condensada con unos frijoles secos en su interior sirvió de juguete sonoro a mi hermano mayor, en ese momento recién nacido.

En la década siguiente y por el reforzamiento de las relaciones estratégicas y económicas con la URSS el país pareció salir de la crisis. Los intercambios económicos con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) instauraron en la isla la estandarización. Todos los cubanos conocieron un solo tipo de refrigerador (Minsk), dos tipos de TV (Caribe y Krim), un único ventilador (Orbita), dos generación de una misma lavadora (Aurika). Siete tipos de envases sostenían los intercambios con la Europa comunista, se enviaba dulces de papaya a cambio de peras en sirope a Bulgaria. En la misma botella que se envasaba Vodka en Rusia se distribuía el Ron en la Habana. La base material burguesa pre-revolucionaria se mezcló con sistemas de objetos estandarizados. La industria comunista priorizó las producciones con fines sociales. Las sillas eran las mismas en todas partes. Las acumulaciones en los hogares también recibieron aires de estandarización. Que todos guardaran lo mismo favoreció el asentamiento de un lenguaje técnico común y estandarizó también las soluciones, las ideas de reparación. La racionalización y estandarización dotaron de un patrón al sentido común y este hecho tuvo su efecto posteriormente. Anos después había objetos ingeniosos producidos por cientos de personas al mismo tiempo pero en diversos lugares. La estandarizada bandeja de aluminio usada en los comedores escolares y obreros de toda la isla devino la única antena de televisión posible en la isla. ¿Como fue posible una expansión así? ¿Hubo una primera antena que inspiró a todos? ¿O la antena fue una conjunción fatal de necesidad, estandarización y astucia vernácula? Ciertamente la bandeja era el único pedazo de metal accesible y las antenas normales habían desaparecido del mercado muy prontamente tras la crisis.

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Desobediencia

Al principio del Periodo Especial los cubanos creaban sucedáneos instantáneos, objetos o soluciones provisionales que le resolviesen sus problemas hasta la desaparición de la nueva crisis. Con los años, y por la continua escasez, ganaron confianza e hicieron frente a todos los problemas de la vivienda, el transporte, la vestimenta, los electrodomésticos. Es decir, las prácticas productivas de los primeros años 90’ eran solo reparativas de una realidad material destruida e insuficiente pero esto fue solo la antesala del fenómeno creativo mas espontáneo y revolucionario de la nación en toda su historia.

Mientras reinventaban su vida, algo inconsciente se perfilaba como una mentalidad. De tanto abrir cuerpos el cirujano se desensibiliza con la estética de la herida, la sangre y la muerte. Y esa es la primera expresión de desobediencia de los cubanos en su relación con los objetos: un irrespeto creciente por la identidad del producto y la verdad y autoridad que esta identidad impone. De tanto abrirlos, repararlos, fragmentarlos y usarlos a su conveniencia terminaron desestimando los signos que hacen de los objetos occidentales una unidad o identidad cerrada. No se atemoriza el cubano con la autoridad emanada de ciertas marcas como Sony, Swatch o la propia NASA. Si está roto él lo arreglará. Si le sirve para reparar otro objeto también lo tomará, a pedazos o íntegramente. El desacato ante la imagen consolidada de los productos industriales se traduce en un proceso de desconstrucción, de fragmentación en materiales, formas y sistemas técnicos. Es como si al tener un conjunto de ventiladores rotos los entendiéramos como un conjunto explotado de estructuras, uniones, motores, cables. Esta liberación, que reconsidera lo que entendemos como materia prima o incluso materia semifinis para rebasarlas con la idea de materia objeto o materia fragmento de objetos, hace cierta omisión del concepto objeto en si mismo, en este caso del ventilador. Es como si el individuo en la isla tuviera la capacidad de no ver los contornos, las articulaciones y signos que semióticamente hacen el objeto, y solo viera un cúmulo de materiales disponibles que son usados ante cualquier emergencia. El proceso remite a la idea del objeto transparente que Boris Arvatov enunció en los albores del produccionismo. Arvatov se refería a lo que debía ser el objeto socialista en oposición al hermetismo del objeto suntuoso burgués. Sin embrago los cubanos ven “a través” de todos los objetos sin importar su procedencia ideológica. La crisis profunda e interminable dotó al individuo de una destreza especial. Si un objeto se rompe, no importa si es un objeto capitalista o socialista, se torna invisible como objeto, para mostrarse como una relación de partes.

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Para adéntranos en los procesos que dan sentido a la desobediencia tecnológica comentaré a continuación algunas ideas sobre prácticas como la reparación, la refuncionalización y la reinvención, todas ellas con un grado de subversión elevado. En primer lugar, por la reconsideración del objeto industrial desde un ángulo artesanal. En segundo lugar por la forma en que niegan los ciclos de vida de los objetos occidentales prolongando en el tiempo su utilidad, ya sea dentro de la función original o en nuevas funciones. En tercer lugar porque al aplazar la acción consumo, pero satisfaciendo las demandas, devienen dichas prácticas formas productivas alternativas.

Veamos concretamente el caso de la reparación. Esta práctica es la más extendida, se expresa en la escala familiar y en la estatal. Como muchos de los objetos electrodomésticos en Cuba provenían de producciones masivas y estandarizadas las soluciones de reparación se estandarizaron impulsando la creación de un enorme sistema de piezas de repuesto. El gesto más desobediente de la reparación es la capacidad de inmortalizar los objetos conservándoles sus funciones originales. …

La re-funcionalización es el proceso mediante el cual nos aprovechamos de las cualidades (materia, forma, función) de un objeto desechado para hacerlo funcionar de nuevo en su contexto o en otro nuevo. …

La reinvención, de las tres prácticas mencionadas, es la que contiene más actos de desacato ante la cultura industrial y el contexto. Puede ser entendida como el proceso mediante el cual creamos un objeto nuevo usando partes y sistemas de objetos desechados. Los objetos reinventados se parecen a los inventos originales, por la austeridad y desfachatez con que son utilizadas y articuladas sus partes. Las reinvenciones muestran objetos transparentes, sinceros y en proporción en términos de inversión material y simbólica con la necesidad que los provocó. Conservan también el conjunto de gestos manuales, conceptuales y económicos que el operador-creador les añade. …

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Para concluir con la desobediencia tecnológica en Cuba debo aclarar que su existencia no solo tiene que ver con el rechazo y trasgresión de la autoridad de los objetos industriales y los modos de vida que ellos contienen y proyectan. Ella encarna sobre todo un desvío ante las asperezas económicas y las restricciones dominantes en el contexto cubano. Por tanto, la desobediencia que he nombrado tecnológica en el marco de este texto, tiene imbricaciones y variantes en lo social, lo político y económico, por lo que puede ser denominada también con esos apellidos. Es una interrupción al estado de tránsito perenne que impone occidente y al estado de tránsito al comunismo, también interminable, que propone la oficialidad en la isla.

Revolico ( un epílogo provisional)

Hace 5 años, en 2007 apareció www.revolico.com, una pagina web para que los cubanos (los escasos que acceden a internet) hagan sus ventas de casas, autos, y bienes de toda índole. El nombre no podía ser más acertado, la Revolución devino un Revolico. Dicha web es un deposito de descripciones y anagramas, un extenso desglose de artefactos, especialmente de autos híbridos: “Vendo Fiat 125, 1974. Con Motor original en perfecto estado; caja de velocidad 5ta de SEAT; carburador de NISSAN V-12, butacas delanteras de TOYOTA YARI; pizarra de LADA nueva, con todo funcionando; CD player SONY con 4 bocinas y cloche de PEUGEOT todo nuevo…”. Las terminologías y convenciones vernáculas usadas por los usuarios de Revolico son indicativas de un movimiento y un lenguaje de resistencia consolidado. El propio Fidel Castro reconoció los artefactos cubanos como enemigos y los nombro “monstruos devoradores de energía” durante una presentación de objetos electrodomésticos chinos que llegaban a Cuba para sustituir los ventiladores, cocinas y refrigeradores que el pueblo había creado para resistir su ineficiente dictadura.

Además de revolico.com y de aquellos discursos de Castro hay otros espacios que se han hecho eco de las desobediencias tecnológicas, hablo de la prensa oficial y los documentos y declaraciones legales que el estado decreta en su desespero por controlar el torrente de iniciativas individuales. Primero hallé prohibiciones descriptivas como el articulo 215 de la Ley No. 60 del Código de Vialidad y Tránsito: “Se prohíbe la construcción de vehículos y, por tanto, su inscripción en el Registro, mediante el ensamblaje de partes y piezas nuevas o de uso, cualquiera que fuere el título de adquisición de las mismas”. Después encontré notas en la prensa oficial donde algunos periodista del régimen describen con términos peyorativos y dramatismo cuanto perjudican los Rikimbilis a la salud y la ciudad. Los Rikimbilis eran, inicialmente, bicicletas a las cuales les añadían motores de aparatos de fumigación, bombas de agua o de sierras manuales, pero el termino permite nombrar hoy todos los artefactos rodantes hibridados y reinventados en la isla. Una de las notas de prensa que guardé denuncia el robo de señalizaciones del transito para construir las carrocerías de estos artefactos.

Pero hay algo nuevo que supera las descripciones de las notas de prensa, de los documentos legales y de Revolico. Hace algunos meses el estado ha lanzado un decreto ley que permite re-circular aquellos autos destruidos por un choque, corrosión o abandono. Cuando un auto, por estos motivos, salía de circulación resultaba imposible incorporarlo nuevamente a la vía. El nuevo decreto permite inscribir autos si se conserva un 60 por ciento de sus rasgos originales. Esto abre un umbral del 40 por ciento a la fantasía técnica y formal. Las personas en la calle nombran estos autos como “60 por ciento” pero creo que la denominación mas adecuada sería la de “40 por ciento”. Desde ahora el fenómeno empieza por demandar nuevos tipos de expertos. En los años venideros habrán expertos del 60 por ciento compitiendo con expertos del 40 por ciento. En las narrativas legales encontraremos truculentas maravillas. La batalla de por cientos que tomará lugar en el cuerpo de los autos tendrá un impacto en el cuerpo de la ley general del tránsito. ¿Quién y cómo definirá las fronteras legales y físicas entre el 60% y el 40%? En marzo pasado hallé un Peugeot 404 diseñado en 1962 por Pininfarina. El auto muestra el 60 por ciento del diseño original, al menos teóricamente, el 40 por ciento restante no puede ser adjudicado al diseñador italiano. Los nuevos encuentros y líneas que aparecieron en el maletero, los sistemas técnicos ahora híbridos, los plexiglases de colores que sustituyen las ventanas, los guardafangos inflamados entre otras alteraciones conforman el 40% restante.

Creo que las líneas de este auto evocan ahora una aerodinámica vernácula divertidamente especulativa y utópica. La forma de un auto, cuando su fabricante es serio, es también un diagrama de la velocidad, la resistencia del aire, las turbulencias y otras fuerzas del universo sobre el automóvil. Si damos por sentada esa relación y la invertimos, al cambiar la forma del Peugeot estaríamos diagramando y proponiendo las leyes físicas de un nuevo universo. Esta propuesta dejaría de ser delirante si se propone como un modelo de interpretación del caos que provocaran estos autos en su encuentro con la reglas del universo legal.

Etiqueta de las confecciones Fin de Siglo, tienda nacionalizada. Tempranos años sesenta. Regalo de Mirta Suquet. Colección Cuba Material.

Cuando hace pocos años llevé a mi hija a visitar el Museo de Artes Decorativas de La Habana, antigua mansión de la condesa de Revilla de Camargo, la guía que nos mostró el museo (gracias a la gestión personal de su abuela paterna) criticó en algún momento de su memorizada exposición a la condesa porque, antes de abandonar el país en 1959 debido a los cambios políticos que tenían lugar, había escondido en el sótano de su mansión parte de sus joyas y objetos de valor para protegerlos del pillaje que temía se desatara. Acto seguido, nos contó aquella guía con placer cómo, gracias a la suspicacia de uno de los agentes del gobierno que intervino el inmueble, los tesoros de la condesa eran ahora exhibidos en el museo, cuya colección habían pasado a engrosar.

Antonio José Ponte me envía la entrevista que la revista Vanity Fair le hizo al modisto Hubert de Givenchi, entre cuyas clientes se encontraba la condesa de Revilla de Camargo. Aparece en ella caracterizada como una aristócrata excéntrica y avara, que se hacía acompañar en sus visitas al atelier del famoso diseñador por una empleada que cargaba en dos bolsas sus joyas personales. Mas no se trata de la misma condesa que escondiera sus joyas antes de salir huyendo de las turbas revolucionarias, sino de su tía.

Vasija de cerámica

Vasija de cerámica

Vasija de cerámica. Colección Cuba Material.

En Hecho a mano en Trinidad de Cuba, libro de Cristina González Béquer (E&A Editions 2013):

En el año 1959, cuando la Comisión Nacional de Turismo se convirtió en el INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística) algunos especialistas fueron a conocer y a valorar la obra de los artesanos trinitarios. Una exposición, que debe haber tenido lugar a finales de ese año o a inicios del 60, recogió los resultados de la pesquisa y del trabajo directo con los artesanos para conseguir piezas de gran calidad. Por ese tiempo, dos arquitectos, Gonzalo Córdoba y María Victoria Caignet, ambientaron las cabañas del Motel Las Cuevas utilizando piezas de artesanía local. Las bases de las lámparas se hicieron en Los Hornos de Cal y fueron modeladas siguiendo los patrones que, unos años antes, habían aprendido los alfareros trinitarios de Amelia Peláez. Las pantallas fueron tejidas de carey, lo mismo que las empleitas con las que crearon vistosas esteras. Más tarde, por obra y gracia de esos pesquisajes, se mezclaron y se estandarizaron las manualidades en todo el país y se formó una mezcolanza de artesanías que impediría, por largo tiempo, reconocer las tradiciones locales.

A mediados de la década de los años setenta, Córdoba y María Victoria regresaron a Trinidad para realizar la ambientación del hotel que se construía entonces en la playa de María Aguilar y que se llamó Costa Sur (…). Lorenzo Urbistondo y Aurora Mesa, que fueron los diseñadores designados para esa tarea, (…) recorrieron casas y patios trinitarios, visitaron el taller de alfarería de los Santander y conocieron a mucha gente anónima —que seguía trabajando en pequeña escala— con el propósito de utilizar sus obras en los espacios del hotel. Por ejemplo, los pañuelos de malla de Enriqueta Medina, hermana de Merceditas, iban a ser enmarcados para presidir los dormitorios. Llegaron a realizar el diseño para estampar un tejido, cuyo dibujo imitaba las ensaladillas que habían encontrado en las camas trinitarias. Con ese tejido proyectaron la elaboración de las sobrecamas del hotel.

La premura por inaugurar el hotel hizo que estos proyectos decorativos nunca llegaran a realizarse. Las sobrecamas definitivas fueron de chenille, como las de todos los hoteles cubanos de esa época. (pp. 71-74)

Monograma bordado con el escudo nacional

Monograma bordado con el escudo nacional

Monograma bordado con el escudo nacional, para utilizar en el traje de Arnaldo Tamayo Méndez. 1980. Colección Cuba Material. Regalo de Sergio Valdés.

En La Jornada: Dinorah, la bordadora de Fidel:

El nombre que aparece en su carné de identidad es Lucía Lucinda Betancourt Montenegro, pero para “su familia, sus íntimos y El Jefe” ha sido toda la vida “Dinorah, la bordadora”. Tiene 83 años cumplidos, de los cuales lleva más de 50 bordando los grados de Comandante en el uniforme verde olivo de Fidel Castro —“y en la camisa de hilo que él usaba por debajo del uniforme”, aclara.

(…)

“En 1960 llegó a mi casa un escolta de Fidel. Alguien le había dado una referencia de nosotras, porque mi hermana y yo aprendimos el oficio de mi madre, y con eso nos ganábamos la vida. Él traía un uniforme y me pidió que le bordara los grados de Comandante. Yo no era nadie; qué honor”, se emociona.

En aquel momento el dibujo sólo contemplaba el rombo rojo y negro, con la estrella blanca en el centro, que comenzó a llevar al Triunfo de la Revolución. “Años después, al dibujo original se le incorporaron las dos ramitas. A mí me lo traían trazado en el uniforme, pero no siempre la línea estaba bien hecha”, admite. Su hermana Raquel tercia en la conversación: “Muchas veces la estrella venía con las puntas de diferentes tamaños, y para Dinorah todo tiene que ser perfecto (…). Y es la campeona en estrellas”.

Si el rombo de Comandante con sus ramitas se distingue no es sólo por la precisión de este bordado, sino por la superficie exacta y colorida. “Utilizo hilo de algodón 50 mercerizado, que da ese acabado brillante” —explica—. Por supuesto que hay pocas actividades creativas menos instantáneas que el bordado: este tarda tres horas en armar a golpe de pespunte y punto de pasado, que se trabaja siempre con un mismo movimiento de derecha a izquierda con puntadas verticales. “A veces llegaban y me decían: ¡Esto es para ayer. El Comandante se va de viaje mañana!, y yo me quedaba bordando hasta la madrugada”.

En 1986, la bordadora se jubiló, pero siguió en la casa hilando los grados de Fidel, y luego los de Raúl Castro. Raquel apunta otro dato: los bordados de Dinorah han ido hasta el cosmos. “Sí, bordó toda la ropa de Arnaldo Tamayo (el primer cubano que voló al espacio, el 18 de septiembre de 1980, en la Soyuz 38). Esas banderitas cubanas que vimos en la televisión eran de Dinorah”.

Dinorah vio a Fidel frente a frente solo en una ocasión. Ocurrió en 1994, cuando se le entregó un diploma a los empleados de Palacio que llevaban más de 30 años de trabajo junto al Comandante. “El me dio el diploma, tengo la foto”, sonríe. “Una vez me enfermé y no pude trabajar los grados. Pensé: ‘ni sabe quién yo soy, no importa, otra compañera lo hará por mí’. Una persona me contó que había entrado a una reunión, y oyó cuando él dijo: ‘Esto no me lo bordó Dinorah’. ¡Qué lindo! Él sí lo sabía, él sabe quién es Dinorah, la bordadora”.

H/T Cubadebate.

Postal de navidad

Postal de Navidad. Tomada del muro de Facebook de Ernesto Fumero, vía Enrique del Risco.

Postal de Navidad. 1961. Tomada del muro de Facebook de Ernesto Fumero.

1959

En lugar de Santa Claus, las Navidades de 1959 se celebraron con Don Feliciano. María del Pilar Díaz Castañón (Ideología y revolución: Cuba 1959-1962) lo describe como un «sonriente guajiro de polainas y guayabera» (nota 104, página 151), y dice que, para las celebraciones, se conminó a utilizar pinos nacionales, que ya para mediados de diciembre se habían agotado. Por su parte, Aleida Durán recuerda en Cubanet que «chicos y mayores rechazaron a Don Feliciano» y agrega que «el día 24, sin orden ni listado, camiones militares recorrieron los barrios pobres entregando paquetes de alimentos navideños: carne de puerco, frijoles negros, arroz, turrones, golosinas.»

El lema de aquella navidad fue: «Sea feliz revolucionariamente en Pascuas de Cuba libre.» Sobre estas navidades, dice Anita Casavantes Bradford en su libro The Revolution is for the Children:

Conscious of the symbolic importance of the holiday season in a family-oriented and at least nominally faithful nation, the government began planning as early as September 1959 for the spirit-filled celebration of “Navidades en Cuba Libre,” or “Christmas in Free Cuba.” Throughout the autumn of 1959 and especially during the month of December, the state-sponsored media portrayed the Revolution, rather than the birth of Jesus, as the source of holiday joy, and drove home new images of Fidel Castro as the benevolent father and giver of gifts to Cubans of all ages. (P. 77)

Work began immediately to organize Cubans to volunteer their time, effort, and resources to prepare for the advent season. Homes and businesses across the island were adorned with Christmas trees, colorful paper chains, and decorations, and brigades of children were mobilized to go house to house to collect donations to decorate the streets of their barrios. Competitions were arranged and medals awarded to neighborhoods with the best decorations. On Nochebuena, dances were held in the streets in towns and cities across the island; revolutionary Santa Clauses sporting black beards, in honor of Fidel and the M-26-7’s rebels, distributed gifts. (P. 78)

In preparation for the arrival of Los Reyes, the Ministry of Social Welfare had launched Operation Toys for Poor Children in early December. After conducting a hasty census to determine the age and gender of the island’s poorest children, the ministry launched a public-private campaign to gather donations of “drums, skates, dolls, and go-karts” from unions, revolutionary organizations, and private citizens. The toys would be distributed to children’s homes in disadvantaged neighborhoods across the island on January 6.

Though Operation Toys depended on collaboration between the state and civil society, revolutionary officials and media depicted the project as an initiative of the revolutionary government and emphasized its exclusive leadership of the campaign. (P. 80)

Throughout the last days of December and into the New Year, cargo loads of gifts were transported to the countryside by truck and train, and by January 3, the Revolutionary Air Force also began airlifting toys to the regions hardest to reach. Acknowledging that “almost all sectors of society, workers, students, professionals, and the middle class, have offered their support,” revolutionary media nonetheless made clear that the leadership of Operation Toys remained the exclusive prerogative of the Castro government. The participation of civic actors in the campaign was described as strictly auxiliary, while photographs of military aircraft loaded with toys vividly reinforced the benevolence of a revolutionary state so committed to children that it was willing to deploy the defenders of the patria to secure their happiness. (P. 81)

On January 6, children across the island were visited not by los magos Melchior, Caspar, and Balthazar but by gift-bearing representatives of the Revolution, clad in olive green. With the assistance of the Banco de Seguros Sociales de Cuba and the Revolutionary Air Force, 25,000 toys were distributed in the most isolated regions of Oriente, including the zones of Songo, La Maya, Sierra Cristal, Calabazas de Sagua, Concepción, and Mayarí, as well as Isla de Pinos and Ciénaga de Zapata. More than twenty military-helicopter loads of toys were distributed to 5,000 children through the region. (P. 81)

Cartoons like those that had appeared in Bohemia during Christmas week similarly appropriated the Catholic imagery of the Epiphany and applied it to Fidel Castro and his government, depicting grateful guajiros clutching gifts from “El Rey Barbudo”—a reference to Fidel’s beard—while others dressed the Three Kings in cloaks labeled “Instituto de Ahorro y Vivienda” and showed the reyes distributing houses to the people.

An explicit example of the effort to appropriate the morally and emotionally resonant discourses of the Christian holiday season appeared on the front page of the January 5 edition of the socialist newspaper Hoy. The headline “A Child Asks ‘Rey Mago Fidel’ to Provide Arms to ‘Defend Cuba’” called readers’ attention to a letter from eleven-year-old Enriquito Enríquez Estorino, addressed to “Mister ‘Rey Mago’ Fidel, Dear Commander.” (P. 82)

1960

Las navidades del próximo año harían circular el lema «Felices pascuas en casa propia.» Según Cubanet:

Para entonces, con el título «Jesús del Bohío» se representaba la Navidad en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana. Los tres Reyes Magos eran Castro, el Ché y Juan Almeida, el único hombre de raza negra en una alta posición dentro de la revolución. Ellos llevaban como regalos la Reforma Agraria, la Reforma Urbana y el Año de la Educación, que sería el próximo.

Al respecto, dice Anita Casavantes Bradford:

The Revolution thus celebrated its second Christmas in a context of unprecedented hostility between Cuba and the United States and increasingly close ties to the socialist world. News coverage of the holiday season, while still focused on children, accordingly deemphasized many of the “bourgeois” and Catholic images around which the first revolutionary Christmas celebrations had been organized. Havana department stores advertised a selection of toys, prices “newly regulated by the Ministry of Commerce,” that reflected the militant tenor of the times. La Nueva Isla department store offered an extensive collection of “all the toys your child could wish for,” including a militia costume for girls ages two to eight for $6.99; olive green nylon “militia packs” for boys aged three to ten for $4.95; and a militia field campaign tent for $6.50. (P. 98)

A later retrospective of the holiday season included photos of children filling the streets of the city, greeting the costumed kings and receiving gifts from milicianos. (P. 98)

 

1961

Las navidades de 1961 serían las «Primeras Navidades socialistas» (en ellas, en lugar de cerdo, cuya grasa escaseaba, se comería pavo). Así las anunciaba el editorial de la revista INRA de diciembre de 1961 (publicado en Díaz Castañón, María del Pilar. 2004. Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, nota 83, p. 209):

La costumbre se hace ley, y nadie intenta afectarla en lo absoluto. Por eso tendremos una Nochebuena acorde con las más puras tradiciones y a nivel de los gustos más exigentes. Digámoslo tajantemente: por una vez, por un día, volveremos al derroche, porque habrá de todo. Solo que también habrá juicio, porque mucho hemos aprendido en la escuela de la vida; cada cual adquirirá sin limitaciones ni cortapisas lo que necesite para una celebración en grande. De nuestras granjas avícolas han salido ya a la venta los pavos, los pollos y el clásico guanajo para el tradicional guanajo relleno.

El mismo editorial también comenta: «¡se ha llegado al extremo de comprar turrones españoles con dólares-convenio!»

En su libro autobiográfico Benjamín: Cuando morir es más sensato que esperar, Carolina de la Torre recuerda que:

Ese diciembre de 1961, a sugerencia del máximo líder, los cerdos no se sacrificaron “para preservar las crías”. En su lugar se vendieron aves, que se comieron acompañadas de diversos productos venidos de los nuevos amigos socialistas (manzanas y uvas búlgaras, cervezas checas, vodka ruso, conservas húngaras, etc.) para que el pueblo los disfrutara después de interminables colas que se soportaban con el mismo espíritu con que la mayoría se mantenía alerta y “con la guardia en alto” por si el enemigo imperialista se decidía a una nueva agresión. (P. 125)

 

1962

Para el año 1962, durante las que se llamaron «Pascuas de la dignidad,» cuenta Cubanet que «ya no se vendían arbolitos de Navidad en las tiendas, aunque se podían comprar a vendedores ambulantes. Todavía las tiendas tenían algunos juguetes para quienes hacían largas filas (colas).»

Cuenta Carolina de la Torre que:

En las navidades, Blanca y Alfredo pudieron, al fin, ver reunida de nuevo a toda su familia, incluyendo a Salvador que llegó de último. Celebraron la suerte de poder esperar, vivos y sanos, otro aniversario de la Revolución. Muy favorecidos esta vez porque en la bodega se repartieron latas de spam chino y pomos de coles encurtidas, así como de ajíes rellenos con carne de vacas socialistas. (P. 138)

 

1964

Sobre la navidades de 1964, dice Carolina de la Torre:

Era tan grande la presión a fines de 1964 que hasta se vendieron postales de navidad donde no solo suprimían los símbolos de la tradicional celebración, sino que se ilustraba la felicitación con alguna imagen que aludiera a la persecución de enfermitos y vagos, congratulando a los cubanos por un año nuevo sin lacra social. (P. 203)

 

1969

En 1969, el gobierno prohibió la celebración de la navidad.

***

En Louis A. Pérez. 1999. On Becoming Cuban: Identity, Nationality, and Culture. NC: University of North Carolina Press:

Artist María Luisa Ríos criticized the reproduction of northern scenes as the representation of Christmas. “We Cuban painters do not have need to seek inspiration in foreign motives to create nativity scenes,” asserted Ríos. “In Cuba there exist untapped motives waiting for the magic of lines and color to shape them on the canvas.” (p. 474)

Holidays were transformed. The celebration of Thanksgiving was suspended. Christmas changed. New emphasis was given to the celebration of a “Cuban Christmas,” which signified the revival of Spanish traditions and the consumption of Cuban products. Fifty years earlier, the means of expressing Cuban involved replacing Spanish customs with North American ones. In 1959 the affirmation of Cuban implied rejection of North American practices for Spanish ones. Merchants, retailers, and advertisers were exhorted to emphasize Kings Day (January 6) as more consistent with Cuban customs. . . .  Carpentier called for te rejection of Santa Claus and the Christmas tree as practices “alien to our traditions.” Roberto Fernandez Retamar agreed . . . The time had come to banish Santa Claus –“difficult to pronounce”– from the “Cuban Christmas” and restore the three wise men. (p. 485)

On the occasions where Santa Claus did appear, his beard was often colored black to resemble a barbudo. The Ministry of Commerce discouraged merchants from importing Christmas trees, Christmas decorations, candies, and other merchandise associated with “traditions foreign to the nation.” The only exception to the ban on foreign imports was the Spanish candy turrón , which was permitted, as it formed part of the “true Spanish-Cuban traditions.” (p. 486)

En Llilian Guerra. 2012. Visions of Power in Cuba: Revolution, Redemption, and Resistance, 1959-1971. Chapel Hill: University of North Carolina Press:

Cuba’s National Institute of Culture, headed by former Ortodoxo Party stalwart Dr. Vicentina Antuña, developed plans to “cubanize” Christmas through politically engaged, commercial means. Cubans had made a “consumerist” not a “communist” Revolution, Antuña’s plan appeared to say. Given Cuba’s international context, expressing Christmas joy itself could be considered revolutionary. With this in mind, INRA’s paid advertisements promoted decorative ideas that deliberately politicized the serving of eggs and chicken (which Beef-loving Cubans apparently disdained for not being real “meat”). Now produced by state-managed cooperatives, displaying these products at holiday meals nt only showed one’s revolutionary stripes but also ensured that state ownership would succeed. In nationalizing their tastes, most Cubans needed little encouragement. In December 1959, Cuban families uncorked bottles of Cuban wines rather than imported varieties for the first time in living memory, while poor neighborhoods took up special collections to buy outdoor Christmas decorations to adorn their blocks.

An additional dimension of the National Institute of Culture’s cubanization of Christmas campaign included the publication of Cuba’s first truly national cookbook. Once again, if buying Cuban and giving Cuban made you more Cuba and therefore, more revolutionary, so did eating Cuban. Featuring recipes from all regions, the book was meant for women in the capital who rarely ventured into the campo and therefore had never discovered its culinary delights. Symbolic of their peasant origins, featured recipes in the book had delightfully ironic names, such as three styles of making the desert matahambre (hunger-killer) (two of which are labeled “traditional”), another recipe called matarrabia (rage-killer) as well as a Caibarién fisherman’s favorite dish, salsa de perro (sauce of a dog). Thus, Recetas Cubanas not only represented the national integration and embrace of the campo into the culture, identity, and kitchens of urban Cubans but also demonstrated how the socioeconomic injustices of the past had deprived affluent habaneros of the beauty of rural culture and its rustic customs.

Maximun expression of revolutionary consumerism could be found in the government campaign to influence the nature of holiday gift shopping. As one reporter put it, “The idea of fusing universal celebration of the birth of Christ with cubanía [is] certainly very patriotic.” In November 1959, officials announced a fair to exhibit different gift ideas for Christmas that would be held at Havana’s prestigious Museo de Bellas Artes on El Prado. Although a few foreign-named franchises like Sears and Escarpines Gold Seal were included, organizers focused on soliciting donations of items for a “Cuban Christmas” from all of the capital’s locally owned department stores and they also contacted Cuban-owned manufacturers such as Muñecas Lili, Camisetas Perro, and Bacardí’s Hatuey beer division. All items displayed had to be Cuban-made.

Not originally intended to solicit individual donations, the campaign nonetheless inspired citizens to donate their own handicrafts to the fair. After all, what could be more “Cuban” than a gift not made by a machine but by a real life Cuban? Organizers seemed to agree. (p. 97)

En Cubadebatepor Antonio Núñez Jiménez (tomado de En marcha con Fidel):

Muy lejos de Soplillar, un automóvil sale de la Capital. En él viaja Fidel Castro, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. Atravesamos ciudades y pueblos, todos igualmente engalanados con cubanísimas pencas de palmas reales, las casas con bandera y a lo largo de las calles, una profusión de guirnaldas de colores, adornos navideños. Al paso de Fidel, la gente le extiende su saludo emocionado. Todos quieren estrechar su mano, expresarle su apoyo a la Revolución. Son las primeras Navidades libres de Cuba.

En Cubadebate, del mismo texto: La Nochebuena de Fidel con los carboneros:

. . . Es el día de Nochebuena y hay que preparar la cena y traer las cosas de la bodega. Ademas, Rogelio debe pedir la liquidación a la Cooperativa. Quiere comprarales ropa a los muchachos y a Pilar “para que deje de ponerse ese ripio punzó”.

Juntos abandonan la finca Santa Teresa, antiguo latifundio, ahora propiedad del pueblo carbonero. Atraviesan un trillo hasta el campo de aterrizaje, obra construida por el INRA y, siguen la amplia calzada del aeródromo.Llegan a Soplillar. Pasan la escuelita remozada, pintada de verde claro; las casas de madera, adornadas con papelitos de colores, indican la alegría reinante.

Rogelio y Carlos se abren paso hasta el mostrador de la Tienda del Pueblo para cobrar el dinero que la Cooperativa les adeuda y comprar los víveres de la Nochebuena Carmelo Hernández, el administrador, le extiende a Carlos un cheque. No lo cambie, paga con lo que le ha quedado de meses anteriores y comenta que antes el cobro de los carboneros sólo servía para pagar lo consumido y abonar los abusivos intereses. La lista de precios que cuelga de la pared es elocuente: al aumentar los jornales del carbonero casi al doble y reducirse el costo de la vida, el nivel económico en la ciénaga se eleva en pocos meses.

Una hora después de su entrada en la Tienda del Pueblo, Rogelio y Carlos, con sendos sacos repletos de víveres, turrones y otros dulces para sus hijos, regresan a sus hogares.

. . .

-¡Que diferencia! Hace un año los amarillos vinieron a llevarme la lechona y me mataron a un sobrino que todavía nadie sabe donde lo enterraron. Señores, ¡esto ha vuelto a nacer!.

. . .

-Cuando ustedes luchaban en las montañas, para serles franco, no creía que esta Revolución iba ser tan pura. ¡Eran tantas las decepciones del pasado! Yo conozco como nadie la ciénaga y ahorita no se va a conocer. En Soplillar ya hay ciento cuarenta y ocho cooperativas, en Buenaventura ciento noventa y en Pálpite pasan de ochenta. Y a eso, súmele las carreteras, las playas, las Tiendas del Pueblo.

Antes de las doce de la noche ya todos estamos sentados frente a una mesa de rústicas tablas donde se coloca el lechón asado, una fuente de yuca, la ensalada de lechuga y rábanos y el arroz blanco. El vino es de frutas cubanas y los turrones comprador en la Tienda del Pueblo han sido producidos en el país.

Texto tomado por Cubadebate de Núñez Jiménez, Antonio (1982). En marcha con Fidel. Habana: Letras Cubanas.

Navidades de 1961

Navidades de 1961. Imagen tomada del muro de FB de EtnoCuba.

Postal de navidad

Postal de navidad

Postal de navidad. 1961. Imagen tomada del blog Libreta de apuntes.

En Libreta de apuntes:

…Ocurrió en diciembre de 1961. La postal fue distribuida por correo a dirigentes revolucionarios y algunos cientos de militantes de la AJR. La pieza es un incunable. Solo existe este ejemplar en mi poder. Ejemplar único que, pese a todo, muestra la agudeza política de Carlos Quintela Rodríguez “El Quinte”, jefe de la Comisión Nacional de Propaganda de la AJR y director a la vez de la revista Mella, y su esfuerzo por preservar algo —más que una festividad religiosa, se trataba de una tradición familiar cubana. El negro viejo, pero aún vigoroso —¡miren esos brazos, los dorsales!—, que representa el año que termina viste el uniforme de los alfabetizadores, puesto que 1961 había sido nombrado Año de la Educación. El parvulito que se apresta a descargarle un golpe con su enorme llave inglesa al vapuleado Tío Sam (al dorso de la postal), representa a su modo —aunque no de una forma tan evidente—, el ideario ideológico de los nuevos empeños del proceso revolucionario: 1962 será el Año de la Planificación. …

Postal de navidad 1962 (reverso). Imagen tomada de Libreta de apuntes.

Postal de navidad 1962 (reverso). Imagen tomada de Libreta de apuntes.

Planta eléctrica Tallapiedra

Planta eléctrica Tallapiedra. La Habana. Imagen tomada de Havana Retro Cuba.

Planta eléctrica Tallapiedra. La Habana. Imagen tomada de Havana Retro Cuba.

Decía Ernesto Guevara en la Conferencia de Punta del Este, Uruguay, el 8 de agosto de 1961 (publicado en Pérez-Stable, Marifeli. 2008. La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí, original en inglés publicado en 1993):

¿Qué piensa tener Cuba en el año 1980? Pues un ingreso neto per cápita de unos tres mil dólares, más que los Estados Unidos actualmente. Y si no nos creen, perfecto; aquí estamos para la competencia señores. Que se nos deje en paz, que nos dejen desarrollar y que dentro de veinte años vengamos todos de nuevo, a ver si el canto de sirena era el de la Cuba revolucionaria o era otro.

Se les dejó y se les dio, además, muchísimo dinero.

Chapa de metal con propaganda del M-26-7

Chapa de metal con propaganda del M-26-7

Chapa de metal con propaganda del M-26-7. Alrededor de 1959. Colección Cuba Material.

Decía Fidel Castro desde la tribuna de la Universidad Popular en 1961:

La Revolución puede garantizar al pueblo seis cosas fundamentales: ropa, zapatos, comida, educación, recreo, medicinas.

Publicado en Bohemia y citado por María del Pilar Díaz Castañón en su libro Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales (2004).

Reina del Carnaval de la Reforma Agraria

Reina del Carnaval de la Reforma Agraria

Reina del Carnaval de la Reforma Agraria. 1960. Imagen tomada de internet.

En Granma: Promover el buen vestir:

…Recientemente tuvo lugar la inauguración del Proyecto Modas-Café, en la céntrica esquina habanera de San Rafael y Consulado.

Se trata de un establecimiento destinado a la venta exclusiva de ropa femenina, diseñada y elaborada en el propio lugar por un equipo de reconocidos creadores bajo la guía de Raquel Expósito y Leandro Chacón, quienes gozan de amplia experiencia en la confección de textiles.

En este local, arrendado ahora a las personas mencionadas, radicaba la antigua tienda Guamá que por presentar un deplorable estado constructivo, había sido cerrada hace más de tres años. Tal situación demandó la remodelación completa de la edificación, incluyendo las redes hidráulicas y sanitarias de seis viviendas ubicadas en los altos.

Auspiciado por el Ministerio de Comercio Interior en colaboración con el Fondo de Bienes Culturales (representa a los artistas), la singular experiencia tiene el propósito de contribuir al rescate del buen gusto en el vestir, ofertando piezas caracterizadas por su sello de cubanía y originalidad, en plena correspondencia con las exigencias actuales de la moda y nuestras tradiciones.

Granma pudo conocer que en el taller de corte y costura radicado en el propio inmueble, se harán ropas por encargo de personas con talla extra. Dentro de las perspectivas figura también el ofrecer a los clientes del sector privado y estatal servicios de confecciones para bodas, celebraciones de quince, congresos, y otras ocasiones especiales.

María Cecilia García, económica del Proyecto Modas-Café, indicó que hasta ahora los productos en venta tienen una alta demanda, y el número total de trabajadores en las diferentes áreas asciende a 35.

La tienda abre de lunes a sábado en el horario de 10:00 a.m. a 7:30 p.m., y organiza desfiles de modas los sábados alternos.

Espejuelos de pasta de Leopoldo Arús Gálvez

Espejuelos de pasta de Leopoldo Arús Gálvez

Espejuelos de pasta de Leopoldo Arús Gálvez. Colección Cuba Material.

Ayudando a arreglar sus gavetas a mi abuelo, que ya no puede leer a causa de una enfermedad degenerativa de la vista, encontré estas estrofas manuscritas, Dice mi abuelo que se las escuchó a un paciente del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra):

Quise comprar un boniato

y me dijo el del mercado

¨tráigame un certificado,

la libreta, dos retratos

y, de la casa, el contrato

por si fuera necesario¨.

Le dije ¨óigame, Hilario,

dígame con disimulo,

¿le debo enseñar el culo

para el papel sanitario?¨

Interior de almendrón

Interior de almendrón

Interior de almendrón. Foto 2013.

En La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte (2007, Anagrama, p. 86):

Taxis de color amarillo y negro pertenecían a la Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios (ANCHAR, ya que en la nueva sociedad todo adoptaba siglas), y en taxis de color violeta trabajaban las prostitutas reeducadas.

Hacían, de otro modo, la calle. TP eran las siglas de sus vehículos: Transporte Popular.

“Todas Putas”, les llamaba la gente.

Y aquellas conductoras recibieron enseguida, por el color de los autos, el mote popular de “violeteras”.

***

En Misceláneas de Cuba, viñetas de la Cuba Material por Orlando Luis Pardo Lazo:

Frente de batalla:

Los carros americanos siguen siendo una quinta columna clavada en el corazón comunista de la Revolución. Vienen de la prehistoria republicana y, sin embargo, pertenecen al futuro democrático de la nación. Duraron, a pesar de la asfixia y los represivos talleres sin piezas de repuesto, donde los “adaptaron” al cambiarle sus órganos originales. Pero los carros americanos no son un museo ni mucho menos un mausoleo de la memoria, estos “almendrones” de cáscara dura no son sino un plebiscito rodante.

Gulliver en el país de los proletarios:

Pudo ser un performance de la Bienal de Artes Plásticas de La Habana. Pudo ser el primer plano público de un stop-motion cubano desconocido, ese que, por timidez o tristeza, jamás se filmó. Hombrecitos de plastilina que recorren las aceras cutres de la avenida Galiano en Centro Habana (acaso en Contra Habana). Enanitos en peligro de ser pisados por los titanes que van y vienen de la shopping o del agromercado, con sus viandas y electrodomésticos y piltrafas y productos de aseo, todo disimulado en las consuetudinarias jabitas de nylon (la bandera cubana debiera ser sustituida por una jabita de nylon, que resuena más linda al viento y es un objeto menos biodegradable y sin tanta memoria de la muerte nacional). Pudo ser un set para rodar el clímax de un videoclip de reguetón. Pudo ser labor-terapia grupal para los deprimidos anónimos de la patria. Pudo ser de todo. A mí nadie nunca me dijo nada.

Los viejos carros americanos:

Aferrados a un filito. La mano crispada, tensa hasta el último tendón. La marca del uniforme mitad como maleficio y mitad como talismán. Los viejos carros americanos parecen persistir más allá de la Historia y más acá de la Revolución. Sus carrocerías se maquillan de lujo metálico para un nuevo cambio de velocidad. Los viejos carros americanos se alquilan a miserables y a militares sin hacer distingo, son la encarnación rodante de nuestra demacrada democracia de mercado. Dentro de sus hierros cincuentenarios todos somos iguales, expuestos a la misma contaminación carburante. Los viejos carros americanos son ataúdes en tiempo futuro, cunas de fetos en pasado perfecto. InCUBAdoras de un pueblo en trance de movimiento que por ahora aún se aferra a una idea inercial, inmemorial.

¿Huraco o espejo mágico?

No todas las capitales de América cuentan con paisajes así, de guerra per-manente pero artificial, escaramuzas inocuas excepto para la inteligencia. A La Habana le salen más baches que bares y borrachines. Más baches inclu-so que desfiles de botas violentas en alguna efeméride nacional. A ras de asfalto, el espejo de agua masoquistamente duplica nuestra rala realidad: gente mohína asomada al daño de los edificios, a sus ínfulas heroicas de mostrar las cicatrices de un bombardeo. Y, lo más terrible de esta debacle: es aterrorizantemente bella.

Lápidas:

¿Quién sobrevive a quién? ¿La vieja y orgullosa maquinaria de los años cincuenta, que abortó en Cuba junto al final de su década, o la palabra patria más perversamente repetida desde entonces? ¿Quién rueda todavía sobre el asfalto percudido y quién ya no podría permanecer de pie? ¿Chapistería versus chapucería? ¿Slogan comercial versus lema? ¿Aerodinámica retro versus ideología obsoleta? Pero, ¿quién se atrevería a meterle un buen palancazo a la caja de cambios de velocidad? ¿Nos hará falta alguna licencia histórica de conducción?

Ver la entrada completa en Misceláneas de Cuba.

Calcomanía promocional del vuelo conjunto Cuba-URSS

Calcomanía promocional del Vuelo Espacial Conjunto Soviético-Cubano. Diseñada en el Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) por Daysi García López. Regalo de Sergio Valdés García. Colección Cuba Material.

Puede descargar aquí el texto de Pepe Menéndez Apuntes para una cronología del diseño gráfico en Cuba, publicado por Cuba Gráfica en 2007, del que se reproducen algunos fragmentos:

(…)
2. De 1959 a 1964: cambio de paradigma

(…)
En la confrontación ideológica de los primeros años la publicidad fue tildada de perniciosa, y en 1961 fueron definitivamente suprimidos por el gobierno los espacios publicitarios en radio, televisión y prensa plana. Hubo también prejuicios estéticos, fuertes debates, pero en general el diseño logró imponer su libertad expresiva y primó el respeto a sus creadores.

Los dos principales conglomerados de diseñadores que surgieron en estos años fueron el Consolidado de Publicidad (en 1960) y la agencia Intercomunicaciones (en 1961). El primero atendió los contratos de publicidad que existieron hasta 1961 y la segunda se ocupó de los encargos de comunicación de las entidades del gobierno (ministerios, empresas, etc.).

Intercomunicaciones (con creadores como Guillermo Menéndez, Tony Évora, Joaquín Segovia y Silvio Gaytón en la primera etapa, más Olivio Martínez, José Papiol, René Mederos, Ernesto Padrón y Faustino Pérez, entre otros, en un segundo momento) terminaría fundiéndose en 1967 con un grupo de diseñadores que atendía la gráfica propagandística del gobierno en la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR).

Los nuevos contextos en que se desarrollaba el diseño gráfico y los contenidos que debía comunicar necesitaron formas diferentes a las que primaban hasta entonces.
Por un tiempo, sin embargo, se produjeron superposiciones de contenidos y formas antagónicas. La publicidad –adaptándose a los nuevos tiempos– intentó mostrar una vocación más nacionalista en el posicionamiento de los productos, y la propaganda no encontraba todavía su propio lenguaje. Los cambios no surgieron por dictamen sino por necesidades intrínsecas de aquel momento histórico.

En 1959 se fundaron dos instituciones culturales muy importantes en la historia de la gráfica cubana: el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Casa de las Américas. En el ICAIC el primer equipo de diseñadores estuvo integrado por Rafael Morante, Eduardo Muñoz Bachs, Raúl Oliva y Holbein López, con Eladio Rivadulla como impresor de carteles en serigrafía. En años siguientes trabajaron sistemáticamente en esta oficina –entre otros– René Azcuy, Antonio Pérez Ñiko, Antonio Fernández Reboiro, Luis Vega y Julio Eloy Mesa.

La diversidad de estilos entre ellos es notable, como lo es también la intensidad de la producción. En ocasiones llegaron a diseñar un cartel semanal cada uno. Tal demanda continua de soluciones los dotó de una capacidad resolutiva muy eficiente, cuyos mejores frutos han sido ampliamente elogiados y premiados. Los carteles del ICAIC tuvieron en común desde mediados de los años 60 un mismo formato (52 x 76 cms) y una misma técnica (serigrafía), más un grupo de creadores prolíficos (Muñoz Bachs, Azcuy, Ñiko y Reboiro los principales), lo que contribuyó a que hayan sido percibidos como un cuerpo coherente de gráfica promocional mantenida a lo largo de varias décadas.

La Casa de las Américas, por su parte, creó en 1960 la revista de igual nombre, en la que trabajó Umberto Peña con gran creatividad desde 1965 hasta finales de los años 80. Umberto Peña permaneció vinculado a la Casa por más de veinte años, en una relación creador-entidad que puede considerarse como una de las más fructíferas en la historia del diseño cubano, tal vez solo comparable con la de Eduardo Muñoz Bachs y sus carteles para el ICAIC.

Peña aportó a la Casa de las Américas, con la gran cantidad de soportes diseñados, lo que hoy llamaríamos una identidad visual corporativa.

Por otra parte, con forma y contenidos que se consideraron renovadores en Cuba salió a la calle en 1959 el primer número de Lunes de Revolución, suplemento del diario Revolución. En ciertos casos, la experimentación que llevó a cabo el equipo de realizadores de Lunes… en la relación tipografía-fotografía-ilustración puede considerarse precursora de los carteles cubanos posteriores, cuya madurez expresiva se produjo hacia mediados de los años 60. Sus diseñadores principales fueron Jacques Brouté (francés residente en Cuba, en la primera etapa), Tony Évora (segunda etapa) y Raúl Martínez (tercera etapa). La publicación dejó de existir en 1961.

El cartel adquiere por estos años un rol preponderante como medio de divulgación. La vida de los cubanos se hizo muy intensa en las calles, en los sitios públicos; había mucho intercambio social por motivos laborales, estudiantiles, recreativos o de preparación militar. En tales circunstancias el cartel, al estar siempre presente, sirvió de eficaz comunicador, con independencia de la calidad mayor o menor que tuviera. No habiendo madurado aún un estilo gráfico o formas de hacer particulares en el diseño cubano, algunos de los más significativos carteles que pueden mencionarse de esta primera etapa lo son más por la coyuntura en que surgieron que por una calidad notable.

«Es bueno recordar que la eficacia comunicativa de tales objetos visuales fue más un resultado de la significación social del hecho que interpretaban y trasmitían que de los valores intrínsecos de su concepción y plasmación como obra gráfica.» (Bermúdez, J., 2000: 89). Tales son los casos de los diseños para la Campaña de Alfabetización de 1961 y los carteles de movilización y alerta que se hicieron en el contexto de la Crisis de Octubre de 1962.

En 1961 se creó el Consejo Nacional de Cultura (CNC). Algunos de sus diseñadores en los años iniciales fueron: Rolando y Pedro de Oraá, José Manuel Villa, Umberto Peña, Raúl Martínez, Héctor Villaverde, César Mazola, Rafael Zarza, Ricardo Reymena y Juan Boza. Su objeto social era la promoción de eventos e instituciones culturales, y se ocuparon también del diseño de revistas.

Junto al ICAIC, el equipo del CNC se puso en pocos años a la vanguardia del cartel cubano, pero a diferencia de aquel no mantuvo la misma estabilidad de autores, formatos y técnica de reproducción. Lamentablemente, la producción de carteles del CNC no ha sido conservada en archivos o colecciones, lo que unido a los prejuicios y marginaciones en que se vio envuelto el ámbito cultural en la siguiente década dio lugar a que se haya diluido la verdadera importancia de aquella producción en las décadas de los años 60 y 70.

Cierra esta etapa con una clara intención renovadora. Las propuestas visuales iban madurando en una generación numéricamente grande, joven y con ansias de realización, que creaba dentro de una realidad social en transformación y se atrevía a lo nuevo, adaptando sus creaciones a circunstancias muy exigentes. Por un lado las limitaciones económicas extremas de un país bloqueado, y el desenfado utópico por el otro.

3. De 1965 a 1975: maduración de un modo de hacer

Una caracterización del contexto en que se conformó una nueva gráfica en Cuba pasa por considerar que: a) la dinámica de transformación del país producía una demanda constante de comunicación visual, y b) los diseñadores estaban agrupados alrededor de instituciones que les propiciaban una ejercitación sistemática, con mucha libertad expresiva.

Dicho en términos de mercadotecnia, existió un clímax en que se equilibraron demanda y oferta. Ese clímax se puede decir que duró unos 10 años y es considerado por muchos especialistas como la etapa más fértil en la historia del diseño cubano. Algunos autores se refieren a ella como «la era dorada» de nuestro diseño.

La demanda se expresó, por ejemplo, en una eclosión editorial. La poligrafía llegó a alcanzar en su momento máximo cifras anuales de 700 títulos y 50 millones de ejemplares impresos, en un país con una población de alrededor de 7 millones de habitantes. Había decrecido el número de periódicos pero proliferaron las revistas, y las nuevas editoriales crearon una variada gama de colecciones de libros. La producción de carteles se disparó tremendamente, concentrado el grueso, en términos de cifras, en tres entidades: ICAIC, COR y CNC, es decir cine, propaganda política y cartel de promoción cultural no cinematográfica.

A modo de ejemplo vale decir que cuando en 1979 el ICAIC celebró sus 20 años organizó una muestra con el impresionante título de 1000 carteles cubanos de cine (curiosamente los años más representados fueron los finales del decenio 65-75: 1974, con 171 piezas y 1975, con 125 piezas; en cuanto a los autores, de Eduardo Muñoz Bachs fueron seleccionados 284 carteles). En ausencia de publicidad, aumentaron las campañas de bien público en las que tomaron mucha fuerza nuevos soportes como las vallas urbanas y los laminarios.

Aunque Cuba fue durante muchos años un país aislado y el cambio que se operó en estos años tuvo bases endógenas, no deben ignorarse las influencias externas. En 1964 viajó a Cuba Tadeusz Jodlowski, profesor de la Academia Superior de Bellas Artes de Varsovia, para impartir un curso a los diseñadores del CNC. Este primer encuentro directo con la escuela polaca de diseño –tan diferente de los códigos estéticos norteamericanos en boga en Cuba desde los años 50– fue útil para los jóvenes creadores del patio.

Tuvo además continuidad en las posteriores estadías de César Mazola (en 1965), de Héctor Villaverde (en 1966) y de Rolando de Oráa (en 1967) en Polonia, para estudiar durante seis meses bajo la tutoría de Henryk Tomaszewski. Otros antecedentes comparables con esta superación profesional fuera de la Isla serían los estudios de Arte y de Diseño de Félix Beltrán en universidades de primer nivel de los Estados Unidos muy al inicio de la década, y la carrera de nivel superior de Esteban Ayala en la Escuela Superior de Gráfica y Arte del Libro de Leipzig, República Democrática Alemana (entre 1962 y 1966).

En 1969 vinieron a La Habana los diseñadores gráficos polacos Wiktor Gorka, Waldemar Swierzy y Bronislaw Zelek.

Otras visitas de resonancia en el gremio del diseño gráfico cubano en años posteriores fueron las de Shigeo Fukuda en 1970 y 1987 (en esta última con una exposición de sus carteles en el Instituto Superior de Arte); de Albert Kapr en 1983 (dos años después se publicó en Cuba su libro 101 reglas para el diseño de libros); de Jorge Frascara y Gui Bonsieppe en repetidas ocasiones entre los años 80 y 90, y más recientemente de Norberto Chávez, Rubén Fontana, Alain Le Quernec e Isidro Ferrer.

Debe entenderse que a partir de los primeros años 60 los viajes de cubanos al exterior fueron escasos, como también de extranjeros a la Isla. Las «zonas de contacto» entre el diseño cubano y el mundo estuvieron reducidas durante muchos años, sobre todo en las décadas del 60 y 70, quedando los ejemplos que se mencionan más algunas revistas y libros internacionales que se recibían como excepciones de un estado de incomunicación con el mundo.

El primer intento de una revista cubana de diseño se produjo en 1970 cuando la COR editó Diseño. Su existencia se limitó a tres números en ese mismo año. En 1973 la misma entidad sacó a la luz Materiales de Propaganda (luego Propaganda), publicación que ha perdurado hasta hoy aunque con mucha irregularidad.

En 1962 surgió Cuba, una revista concebida para mostrar al mundo la realidad del país. Esta publicación (cuya antecesora directa se llamó INRA) desarrolló un perfil editorial muy visual y dinámico para su época y entorno, sumando para esto el talento de diseñadores y fotógrafos. Inicialmente la dirección de diseño y fotografía la ocupó José Gómez Fresquet Frémez, al que siguió Rafael Morante.

De 1967 a 1977 lo hizo Héctor Villaverde. Contó además, durante muchos años, con los aportes de Roberto Guerrero y de varios otros diseñadores como Luis Gómez y Jorge Chinique. En el equipo de fotógrafos estuvieron Alberto Díaz Korda y Raúl Corrales en la primera etapa y José A. Figueroa, Iván Cañas, el suizo Luc Chessex,Enrique de la Uz, Luis Castañeda y Nicolás Delgado en la década de los años 70.

Junto a Cuba, las revistas más notables de este período fueron La Gaceta de Cuba (surgida en 1962, con diseño de Tony Évora), Pueblo y Cultura y Revolución y Cultura (desde 1963), revistas diferentes pero emparentadas, en las cuales intervinieron por períodos Héctor Villaverde y José Gómez Fresquet Frémez, así como Tricontinental (surgida en 1967, con diseño de Alfredo Rostgaard).

A mediados de la década el cartel cubano empezó a concitar interés en Europa y en algunas otras plazas importantes de las artes visuales en el mundo. A través de artículos en revistas y de exposiciones van dándose a conocer una realidad social particular y un modo de reflejarla a través del diseño, todo lo cual atrajo atención y fue elogiado. Algunas de las exposiciones más importantes de esta etapa fueron: 1968, Galería Ewan Phillips, Londres; 1969, Museo de Arte Moderno, Estocolmo; 1971; Museo Stedelijk, Ámsterdam; Museo del Arte y de la Industria, París, y Biblioteca del Congreso (Sección Fílmica), Washington, todas con el título de Carteles Cubanos.

Sin dudas fue el cartel el género más representativo del auge en la gráfica cubana de esta época, tanto que opacó otros logros que permanecen hasta hoy poco abordados. Dos extremos opuestos por su escala serían el diseño para espacios expositivos o de gráfica urbana y el diseño de sellos de correo.

En el cambio de década se produjeron varias experiencias de interés en diseños de grandes espacios. Para los pabellones cubanos en las exposiciones mundiales de Montreal ‘67 y Osaka ‘70 trabajó el diseñador Félix Beltrán, formando parte de equipos dirigidos por arquitectos (en el primer caso, los italianos residentes en Cuba Sergio Varoni y Vitorio Garatti, en el segundo, Luis Lápidus).

Otra exposición que adquirió una coherencia y expresividad superiores gracias al diseño gráfico fue la Muestra Internacional de Arte del Tercer Mundo, La Habana, 1968, concebida en cuanto a diseño por José Gómez Fresquet Frémez. También se recuerdan las supergráficas que colmaron el edificio del ICAIC en los fines de año, en especial la de 1969, diseñada por Antonio Fernández Reboiro, y la de 1970, debida a Alfredo Rostgaard.

En el diseño de sellos de correo se produjo una evolución paralela a la de los carteles y el diseño editorial de estos años. Los códigos predominantes transitaron de una figuración realista a una conceptuación visual más efectiva. Varios diseñadores se especializaron en este tipo de trabajo y lograron algunas series donde las pretensiones de belleza que solían primar y la funcionalidad requerida del sello no entorpecieron el buen diseño, sino que por el contrario encontraron en él un aliado.

Fue sin embargo un creador que trabajaba en otra entidad quien demostró la mayor maestría para estas minúsculas piezas de comunicación. A Guillermo Menéndez se deben algunos de los más logrados sellos de correo cubanos, como los de las series Año Internacional de la Educación (1970) y xx Aniversario del Triunfo de la Revolución (1979).

Los niveles de calidad promedio que se alcanzaron en el diseño de sellos durante las décadas de los 60 y 70 se perdieron en años siguientes y se impuso de nuevo el modelo de representación con pretensiones de hiperrealismo, tanto en los temas de fauna y naturaleza como en los conmemorativos y de deportes, en ocasiones con un bajo nivel de realización en los dibujos.

En 1966 surge la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), la entidad que junto al ICAIC y el DOR puede ser considerada la otra gran productora de carteles, más por su singularidad y calidad que por la cifra de sus títulos: alrededor de 340 en los primeros 40 años. Vale apuntar que la producción histórica del ICAIC ha sido estimada entre 2 500 y 3 000 carteles; la del DOR se calcula entre 6 000 y 8 000.

Los carteles de la OSPAAAL estaban destinados a trasmitir mensajes políticos de solidaridad, fundamentalmente con procesos de descolonización / reivindicación social / antimperialismo en diversos países del Tercer Mundo. Inicialmente se hicieron circular doblados y encartados dentro de la revista Tricontinental (cuya tirada llegó a ser de 50 000 ejemplares). Usaban un formato pequeño y un lenguaje gráfico asimilable por individuos de culturas e idiomas diferentes, privilegiando la imagen sobre el texto. La principal figura de la cartelística de la OSPAAAL fue Alfredo Rostgaard. También se destacaron Lázaro Abreu, Olivio Martínez, Rafael Morante, Jesús Forjans, Faustino Pérez, Berta Abelenda, Rafael Enríquez y René Mederos.

La creación del Instituto Cubano del Libro (ICL) da pie a la remodelación de las editoriales y sus perfiles gráficos. En las editoriales Arte y Literatura y Letras Cubanas trabajaron, entre otros, Raúl Martínez, José Manuel Villa, Cecilia Guerra, Carlos Rubido y Luis Vega; en Ciencias Sociales lo hicieron Roberto Casanueva y Francisco Masvidal. Ellos llevaron el diseño de libros dentro del ICL a un nivel cualitativo alto. En otras instituciones, Raúl Martínez y Tony Évora (Ediciones R), Fayad Jamis (Ediciones Unión) y Umberto Peña (Casa de las Américas) fueron los más destacados en esta época.

El libro había dejado de ser un objeto elitista para quedar al alcance de cualquier ciudadano, respaldado esto por una política de precios subvencionados estatalmente a fin de promover la lectura y por ende el enriquecimiento cultural.
Los diseños cubanos de libros de esta época fueron desinhibidos, a veces arriesgados, y aunque respetaban ciertas reglas básicas, no parecían asumirlas como leyes inviolables. En las cubiertas había más búsqueda expresiva que disciplina tipográfica.

Libros sobre diseño no han existido muchos en Cuba. El prolífico Félix Beltrán publicó Desde el diseño, en 1970, Letragrafia (Editorial Pueblo y Educación), en 1973, y Acerca del diseño (Ediciones Unión), en 1975. En años siguientes aparecieron El libro, su diseño, del creador Roberto Casanueva (Editorial Oriente, 1989), El cartel cubano de cine (Editorial Letras Cubanas, 1996) y La imagen constante. El cartel cubano del siglo xx, del estudioso del diseño Jorge Bermúdez (Letras Cubanas, 2000), primer estudio profundo sobre este tema particular.

Las zafras azucareras, principal evento económico del país hasta hace pocos años, estuvieron acompañadas habitualmente de numerosos impresos cuyo propósito era estimular la conciencia laboral de los trabajadores. La campaña propagandística alrededor de la zafra de 1970, en la cual el gobierno se propuso una meta nunca antes alcanzada, tuvo dimensión nacional, con equipos de diseño localizados en cada provincia. Fue concebida una serie de vallas y carteles que anunciaban cada etapa vencida. A diferencia de la profusión de imágenes figurativas (obreros, sembrados de caña, maquinarias y herramientas) con que se había comunicado la movilización hacia las zafras de años anteriores, en esta Olivio Martínez elaboró unas imágenes tipográficas muy coloridas que expresaban la euforia nacional alrededor de este magno empeño productivo. Su concepción seriada resultó de mucho interés.

De este crucial evento económico y político de la Revolución Cubana quedó otro cartel que expresaba, no la euforia con que se inició la zafra sino la consternación de su final frustrado al no cumplirse la meta propuesta. Revés en Victoria (COR, 1970) es un notable ejemplo de economía de medios, que logra visualizar sintética y sugerentemente una frase del momento. Su autora fue Eufemia Álvarez, una de las varias mujeres que se destacaron en la gráfica cubana en estos años sin que se les mencione con la frecuencia y justeza que merecen. Su cartel obtuvo uno de los cinco premios en el Salón Nacional de Carteles de 1970, junto a piezas tan notables como Besos robados (de René Azcuy), Viva el xvii Aniversario del 26 de Julio (de Félix Beltrán), ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (de Rolando de Oraá) y Moler toda la caña y sacarle el máximo (de Antonio Pérez Ñiko).

La COR había organizado el primer Salón un año antes, centrado solamente en la producción de carteles.2 Fue inaugurado con una gran exposición, para la que se seleccionaron y quedaron expuestos trabajos de 70 diseñadores. Cinco diseños –que con el tiempo han pasado a ser considerados antológicos– fueron premiados: Cuba en Grenoble (de Raúl Martínez), Todos a la Plaza con Fidel (de Antonio Pérez Ñiko), Décimo aniversario del ICAIC (de Alfredo Rostgaard), Clik (de Félix Beltrán) y Décimo aniversario del triunfo de la rebelión (del equipo integrado por Ernesto Padrón, José Papiol y Faustino Pérez).

Un desglose de los premiados en las primeras diez ediciones de este Salón Nacional del Cartel (luego renombrado Salón Nacional de la Propaganda Gráfica 26 de Julio) arroja otros datos de interés: los 40 premios otorgados fueron a manos de 26 diseñadores, es decir que existía una calidad repartida; tres fueron ganados por mujeres; el balance temático es de 21 carteles políticos, 12 culturales y 7 sociales. Se evidencia también la distribución geográfica de la actividad de diseño en Cuba por esos años, al recibirse y premiarse trabajos de varias provincias con destaque para Matanzas y Santiago de Cuba.

En 1970 se publicó el libro The Art of Revolution (McGraw-Hill Book), de los autores Susan Sontag y Dougald Stermer. El mismo significó un espaldarazo internacional a la gráfica cubana, especialmente por el ensayo de Sontag y por la espléndida selección de carteles, desplegados en un libro de gran formato. La repercusión internacional de la gráfica cubana era ya un hecho al inicio de la década de los 70.

Se habían obtenido los primeros lauros: un cartel de Esteban Ayala en la República Democrática Alemana, 1964; libros de Santiago Armada Chago, Eduardo Muñoz Bachs, José Manuel Villa, Esteban Ayala y Félix Beltrán en Ferias del Libro IBA de Leipzig entre 1965 y 1971; el cartel Harakiri de Antonio Fernández Reboiro en Sri Lanka, 1965; y finalmente el conjunto de carteles presentado por Cuba, que recibió el primer premio en el Concurso Internacional de Carteles de Cine dentro del Festival Internacional de Cine de Cannes en 1974.

Se alcanzaba así el momento de máximo esplendor, la consolidación de un modo de hacer en función de una coyuntura social muy particular. La generación que la había llevado a cabo estaba en su plena madurez. No había sin embargo un relevo a la vista. Los primeros intentos de fundar una escuela de diseño, la Escuela de Diseño Industrial e Informacional, dentro el Ministerio de la Industria Ligera en 1969, no habían tenido continuidad ni arraigo.

4. De 1976 a 1989: estancamiento y retroceso

En este período se producen cambios importantes en la estructura político-administrativa y de gobierno que guardan relación con la incorporación del país al bloque económico de los países socialistas.

Variedad de factores condicionaron la crisis del diseño gráfico cubano que se hizo evidente en este período:

Se saturó el código visual creado en los años 60 y no llegó a tiempo la necesaria renovación tanto visual-expresiva como humana, es decir, de profesionales con similar o mejor nivel profesional que sus antecesores.

Las relaciones laborales entre los diseñadores y profesionales afines y sus superiores se tornaron rígidas, imponiéndose un estilo burocrático de encargo / aprobación de diseños.

Hacia el final de los años 80 comienza a conocerse en Cuba la tecnología digital, avance al que no todos los diseñadores por entonces activos pudieron incorporarse –con lo cual quedó marginado un sector de profesionales maduros respecto a los jóvenes que entraban al gremio– y que por otro lado hizo posible que personas con poca preparación específica en comunicación visual accedieran a trabajos de diseño en detrimento de la calidad resultante.

Hubo conciencia bastante generalizada de la crisis (al menos entre los diseñadores y demás especialistas) pero no soluciones.

Al parecer las instituciones no reaccionaron ante las señales: en 1978 la revista Revolución y Cultura publicó un conjunto de artículos-encuestas debatiendo las encrucijadas a que se enfrentaba la cartelística nacional desde hacía algunos años. De Raúl Martínez es esta afirmación: «Quizás nos hemos dormido en los laureles, los artistas que los elaboramos (los carteles) y los organismos y funcionarios que se encargaron con entusiasmo de pedírnoslos y difundirlos a la vez». Todavía diez años después, en un informe redactado por profesionales de la comunicación y puesto a debate en las instituciones vinculadas directamente con esta actividad, se repite que «el diseño gráfico ha presentado en la última década una baja sustancial en lo cualitativo y cuantitativo». Los factores fundamentales que inciden son (selecciono algunos): la inexistencia de una política institucional de promoción al diseño gráfico, la limitación profesional y cultural de las personas que dirigen en las instituciones, la deficiente calificación de numerosas personas que trabajan como diseñadores y la necesaria renovación de diseñadores que deben promover los centros docentes especializados.

La Sección de Diseño de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), dirigida por Héctor Villaverde y Alfredo Rostgaard, organizó los Encuentros de Diseño Gráfico (el primero tuvo lugar en 1979, el segundo en 1985), en un intento por tomar la iniciativa y debatir públicamente los asuntos de la profesión, pero dándole la palabra a los creadores. Sintomáticamente, el cartel del evento, debido a Francisco Masvidal, muestra los entonces habituales instrumentos del diseñador: cuchilla de cortar, pincel, rotulador de tinta y lápiz con forma de proyectiles.

Por esos años algunos diseñadores notables salen definitivamente del país (por ejemplo, Antonio Fernández Reboiro y Félix Beltrán; mucho antes ya lo había hecho Tony Évora) y otros dejan los puestos de trabajo donde estaban (Umberto Peña, Eduardo Muñoz Bachs, René Azcuy). Cuando en 1980 se funda la Oficina Nacional de Diseño Industrial (ONDI), el diseño gráfico cubano ya está en franca crisis. La ONDI pone entre sus prioridades la formación de diseñadores y funda el Instituto Politécnico para el Diseño Industrial en 1983 y el Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI) en 1984, siendo esta la primera –y hasta el momento única– universidad de diseño en Cuba, de donde salieron los primeros veintiún egresados en 1989, nueve de ellos como diseñadores informacionales.

El claustro inicial del ISDI estaba formado por arquitectos. Antonio Cuan Chang, formado como docente en Diseño Básico en la escuela de arquitectura, encabezó la facultad de Diseño Informacional desde su fundación hasta 1993. Las dos grandes excepciones a esta tendencia fueron Esteban Ayala y el profesor chileno Hugo Rivera.

Los arquitectos, con su dominio de las leyes generadoras de la forma y de la Gestalt, habían alcanzado cierto éxito en la gráfica cubana desde los años 70, en especial en la creación de logotipos. En una época en que se hicieron frecuentes los concursos abiertos para crear la identificación de eventos e instituciones, los arquitectos probaron ser muy certeros.

Salidos de concursos públicos o no, algunos logotipos de gran visibilidad se han mantenido hasta hoy por su pregnancia y eficiencia marcaria, como son los casos de: Helados Coppelia (de Guillermo Menéndez, 1964), Ministerio de la Construcción, y Parque Lenin (ambos de Félix Beltrán, años 70), Ministerio de la Pesca (René Azcuy, años 70), Aerolínea Cubana de Aviación (de Juan Antonio Gómez Tito, años 70) y Asociación Cubana de Artesanos Artistas (Antonio Cuan Chang, 1980).

El crecimiento de la industria ligera experimentado en la década de los 70 motivó un desarrollo del diseño de envases. En particular para el sector de los productos alimenticios fueron creados sistemas completos de marcas, etiquetas, envases y embalajes desde el Centro de Diseño de Envases y Divulgación. Ello se extendió también a los habanos y su promoción en el extranjero. De aquel equipo pueden mencionarse los nombres de Luis Rolando Potts, Antonio Goicochea, Santiago Pujol y Carlos Espinosa Vega, representantes los tres primeros de la poco numerosa generación intermedia, la que siguió a los iniciadores de los años 60 y antecedió a la nueva hornada de los 90.

Entre 1977 y 1978, con motivo de la celebración en Cuba del xi Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, tomó mucha fuerza en La Habana el tema de las gráficas urbanas. Formando parte de equipos multidisciplinarios junto a arquitectos, urbanistas e ingenieros, el diseñador concibió las llamadas supergráficas que colmaron zonas de gran circulación en La Habana.

En 1983 se fundó el Taller de Serigrafía René Portocarrero, donde se han impreso a lo largo de estos años muchos carteles para pintores y cantautores jóvenes. También con la técnica serigráfica pero diferente finalidad, en el Instituto Nacional del Turismo (INTUR) –anteriormente Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT)– se diseñaron varias series de carteles cuya coherencia los hizo relativamente distinguibles. Producidos en la segunda mitad de la década del 70 para promover destinos turísticos particulares o elementos de la flora y la fauna del país, estaban destinados al turismo internacional pero resultaron muy atractivos también para los cubanos, que los adquirieron y usaron en la decoración de sus hogares. Predominaba en ellos un dibujo geometrizado, con un intenso colorido rematado casi siempre por líneas negras. Sus autores fueron Jorge Hernández, Armando Alonso, Arnoldo Jordi, Raymundo García, Enrique Vidán y Francisco Yanes Mayán.

Una revista que consolidó una visualidad muy atractiva para su época apoyada en el uso de la fuente Avant Garde cuando el diseño editorial privilegiaba las tipografías suizas fue Mar y Pesca, bajo la dirección artística de Jacques Brouté. Otras publicaciones periódicas que surgieron o se destacaron en esos años fueron: Opina (diseñada por Arístides Pumariega), El Caimán Barbudo (por donde han pasado varios diseñadores en casi cuatro decenios de vida), y Juventud Técnica (en la década de los años 80; con una dinámica visual basada en la ilustración muy atractiva para los jóvenes, diseñada por Carlos Alberto Masvidal).

(…)

Billete de 10 pesos

Billete de 10 pesos

Billete de 10 pesos. Serie de 1960. Colección Cuba Material.

En Pérez-Stable, Marifeli. 2008. La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí. Original en inglés publicado en 1993):

Según este periódico, en 1959 el poder adquisitivo de la población aumentó en 200 millones de pesos en ocho meses. «Las solicitudes de inversión se multiplicaron por dies y las de licencias para pequeñas empresas crecieron en un 400%» (en Pérez-Stable 2006:116).

Y continúa: «La Asociación Nacional de Industriales de Cuba estuvo de acuerdo en formar parte de las filas revolucionarias, y a pesar de que se quejaba por el aumento de los salarios, respaldaba la industrialización y sometió su propio programa a la consideración del gobierno revolucionario» (p. 117).

«El 1ro de enero de 1960 la ANIC felicitó al gobierno revolucionario en ocasión de su primer aniversario, y elogió el programa de industrialización, la honestidad administrativa, la expansión del mercado nacional y las regulaciones del comercio exterior. De igual manera, los industriales se ofrecieron para lanzar una campaña internacional dirigida a mejorar la imagen de Cuba en el ámbito financiero.» (p. 117)

Esta luna de miel duró mientras el régimen no se radicalizó. «A medida que se definía el carácter del nuevo gobierno, las clases económicas comenzaron a retirar sus inversiones» (p.119).

Postal de navidad

Postal de navidad

Postal de navidad. 1959. Festivales del Libro Cubano. La Habana. Colección Cuba Material.

A todos los lectores y colaboradores de Cuba Material, ¡felices navidad y año nuevo!

Broche de celebración de la amistad cubana y china. 1961. Colección Cuba Material.

Recién declarado el socialismo cubano, en medio del conflicto entre la República Popular China y la URSS, justo cuando los soviéticos retiraban su ayuda técnica al país asiático, Cuba celebraba la amistad con la China de Mao, no sin antes haber asegurado un crédito soviético por cien millones de dólares, haber firmado un convenio de venta de azúcar a este país y haber negociado la compra de petróleo a precios preferenciales.

Diploma de Firmeza Patriótica otorgado por la Casa de la Cultura Española. 1960. Regalo de Gerardo Fernández Fe. Colección Cuba Material.

Se sabe que, como asegura el historiador Juan Pérez de la Riva (1966), los cubanos proindependentistas del siglo XIX preferían beber café en lugar de chocolate y comer arroz blanco con frijoles negros en lugar de la paella y los garbanzos españoles. De igual modo, pintaban sus casas en los colores de la bandera de La Demanjagua.

Me cuenta mi abuela que su abuela, Gertrudis Mueses, cuyo nombre de pila ella heredó, había sido, además de prima, novia de Pascual Rodríguez y Pérez, uno de los ocho estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871, acusados de profanar la tumba de un oficial español. Dice mi Gertrudis que, por eso, a su Gertrudis todo lo relacionado con España le parecía feo, y que encontraba defectos en todos los objetos asociados con la antigua metrópolis.

En 1960, sin embargo, la Casa de la Cultura Española otorgó un diploma de «firmeza patriótica» a aquellos de sus miembros que más «fidelidad a la causa del pueblo español» y a su casa de cultura hubiesen demostrado, en especial, dice el diploma, «durante los años de persecución de la dictadura batistiana».

escuela La Salle

escuela La Salle

Costado que da a la calle C del antiguo colegio de La Salle, construido en 1910. Vedado, La Habana. Foto de 2012.

Ocupando toda la manzana que forman las calles 11, 13, C y B, está la escuela La Salle. Construida en 1910, allí estudió mi abuelo la enseñanza elemental, durante los años treinta. Poco después de graduarse de medicina en la Universidad de La Habana en 1943, se casó también allí con mi abuela. Para mí, siempre fue una escuela secundaria tecnológica, poca cosa en el escalafón educativo de los años ochenta, el lugar a donde iban a estudiar los niños «brutos». Jamás entré a esa La Salle socialista, pero me costaba trabajo compaginar las historias de mi abuelo con lo que veía cuando caminaba por esas calles, ruta frecuente en mi juventud, que trataba de evitar para evitarme los piropos soeces de los muchachos que asistían a esa escuela. Mucho más difícil me era concebir que mis abuelos hubieran querido casarse en ese sitio. Sin embargo, el vestido de novia de mi abuela, su tiara, la invitación de bodas y los recortes de periódico de entonces no mienten. La Salle que yo conocí no era la misma.

El niño que una vez fue Manuel Calviño, también estudió allí, y escribió:

Mi escuela

(…) La barriada del Vedado se privilegiaba con aquella edificación que se levantaba sólida y resplandeciente. Orgullo de un poderío económico de clase media ascendente, pero sobre todo de un poderío educativo, intelectual, formativo. Los Hermanos “De La Salle” habían consagrado, inequívocamente, su vida a la Educación. Con una profunda convicción católica, y avanzadas ideas acerca del modo de “preparar hombres para la vida”, ejercitaban su vocación para el magisterio de manera excepcional, con compromiso cívico, cultivando el alma cubana.

(…) Tengo un gran vacío documentario sobre lo que sucedió. Mi vocación no es de historiador. Solo soy un narrador de sentimientos. Mis vivencias las llevo al papel. De modo que lo que conservo es que en abril de 1961 fue mi última salida del Edificio de mi Escuela. Fue por la puerta trasera. Nos llevaron apresuradamente al sótano a tomar los ómnibus. Una vez adentro nos instaron a agacharnos en nuestros asientos, a no exponernos en las ventanillas que deberíamos tener cerradas. Se sentía el nerviosismo de los hermanos, ecuánimes en apariencia, pero muy preocupados. Cuando salimos a la calle 11, atemorizados por la inusual emergencia y el desconocimiento de lo que pasaba, alcanzamos a oír gritos que venían de la calle: “Pin Pon fuera. Abajo la gusanera”, “Que se vayan los bitongos”, “Curas asesinos”, “Nacionalización”. Una rápida mirada desobediente tropezó con carteles enarbolados por un grupo numeroso de personas que, parapetados en la calle, obstaculizaban el paso de las “guaguas”, e inundaban el silencio de la tarde con la misma expresión: “Curas asesinos”. No podía, ni podré entender nunca, aquellas palabras.

(…) La Escuela quedó un largo tiempo abandonada. Habitada quizás por ecos de su historia, quizás por espectros de sotanas negras, camisas azules, pantalones de caqui beige. La erosión se imponía sobre sus fachadas. La acción destructiva sin contraposición constructiva laceraba desde todas partes las estructuras y fachadas del edificio. Mi Escuela no era una prioridad para los que definían lo que sí y lo que no. Probablemente, para muchos, ella representaba un pasado que lejos de ser historia a recuperar, se pensaba, equívocamente, como una suerte de ignominia a olvidar. “Todo al fuego” en una pésima interpretación de la sabía afirmación martiana. Ninguna Escuela católica se salvó del pie forzado. Ninguna Escuela privada.

(…) ¿Cómo no entendimos que la historia no es el cuento que los doctos o los profanos hacen, sino los sucesos reales que dejan marcas indelebles en la vida real de las personas, de las ciudades, de las naciones?…

(…) Así cómo “la diferencia entre el desierto y un jardín, no está en el agua, sino en el hombre”, la diferencia entre el edificio de mi Escuela, aquél que glamoroso ilustraba la producción cultural de una época con aciertos y desaciertos, y el destruido inmueble que a duras penas se mantenía allí en pie, no estaba en el tiempo, sino en el hombre. No fue el tiempo quien convirtió en semi ruina lo que parecía ser una irreductible edificación. Fue el hombre.

Las paredes del Edificio ya gemían cuando una sabia decisión reconvertiría al gigante en una edificación con fines educativos. Tocaría el turno a un centro de enseñanza técnica. Se podrían aprovechar condiciones propias del inmueble. El sótano trasero se transformaría en taller de mecánica. El patio lateral, con vista a la Calle C, sería techado para tener más espacio protegido de la inclemencia de las lluvias tropicales. Le llegó también el turno a la Capilla. Allí donde buena parte de los lasallistas habaneros hicimos nuestra Primera Comunión, y algunos hasta la Confirmación, los nuevos estudiantes harían su primera disección de un motor. Donde otrora, junto al magnífico coro escolar, yo entonaba el “Cristus Vinci”, ahora resonarían ensordecedores choques de metales, de instrumentos de labor, contra la maciza construcción de estructuras férreas y armazones de hormigón de todo tipo. Cada época se construye a sí misma. En altares, en talleres. En cualquier lugar. En todos los lugares. Pero siempre el gran constructor: El ser humano. Con una vocación u otra. Cuando son buenas, cuando son auténticas, se interconectan. Y solo cuando son falsas, se excluyen.

(…) Desde cuando se viene gestando una ruptura de ciertas normas elementales de conducta ciudadana, cívica, es algo que no logro precisar. Inicialmente me preocupó, luego me dolió y ahora me molesta. Los modelos relacionales se han desvirtuado. Tanto en las dimensiones espirituales, en el ámbito de las relaciones interpersonales, cuanto en lo que se refiere al respeto y cuidado del mundo material. Desde este desastre planetario que amenaza con precipitar al mito del Armagedón, hasta la falta de cuidado para con la expresión material de cualquier tipo de creación espiritual humana: una ciudad, un libro, una escultura, un jardín, un veterano edificio, una joya de la cultura nacional. No hay consciencia del esfuerzo humano objetivado en cosas que más que material, son riqueza espiritual objetivada. No hay consciencia de la necesidad de cuidar la obra humana, porque es así que se cuida lo humano en nosotros mismos. El alma cubana corre el riesgo de aparecer amancillada por la falla educativa. También mi Escuela cae en las redes inhóspitas de tal desidia. (…)

Manuel Calviño

Diciembre de 2010

(Texto enviado por el autor)

escuela La Salle

Costado que da a la calle C del antiguo colegio La Salle. Foto de 2012.

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Ver también la página de la Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios de La Salle en Cuba.

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En Diario de CubaLos colegios fantasmas:

Algunos, irremediablemente perdidos, unos pocos dedicados a otros fines con mejor suerte, otros en situación de derrumbe, y la mayoría en avanzado estado de deterioro acumulado, los grandes colegios privados de La Habana, tanto religiosos como laicos, existentes antes del año 1959, constituyen una prueba irrefutable de irresponsabilidad y desidia, con respecto al cuidado de los bienes nacionales.

La Salle del Vedado, los Maristas de la Víbora, los Escolapios de Guanabacoa, de La Habana y de la Víbora, Baldor, el Instituto Edison, las Ursulinas, St. George’s, Arturo Montori, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora del Pilar y otros, tanto de varones como de hembras o mixtos, sin años de mantenimientos ni de reparaciones o con reparaciones de mala calidad y un poco de «colorete» en sus fachadas, son tristes malos ejemplos a la vista de todos. Y algo similar ocurre con los existentes en otras provincias.

Dedicados los principales recursos financieros a la construcción de escuelas secundarias y preuniversitarios en el campo, y no una parte a la preservación del fondo arquitectónico-docente existente, durante los años de la fiebre por vincular a toda costa el trabajo agrícola y el estudio, en una estrecha interpretación de un precepto martiano, los grandes colegios privados, diseñados y construidos con todas las exigencias docentes, son ahora viejos fantasmas dispersos por nuestras ciudades. Fracasado el experimento agrícola-educativo, tanto desde el punto de vista docente como productivo y económico, hoy también la mayoría de esas secundarias y preuniversitarios en el campo se encuentran abandonadas y en estado deplorable, o en proceso de adaptación como viviendas y albergues para campesinos y obreros agrícolas.

Despojados los grandes colegios privados de sus nombres originales, rebautizados utilizando el santoral ideológico oficial y transformados totalmente, no precisamente para bien, en instituciones grises, han perdido su personalidad y tradiciones, logradas en años de ejercicio de la docencia. Además de estas pérdidas, también ha desaparecido el vínculo generacional donde abuelos y abuelas, padres y madres, hijos e hijas y nietos y nietas estudiaban en el mismo centro, convirtiéndose profesores y alumnos en una gran familia, a la que se pertenecía de por vida. Ser graduado de La Salle, de los Maristas, del Edison, de Belén o de las Ursulinas, por citar solo unos pocos ejemplos, formaba parte de la identidad personal y se proclamaba con sano orgullo.

Continuar leyendo.

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En Martí Noticias, Wilfredo Cancio Isla: Histórico Colegio de La Salle se cae a pedazos en céntrico barrio de La Habana:

La restauración capital que amerita la instalación, construida en 1910, asciende a millones de dólares y ocuparía años de minuciosa labor, porque el desmoronamiento constructivo y la devaluación patrimonial del lugar comenzaron desde el mismo momento de su confiscación a los Hermanos de La Salle por el régimen de Fidel Castro, en 1961.

Invitación de bodas

Invitación de bodas de Gertrudis Caraballo Gálvez y Leopoldo Arús Gálvez, en la capilla de La Salle. 1943.

Brazalete de felpa del Movimiento 26 de julio. Colección Cuba Material.

Sobre la ropa que se gastan Hugo Chávez y Fidel Castro, en El tono de la voz: Otra ropa de la decadencia:

La levita de José Martí…, el uniforme de gala de Simón Bolívar y estos dos calamitosos epígonos vestidos como narcos que charlan un domingo cualquiera en una valla de gallos…

En tiempos dominados por la apoteosis visual, ya no se trata de preguntarse si cada pueblo tiene los gobernantes que merece. Más bien de constatar la imagen que transmiten sus líderes. “Revoluciones pujantes”, dicen mientras se muestran como atletas en retiro esos dos fantoches. ¡Vaya pujo!

Sobre el brazalete del 26 de julio que ilustra esta entrada, comenta un entrevistado en Cuesta arriba: Historias de Cinco Picos, libro de Jorge Martín Blandino (2012, p. 49):

La alegría era tremenda, todo el mundo en las calles, adolescentes incluso con armas, los brazaletes del Veitiséis…

Mi familia materna simpatizaba con la revolución. Este brazalete pertenecía a mis abuelos. Es posible que lo hubieran adquirido durante los días posteriores al 1 de enero de 1959. Quizás como parte de los disfraces de guerrilleros que se comercializaron por aquellos años.

Envase de refresco en polvo Tang

Envase de refresco en polvo Tang. 1961. Colección Cuba Material.

Emilio Ichikawa: Aguacero de mayo: 17-1961 Oferta de Castro:

Al calor de la plenaria —en el Parque Exposición de Rancho Boyeros— de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), Fidel Castro se refiere al déficit de tractores para labores agrícolas y dispara: «¡Está bueno ya de contrarrevolucionarios y de mercenarios en la cárcel, comiendo tranquilos! [Si] el imperialismo no quiere que sus gusanos trabajen, que los cambien por tractores y maquinaria agrícola! (…) Desde luego que los que hayan cometido asesinatos, entre esos esbirros, no los podemos cambiar por nada, [pero] todos los demás se los cambiamos por 500 buldózeres». El presidente Kennedy prestó oídos al mensaje y se formó el comité Tractors for Freedom, incluso bajo la presión del bando conservador, que consideró a los buldózeres «potencial material de guerra». Castro subió la parada con otra jugada mañosa: que los prisioneros de la Brigada de Asalto 2506 escogieran a diez para ponerlos en libertad bajo palabra y enviarlos a EE. UU. como representantes de Cuba en la negociación. De paso pulverizó el argumento de los conservadores: si los buldózeres eran «material de guerra», manden entonces tractores más pequeños en cantidad suficiente para llegar al valor estimado de 500 buldózeres Caterpillar D-8 8 (ca. $28 millones). Al deslizar esta propuesta, Castro usó por primera vez el término «indemnización» en el contexto de la invasión a Girón. Los 10 brigadistas llegaron (mayo 22) a Washington y Capitol Hill se alborotó ahora porque la demanda de indemnización was incompatible with our national honor. El comité Tractors for Freddom ofreció —en tono de ultimátum a Castro— 500 tractores pequeños, que valdrían $17 millones, y Castro replicó a los emisarios del comité (Foto) que si el honor nacional de EE. UU. no daba para pagar $28, pero sí $17 millones, no había negocio. A la postre Castro sacaría dos veces y pico más en valor (casi $53 millones) en alimentos y medicinas. Y el cambio de brigadistas por buldózeres se rebajó ante el vulgo a cambiarlos por compotas.

refresco Tang

Escena del libro Adios, mi Habana, de Anna Veltfort (Verbun, 2017), donde la protagonista observa el envase del refresco en polvo Tang.