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Lata de jugo de toronja Zunzún. Imagen tomada de internet.

El 11 de julio de 1972, Cuba ingresó al Consejo de Ayuda Mutua Económica (C.A.M.E.), organización de cooperación en materia económica entre los antiguos países socialistas de Europa del Este y la U.R.S.S. a la que también pertenecían Cambodia y Viet Nam. Su condición de miembro menos desarrollado le garantizó a la isla, junto a estos dos últimos países, un trato preferencial. Gracias a acuerdos firmados a través del C.A.M.E., Cuba importó no solo bienes de consumo, medios de producción, tecnología y fuentes de financiamiento a cambio, principalmente, de azúcar, cítricos y tabaco, sino también técnicos checoslovacos en construcción de maquinarias, asesores húngaros para el transporte y las telecomunicaciones, ingenieros navales polacos, especialistas alemanes en materiales de la construcción y profesores de diseño industrial, principalmente de la R.D.A., quienes formaron los primeros graduados de nivel superior en diseño gráfico e industrial del país, producidos por el Instituto Superior de Diseño Industrial (I.S.D.I.), una entidad subordinada a la Oficina Nacional de Diseño Industrial (O.N.D.I.).

Con relación a la enseñanza del diseño industrial, a finales de los años 1970s viajó a Cuba un grupo de asesores, entre quienes se encontraban Yuri Soloviev, director del Instituto Central de Diseño de la U.R.S.S. y presidente del International Council of Societies of Industrial Design (I.C.S.I.D.); Martin Kelm, secretario de estado para el diseño de la R.D.A.; Wolfgang Schmid, vice-secretario de estado para el diseño de la R.D.A.; y Tomás Maldonado, profesor de diseño de la Universidad de Boloña y director de la revista italiana de arquitectura y diseño Casabella. Según indica el periodista Alberto Pozo en una compilación de sus artículos publicados en la Revista Bohemia editada en 1991, los asesores soviéticos recomendaron al gobierno cubano la creación de una estructura institucional similar a las que existía en la antigua R.D.A. (la O.N.D.I.), para lo cual viajó a Cuba el profesor alemán Friederich Saalborn. Los cubanos contaron, además, con la asesoría de profesores y diseñadores del área capitalista, quienes viajaron a Cuba gracias a los programas de cooperación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (P.N.U.D.) o entrenaron en sus países a técnicos cubanos.

etiqueta provisional
etiqueta provisional

Envase de resina líquida producido por la EMPROVA con etiqueta provisional. Colección Cuba Material.

Hace un tiempo, una amiga me envió la foto de una botella de quitaesmalte cubano, comentándome lo mucho que se parecía el diseño de su precaria etiqueta «provisional» a los envases de la línea australiana de productos de belleza Aesop. Lo había visto en casa de una chica, en la calle 17, en El Vedado, me dijo. Lo tenía en «la cesta donde guardaba los esmaltes» de uñas y parecía «algo super fino de Brooklyn/Chelsea, etc.», un «ejemplo de cómo la estética de élite aquí… converge con lo desprovisto allá», agregó.

En un evento reciente en la sede de la revista Cabinet, en Brooklyn, uno de esos lugares finos de Nueva York donde se respira (y bebe) la pasión por los objetos (el agua la sirven en antiguos contenedores de química fotográfica), me preguntaron sobre la relación entre los objetos de la era socialista y las dinámicas de distinción en Cuba. No supe entonces articular una respuesta, perdida entre el presente globalizado y el pasado soviético, y sus muy distintos códigos de distinción, pero hubiera podido disertar sobre los nuevos espacios hipsters que han surgido en La Habana, a veces demasiado cercanos a la estética de las etiquetas provisionales —quiero decir, a Aesop— y a una época en la que el mismo diseño frasco podía contener quitaesmaltes, loción bronceadora o Laxagar.

h/t: Rachel Price

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En 1986, durante la celebración del quinto aniversario de la Oficina Nacional de Diseño Industrial (ONDI), Carlos Rafael Rodríguez se refirió al diseño de envases y a la calidad de los productos que el país producía para la exportación:

De manera que en ese mundo es donde nosotros tenemos que meter nuestros productos y, desde luego, ese mundo no admite ni zapatos boludos, ni medicinas en cajitas que no se sabe si son de bicarbonato o de talco, uno tiene que mirarlas bien, no se vaya a echar lo que es para los pies, no se lo vaya a tragar uno, porque son iguales las cajitas de polvo para matar los hongos, son iguales, son exactamente iguales. ¡Cuidado con eso, que puede producir grandes trastornos! (RISAS) Entonces, así no podemos. Nosotros tenemos que exportar sobre la base de la eficiencia de nuestros productos y la eficiencia de nuestra presentación.

Yo puedo anunciarles que en el año 1985 hemos echado a andar muchas de estas cosas. Ya las discusiones de envases, que las tuvimos hace 4 años pero no les hicimos mucho caso, ya ahora han empezado a tener eficiencia, lo que son los envases. Que acá Darias, que está a mi izquierda, es bastante —yo diría lo suficientemente— estricto para impedir que ningún producto tenga el signo de categoría «Calidad Superior» si no lo merece y, además, se les quita cuando la pierden.