el sombrero de yarey en la Concentración Campesina


El 26 de julio de 1959, el gobierno cubano reunió en la Plaza Cívica de La Habana cerca de medio millón de campesinos. Habían sido trasladados a la capital por iniciativa del M-26-7, para asistir a la primera celebración oficial del fallido ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la provincia de Oriente, en 1953.
Para la puesta en escena del discurso agrario-nacionalista del nuevo orden político que tuvo lugar en aquella ocasión, la Comisión Organizadora Pro-Concentración Campesina contó con la colaboración de los habaneros. Los residentes de La Habana donaron dinero y una serie de artículos, entre ellos sombreros de yarey, que luego fueron distribuidos entre los que asistieron al acto de la Plaza Cívica. Gran parte de la épica que acusan las fotografías del evento se debe a los muchos sombreros de yarey que desbordan la plaza, la más certera representación del pueblo humilde y campesino para el que Fidel Castro prometió gobernar.
El sombrero de yarey no sólo estetizó y uniformó al pueblo reunido para celebrar «el primer aniversario del Asalto al Moncada que se celebr[aba] en libertad», como se refiere a aquel acto de masas uno de los plegables que promocionaron el evento. También sirvió de logo a la campaña mediática dirigida a la clase media habanera que alojó en sus casas a los «hermanos» del campo o cooperó de muchas otras maneras con la celebración de aquel 26 de julio.
Según el crítico literario Ambrosio Fornet, “La Habana se llenó de sombreros de yarey y escarapelas con la visita de miles de campesinos que descubrían asombrados los bombillos y el teléfono” (2009: 354). También la historiadora Lillian Guerra cuenta que Cubana de Aviación “took out a large ad featuring a joyful peasant wearing his yarey hat and linen guayabera, hands thrown up in the air: ‘Brother peasants,’ the ad announced, ‘Habana is yours; feel that the home of habaneros where you are staying are your own homes. . . . At this moment in Cuba, there is no one more important than you.’” (2012: 71).
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Sobre la Concentración Campesina y la contribución de los habaneros, en Lillian Guerra (2006) «Una buena foto es la mejor defensa de la Revolución.’ Imagen, Producción de Imagen y la Imaginación Revolucionaria de 1959.» Encuentro 46:11-21:
Traer medio millón de campesinos a La Habana requería un estimado de cinco millones de dólares en transporte, alojamiento y comida para los visitantes, muchos de los cuales no habían viajado nunca fuera de su provincia de origen, por no mencionar que no habían visitado nunca la capital. En algunos casos, los campesinos que iban a La Habana nunca habían salido de sus pequeños pueblos rurales. Al igual que la Reforma Agraria, el éxito de la visita de los guajiros a La Habana dependió, en primera instancia, de la generosidad financiera, del trabajo voluntario, y del apoyo organizativo de la clase media habanera. Igualmente significativa fue la organizada clase obrera habanera que voluntariamente donó en la fábrica su tiempo y, en algunos casos, su salario. Al final, el Gobierno nacional contribuyó, si es que lo hizo, con muy pocos fondos. . . .
Las familias pudientes abrieron sus puertas a cerca de 150.000 visitantes campesinos que no habían conocido antes. La Confederación de Trabajadores de Cuba, el sindicato más grande de Cuba, alentó a los trabajadores a donar un día de salario para la Reforma Agraria y a ofrecer alojamiento a los guajiros. Los estudiantes de la Universidad de La Habana, el personal del Ministerio de Hacienda, clubes de Rotarios y revistas como Carteles, prometieron proveer a 250.000 campesinos adicionales de un lugar donde quedarse en campamentos improvisados sólo para el evento. Los panaderos planearon hacer nueve millones de barras de pan para los desayunos y meriendas de los campesinos. Las compañías de gas acordaron donar combustible para su transportación y los ferrocarriles privados donaron 250.000 billetes gratis para hacer posibles los viajes desde las regiones más apartadas de Cuba.
Igualmente significativa fue la proporción en que los organizadores y los contentos residentes habaneros aseguraron que el espectáculo de la invasión guajira a La Habana fuera un éxito, tanto a nivel simbólico como personal. De esta forma, los trabajadores de la industria textil se ofrecieron para confeccionar, a un precio muy reducido, cientos de miles de guayaberas, las camisas tradicionales, supuestamente, usadas en el campo. Ostensiblemente, los residentes de La Habana esperaban que sus huéspedes campesinos «lucieran» como campesinos vistiendo guayaberas y el peculiar sombrero de yarey de ala ancha. Irónicamente, los campesinos ya no usaban sombreros de este estilo ni poseían guayaberas: la mayoría no podían ni pagarlas. Sabiendo esto, los organizadores movilizaron fábricas y comerciantes para vender las camisas y los sombreros a los residentes habaneros de clase media y adinerados, los cuales se esperaba fueran entregados como regalos de bienvenidas a todos los guajiros que se encontraran en las calles o que alojaran en sus hogares.
Además, los hoteles de cuatro y cinco estrellas ofrecieron cientos de paquetes vacacionales en sus habitaciones y suites, pagadas completamente, para los campesinos de Oriente, considerados los más pobres, los más olvidados, y los realmente heroicos por sus contribuciones al éxito de la lucha guerrillera. Miembros del Miramar Yacht Club, posiblemente el club social más exclusivo del país, proveyeron alojamiento en sus lujosos cuartos de huéspedes a treinta campesinos. Al final, ni los dueños de grandes extensiones de tierras, que habían sido el blanco de la Reforma Agraria, pudieron resistir el involucrarse. De acuerdo con Revolución, un grupo de hacendados pagó por 300 habitaciones en los hoteles Inglaterra y Plaza, en el corazón de la ciudad, así como un estipendio de tres pesos por campesino —¡lo cual resultaba ser mucho más de lo que ellos mismos ganarían trabajando en sus fincas! (Pp. 14-15)

Dice Graziella Pogolotti, en La mujer cubana en el quehacer de la historia:
Llegaron aquellos campesinos desnutridos–gente de 30 años que parecía tener 60, uno no tenía nunca la manera de calcular la edad de aquellos hombres destruidos físicamente, marginados totalmente de la vida moderna, muchos de ellos, que no conocían la electricidad, no conocían el cine; naturalmente, en una isla como ésta no habían visto el mar nunca en su vida. Entonces, iban al malecón y se quedan horas contemplando el mar. La gente realmente se estremeció. Se sintió culpable. Muchísima gente se sintió tremendamente culpable por haber tenido todo lo que tenía, poco o mucho, frente a aquella otra realidad que se presentaba de repente. (p.103)
Otros testimonios sobre la Concentración Campesina:
Cuando comenzaron a llegar los campesinos a La Habana… es que uno puede recordar tantas emociones al mismo tiempo, uno se pregunta a veces ¿qué fue lo que más te impresionó? y no puede saberlo ¡eran tantas cosas! Aquel bullicio de los sombreros, todo el mundo con su sombrero, con su pañoleta… Todavía recuerdo la concentración de aquel año, con los machetes aquellos en las manos, «chas, chas» sonando por toda la ciudad. (Carmen Pola, p. 105)
Ver Xiqués Cutiño, Delfín. 2019. “Sombreros de yarey cubrieron La Habana (+ fotos) (+ video).” Granma July 26 http://www.granma.cu/cuba/2019-07-26/sombreros-de-yarey-cubrieron-la-habana-fotos-video.
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