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etiqueta provisional
etiqueta provisional

Envase de resina líquida producido por la EMPROVA con etiqueta provisional. Colección Cuba Material.

Hace un tiempo, una amiga me envió la foto de una botella de quitaesmalte cubano, comentándome lo mucho que se parecía el diseño de su precaria etiqueta «provisional» a los envases de la línea australiana de productos de belleza Aesop. Lo había visto en casa de una chica, en la calle 17, en El Vedado, me dijo. Lo tenía en «la cesta donde guardaba los esmaltes» de uñas y parecía «algo super fino de Brooklyn/Chelsea, etc.», un «ejemplo de cómo la estética de élite aquí… converge con lo desprovisto allá», agregó.

En un evento reciente en la sede de la revista Cabinet, en Brooklyn, uno de esos lugares finos de Nueva York donde se respira (y bebe) la pasión por los objetos (el agua la sirven en antiguos contenedores de química fotográfica), me preguntaron sobre la relación entre los objetos de la era socialista y las dinámicas de distinción en Cuba. No supe entonces articular una respuesta, perdida entre el presente globalizado y el pasado soviético, y sus muy distintos códigos de distinción, pero hubiera podido disertar sobre los nuevos espacios hipsters que han surgido en La Habana, a veces demasiado cercanos a la estética de las etiquetas provisionales —quiero decir, a Aesop— y a una época en la que el mismo diseño frasco podía contener quitaesmaltes, loción bronceadora o Laxagar.

h/t: Rachel Price

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En 1986, durante la celebración del quinto aniversario de la Oficina Nacional de Diseño Industrial (ONDI), Carlos Rafael Rodríguez se refirió al diseño de envases y a la calidad de los productos que el país producía para la exportación:

De manera que en ese mundo es donde nosotros tenemos que meter nuestros productos y, desde luego, ese mundo no admite ni zapatos boludos, ni medicinas en cajitas que no se sabe si son de bicarbonato o de talco, uno tiene que mirarlas bien, no se vaya a echar lo que es para los pies, no se lo vaya a tragar uno, porque son iguales las cajitas de polvo para matar los hongos, son iguales, son exactamente iguales. ¡Cuidado con eso, que puede producir grandes trastornos! (RISAS) Entonces, así no podemos. Nosotros tenemos que exportar sobre la base de la eficiencia de nuestros productos y la eficiencia de nuestra presentación.

Yo puedo anunciarles que en el año 1985 hemos echado a andar muchas de estas cosas. Ya las discusiones de envases, que las tuvimos hace 4 años pero no les hicimos mucho caso, ya ahora han empezado a tener eficiencia, lo que son los envases. Que acá Darias, que está a mi izquierda, es bastante —yo diría lo suficientemente— estricto para impedir que ningún producto tenga el signo de categoría «Calidad Superior» si no lo merece y, además, se les quita cuando la pierden.

Etiqueta provisional de camisa de trabajo Nina. Calidad «segunda». Rebajada de 5.08 a 4.96 pesos. 1990. Colección Cuba Material.

El poeta, filósofo y exprisionero político Jorge Valls me contó que su padre, Alfredo Valls, había sido dueño de una pequeña tienda en Obispo y Villegas a la que había puesto el muy americano nombre de The Quality Shop, donde vendía ropa y confecciones para ambos sexos. Una vez, en los años cincuenta, puso a la venta unas camisas confeccionadas en Guanabacoa, de muy buena hechura y excelente calidad, pero de poca venta. Ante la necesidad de salir de esa mercancía, el padre de Valls mandó a hacer nuevas etiquetas para las camisas. Estas decían que las camisas habían sido hechas en Brooklyn, no en Guanabacoa. Además, les aumentó el precio. En poco tiempo, dice Valls, se vendieron.

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Dice Jean Paul Sartre en Huracán sobre el azúcar que, durante su primer viaje a Cuba en 1949, cuando quiso comprar un peine, fue advertido por el dependiente sobre la fabricación doméstica de este. El dependiente había querido ser atento y advertirle que se trataba de un producto de menor calidad.

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En casa de mis abuelos he encontrado etiquetas que dicen «Hecho en Cuba» en el interior de carteras de piel, en el lomo de peines plásticos color vainilla, en corbatas que aún cuelgan de la puerta del chiforrover de mi abuelo, en viejos y desteñidos pomos de perfume. En todos casos se trata de mercancía de la mejor calidad. Nada que ver con las chambonas prendas de vestir que solían traer la marca de «hecho en Cuba» en los comercios de los años ochenta.