Cultura material del socialismo cubano: 1961-1989.

Ómnibus Ikarus
Ómnibus Ikarus

Ómnibus Ikarus. 1980s. Toma de pantalla.

Sobre los ómnibus cubanos de procedencia socialista, en i-friedegg:

(…) Fue a principios de los años 60 cuando los Skoda llegaron a Cuba. (…)

Es muy probable que el único punto del continente americano en que rodó un autobús Skoda fue Cuba comunista.

La introducción de los Skoda simbolizó la hasta entonces inédita gravitación de Cuba hacia los países de la órbita soviética; los ciudadanos cubanos nunca antes habían visto un producto socialista, en medio siglo de república.

Antecedieron a los Skoda los ómnibus PAZ 672 y ZIL LIAZ 158, autobuses soviéticos más compactos, que pronto se hicieron célebres por su ineficiencia de combustible y, sobre todo —especialmente el LIAZ— por no tolerar las altas temperaturas del trópico.

(…)

Más de una vez en el viaje semanal a Matanzas —una ciudad a un centenar de kilómetros al Este de la capital— que junto a mi familia hacía, o de vuelta a La Habana, el Skoda en que viajé nos dejó a medio camino. Igualmente recuerdo la percepción generalizada de los adultos de que a la travesía por carretera en uno de aquellos ómnibus checos se podía apostar a que se descompondría en la jornada.

Casi todas estas roturas deben haber sido de carácter profundamente mecánico porque siempre terminaban con la imposibilidad de desplazamiento del vehículo. “Esto se rompió. caballeros”, solía exclamar concluyente el chófer del vehículo o, “¡hasta aquí llegó!”, cuando el autobús no podía avanzar más.

(…)

Gracias a estas fallas de los Skodas, los chóferes comenzaron a vestirse mal, con indumentaria obrera; no era práctico lucir camisa banca y corbata —como había sido siempre en el gremio—, si en cualquier momento habría de enfrascarse en una lucha cuerpo a cuerpo con la grasa y tizne para revivir el motor. Ese modo de vestir volvió sólo cuando fueron introducidos en Cuba los autobuses japoneses Hino, con aire acondicionado, después de 1970.

(…)

Los Skoda de carretera duraron más que los urbanos. Probablemente porque como sólo viajaban en ellos pasajeros sentados, no sufrieron el aniquilante castigo del sobrepeso de los de ciudad. De todas maneras hay que recordar que los Skodas urbanos nunca fueron sometidos al exceso de carga que más tarde padecieron los Leyland, y en los 80 y 90 los Ikarus. Ello se debe a que en los primeros años de la Revolución, justamente con el arribo masivo de los Skodas, la frecuencia de a minuto o cada dos de, por ejemplo, rutas como la 22, heredados otrora de la COA, se mantuvo, y pocas veces estos buses se vieron tan sobrecargados como luego ocurrió.

(…)

De todos los Skodas RTO quedó un superviviente antológico, el del INDER (el Instituto Cubano del Deporte) que hasta donde vimos y supimos todavía a principios de la década de los 90 permanecía activo aunque en un estado no tan glorioso como el de sus años mozos, y tras transplantarle varios motores reconstruidos con partes de uso. El vehículo servía sobre todo para transportar al equipo nacional femenino de basketball de Cuba. (…)

De triste recordación es el Skoda de Inmigración, el que trasladaba en medio de un mar de lágrimas a los cubanos que se marchaban al exilio, luego que quedaran establecidos los Vuelos de la Libertad desde el Aeropuerto Internacional de Varadero, a unos 130 km al oriente de La Habana, hasta el de Opalocka al Norte de Miami, en la Florida, Estados Unidos, a partir del 1ro de diciembre de 1965. Este autobús hacia el recorrido a full desde la residencia conocida como “El Laguito” en la exclusiva barrida de Miramar en la capital hasta el mencionado balneario, y luego volvía vacío, a menos que en el propósito de sacarle provecho a su viaje de regreso, a veces recogía pasajeros en Matanzas. Por esa razón lo monté una vez de niño.

A pesar de mi corta edad, ya dentro del vehículo, traté de imaginar cómo me habría sentido si hubiese sido un pasajero típico de aquel Skoda, ya que mi familia estaba marcada por el tatuaje indeleble de la obsesión de escapar de Cuba comunista. Pero también recuerdo la preocupación de algunos pasajeros que temían que sus vecinos o quizás compañeros de trabajo, comunistas, desconocedor de lo fortuito de la situación, les vieran dentro de él y pensaran que se iban del país, un estigma insuperable.

Este Skoda estaba pintado de blanco y decorado con un diseño de franjas azules —el patrón empezaron a aplicárselo a algunos de Ómnibus Nacionales—, lo que les hacia lucir más modernos y no tan aburridos como el esquema común de rojo ladrillo debajo y crema encima. Este RTO en la banderola decía, irónicamente en grandes letras negras en mayúsculas, INMIGRACIÓN. Como no se permitía a los familiares de los que se iban el acceso a El Laguito para la despedida, éstos aguardaban en las calles contiguas al inmueble para ver pasar en silencio a quienes se marchaban… y sólo eso, contemplarlos, porque las autoridades advertían seriamente que si los pasajeros decían adiós a sus familiares en la acera, o éstos a aquellos, cancelarían su salida.

Envase de bombones cubanos
Envase de bombones cubanos

Envase de bombones cubanos. 1980s. Colección Cuba Material.

Solo recuerdo un tipo de bombones de fabricación cubana, aparte de los bombones soviéticos –¿o búlgaros?– rellenos con altea que se vendían en Cuba cuando era niña. Venían, los cubanos, envasados en una pequeña caja de cartón, alta y angosta, que cerraba como el techo de una casa a dos aguas, y estaban rellenos con una masa azucarada con sabor a frutas. A cada dulce lo envolvía un fino papel de aluminio, y los había de varios colores. Cosa a notar, a estos bombones no los identificaba marca comercial alguna; eran anunciados por el genérico nombre de «bombones surtidos».

Sin embargo, no son estos los únicos bombones que la industria alimenticia socialista cubana produjera. He descubierto en casa de mis abuelos una caja de bombones, también de fabricación cubana y sin marca comercial visible, cuya tapa reproduce un diseño artístico. Es posible que se trate de uno de los diseños que un grupo de artistas plásticos crearon en los tempranos sesenta para envases de alimentos. Se asemeja bastante, me dicen, a la obra de Raúl Milián.

He dado también con una caja de bombones de marca Sans Souci, de lujo (de luxe), al parecer también confeccionados en Cuba. Si bien la marca, la calidad de la caja y la tipografía remiten a los años cincuenta, un sello de papel –mal pegado– en la parte inferior del envase, donde se lee la palabra «Codificación» seguida de un número o código, quizás sea la clave que delate su factura socialista.

Envase de bombones cubanos

Envase de bombones cubanos. Años sesentas. Colección Cuba Material.

Envase de bombones Sans Souci

Envase de bombones Sans Souci. Años sesentas. Colección Cuba Material.

cajita
cajitas

Cajitas. 1970s-1980s. Colección Cuba Material.

En muchos de los cumpleaños a los que asistí en mi infancia y juventud en Cuba, en las actividades del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), y en algún que otro sitio que ahora no recuerdo, servían el bufé en cajitas. De cartón de color natural o blanco (este último, semicromado), las cajitas eran parte esencial de cualquier actividad recreativa, lo mismo privada que estatal. Por lo general contenían ensalada fría, pastel de carne, bocadito, una o dos croquetas y un trozo de cake. Algunas cajitas tenían la tapa troquelada en forma de cuchara, que se desprendía y servía como cuchara para comer la ensalada y el cake. A las que no tenían troquelado alguno, les arrancábamos un pedazo de tapa para poder comer. Por lo general, el cartón, ya fuera una cuchara troquelada o no, se ablandaba con la humedad de la comida y uno tenía que arrancar otros pedazos de la tapa para continuar comiendo.

En cierto momento desaparecieron las cajitas, incluso las que no tenían cuchara troquelada. Por esa misma época desapareció la comida de las fiestas. Unos amigos me contaron que un conocido, actualmente un millonario nacido en los países nórdicos, quedó tan fascinado con las cajitas cuando viajó a Cuba en los años ochenta que se llevó unas cuantas para su país (las suyas tenían la cuchara troquelada), y cuando mis amigos fueron a visitarlo a su casa de descanso pasados muchos años, los recibió con unos aperitivos que les sirvió en las cajitas cubanas.

En los cumpleaños de mi hermana y míos, que por lo general mis padres celebraban en casa de mis abuelos, más grande que nuestro apartamento Pastorita, jamás hubo cajitas. Mi abuela ponía la comida en fuentes sobre la mesa, a los lados del cake, y la servía en pequeños platos de porcelana o cristal.

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cajita

Cajita. 1970s-1980s. Colección Cuba Material.

Reglamento para becarios cubanos en el extranjero
Reglamento para becarios cubanos en el extranjero

Reglamento para becarios cubanos en el extranjero. 1978. Imagen tomada de internet.

Si hubo algo que se produjo en cantidades durante el socialismo fueron los reglamentos. Este, dirigido a los becarios cubanos en el extranjero, es de 1978.

Broche de propaganda «5 Puntos de Cuba». 1962. Colecicón Cuba Material.

En 1962, Fidel Castro presentó lo que se dio a conocer como los «cinco puntos de Cuba». Iban dirigidos al presidente norteamericano John F. Kennedy y establecían las condiciones en que Cuba accedería a retirar los misiles soviéticos que habían sido emplazados en territorio nacional. No sabía entonces, sin embargo, que Kennedy y el presidente soviético, Nikita Jruschov, ya se encontraban negociando la retirada de los misiles, para la cual los cubanos no fueron consultados.

Los cinco puntos de Cuba eran los siguientes:

1- Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica de los Estados Unidos contra Cuba.

2- Cese de todas las actividades subversivas.

3- Cese de los ataques piratas.

4- Cese de las violaciones del espacio aéreo cubano.

5- Retirada de las Base Naval de Guantánamo y devolución de este territorio al gobierno cubano.

En el broche, cinco fusiles representan cada uno de estos puntos.

Broche de celebración de la amistad cubana y china. 1961. Colección Cuba Material.

Recién declarado el socialismo cubano, en medio del conflicto entre la República Popular China y la URSS, justo cuando los soviéticos retiraban su ayuda técnica al país asiático, Cuba celebraba la amistad con la China de Mao, no sin antes haber asegurado un crédito soviético por cien millones de dólares, haber firmado un convenio de venta de azúcar a este país y haber negociado la compra de petróleo a precios preferenciales.

Goma de borrar Pionero. Hecha en Batabanó. Colección Cuba Material.

De no tenerlas delante, nunca hubiera sabido que durante mi infancia y juventud hubo tantas «marcas» de gomas de borrar hechas en Cuba. Apenas recuerdo las gomas Pionero, las Signo, y las «gomas de olor». De ellas, solo las Pionero y las Signo eran fabricadas en Cuba.

Las gomas de borrar cubanas solían ponerse duras con el tiempo (como aquella pasta dental de que hablara el Che Guevara en una reunión de producción). Las alemanas, en cambio, al igual que las chinas «de olor», aunque estas últimas a veces podían emborronar la página.

Muchas de estas gomas cubanas se producían en la fábrica de lápices José A. Fernández, de Batabanó. Según la Ecured, esta se llama ahora Empresa de Muebles y Artículos Varios «Signo», y  pertenece al grupo empresarial Dujo Industria De Muebles. La fábrica de lápices fue fundada el 30 de marzo de 1961 bajo el nombre de Fábrica Cubana de Lápices José A. Fernández, y algunos de sus productos recibían el nombre comercial de «Mítico», apodo de Fernández, un héroe local. Según se dice en la revista INRA, en un artículo publicado ese mismo año, la fábrica fue adquirida en Checoslovaquia, de donde se importaban las minas o grafito de los lápices—la fábrica debía producir 80 millones de unidades de lápices, 50 mil kilogramos de gomas de borrar, envases de cartón para las gomas y lápices, casquillos metálicos para los lápices, minas negras y de colores para los lápices, muebles de oficina (producidos con los desperdicios de la madera del lápiz) y bolígrafos.

Algunas de las gomas de borrar de la colección de Cuba Material tienen un número impreso muy cerca de la marca comercial que las identifica. Se trata de una clasificación internacional que comprende las siguientes categorías: de 1 a 249, de 250 a 499, de 500 a 999, y mayores de 1000. De las gomas cubanas, solo las de marca Pionero y Dual ofrecen esta información a los consumidores.

Goma de borrar Dual. Hecha en Batabanó. Colección Cuba Material.

Goma de borrar Signo. Colección Cuba Material.

Goma de borrar Simplex. Hecha en Batabanó. Colección Cuba Material.

Gomas de borrar en forma de corazón. Colección Cuba Material.

Goma de borrar Pionero. Colección Cuba Material.

Primer boceto del arquitecto Mario Girona para la heladería Coppelia. 1965. Imagen tomada de internet.

En Apuntes de una periodista, por Angélica Mora:

Una madrugada de enero de 1966 saliendo del hotel Habana Libre, antes Habana Hilton, Fidel Castro medio «prendido», luego de presidir un congreso internacional, se quedó contemplando la esquina diagonal opuesta donde funcionaba un centro recreativo llamado Nocturnal . Allí había estado el hospital Reina Mercedes construido en 1886 y demolido en 1954 para dar paso a un rascacielos de 50 pisos que nunca se erigió. En un arrebato Fidel hizo llamar al arquitecto Mario Girona y lo obligó a diseñar «la heladería más grande del mundo». «Pero Comandante balbuceó Girona- no existen referencias de heladerías tan inmensas como la que usted quiere». La mirada gélida de Fidel fue la respuesta al arquitecto que en tiempo récord construyó la Heladería Coppelia, abierta al público el 4 de junio de 1966. El día de su inauguración se ofreció un menú de 26 sabores y 24 combinaciones, y se vendieron más de 3 mil tinitas de helado durante las doce horas que estuvo abierta, con colas de varias cuadras…

En Univision.com Mi página, por Ciro Bianchi:

La heladería Coppelia cumplió, el pasado 4 de junio, 42 años de construida. Lo curioso es que este establecimiento monumental, enclavado en lo que sigue siendo el corazón de La Habana moderna, no se ha inaugurado nunca de manera oficial. Un día abrió sus áreas al público y la gente entró para saborear los 26 sabores de helados que ofertaba entonces y que, con el tiempo, llegaron a ser 54. Fue en esa época el centro de encuentro y reunión por excelencia, y en buena medida lo sigue siendo. Los jóvenes de entonces, antes de ir a cualquier lugar, iban primero a Coppelia, o terminaban la noche en sus predios. A la oferta de los helados se unía la de sueros y batidos, y los precios eran escandalosamente bajos, más si se comparan con la calidad del producto, sencillamente insuperable. Un helado Coppelia es un helado Coppelia, y punto.

El triunfo de la Revolución no solo propició a las grandes masas el acceso a la educación y la salud. Les abrió también las puertas del consumo y la recreación. Empezó a comer el que no comía, y clubes y centros de esparcimiento que fueron exclusivos de la burguesía se llenaron de trabajadores y estudiantes. El Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT) impulsaba un plan de excursiones nacionales, con una campaña publicitaria sin precedentes que giraba en torno al lema «A viajar por mi Cuba que me lleva el INIT» y que podía pagarse hasta doce meses después de la fecha de su disfrute. Los congresos más trascendentes se celebraban entonces en el Hotel Habana Libre, y el Pabellón Cuba pasó a ser sede de grandes exposiciones, en tanto que en las aceras de La Rampa se empotraban losas de granito que reproducían obras de importantes pintores cubanos para convertirlas en una galería de arte sui géneris.

Era la época en que Miriam Acevedo cantaba poemas de Virgilio Piñera en El gato tuerto, y en La Roca, Martha Strada arrebataba con su estilo. Bola de Nieve complacía a sus admiradores en una sala pequeña, casi íntima del Museo Napoleónico y hacía que el público abarrotara el Auditórium Amadeo Roldán para escucharlo en sus recitales de medianoche, y el cantante José Tejedor tenía tres programas diarios en la radio cubana. Aquel año de 1966, cuando se inauguró Coppelia, fue también el de la primera feria del libro, que tuvo lugar en el Pabellón Cuba y sus alrededores. El año en que se reimplantó la venta liberada de los huevos, se inició, con carácter experimental, el plan de la Escuela al Campo y se creó el Centro Nacional de Permutas. Un año en que EE.UU. no pudo impedir la presencia de Cuba en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se celebraban en Puerto Rico. También un año de agresiones, sabotajes, infiltraciones enemigas, planes de atentado contra las más altas figuras de la dirección del país. Soldados norteamericanos, desde la base naval en Guantánamo, asesinaban a Luis Ramírez, combatiente del Batallón de la Frontera, y el Gobierno Revolucionario se veía obligado a decretar el estado de alerta ante una cínica declaración injerencista de Washington. Dos ciclones azotaron la Isla; el Alma, en junio, e Inés, en octubre. Se creó el Consejo Nacional de la Defensa Civil en aquel año que concluyó con una cena gigante en la Plaza de la Revolución en saludo a la victoria de enero.

Se extendía la cocina italiana en la preferencia del cubano; había croquetas que se pegaban al velo del paladar y les llamaban «mira cielo» o croquetas de ave… de averigua de qué estaban hechas. Aparecía tímidamente la guachipupa en sustitución del Son, el único refresco (de cola) que se expendía embotellado en la capital. Se comía espléndidamente en restaurantes como 1830 y Centro Vasco, y el espectacular sándwich cubano campeaba por sus respetos en El Carmelo de Calzada, en la Casa Potín y en La Alborada, del Hotel Nacional. Un sándwich y una cerveza por dos pesos de la época. Entonces en los restaurantes se ofertaba un solo plato fuerte por comensal y para repetir el sándwich y la cerveza en aquellas cafeterías se imponía hacer la cola de nuevo. ¡Y qué colas! Porque el ciudadano común de todas las procedencias y colores podía entrar a esos lugares y sentarse a una mesa, y tenía dinero para hacerlo.

El viejo hospital

Solo en una Habana así podía concebirse una heladería con mil capacidades como Coppelia. Hasta ese momento los establecimientos de ese tipo estaban dispersos por la ciudad, y muy célebre seguía siendo la heladería Ward, emplazada en la avenida de Santa Catalina, cerca de la Ciudad Deportiva, luego de haber estado situada en la calle 23. Las fábricas de helados vendían por lo general sus productos en la vía pública. Para ello, El Gallito se valía de coches tirados por caballos, alumbrados por una lámpara de carburo, en tanto que marcas como Hatuey, Guarina y San Bernardo, con un mejor posicionamiento del mercado, utilizaban camiones refrigerados, que se situaban en lugares céntricos, o carritos de mano, que el heladero empujaba mientras que, para anunciarse, hacía sonar su campanilla.

Yo no recuerdo qué hubo en la esquina de 23 y N antes de que allí se construyera, en 1963 y en solo 70 días, el Pabellón Cuba. Me inclino a pensar que se trataba de un terreno yermo que los arquitectos Juan Campos y Enrique Fuentes aprovecharon para emplazar esa edificación abierta a la brisa y a la perspectiva; un alarde de arquitectura aérea donde las suaves pendientes avanzan hacia la vegetación y el agua cristalina. Acogería entre otros eventos, la Primera Muestra de la Cultura Cubana, en 1967, y, en esa misma fecha, el importante Salón de Mayo, que trajo a Cuba desde París lo que en el mundo se hacía en el campo de las artes plásticas.

En la manzana comprendida entre las calles 23 y 21, L y K, donde se construyó la heladería Coppelia, estuvo el hospital Reina Mercedes. Se llamó así por la esposa del rey Alfonso XII, de España, bisabuelo del actual rey Juan Carlos. Mercedes murió poco después del matrimonio. Su muerte dio pie, en el Madrid de aquellos días, a un poemita que llega hasta hoy. «¿Dónde vas Alfonso XII? / ¿Dónde vas, triste de ti? / Voy en busca de Mercedes, / que ayer tarde la perdí». Pese al dolor de la pérdida, Alfonso volvió a casarse. El hospital pasó a ser entonces Nuestra Señora de las Mercedes, pero los habaneros terminaron llamándolo Mercedes a secas. Funcionó hasta 1954. Sus terrenos, que en 1886 costaron 7 000 pesos, se vendieron entonces en casi 300 000. Una compañía constructora se empeñó en edificar allí un hotel de 500 habitaciones. El triunfo de la Revolución tronchó el proyecto, y en el espacio del demolido hospital Mercedes se construyó un centro turístico con lagos y montañas artificiales, escenario flotante, bar, cafetería y restaurante para 500 comensales. Por razones que desconoce este escribidor, ese centro turístico no progresó y dio paso a un cabaret que llevó el nombre de Nocturnal. Llegó así el año de 1966. Se dice que de un congreso celebrado en el hotel Habana Libre surgió la iniciativa de convertir la zona recreativa en cuestión en un espacio más silencioso y familiar. Y fue así que alguien precisó la idea de la heladería. Cuando el arquitecto Mario Girona se enteró de que se le había confiado la ejecución del proyecto, se sintió anonadado. Se quería una cosa familiar, pero aquella heladería de mil capacidades, pensó, sería un establecimiento demasiado grande.

La rampa

Ya para entonces La Rampa era La Rampa. Llamada así por su acentuada inclinación, se edificó en un abrir y cerrar de ojos desde que en 1947 se inaugurara el teatro Warner (actual cine Yara) y al año siguiente el edificio Radio Centro. No tardó en construirse el edificio Ambar Motors (actual Ministerio del Comercio Exterior), destinado a oficinas y sede de los distribuidores en Cuba de los automóviles Cadillac, Oldsmobile y Chevrolet y donde se instalaron además los estudios del Canal 12 de TV, y una escuela de dealers para casinos de juego…

Fueron esos inmuebles, situados en los dos extremos de La Rampa y en aceras opuestas, los que impulsaron el desarrollo de la zona. A partir de ellos y en menos de diez años se construyeron allí tal cantidad de edificios para viviendas, comercios, oficinas, agencias de publicidad y lugares de esparcimiento que resulta imposible, por razones de espacio, detallarlos. Se dice que una de las formas de medir la actividad comercial de una zona es por el número de agencias bancarias establecidas en ella. No menos de ocho oficinas centrales y sucursales de bancos se asentaron en La Rampa, y otras tres, que no alcanzaron espacio, lo hicieron en calles aledañas. La Rampa fue también el milagro del comercio habanero. Porque la gente se había acostumbrado a salir de compras por calles sustancialmente planas y cuyos portales la protegían del sol y de la lluvia. Nada de eso había en La Rampa y aun así se impuso.

La obra

Pronto pasó la confusión del arquitecto Mario Girona ante la obra que se le confiaba. Comprendió que era cosa de los tiempos nuevos y había que asumirla. Influido posiblemente por su exitoso proyecto anterior, el centro turístico Guamá, en la Ciénaga de Zapata, le bastó una semana para concebir el croquis de la heladería.

Como la obra seguía pareciéndole demasiado grande, capaz de aplastar al cliente, procuró que quien degustara un helado allí encontrara cierta intimidad a escala humana. Para conseguirlo diseñó cinco áreas pequeñas, una cancha amplia, pero dividida en tres secciones y un piso alto también seccionado. Incluyó asimismo en sus planos una frondosa vegetación natural que, lejos de importunar al cliente, se integraba en alguna medida con las áreas exteriores.

Columnas de hormigón armado, fundidas en el lugar, se emplearon en el edificio central. Se utilizaron en su construcción vigas prefabricadas a pie de obra y un techo circular, cuyo domo de 40 metros de luz libre está rematado por un lucernario de cristales de colores. Las vigas vuelan sobre las terrazas y se apoyan en muros que ofician como contrafuertes. Es de doce metros el diámetro de cada piso de los salones superiores.

«La presión de la edificación fue muy grande», recordaba el arquitecto Mario Girona. Por el sistema prefabricado se buscó la repetición de elementos estructurales como vigas y elementos de cubierta. A lo largo de seis meses se trabajó las 24 horas de cada día… Finalmente se concluyó, en tiempo, la obra ciclópea. Y por esas cosas de la vida ni siquiera tuvo ceremonia de inauguración. Un buen día se abrió, justo en junio de 1966, se empezó a vender y la gente curiosa entró a saborear helados.

El almanaque

Los años han pasado. Los últimos años golpearon a Coppelia de manera sensible. No oferta ya la gama de sabores que tuvo en un tiempo, ni el helado Coppelia es siempre Coppelia. En estos días de verano, niños y adultos hacen con júbilo largas filas bajo un sol de justicia para acceder a alguna de sus áreas. Otros esperan a que llegue el invierno, aunque sea nuestro invierno fementido, para acudir a la entrañable heladería que tantos recuerdos desenreda a los que tuvimos la dicha de visitarla cuando acababa de estrenarse. Solo que ahora acudimos a la caída de la tarde, y no en la noche, como antes. Señal de que esos 42 años que cumplió ahora Coppelia también empiezan a pesar de alguna manera en nuestra alma. Es decir, en nuestro almanaque.

Menú de la heladería Copelia. Finales de los años sesenta. Imagen tomada de El archivo de Connie.

Menú de la heladería Copelia. Finales de los años sesenta. Imagen tomada de El archivo de Connie.

Uniforme de las empleadas de la heladería Coppelia. 1966. Toma de pantalla de un Noticiero ICAIC.

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Aquí pueden encontrar fotos del hospital Reina Mercedes, y aquí del centro turístico que antecedió a la heladería Coppelia, publicadas por Fotos de Cuba.

Centro turístico ubicado donde se encuentra ahora la heladería Coppelia. Aproxiadamente entre 1959 y 1965. Imagen tomada de Fotos de Cuba.

Hospital Reina Mercedes. 1908. Imagen tomada de Fotos de Cuba.

Carnavales de 1976

Carnavales de 1976. Imagen tomada de internet.

La Habana viaja hacia el pasado y hacia lo rural, por Leonardo Padura:
En su célebre conferencia dedicada a La Habana (filmada en los años 1970) Alejo Carpentier evocaba los días de su adolescencia, en las primeras décadas del pasado siglo, cuando, a pesar del rápido crecimiento de la capital cubana, los límites entre la rural y lo urbano todavía eran difusos. Por ese entonces el “campo” aun solía meterse en la ciudad de las más disímiles formas, y el novelista recuerda como ejemplo muy notable el de las lecherías, donde se vendía la leche fresca, recién ordeñada de las vacas que, esa misma mañana, habían sido traídas desde los corrales cercanos a la urbe por unos recorridos fáciles de seguir a través del hedor y la presencia física de las deposiciones que los animales iban dejando a su paso.Ya hacia los finales de la época histórica que recorre la evocación carpenteriana (1912-1930), La Habana era una ciudad con las características fundamentales de la capital moderna y “el campo” se había retirado fuera de sus lindes.   Mercados y negocios de diverso tipo, cada vez más adecuados a la vida del siglo fueron surgiendo no solo en las zonas más comerciales, sino en los barrios de la periferia. Incluso, conceptos como el de la tienda por departamentos y lo que hoy se conoce como mall ya tenían una larga presencia habanera (ahí está, aun de pie aunque llena de heridas, La Manzana de Gómez). Surcada por nuevas y cada vez más amplias avenidas, lo urbano se imponía definitivamente y daba la fisonomía que la ciudad mantuvo hasta la década de 1980.La llegada del período especial, al despuntar el último decenio del siglo XX fue una conmoción para toda la sociedad cubana y especialmente para su economía, desde los niveles macros hasta los más individuales. Fue ése un momento en que comenzó un proceso regresivo de lo urbano que ha sido llamado la ruralización de la ciudad que, en ciertas urbes del interior de la república, llegó a alcanzar niveles alarmantes.
Varios signos muy visibles y otros menos evidentes se conjugaron para ir conformando ese proceso. Un elemento sin duda catalizador de todo el fenómeno fueron las migraciones masivas del campo a la ciudad y del interior a la capital, que empujó a grandes masas de personas en busca de unas posibilidades mejores para su existencia (o simple subsistencia), al punto de que el gobierno trató de regular esos desplazamientos internos con leyes que no parecen haber sido especialmente eficaces. Con esas personas, de hábitos específicos, muchas veces marcadamente rurales, y el crecimiento paralelo de una marginalidad citadina provocada por la propia crisis y las múltiples dificultades cotidianas, La Habana fue sorprendida por acciones como la de colocar ollas en las aceras para cocinar con leña, la cría masiva de cerdos incluso en el interior de viviendas con mínimo espacio y la venta callejera de productos agropecuarios. Todas esas manifestaciones, sumadas al deterioro acumulado, y para ese entonces acelerado, del componente físico de la ciudad (edificios, calles, aceras, alcantarillas, espacios públicos), La Habana fue alejándose rápidamente de su anterior esplendor y adquiriendo la imagen de feria de los milagros con un marcado sabor campestre, surcada por arroyuelos de aguas albañales, lagunas en las furnias callejeras, parques convertidos en solares yermos o vertederos. Lo peor de todo fue que ese espíritu de abandono caló en la conciencia de sus moradores ancestrales o recién llegados, hasta profundidades peligrosas.En las últimas semanas, al calor de las primeras medidas ya en práctica para la actualización del modelo económico cubano, La Habana ha recibido un nuevo impulso en su proceso de ruralización: apresuradas construcciones de zinc para la venta de cualquier artículo, esquinas tomadas por vendedores de productos agrícolas que colocan la mercancía directamente en el cajón en que han sido transportadas, el incremento masivo de la cría de cerdos que luego nutrirán mercados y rústicos puestos de ofertas gastronómicas que se van expandiendo por todo el territorio, en un avance geométrico, sin orden ni concierto, sin respeto por el urbanismo ni demasiadas preocupaciones por la salubridad. Esta avalancha de lo rural y lo efímero se suma a la situación ya existente desde los años 1990 y no superada en la mayoría de los casos (calles intransitables, edificios derruidos, casas mal pintadas o jamás pintadas, rejas sin un atisbo de intención estética, criaderos de cerdos en jardines y patios), creando una sensación de retroceso más que de progreso, de vuelta a los orígenes más que de evolución.
Sin lugar a dudas la causa de este fenómeno es en primer término económica, aunque en sus manifestaciones tiene un fuerte componente social y cultural. Si bien la supervivencia y la búsqueda de alternativas es una reacción inmediata con la que los cubanos tienen que luchar, también resulta evidente que la falta de controles, la degradación de las costumbres, la falta de sentido de respeto por el derecho ajeno, la imposición de la ley del más fuerte, el más inculto, el más pícaro, y la filosofía de que “hay que resolver”, al precio que sea, están bullendo en la misma olla callejera donde se deteriora el aspecto y la cultura de la ciudad.
La ruralización de La Habana (algunos llaman al proceso como haitianización, para hacerlo más doloroso y específico) es una realidad con la que ya estamos conviviendo, y tanto que muchas veces ni siquiera reparamos en ella, como si ver un carretón de caballos o un cerdo paseado como un perro fuese lo más natural del mundo en una capital del siglo XXI. Pero si lo miramos con detenimiento, costaría trabajo admitir que en la época de las grandes superficies comerciales, de la lucha por la conservación y el reciclaje, en tiempos en que se sabe que el mantenimiento de la higiene es uno de los elementos esenciales para el buen funcionamiento de un sistema de salud, La Habana y Cuba, en general, se estén moviendo en sentido contrario, como si hubiéramos abordado una máquina del tiempo enganchada en la marcha atrás, sin que se vislumbre un muro de contención para ese proceso de deterioro que afecta por igual lo físico y lo moral, lo material y lo espiritual.
por  Leonardo Padura
Texto enviado por Teresa Valladares y una lectora anónima.
Texto publicado por Inter Press Service en Cuba bajo el título «La máquina del tiempo».
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El Granma publica hoy una noticia que ha llenado de júbilo a los pobladores de Bejucal, un pueblo que está 27 kilómetros al sur de La Habana: ya pueden viajar en tren a la capital de Cuba, luego de que por fin pudiera rescatarse la línea que los une.
175 años atrás, Bejucal vivió un momento muy parecido. El 19 de noviembre de 1937 fue inaugurado ese mismo tramo, convirtiéndose en el primer ferrocarril de Iberoamérica y en el séptimo del mundo, después de los de Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica y Rusia.
Y concluye El fogonero: “En un país que no se mueve, tres viajes al día de un coche-motor destartalado son noticia de portada. A una velocidad de 13.5 kilómetros por hora, el Bejucal del siglo XXI ha logrado volver en tren a La Habana.”
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En tumiamiblog: ruralización castrista de La Habana: “en lo invisible, la industria y las inversiones colapsan, la mano de obra especializada se empobrece, el planeamiento urbano brilla por su ausencia. en lo visible, el pavimento se hace tierra, las aceras se parten, el piso se quiebra, los edificios se descuartizan lentamente. las hortalizas toman el lugar de los jardines. chivos, perros, gallinas y cerdos pululan las avenidas. el habanero medio vive en medio de una realidad semiagreste y emprobecida.”

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En Mermeladas: Aclarando algunos criterios: “Al hablar de la ruralización, nadie está tratando despectivamente lo rural, sino señalando que tiene muy poco que ver con lo urbano. No es lo mismo vender viandas llenas de tierra y vegetales, y carnes sin refrigeración en una tarima rústica a la entrada o salida de un batey o pueblo, que hacerlo en Galiano, 12 y 17 ó 17 y K, por poner solo algunos ejemplos bien visibles. Esto no solo es rural, sino también medieval. Por eso molesta. La Habana no era así, al igual que no lo eran Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, Sancti Spíritus, Cienfuegos, Santa Clara, Matanzas y Pinar del Río, por citar solo algunas ciudades importantes. Si se agregan las calles destruidas convertidas en vertederos, la falta de higiene generalizada, la destrucción de bancos y áreas verdes en los parques y el cocinar con leña en lo parterres, el espectáculo es francamente caótico. Con todo respeto, esta no era la generalidad, con independencia de que pudiera existir en algún que otro asentamiento marginal.”

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Tweet de Antonio Rodiles: “1/9/13, 7:45 PM Basta recorrer las calles de Centro Habana para comprobar el crecimiento alarmante de la marginalidad y pobreza en#Cuba“.

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Mario Coyula, “En Trinquenio Amargo la ciudad distópica: Autopsia de una utopía”, en Criterios y en Archipiélago, 14(56), aquí con imágenes:

Con ello, el campesino se encontraba con todos los inconvenientes de vivir en plantas altas, de forma muy diferente a la suya habitual, y sin las ventajas de la ciudad. Como resultado, terminó emigrando a una ciudad de verdad. De hecho, se ha producido un reflujo, y la capital se ha ruralizado con ranchones de guano de un vago estilo neo-taíno, platanales y crías de animales en los jardines frontales, cercas de alambre, sopones cocinándose con leña en los parterres, carretones de tiro animal y tractores corriendo por las calles.

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Así justificó Fidel Castro en 1965 el abandono material de La Habana: “A modern city has many expenses,” dijo, “to maintain Havana at the same level as before would be detrimental to what has to be done in the interior of the country. For that reason, for some time Havana must necessarily suffer a little this process of disuse, of deterioration, until enough resources can be provided” (tomado de Louis A. Pérez, Jr. 2011, Cuba: Between Reform and Revolution, cuarta edición, p. 279).

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En Cubanet: Vedado: de la modernidad a la barbarie:

La identidad de El Vedado peligra desde hace mucho tiempo. Esta barriada de la antigua Habana Elegante dejó de ser un museo de arquitectura moderna. Por aquí entró a Cuba la modernidad, la cual fue siempre un acento de su identidad. No solo fue un barrio fundado por familias patricias, fue también un barrio de turismo y prosperidad.

Este barrio, que germinó del bosque, hoy envejece muy mal. Es un trozo de ciudad que ya no está preparada para asimilar grandes golpes, su paisaje ha sido saqueado, deteriorado y desdibujado, dejó de ser un sitio ostentoso, y hoy sus fachadas son apenas un juego de apariencias.

Recuerdo la patria de mi infancia como un lugar habitable, un asentamiento ecológico en cuya manera de vivir se respiraba dignidad. Haber nacido en el Sagrado Corazón y ser de El Vedado impuso una etiqueta de distinción y elegancia, incluso para los más humildes.

Teresa, una guantanamera que nació en la Loma del Chivo, se impuso, desde muy joven, no regresar a su pueblo natal: “Llegué a este barrio en 1962 –testimonia-, y quedé deslumbrada por El Vedado, uno podía distinguir la personalidad propia que tenía este lugar, tenía su propio glamour, era un lugar donde se respiraba decencia. En aquel entonces, el toque de tambor, la brujería y los sacrificios de animales bajo la ceiba era algo ajeno a este lugar. Hoy esa identidad ha desaparecido y se impuso la cultura de la chancleta y el barracón”.

Con el nuevo contrato social impuesto por la inquisición revolucionaria, las costumbres y la cultura de El Vedado, como estilo de vida propio de las élites habaneras, fue amputada por decreto y sustituida por la cultura de la barbarie.

El Hotel Trotcha, los edificios Govea y Alaska, o la casa jardín de los Loynaz, son algunos de los patrimonios locales perdidos. El edificio Alaska, que pudo ser salvado, fue dinamitado, y hoy ocupa su lugar el parqueo del Comité Provincial del Partido Comunista. Es posible que corra la misma suerte el edificio del Retiro Médico, ubicado en N, entre 23 y 25. Se han perdido salas cinematográficas, como el cine Gris, y plazas culturales, como la Casa de la Cultura Checa.

Según Hilda, una habanera nacida en el barrio de Cayo Hueso, hoy muchas mansiones de El Vedado son ciudadelas: “Recuerdo que aquí no había muchos solares, entre ellos estaba el solar de los Chala, conocido actualmente como Blúmer Caliente, y el solar de Guillermina, donde la familia más conflictiva era la de Silvia, conocida como La Cochina, una blanca de cabellos y ojos oscuros que se fue del país en 1980. Pero se impusieron otros lugares, como La Mierdita, El Sopeña, el Hormiguero y el Pentágono. Se acabó la caballerosidad, el buen gusto y una ética de orgulloso sentimiento por este lugar”.

Lugares vinculados al eco de la buena cocina, como los restaurantes Varsovia, Sofía y El Jardín, así como cafeterías, La Cocinita, El Avioncito, La Piragua, La Fuente y Sol Mar, no existen ya. Otros restaurantes, como Rancho Luna, Los Andes, Vita Nuova, El Cochinito, Centro Vasco, Casa Potin, Las Bulerías, El Castillo de Jagua, La Roca, El Mandarín, Siete Mares, donde ya es muy difícil comer mariscos y pescados, o las pizzerías Cinecittá, Buona Sera y Milán. Todos son lugares grises, abandonados a su suerte.

Los pocos espacios en divisas han cancelado oportunidades para la libre diversión de la gente corriente. El Vedado Tennis, hoy círculo social José Antonio Echevarría, es una jungla en la cual la población flotante libera sus represiones e impone la guapería. El Club Sayonara es un triste almacén de viandas administrado por la Dirección Provincial de Gastronomía del Poder Popular del municipio. También desaparecieron los clubes El Escondite de Hernando y el Club Olokkú, transformado en una piloto para el consumo masivo de cervezas. El feeling se esfumó del Pico Blanco. El hospital infantil Pedro Borrás, y el de maternidad, Clodomira Acosta, esperan por ser dinamitados desde hace más de 20 años.

Mientras El Vedado continúa perdiéndose como el barrio Jardín que fue, se imponen nuevos lugares, como parte de la economía emergente: Dulcilandia, La Farándula y La Moraleja. El paseo de la Avenida de los Presidentes es el santuario de las tribus urbanas (emos, rockeros, mikis y repa). La cultura de parques también se derrumba, el Víctor Hugo (H y 21), o Medina y Menocal son hoy cementerios de animales, por las permanentes ofrendas a la ceiba de los orichas.

Desde hace mucho tiempo, El Vedado dejó de ser ese elegante caballero, intelectual, vestido de blanco con faja azul. De sus tradiciones, que constituían toda una cultura, solo nos queda el erotismo de La Rampa y el romanticismo del Malecón.

Por Juan Antonio Madrazo Luna

H/T: Walfrido Dorta, via InCubadora.

Pasaporte oficial
Pasaporte oficial

Pasaporte oficial. 1980s. Regalo de Sergio Valdés Rodríguez. Colección Cuba Material.

Una amiga me envía por correo electrónico este texto que el blog El balsero suicida atribuye a Leonardo Padura. El blog Caracol de agua, en cambio, lo atribuye a Wilma Suárez Bárcena, una médico de la familia:

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1979 o 1980 ya tenemos más de 50 años. En más de treinta años de trabajo hemos pasado por dos rectificaciones de errores, un perfeccionamiento empresarial y ahora por el reordenamiento laboral.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos a trabajar en 1980, aun compartimos la vivienda con nuestros padres, incluso con nuestros hermanos y sus hijos, o con mucha suerte tenemos un apartamento que compartimos con nuestros hijos y sus esposas y los hijos de nuestros hijos.

Las cubanas y los cubanos que nos convertimos en trabajadores en 1980, somos ahora destacados científicos, prestigiosos profesores, experimentados obreros, condecorados militares, campeones olímpicos, artistas de fama mundial, veteranos de guerras a miles de kilómetros de nuestras costas, pero no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra. Con esa carencia, nuestro papel ha estado bien claro: trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos la vida laboral en 1980, crecimos y envejecimos, guiados por la misma generación, una generación que enfrentó responsabilidades y retos que van más allá de nuestra imaginación con menos edad que la que ahora tenemos nosotros, y que aprendió y ganó experiencia ensayando en nuestro pellejo por el método de prueba y error.
En 1980, había pasado Playa Girón, la Lucha contra Bandidos, la Ofensiva Revolucionaria, la Zafra de los Diez Millones, la ayuda a los movimientos guerrilleros en América Latina y la Guerra de Viet Nam.

Las cubanas y los cubanos que en 1980 nos estrenábamos como trabajadores, nos habíamos espantado con la explosión de La Coubre, habíamos cantado “Pionero soy” y el himno de la URSS, en ruso, en el patio de la escuela. Habíamos llenado bolsitas de tierra en el Cordón de La Habana, protestado frente a la embajada de Suiza por el secuestro de los 11 pescadores, cortado caña en las frías llanuras de Camagüey y tratado de convertir, más de una vez, el revés en victoria. Pero éramos demasiado jóvenes, nos tocaba trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes. Nosotros, no habíamos desembarcado en el Granma ni estuvimos en La Sierra Maestra.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980, alguna vez fuimos niños que comimos fritas en el puesto de Pancho, tomamos batidos en el quiosquito de Manolín o llevamos a arreglar nuestros “colegiales” al viejo remendón de la esquina, con sus espejuelos sujetos con un cordón de zapatos, su busto de Martí en la repisa y su buen trato y mejor servicio. Fuimos alguna vez, niños que llamamos señorita a la maestra, señor al vecino de enfrente y señora a la mamá de nuestro mejor amiguito, pero ello no nos contaminó con las pestilentes miasmas imperialistas, ni nos salieron pústulas en la piel.

Las cubanas y los cubanos que integramos las plantillas en 1980, cantamos “Somos comunistas palante y palante” contagiados con la euforia de los mayores. Asistimos a la inauguración de Coppelia, vimos el Salón de Mayo en La Rampa, escuchamos por primera vez al Grupo de experimentación sonora del ICAIC, no entendimos nada de la Primavera de Praga, y nos grabamos con letras de fuego Hasta la victoria siempre. Aunque, no habíamos desembarcado en el Granma ni estado en La Sierra.

Las cubanas y los cubanos que empezamos a trabajar en el 80, teníamos 30 años cuando Carlos Varela proponía probar habilidad con la ballesta y estuvimos de acuerdo, pero una edición dominical de Juventud Rebelde nos recordó que “los niños hablan cuando la gallina mea”. Se nos olvidaba que no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra, lo que teníamos que hacer era trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.

Cuando al campo socialista europeo le sucedió lo único que le podía suceder al campo socialista europeo, las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980 teníamos más de 30 años y estábamos listos para reaccionar, y sabíamos que la única salida no era la “opción cero” pero no estábamos políticamente maduros, nos faltaba la experiencia del Granma y de La Sierra. Nuestra misión seguía siendo trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980 ya tenemos 50 años y más de 50 también, y hemos vivido lo suficiente para ver al administrador estatal del “quiosquito” que fue de Manolín, hacerse indecentemente rico, como nunca hubiera podido ser Manolín. Hemos visto llenarse los campos de marabú mientras los noticieros nos enseñan postales idílicas de la abundancia. Hemos obtenido una amplia cultura de las desgracias del universo, sin podernos enterar de lo que pasa en nuestro propio municipio. Hemos visto a Hanoi levantarse de las cenizas de la guerra mientras La Habana se cae a pedazos sin necesidad de un bombardeo masivo. Hemos visto como se convierte el guajiro en una especie en peligro de extinción como las vacas o la caña de azúcar, y como el cine convierte a nuestro padre en el personaje ridículo del filme, con su vieja boina verde olivo y sus consignas machaconas en el raído pullóver.

Los nietos de las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980, tienen ahora maestros que escriben Habana sin “H” y campiña con “n” y que declaran sin pudor no saber donde nació Antonio Maceo, porque eso no es materia de su grado.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980, hemos visto proliferar pícaros y farsantes de toda laya en todos los niveles y hacer de la consigna un método y de la apariencia un culto: “Tenemos la mayor micropresa del mundo”. Por eso las cubanas y los cubanos que tenemos 50 años, recibimos regaños en la televisión a través de un anónimo calvito que nos sermonea con fondo musical de La Guantanamera. Cargamos con el Sambenito de las malas decisiones, los caprichos y la megalomanía, y la prensa nos pide ser austeros, comprensivos y desde luego, seguir trabajando duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.

A las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980, nos toca desde luego, rescatar los albañiles perdidos, los maestros perdidos, la eficiencia perdida, el quiosquito perdido, incluso el respeto al prójimo también perdido cuando la palabra “compañero” igualó al trabajador y al vago, al adulto y al niño, al genio y al bruto, y sembró en la mente de mucha gente la cómoda fórmula de que todos merecemos lo mismo y no que todos tenemos iguales oportunidades. Y otra vez se nos recuerda que nos toca seguir trabajando duro, demostrar lo aprendido y confiar en la Revolución y en sus dirigentes, porque nosotros no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980, ahora somos viejos pero somos de “mala raza” porque no hemos sabido asimilar las enseñanzas recibidas, hemos engavetado los buenos consejos y no hemos dado un solo líder, además de la propensión que tenemos todos a la corrupción y al delito. El país necesita de “los jóvenes menores de 40”, se requiere, al menos en teoría, de la sangre fresca, pero a nuestra generación, con sesenta años y un poco más y con unos cuantos años de trabajo todavía por delante, nos tocará seguir trabajando duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.

Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980 somos ahora niños viejos, que necesitan una vez más ser regañados y aleccionados por las mismas personas que desde hace más de medio siglo nos regañan y aleccionan, porque hay que tener en cuenta que nosotros no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra Maestra.

Nota: Otra amiga me envía el texto en Abril de 2014 y me dice que lo escribió Leonardo Padura. Vuelvo a buscar en internet y ya nadie menciona a la doctora. El Balsero Suicida alguna vez lo atribuyó a Enrique Pineda Barnet.

Cartel "Comandante en Jefe: ¡Ordene!"
Cartel "Comandante en Jefe: ¡Ordene!"

Cartel «Comandante en Jefe: ¡Ordene!». Diseño de Juan Ayús para la UJC. 1962. Imagen tomada de Juventud Rebelde.

Entrevista a Juan Ayús, publicada en Juventud Rebelde: Cincuenta octubres de un cartel:

…Con una foto de Fidel, mochila y fusil al hombro, en la Sierra Maestra, el cartel, de muy buen tamaño, cobró una nueva relevancia en los días de la Crisis de Octubre, porque en la parte superior izquierda decía: Comandante en Jefe: ¡Ordene!

El entonces joven propagandista y diseñador Juan Ayús García, quien fungía como coordinador de Propaganda de la UJC, tuvo la iniciativa de confeccionarlo y resultó ser el primer cartel fotográfico de gran formato de la historia de la Revolución Cubana, a la vista del pueblo, en solo 24 horas.

«Lo importante no es que tuve la idea y concebí el cartel, sino el momento en que se logró, la rapidez con que salió a la calle, y con la foto de Alberto Díaz, “Korda”. Además, recorrió el mundo», recuerda Ayús.

«Si algún valor tuvo mi modesto aporte fue haber logrado un mensaje oportuno que encerró el espíritu masivo en aquel momento de gran efervescencia revolucionaria, en que un pueblo entero estuvo dispuesto a morir antes que arrodillarse», comenta.

—¿Cómo te surgió la idea?

—Vi la expresión que luego empleé en el cartel puesta como un grafiti en una de las paredes del Estadio universitario.

«La pusieron en bruto, en forma rápida, sin mayúsculas, sin los signos de puntuación que llevaba. Pudo haber sido un joven estudiante, un trabajador, un profesional o un soldado. Se me quedó grabada y al llegar a la revista Mella, la anoté para no olvidarla. Le puse la correcta ortografía y los signos que necesitaba: “Comandante en Jefe: ¡Ordene!”.

«Le dije al tipógrafo —que se llamaba Fidel—: “Prepárame en caja este texto para el título con letra Franklin condensada negra, en mayúsculas. Y para la firma, abajo, a la izquierda, el emblema de la UJC y Unión de Jóvenes Comunistas en letra Clarendón, en mayúsculas”.

—¿Y la foto de Fidel?

—Salí enseguida en busca de una imagen: un dibujo, una foto, una ilustración. Porque aquel texto debía acompañarse con «una visual de pegada».

«Tenía buenas relaciones con Korda. Trabajamos juntos en Publicidad, antes de la Revolución. Fui a verlo a su estudio, frente al Hotel Capri.

«Le dije que necesitaba una foto del Comandante. “Tienes mucha suerte, pues le tiré unas cuantas hace poco tiempo, en la Sierra Maestra. Busca los negativos, están en la tercera gaveta y selecciona tú mismo la que más te guste”.

—¿La seleccionaste enseguida?

—Seleccioné la que él hubiera seleccionado: era la mejor, de mucha fuerza, excelente encuadre y una atmósfera muy propia para el momento de la crisis de los cohetes y la amenaza yanqui. Me daba la imagen exacta que necesitaba.

—¿Dónde imprimiste la foto?

—Le pedí a Alberto que la imprimiera. Lo hizo enseguida. Arranqué a la carrera con la foto, convencido de lo que llevaba en mis manos. Te confieso que tuve mi miedo. Pensé que la rapidez del secado podría poner la foto amarilla, que no había recibido el lavado suficiente, pero me tranquilizó el saber que Korda era un perfeccionista de la fotografía y seguramente le había dado algún tiempecito más y había sabido fijar la imagen suficientemente y salvarla.

—¿Qué me puedes decir del diseño que entonces concebiste?

—Primero, que para mí es un honor, a 50 años de aquello, estar vinculado, en una obra como esa, a Korda, que es un símbolo de la fotografía cubana. Ahora, una foto es una cosa y un diseño es otra. Se pueden utilizar varias gráficas de distintos fotógrafos; ilustraciones de diferentes dibujantes o caricaturistas, pero la concepción de un diseño es esencialmente comunicativa. Claro, Korda supo captar una imagen eficaz».

—¿Qué hiciste después?

—Me sentí feliz. Mi acción contribuyó a reforzar el clima de combate del pueblo. Y fui dichoso, porque la Juventud  no poseía muchos recursos. Existía la revista Mella, pero no el periódico que la UJC tuvo tres años después, creado por Fidel. Iba pensando cómo solucionar la impresión del cartel completo. Y hasta lo vi pegado, al decir de los cartelistas: ¡como un grito en la pared!

«No soy especialista en carteles, sino un diseñador de la comunicación social en otras vertientes. Pero entonces propicié la creación y la distribución de aquel cartel, que a la distancia de 50 años conserva aún su encanto original y es para la historia la primera demostración pública del trabajo de propaganda de la UJC, el primer impacto propagandístico, porque salió a la calle en un momento decisivo de la Revolución».

—¿Qué otra reflexión te merece aquel cartel?

—No era usual en Cuba, por sus dimensiones: 0,75 metros de ancho, por 1,50 metros de alto. Y a solo seis meses de crearse la UJC.

«Fue impreso en uno de los talleres de la Empresa Consolidada de Artes Gráficas. Allí decidimos darle el tamaño del pliego completo que admitía la máquina de impresión en offset. Lamentablemente no recuerdo ahora los nombres de los jóvenes comunistas que trabajaron en su impresión, su traslado y su colocación en los comercios y calles céntricas de La Habana. Llevo en mi corazón el haber contribuido en algo a crearlo en uno de los instantes más sagrados de nuestra historia y eso tendrán que recordarlo los futuros militantes de la UJC y mis tres nietos».

¿Quién es Juan Ayús?

Estudió Periodismo en la Escuela Manuel Márquez Sterling, donde fue fundador y jefe de la milicia estudiantil. En 1961-1962 fungió como director artístico de la revista Mella. Asimismo, dirigió artísticamente Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, Moncada y Avanzada. A fines de la década de los 80 asumió también la dirección artística del periódico Granma. Se responsabilizó con la implementación de nuevas tecnologías en la prensa. Ha impartido clases de Periodismo y en la Facultad de Comunicación. Se destaca su labor como dirigente de la Asociación de Comunicadores Sociales. A lo largo de su carrera ha obtenido numerosas distinciones».

Lo que dicen los libros

Entre los libros que han retomado esta historia figuran La imagen constanteEl cartel cubano del siglo XX, de Jorge R. Bermúdez, Editorial Letras Cubanas, 2000, y Cuba, Arte e Historia desde 1868 hasta nuestros días, publicado por Lunwerg Editores, The Montreal Museums of Five Arts, 2008. En el primero se afirma: «Al cartel diseñado a partir de la imagen fotográfica, le siguió el cartel fotográfico o cartel-foto. El hecho tan lógico, dictado por la inmediatez de una acción gráfica de tiempos de guerra, contaba ya con un antecedente de interés en el cartelismo cinematográfico. El de Muñoz Bachs en el filme Historia de la Revolución, 1960. Dentro de esta tendencia el cartel Comandante en Jefe: ¡Ordene!, de Juan Ayús, es el más logrado y representativo de la Crisis de Octubre. Para su concepción se seleccionó la foto de Fidel hecha por Alberto Díaz —Korda— en el primero de los recorridos que realizara después del triunfo insurreccional el Jefe de la Revolución por la Sierra Maestra (…) La ausencia de retoques o de manipulación alguna del negativo demostró (…) la autosuficiencia de la imagen fotográfica como retrato para expresar la dramática del momento, sin quiebra de su acuerdo con el texto, sintético y conclusivo, en el cual el color rojo de la tipografía sobre blanco y negro de la foto —tal como lo hacía el periódico Revolución— asume un valor simbólico (…) el mensaje verbal cristalizó una significación entre todas las significaciones posibles del cartel-foto: la ilimitada confianza del pueblo en el hombre que, con su equipo de campaña al hombro y desde un picacho serrano, expresa su voluntad de reiniciar la lucha guerrillera, ante cualquier amenaza interna o externa que atente contra la existencia misma de la Revolución. Comandante en Jefe, ¡Ordene! resultó un cartel excepcional».

La foto de Korda que dio origen al cartel fue reproducida luego en pins, calcomanías y otros soportes gráficos. En 2016, fue la imagen ante la cual los cubanos rindieron tributo a Fidel Castro tras anunciarse su muerte, en ausencia del cadáver.

Pin de metal

Pin de metal que reproduce una foto de Korda utilizada en el cartel Comandante en jefe: ¡ordene!

Objetos de la colección Cuba Material

Objetos de la colección Cuba Material, en Nueva Jersey. Foto 2015.

Con el título Coleccionar la revoluciónJuventud Rebelde anuncia la celebración, en Cienfuegos, entre el 24 y 25 de octubre pasados, del Taller de Construcción Científica de Colecciones de Museos Puntos de Memorias, bajo el auspicio del Centro Provincial de Patrimonio Cultural. Según el periódico, «el encuentro aúna especialistas de todo el país, quienes debatirán esencialmente sobre la construcción de colecciones en la etapa de la Revolución» con el objetivo de «abordar metodológicamente, de forma coherente y científica, la labor que a lo largo de 53 años ha tenido el sistema de museos cubanos». En el evento se habría dado a conocer «un sitio de coleccionismo, así como el libro La historia del coleccionismo en Matanzas, de Urbano Martínez. En la jornada final se realizará un recorrido por las industrias vinculadas a la historia de la Revolución Cubana y al trabajo con colecciones».

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En Alejo3399: La colección:

Cuando se reúne una familia cubana, en cumpleaños, bodas o tomadera sin motivo definido, aflora siempre el recuerdo del picadillo de cáscara de plátanos y el baño con un trapo untado en alcohol del Período Especial. De aquella época es también la colección. Y cualquiera puede pensar que coleccionar es un comportamiento natural del homo ludens, pero la colección cubana es única, épica, lírica, y sin duda alguna, parte de ese patrimonio cultural escasamente documentado de los momentos más jodidos de la historia de esta nación.

Aquí la gente siempre tuvo hábito guardador de tarecos, de modo que ese Trastorno Obsesivo Compulsivo de preservar sellos de cartas, monedas antiguas y/o de remotas regiones, chapas de autos extranjeros, chapitas de cervezas, fósforos y cualquier bobería en general, avalado como no patológico por los sicólogos, no llegó con las carencias de la década del 90. Hasta hace poco en muchas casas por ahí podían verse colecciones de botella de Coca Cola y de cuanta marca nueva comenzara a entrar al país.

Descubriendo un nuevo mundo

Sin embargo, la moda de la colección en el sentido que hoy le damos la mayoría de quienes vivimos aquella furia, sí fue algo novedoso en Cuba, a juzgar por el hecho de que hasta los viejos coleccionaron. La colección cubana no fue entonces solo cosa de niños y adolescentes sin TV; las personas adultas también tenían sus propias etiquetas de pitusas Zingaro, estuches de nylon de chocolates Sapito, o de jabones Sue, o de Zap (que se pegaban a la piel como tatuajes luego de una untada de alcohol de la tienda).

Lo lindo del caso no es que se guardaran todas estas porquerías de latón de basura de hotel, lo cual es ya de por sí bastante lindo; más curioso es recordar ahora como se olían los estuches y etiquetas, como si se oliera el perfume de Jean Baptiste Grenouville, el personaje diabólico de Patrick Susking; como si el aroma sicodélico de lo hecho fuera de la URRS nos descubriera un nuevo mundo de sensaciones ignotas y deseables.

Las prendas coleccionables, pronto adquirieron valor comercial, y la gente las vendía, las cambiaba y no pocos niños del Período Especial recibieron su primer trompón durante a una vendetta por un Triunfo (estuche dorado de galletas dulces). Se ponían en álbumes, y se contaban y clasificaban, quien tuviera más y más bonitas iba delante en la inocente competencia. Los domingos por las mañanas, cuando se acababa el show de Pocholo y su pandilla, salíamos a la calle con los álbumes de estuches y etiquetas a mercantilizar lo inaudito, a darle valor a la miseria y a hacer vida social con ella. Quien no tenía álbum ponía sus valores entre las páginas de un libro de Fidel y la Religión, o en un Atlas General.

Cristalitos y agua con azúcar

Yo, además, coleccioné cristalitos de colores, y piedras que brillaban al sol. Y en mi adolescencia conocí un retrasado mental famoso que coleccionaba botones y andaba descalzo por la tierra colorada: no recuerdo su nombre, pero sí que habitaba en una comunidad del municipio Sierra de Cubitas llamada Navarro, y que presumía de poderse comer de un solo viaje dos coles (repollos) hervidos, y beberse un jarro de cinco libras lleno de agua de azúcar. Había un hambre del carajo en aquel lugar, como en casi todos.

Ya más recientemente, adquirí un adoquín camagüeyano que fue arrancado del lugar de donde estuvo por más de cien años por los “embellecedores” autorizados de la ciudad, de modo que la colección la llevo en las venas, no la puedo evitar, como tampoco se deja evitar el recuerdo de aquellos tiempos de miseria tremenda siempre que uno ve por ahí alguna escena que los repite. (…)

A mí me parece que por cuestiones sicosociales equiparables, en cierto sentido, a las teorías locas de Einstein, uno cree que en algún punto se acabó la colección en Cuba, que se acabó el Período Especial, el duro, el de verdad. Sin embargo la colección cubana está lejos de ser cosa del pretérito, simplemente ha mutado, como mismo mutan esos parásitos indeseables que habitan en lo más profundo del intestino de un animal carnívoro que camina sin encontrar presa en medio de la sequía. Todavía para mucha gente una latica de cerveza Bucanero, por lejana y desconocida, es algo muy bonito y merecedor de ocupar el espacio preferencial de encima del TV Panda de la sala de su casa.

H/T Café Fuerte.

Cámara de fotos de revelado instantáneo
Cámara de fotos de revelado instantáneo

Cámara de fotos de revelado instantáneo. La Habana. Imagen tomada de internet.

Emilio Ichikawa: Inventos y números de la ANIR:

Aunque su referencia suele aparecer en párrafos sobre la dignidad nacional y la resistencia al bloqueo tecnológico del imperialismo, la ANIR forma parte de recuerdos alegres. La ANIR es la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores de Cuba; la elite, el cuajo, la nata y neta en un país de inventores y componedores.

Pero hay que diferenciar dos cosas: los inventos de los “aniristas” en la práctica, instalados, resolviendo de verdad, y las “ponencias” de la ANIR. Los globos en los encuentros teóricos de la ANIR son tan ingeniosos como divertidos. Son también los que aportan premios y reconocimientos. Para ganar un galardón en un forum o expo de la ANIR debes mostrar cuánto puede ahorrar una fábrica si tu invento se aplica; y eso se logra si te enteras del precio del equipo importado o de la zona de “faltante”, y sacas cuentas. Ejemplos que me tocaron de cerca: si Sushel, o la Textilera Ariguanabo, o la destiladora de Santa Cruz del Norte, si alguna de ellas, informa que tuvo 1 millón de dólares en pérdidas en el año 1989 por “robo”, y tu invento es un detector de sustracción ilícita de mercancía, entonces en la ponencia no tienes más que presumir al aparato funcionando al 100% de eficiencia y concluyes que en un quinquenio le estarías ahorrando a la fábrica (a la Patria suena mejor) 5 millones de dólares. Y 10 millones en una década.

Claro que esto no siempre es así y tampoco es tan sencillo, pero sucedía. Como dije al principio, estos recuerdos no molestan ni indignan; al contrario, hacen sonreír. Lo de la ANIR se ha actualizado estos días porque en la prensa de la isla se está informando sobre este tipo de cosas en ocasión de otro aniversario de la asociación y el anuncio del próximo congreso de la CTC. Pero lo que en verdad me despertó la curiosidad fue encontrar un titular sobre la ANIR en el periódico vueltabajero Guerrillero, por aquello del estereotipo de los pinareños en el juego de la identidad cubana. ¿Qué invento se le puede ocurrir a un pinareño para ser destacado en la ANIR? ¿Acaso cómo obtener agua para sofocar el incendio de la estación de bomberos? ¿O un martillo para romper la pared del cine recién construido y dentro del cual dejaron una concretera? ¿Una máscara para no ser identificado cuando le pidas un bolígrafo a un policía para apuntar la hora a la que saldrá la lancha para Miami?

En un artículo aparecido el 5 de octubre (2012) en el periódico Guerrillero, el periodista Edmundo Alemany Gutiérrez dice que los “aniristas” pinareños (23,260 afiliados) aportaron o ahorraron 13,5 millones de pesos por inventos que sustituyeron importaciones. Informa que la delegación provincial seleccionó 250 ponencias de calidad, pero no detalla ninguno de los inventos propuestos. …

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Habitación que mi abuelo y bisabuelo usaban para consultas médicas. Vedado, Habana. Foto 2012.

Reinaldo Escobar, en Desde aquí, comenta los cambios en La expresión material del ateísmo:

(…) Recuerdo los días en que concluíamos la construcción del edificio “de microbrigada” donde aun vivo. Fui elegido por los trabajadores para integrar una comisión que analizaría el mejor derecho de los aspirantes a ocupar la vivienda. Si mal no recuerdo, yo era el único comisionado que no era militante del partido comunista. Nos entregaron una planilla donde había que anotar cuidadosamente los datos de cada una de las personas aspirantes a vivir en el nuevo inmueble: nombres y apellidos, sexo, edad, centro de trabajo o estudio, nivel escolar, pertenencia a las organizaciones revolucionarias, si algún miembro de la familia había salido del país o si había sido sancionado por algún tribunal. Había que anotar además si se poseían efectos electrodomésticos, los muebles que tenían y otros detalles sobre el estado en que se encontraba la vivienda en el momento de la inspección. Sí, porque los miembros de la comisión teníamos que inspeccionar y al final, dejar por escrito nuestras valoraciones.

En la última página de la planilla, en el inciso B del Punto II, se abría un espacio para mencionar y describir los objetos religiosos que eran visibles en la casa inspeccionada. En el centenar de hogares visitados no apareció ni un solo corazón de Jesús, ni una postalita de la virgen, ni un solo rincón de Elegguá, ninguna cazuela con Oschún.

Han transcurrido 26 años de aquellos sondeos y ahora en el recibidor de nuestro edificio han puesto un cartel para invitar a creyentes y no creyentes a la misa que Benedicto XVI hará el próximo miércoles en La Habana. Por suerte ninguno de los que entonces creían cometió la ingenuidad (la honestidad) de dejar a la vista aquellos “objetos religiosos” que nosotros debíamos pesquisar. Ellos los ocultaron, yo conservé la planilla.

Envase de talco perfumado. Hecho por Provari. Colección Cuba Material.

En La muela bizca: El duro oficio de la informática… sólo a veces ;):

nonohack: la caja de rolos!!!!!
wcloister: mi tia descubrio que en la cajita, que estaba traducida al español, en la parte de «8 items» habian puesto «8 cosas»
wcloister: y siempre se burlaba de eso
nonohack: juaff
wcloister: si, como un guallo
nonohack: me acuerdo porque me rascaba con ellos
wcloister: mi mama tenia rolos, pero no de cajita de micocilen sino de cajas de talco de las grandes
wcloister: con las que se hacía «el torniquete» jaja
nonohack: ah, las famosas
nonohack: esooooooooooo
wcloister: cada vez que se lavaba la cabeza
wcloister: que de rituales
nonohack: me acuerdo del super desododrante aquel
nonohack: azulito
wcloister: siiiiiiiiiii
wcloister: me encantaba como olia
nonohack: asi por arribira;
nonohack: compotas nene
wcloister: HIT
nonohack: jabones JP
nonohack: karate
nonohack: hit
wcloister: toqui
nonohack: aqua
wcloister: mariposa
nonohack: ahora las smashing:
wcloister: jaja
nonohack: Fiesta
wcloister: esa!
wcloister: con el chapu que tambien era guallo
wcloister: champu
nonohack: si
nonohack: coldcream
wcloister: y lo amargo que era
nonohack: alias colkrin
wcloister: si jaja
nonohack: pachuli
nonohack: Zas a.k.a MacCastros
wcloister: esa no la recuerdo
wcloister: ah
wcloister: si
nonohack: ya
nonohack: bueno
wcloister: las hamburguesas
nonohack: Matilda
wcloister: si jaja
wcloister: las cajas de quesito crema
wcloister: Matilda
nonohack: Textiles Cayo La Rosa
wcloister: jajajajjajajaja
nonohack: a q muerden
wcloister: lapices Bacuranao
nonohack: gomitas batabano
wcloister: eran bacuranao o batabano?
wcloister: ah eso
wcloister: jajaja
wcloister: no es bacuranao
nonohack: lapices de colores Pionero (lo peor)
wcloister: perdon, los batanano eran peor, la mina se les salia cuando escribias
nonohack: serpentinas Carnaval
wcloister: aaay!
wcloister: esa si
wcloister: esa si me llego
wcloister: jaja
nonohack: Tonico fortificante
wcloister: que hubiese una fabrica que hiciera serpentinas!
nonohack: Leche Malteada la Bayamesa
wcloister: jajajaja
wcloister: si
wcloister: las camisas aquellas de hombre tenian una marca
wcloister: no la recuerdo
nonohack: y el assoluto:
nonohack: Calzoncillo TacaTillos
wcloister: jajajajjajajaa
nonohack: medias Taca-Taca
nonohack: pan de panera
nonohack: y pan de gloria
wcloister: gaceñiga
nonohack: alias Iñiga
wcloister: jaja
wcloister: eso es una marca, pero la gente la usaba como el nombre de la pobre panetela
nonohack: arroz precocido
wcloister: Conchita, esa es descarada
nonohack: Taoro
wcloister: verdad
nonohack: por cierto
wcloister: Doña Delicias
nonohack: en las apuestas en madrid
nonohack: nos jugamos bricks de mango Taoro… ;)
nonohack: tú crees que lean este post?
wcloister: jajajaja

Envase de talco Brisa. Imagen tomada de internet.

Envase de talco y desodorante en pasta Desodoral. Imagen tomada de internet.

Envase de talco Bebito. Hecho por Suchel. Colección Cuba Material.

Agua de colonia Fiesta. Hecha en Cuba por Suchel. Colección Cuba Material.

En el blog de Enrisco, 59 respuestas a la pregunta ¿a qué huele la Habana? que recorren desde el olor del «aire acondiciorrepublicano de los cines» hasta el salitre del golfo o el petróleo de la bahía.

Cojín de flores importado del campo socialista. Foto hecha en La Habana en el 2013.

Mi abuela compró estos cojines de flores en los años ochenta en el mercado paralelo. Desde entonces, y hasta el día de hoy, adornan los sillones de la sala de su casa y el butacón y el sillón del comedor. En ellos aún suelen sentarse mi mamá y mi abuelo. Desteñidos, algunos en jirones, la esponja del relleno es una fina película que apenas les da un poco de estructura.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Los domingos solían visitar la casa de mis abuelos familiares y amigos de la familia. Muchas veces se quedaban a almorzar, y siempre —aun cuando no comieran— eran invitados a beber uno o dos highball. En medio de la conversación, siempre animada, no faltaba mi abuelo insistiendo en que, por favor, se usara el portavasos para que no se dañaran los muebles, de madera. Decía eso mientras le acercaba uno al infractor.

Muchos de los portavasos de casa de mi abuelo los había traído mi tío Feli de Checoslovaquia a lo largo de los años ochenta, cuando solía viajar a ese país por motivos de trabajo —era especialista de la Unión Eléctrica y tenía a su cargo las plantas generadoras de electricidad (Felton, Guanajay)—. Cuando se acababa el almuerzo y ya habían recogido la mesa, mi abuelo ponía a secar los portavasos sobre el muro de la galería de su casa para evitar que les saliera moho. Algunos todavía conservaban, y unos pocos tienen escrito en el reverso ciertos deseos y aspiraciones que animaban a los técnicos de la Empresa Eléctrica que se reunían en las tabernas de Praga. «No nos fuimos, pero nos iremos», soñaron una tarde de 1984. «De P… queridos amiguitos», se lamentaron en 1986.

En su casa había otros portavasos, pero mi abuelo siempre prefirió el cartón grueso y absorbente de los de las tabernas checoslovacas.

«Democracia de taberna», leo que le llamó Elena Zubkova al periodo de la posguerra, cuando los países de Europa del Este y la URSS abrieron bares, tabernas y cafés, algunos de los cuales cerraban cerca de las 3 am. y, a juzgar por estos protavasos, algo de esa democracia ilusoria llegó a Cuba.

Portavasos checoslovaco

c. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Portavasos checoslovaco

Portavasos checoslovaco. Mediados de los ochenta. Colección Cuba Material.

Aspas de ventilador Órbita. Colección Cuba Material.

En casa tuvimos varios ventiladores Órbita, de fabricación soviética. De hecho, fue el único tipo de ventilador que tuvimos, en diferentes modelos. Eran pequeños, livianos y portátiles, y podían utilizarse como ventilador de mesa o de pared. Se vendieron a un costo de 40 pesos.

En casa, debe haber sido mi papá quien colocó un tornillo en los travesaños de madera que dividían las ventanas de cada habitación, para colgar estos ventiladores, uno en cada cuarto. Mi mamá se encargaba de comprar los ventiladores, y las piezas de estos ventiladores que pudiera conseguir, para guardar como repuesto, por si se rompía alguno más allá del punto de cualquier reparación.

Se decía que los ventiladores Órbita venían con los refrigeradores Minsk, para descongelarlos, pero el Manual del usuario no lo menciona. Sin embargo, ciertamente parece más un manual industrial que uno comercial. En cualquier caso, también se usaban para descongelar los refrigeradores.

Todavía se encuentran estos ventiladores en las casas y comercios cubanos, en muchos casos reparados hasta volverlos irreconocibles —el artista Ernesto Oroza ha documentado este proceso, que incluye en la categoría «desobediencia tecnológica»—. Parece que en algún momento se acabaron las piezas de repuesto de ventilador Órbita que mi mamá almacenó, pues he encontrado en casa uno cuya armazón ha sido fabricada con plástico derretido, de manera totalmente artesanal.

Recibo de compra de ventilador Órbita. 1979. Colección Cuba Material.

Ventilador Órbita en una escena doméstica rural. Foto de Guido Paulussen. 1994. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con aspas de fabricación artesanal. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con aspas de fabricación artesanal. Imagen tomada de internet.

Ventilador Órbita con cuerpo y aspas de fabricación artesanal. Colección Cuba Material

Ventilador Órbita roto abandonado sobre un escaparate.

Pueden ver aquí el Manual del ventilador Órbita.

Feria de la Plaza de la Catedral
Feria de la Plaza de la Catedral

Feria de la Plaza de la Catedral. 1987. Imagen tomada del libro Six Days in Havana.

La Operación adoquín fue un operativo policial  que el gobierno cubano desplegó contra los artesanos y comerciantes que vendían sus productos en la feria de la Plaza de La Catedral, conocida como los Sábados de la plaza. Durante varios años, en la década los ochenta, los habaneros se congregaron cada sábado en este mercado al aire libre para comprar productos de bisutería, calzado y confecciones de vestir, de calidad y diseño producidos por artesanos locales, de calidad y diseño muy superiores a los de los productos que se ofrecían en el comercio estatal.

Estos sábados constituyeron, para muchos, un evento cultural que sobrepasó los límites estrictamente comerciales que le dieron origen. Los productos a la venta llamaron incluso la atención de firmas comerciales alemanas y francesas, que se interesaron en su comercialización, para lo cual intentaron patrocinar la pujante artesanía local.

Pero el régimen socialista cubano siempre ha perseguido la iniciativa individual. Un amigo me contó que, para evitar que llegara a manos de artesanos privados, el gobierno ordenó que se quemara la recortería de piel que sobraba en los talleres estatales.

La Operación Adoquín fue otra de las escaladas en su contra, pero no extinguió la producción artesanal de productos utilitarios. Años después, finalizando los ochentas, yo reunía dinero para poder comprar las sandalias que en la azotea de su casa fabricaba el magnífico Carlos Téllez, justo frente al parque de mi preuniversitario, el Saúl Delgado, en El Vedado, y las boticas de piel estilo Robin Hood de un artesano que vivía en un municipio del oeste de La Habana cuyo nombre no recuerdo, para llegar al cual había que ir hasta el paradero de Playa y tomar allí, creo, la ruta 40.

Sobre la Operación Adoquín, ver Emilio Ichikawa:

La Operación Adoquín sale a la luz en la prensa oficial como acción policial que depura de artesanos ilícitos a las plazas de Armas y de la Catedral. La venta de artesanía venía arraigando allí desde la década anterior, cuando carpinteros y herreros, modistas y bordadoras, joyeros y talabarteros, alfareros y otros empezaron a plantar los sábados sus timbiriches frente a la catedral.

Aquello se convirtió en mercado abierto y se extendió a la Plaza de Armas, frente al Palalcio de los Capitanes Generales. Las autoridades dieron pita larga para ver hasta dónde llegaba el ingenio cubiche, porque salvo los basureros no había otro mercado de insumos para hacer artesanías que las propias empresas estatales. Ni otras vías de suministro que robo o cambalache.

Entonces pasó algo que se llevó de pronto a la mayoría de los artesanos, quienes fueron a dar a la cárcel bajo cargos de actividad económica ilícita y otros delitos contra la propiedad social de todo el pueblo. De este modo el casco histórico habanero quedó acendrado para su proclamación (diciembre 14, 1982) como Patrimonio Histórico de la Humanidad. La Oficina del Historiador se encargó de controlar administrativamente el movimiento artesano y hacia diciembre de 2009 sobrevino la mudanza y concentración de los artesanos de la Catedral al Centro Cultural Antiguos Almacenes San José (Avenida del Puerto), restaurados ad hoc. Dizque el trámite de acreditación como artesano se cobra en chavitos y la renta de espacios, en pesos cubanos.

El movimiento artesano había cobrado impulso a fines de la década de 1960 con egresados y defectores de la Escuela Nacional de Arte (ENA), quienes se reorientaron al no consagrarse como artistas plásticos. Así mismo se reanimaron otras muchas tradiciones artesanales, como bordado y deshilado, que darían pie (1979) a las Ferias de Arte Popular.

Tras la Operación Adoquín se creó (1986) la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), como cristalización burocrática de la artesanía redefinida en términos artísticos. El auge del turismo propiciaría que los artesanos se concentraran en obras de carácter único para la venta puntual. Lo funcional artesano cedió a lo artístico profesional y la característica repetitiva de la artesanía deja de ser consustancial.

En Jatar-Hausmann, Ana Julia (1999) The Cuban Way: Capitalism, Communism and Confrontation, editado por West Hartford, CT: Kumarian Press:

Another free market reform during this period was the state’s 1978 decision to allow limited self-employment. Certain professionals such as carpenters, plumbers, electricians, and artisans were allowed to work privately, provided they had first fulfilled their time commitment to the state. Those who were able to buy a state license could essentially go into business for themselves. They charged whatever rate they could get, and payment was often made in kind with goods such as chicken or vegetables. They were not allowed to hire any staff, but they could form business alliances with colleagues.

The 1978  legalization of self-employment was considered an attempt to control what had been occurring for quite some time. Artisans and handymen had seemingly always worked outside the state apparatus, risking detention by the authorities as they attempted to improve their standard of living. Even after the 1978 reforms such work was a potentially dangerous proposition. The state strictly controlled the number of licenses issued for private work, and crackdowns such as the trial of a score of artisans in a public square in Santiago de Cuba in June, 1985, for selling jewelry without a license were common. (p.35)

In 1986, Castro also labeled the thousands of self-employed Cubans «corrupt parasites» on the public sector and curbed their activities with tighter regulations. In an effort to gain greater control over resources, the government imposed a system in which taxi drivers, artisans, street vendors, and private service workers such as plumbers and electricians had to obtain all materials via a state-issued certificate. The number of private wage and self-employed workers fell from 52,100 in 1985 to 43,200 in 1987. In monetary term, private non-farm incomes fell from 102.5 million pesos in the same period. During the Rectification Period, wage incentives for the population were also scaled back. (p. 38)

Ver también la entrevista al actor, director y productor Marcos Miranda, publicada en Cuba Inglesa, sobre las circunstancias que lo convirtieron en artesano y su relación con el movimiento de artesanos de la Plaza de la Catedral:

¿Vienes directamente a Miami o tienes tu “largo viaje” como muchos otros cubanos?

Mi salida definitiva de Cuba no pasó hasta 1984, y lo hice por España, donde viví 7 años. Una experiencia extraordinaria, que me devolvió la fe en la humanidad, que casi pierdo en Cuba. Desde año 1980 hasta el 1984, fue una época muy dura en la isla para todos los que presentamos nuestra salida del país. Nos sacaron del trabajo y sin posibilidades de recuperarlo o encontrar nuevos. Recuérdese que el sistema comunista no permite la actividad laboral privada de manera oficial, y en aquel momento no existían empresas mixtas ni corporaciones extranjeras donde pudiéramos prestar nuestros servicios ni mi esposa ni yo. La única posibilidad o camino a tomar cristalizó en hacernos artesanos (más bien zapateros) y vender nuestra producción en La Plaza de La Catedral.

¿Entonces puedo asumir que te arrestaron en la famosa “Operación Adoquín”, donde muchos artesanos, sin prueba o delito aparente, fueron a parar a los calabozos del DTI en La Habana?

No. Nunca me di a conocer como artesano. Jamás me inscribí como tal. Y aunque lo hubiese querido, como era mi deseo realmente, mi condición de “gusano” que se iba del país, me lo impedía. Mi hermano Carlos, y mi amigo, el actor Mike Romay (e.p.d.), vendían mi producción. Creo que me salvé porque nunca fui a La Plaza, a pesar de que a Norma, mi esposa, y a mí, nos interesaba aquel peculiar movimiento artístico, y también empresarial, donde el arte y la gestión de ventas se pusieron de manifiesto, y de manera muy próspera e independiente, como no había pasado antes del 59. Además, mis pocas apariciones en la calle como cualquier ciudadano de a pie y sin acceso a los medios, que hice luego de mi renuncia al ICRT como director, escritor y actor, bastaron para que fuera llamado nuevamente al Departamento de Seguridad del Estado, donde se me “aconsejó” que no saliera a la calle porque el público me reconocía como El Ingeniero de “En silencio ha tenido que ser” o El Abuelo Paco de “Variedades Infantiles”. Eso, según “ellos”, “ponía en peligro” el permiso para mi salida definitiva de Cuba. De modo que, a partir de ese momento, comenzó mi condena de cuatro años de prisión domiciliaria.

Vista aérea de la Fuente de la Juventud, inaugurada en 1979. Imagen tomada de Habana Retro Cuba.

La Fuente de la Juventud fue construida como parte de las obras del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebró en La Habana en 1979. De este tomó su nombre, y fue inaugurada el 29 de julio de 1978 (ver cronología de eventos del festival aquí, en pdf).

Proyectada por los arquitectos Rómulo Fernández, Miriam Abreu, Jesús Sánchez, José Cuedias y Antonio Pérez González (Ñiko), la fuente, de forma pentagonal (recreación del logotipo del evento) representa, en su forma y colores, los cinco continentes. Hace muchos años que está seca y sus granitos rotos. Unas columnas de acero atraviesan los dibujos que, dispersos por el piso de losas hexagonales, alguna vez celebraron la juventud y amistad.

Fuente de la Juventud. Detalle del piso. Foto 2012.

Cafetería El Cayuelo
Cafetería El Cayuelo

Cafetería El Cayuelo. Imagen tomada de Panoramico.

El viaje a Varadero hubiera sido demasiado largo y aburrido de no ser por el puente de Bacunayagua y la cafetería El Cayuelo. Hace unos días, en el confort climatizado de las guaguas de Vía Azul, recorrí la ruta Habana-Varadero-Habana. Apenas alcancé a ver las ruinas de lo que alguna vez fuera una moderna instalación.

Polvo para limpiar los dientes
Polvo para limpiar los dientes

Polvo para limpiar los dientes. Hecho en la URSS. Colección Cuba Material.

Fragmentos del texto de Yoss Lo que dejaron los rusos:

…¿cuántos de nosotros no nos hemos sorprendido en los revueltos años de fin e inicio de milenio, al menos una vez, suspirando de añoranza por algunas de esas cositas Made in URSS que tanto criticábamos antes de 1989?

…La Mujer Soviética, Unión Soviética, El Deporte en la URSS, Panorama Olímpico, Misha, también se leían bastante, además de servir para forrar libretas y libros, por el excelente papel satinado de sus portadas…

Mirando atrás desde el presente, para la más joven generación que creció después del derrumbe del muro de Berlín, y que considera los CD como algo cotidiano y no una maravilla tecnológica, resulta difícil hasta imaginarse lo profundo del desfasaje tecnológico y cultural en que vivíamos entonces aquí en Cuba. Aunque la música y las modas sí entraban. ¿Se acuerdan de los Boney M, los pantalones campana y el espendrum? Lo cierto es que, para nosotros, los crecidos en los 70 y los 80, cuando el último grito de la técnica eran los tocadiscos Radiotécnica y el radio Selena (salvo para aquellos privilegiados hijos de viajeros a las otras partes, que ya le rezaban a los dioses Sony, Sanyo, Philips, Panasonic, TDK, etc.), la cultura rusa fue una influencia subyacente, pero sólida y constante en muchas esferas de la cotidianidad, símbolo contradictorio, a la vez, de modernidad y fealdad, de resistencia extrema y falta de calidad, ambivalencia que moduló por décadas la actitud de los cubanos hacia todo lo ruso, y que está en el origen del término «bolo».

Veamos algunos ejemplos, empezando por el renglón automotor. Los Moskvichs, Volgas, Nivas y Ladas consumían menos gasolina, echaban menos humo, sonaban menos, eran más cómodos y lucían mejor, al menos en teoría; pero tampoco importaba: eran símbolos de estatus, de modernidad, de adelanto. Aunque los viejos carros americanos fueran bombas de humo rodantes, eran para toda la vida, y sus carrocerías mil veces chapisteadas eran de hierro y no de aluminio de tubo de pasta de dientes. Cualquier flamante Lada 1600 que chocara con un tartajeante Plymouth del 49 quedaba para chatarra, lo sabían hasta los niños. Claro, si era un Chaika, ya eran otros cinco pesos.

Las motos Ural, auténticos camiones con sidecar, copiados de las BMW tomadas de trofeo a los nazis en la Gran Guerra Patria, circulan todavía, con bastantes adaptaciones de nuestros Hell Angels insulares. Eran las dos ruedas que había para resolver, y vaya si resolvían. Hasta sofás se cargaban en aquellas heroicas motos. Y cinco pasajeros a bordo de una Ural con sidecar no era record para nada.

De los KP3, Gaz, Kamaz y otros camiones, nuestro gobierno tuvo que confesar en 1990 que eran máquinas muy bien diseñadas para gastar petróleo. Y, hermetizados contra las bajas temperaturas siberianas, eran auténticos hornos rodantes. Pero la fama de «asesinos de choferes» que trajeron de la URSS duró hasta que cayeron en manos de nuestros «paticalientes» ases del volante, que los asesinaron a ellos.

Y si de aeronáutica se trata, nuestra Cubana de Aviación ha surcado, por décadas, los cielos del mundo con aviones soviéticos, relativamente lentos y también muy gastadores, pero seguros (mientras hubo piezas de repuesto). Fue así desde que los vetustos Super Constellation y Bristol Britannia de antes del 59 dejaron de creer en milagros mecánicos y se negaron rotundamente a despegar, al menos enteros. Los An-2 de fumigación vuelan aún, los «paticos» An-24 estuvieron haciendo rutas nacionales hasta hace muy poco, como los primos hermanos Yak 40 y 42, los viejos Tu-154 y el antiquísimo Il-18. Y si bien nunca tuvimos chance de ver aterrizar por Boyeros el supersónico y espigado Tu-144, todavía nuestro presidente recurre a su segurísimo Il-62-M cada vez que tiene que viajar.

Dentro de esta nunca demasiado criticada categoría de los electrodomésticos de producción soviética, estaban las indestructibles lavadoras Aurika y los televisores Electrón, Rubin y Krim, que todavía sirven para ver la novela en no pocos hogares cubanos. Tanto aquellos mastodónticos aires acondicionados que enfriaban con un cierto estruendo, como sus primos menos adelantados, los ventiladores Órbita sin careta (porque originalmente estaban concebidos como una pieza más de ciertos refrigeradores), nos aliviaron tantos tórridos veranos. ¿Feos? Vaya si lo eran todos. Verdaderas monstruosidades de diseño, pero hechas a prueba de bala. ¿Y cuántos no echamos de menos aquel piñazo sobre el televisor cuando los controles vertical u horizontal se desajustaban, o la patada al refrigerador cuando el motor se negaba a arrancar? Gestos que ya pasaron a formar parte del acervo mímico nacional, aunque nuestros electrodomésticos de hoy, japoneses, chinos y coreanos, no agradezcan tan «cariñoso» tratamiento.

En el capítulo de la relojería, vale la pena mencionar aquellos Raketa, Zaria y Poljot que pesaban toneladas en la muñeca, y cuyos cristales se empañaban casi de respirarles cerca. Así como aquellos despertadores titánicos, marca Slava y Sevani, que sonaban cuando les daba la gana y daban la hora que mejor les parecía. Ahora, sentir el pitido electrónico de un moderno radio- despertador digital y saber que es esa la hora, la misma que uno eligió para despertarse, inapelable, sin troque ni factor sorpresa que valga, resulta enervante. Qué aburrido, ¿no?

Bajo el genérico rótulo de la industria ligera se agrupan tantos objetos familiares por décadas, casi amigos, ahora vetustas reliquias domésticas que cada día escasean más y ceden más terreno en nuestras casas a sus cromados, ultramodernos émulos capitalistas. Como aquellos bombillos que duraban años derramando su luz amarilla o esas pilas secas que tan fácilmente se mojaban y sulfataban, o aquellos abridores que se oxidaban al primer mes, o perdían el filo, y los otros, de rosca y estilo pinza, cuyo funcionamiento exacto nadie comprendió jamás del todo. ¿Y qué decir de los juguetes rusos? Feos, toscos, con las uniones de plástico llenas de rebabas. Pero eran baratos, y resolvían. Aquellas pistolas espaciales y escudos, espadas y cascos de plástico rojo aguantaban bastante más que aquellos delicados, bellos y añorados básicos, no básicos y dirigidos Made in Hong Kong y Made in Singapore, que conmocionaban a los fiñes una vez al año, por julio. Todavía algunos de aquellos artilugios eslavos, a prueba de chamacos cubanos, andan dando vueltas por ahí, entizados con esparadrapo o tape, pero en servicio activo tras haber divertido a tres generaciones.

Los mismos cubanos que regresaban contando de la nieve en la Plaza Roja, del lujo increíble de las estaciones del metro moscovita y de las bellas noches blancas de Leningrado, trajeron todo un flamante concepto de decoración doméstica, junto con toneladas de souvenirs de la riquísima artesanía popular rusa. ¿Quién no tuvo o soñó tener en el aparador de su casa una matrioshka de veinte o más muñequitas? Algunos cubanos fueron más allá y cargaron a su regreso al terruño con titánicos samovares de cobre, con teteras eléctricas y juegos de té y todo. Así, la costumbre de tomar la delicada infusión, que hasta el 59 se suponía inglesa y aristocrática, se popularizó entre nosotros, y luego se volvió patrimonio de artistas y bohemios tropicales trasnochadores.

Otros cargaron con enormes afiches del Kremlin, de la policromada catedral de San Basilio y hasta del Mausoleo de Lenin, que aún hoy se aferran tercamente a algunas paredes habaneras, muy desteñidos por la sobredosis de luz de este implacable trópico. Y hubo otras mil chucherías rusas adornando las salas cubanas: desde cucharas campesinas talladas en madera, hasta reproducciones de llaves de las murallas de ciudades medievales del Báltico. En los cuartos de las casas cubanas, las alfombras, unas de grueso fieltro industrial y otras notables piezas de artesanía de los pueblos de Asia Central, resistieron largamente una pelea de mono a león con el polvo, el churre y el calor tropicales. Hubo cuernos lituanos para beber hidromiel junto con astas de ciervo y hasta de alce, y cabezas de jabalí para adornar la pared. Tiubeteikas tradicionales uzbekas se colgaron de nuestras sombrereras junto a la boina gallega y el yarey guajiro. Y cuántos gruesos abrigos enguatados y chapkas de piel peluda no permitieron y permiten aún a su orondo y nostálgico poseedor pasearse con la sensación de invulnerabilidad que da una escafandra cósmica en medio de nuestros más helados frentes fríos.

¡Nada en comparación con los veintipico bajo cero de Moscú en diciembre! Sin contar con esas botas altas de mujer, interiormente forradas de cálida piel de cordero, verdaderas saunas de torturar pies en este clima, que enmohecieron en los escaparates caribeños, entretanto no había una salida de verdad. Del resto de la ropa, mejor ni hablar. Los cubanos hemos tenido siempre una sensibilidad especial para detectar «lo cheo». Y aquellos trajes rusos que parecían cortados a serrucho, y aquellos zapatos tan «bolos», sin duda alguna lo eran, y mucho.

Notas
Montados en la máquina del tiempo y la nostalgia, vale la pena puntualizar que no solo a la URSS acudieron a superarse los cubanos, y no solo de ella vinieron los hermanos del CAME y los productos comestibles e industriales, los dibujos animados y otras formas de cultura. ¿Recuerdan las ventas de discos LP de música clásica en la Casa de la Cultura Checoslovaca, de 23 y O, que hoy es el Centro de Prensa Internacional? ¿Los dibujos animados de Aladar Meszga, de Lolek y Bolek, Mati el guardador de gansos, Juan el Paladín y tantos otros? ¿Las latas de Mesa Slava? ¿Las rosas y los jugos de fruta búlgaros y las sopas polacas de paqueticos? ¿Los ciclos de cine polaco en la Cinemateca, que entonces todavía no era el Chaplin? ¿El excelente musical televisivo alemán Ein Kessel Buntes? ¿La peliculaza histórica de Serge Nicolaescu (sí, el mismo famoso «comisario solo») Los dacios? Tantas cosas. Pero solo el considerar superficialmente las diferencias entre las respectivas versiones del socialismo de Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alemania Democrática, Hungría, Bulgaria, etc., y las influencias y experiencias de los cubanos en y con cada uno, llevaría tanto tiempo y extensión como hacer la historia de la Revolución. Quién sabe si más. Y entonces este trabajo debería titularse «Lo que dejó la Europa del Este socialista». Así que, por simplificar las cosas, consideramos aquí solo las relaciones cubanas con la URSS.

2. El trovador Frank Delgado tal vez no pase a la historia de la música cubana como un sublime creador de metáforas ni un romántico bardo, pero en su condición de irónico cronista de finales de los 80 y todos los 90, resultará probablemente tan insoslayable en la sociología nacional como los Van Van en los 70 y tempranos 80. La siguiente letra prácticamente funciona como resumen de todo el artículo anterior. Y si hay algún error, es 100% de mi mala memoria. Konchalovski hace rato que no monta en Lada Ya no podré leer más ningún libro de esos de Editorial Ráduga, de Editorial Progreso. No podré disfrutar más de aquel Tío Stiopa de estatura increíble y tan horrible ropa. No te puedo negar que los ojos me arden. Maiakovski ya deja reptar a los cobardes y no podré tomar el té negro en las tardes. El teatro Bolshoi aún no ha sido saqueado hay Noches de Moscú y crimen organizado los Estudios Mosfilm seguro que han cerrado. No me volveré a emocionar con Siberiada. Konchalovski hace rato que no monta en Lada. No podré disfrutar de aquellas olimpíadas con los soviets ganando todas las medallas. La Kazánkina grita: no me dejen sola. Serguei Bubka se venga y toma Coca Cola, con Salenko jugando en la Liga Española. Alguien a mí me preguntó si me había leído El Capital: Sí, pero a mí no me gustó, pues la heroína muere al final. En fin, que no me gusta tanta economía novelada que escribió el tal Carlos Marx. Ahora que los censores no pitchean bajito ya podemos burlarnos de sus muñequitos. Ahora que los ministros cambiaron las banderas podemos hablar mal de su industria ligera. Hoy que llevo en la frente el cuño del vencido y me acusan de muros que al fin se han caído puedo ser posmoderno y perder el sentido. Renegar de las utopías en que creo o ensañarme con toda la ley del deseo con la momia de Lenin y su Mausoleo. Hoy que solo del vodka queda la resaca yo me niego amor mío, cambiarme la casaca. Hoy que los konsomoles van pasando de todo abrázame, mi china, y no me dejes solo. Y mientras Fukuyama repite iracundo que estamos ante el fin de la historia del mundo mi amigo Benedetti abre el tomo segundo. Alguien a mí me preguntó si me había leído El Capital: Sí, pero a mí no me gustó, pues la heroína muere al final. En fin, que no me sirven estas novelitas de tres tomos que escribió el tal Carlos Marx.

por Yoss

(publicado en Temas en abril de 2006 y reproducido con permiso del autor)

Leer texto completo aquí.

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Sobre el documental de Enrique Colina Los bolos en Cuba y una eterna amistad, ver en Havana Times, La época de «los bolos» en Cuba, y en Vercuba, Rusias de mi cabeza o las astillas de Los bolos en Cuba.

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En Generación Y: Evocación de los bolos:

La lectura del libro “El séptimo secretario” de Michel Heller me ha traído un montón de recuerdos de la “etapa soviética” de esta islita. En ese entonces, yo no pasaba de los quince años y tengo evocaciones muy sensoriales de aquel coloniaje. Rememoro los caramelos y vituallas adquiridos a través del mercado informal que regentaban las esposas de los técnicos soviéticos. Es curioso que no los llamábamos por el gentilicio de la URSS y mucho menos como “camaradas”, sino que usábamos un sustantivo cuya fonética no permitía los detalles. Ellos eran “los bolos”: informes, toscos, un trozo de barro sin trabajar; macizos y sin gracia; capaces de fabricar una lavadora que gastaba la electricidad destinada a toda una casa, pero que -todavía hoy- funciona en no pocos hogares cubanos.

Muchos de nuestros padres habían estudiado o trabajado en la URSS, pero nosotros no conocíamos la sopa borsht ni nos gustaba el vodka, así que todo lo “soviético” nos parecía pasado de moda, rígido y cheo. Lo que nos paralizaba de ellos era el poder osuno que emanaba de sus gestos, la advertencia velada de que ellos sostenían nuestro “paraíso” caribeño.

Aquella mezcla de temor y burla que nos generaban los bolos todavía se mantiene. Si ahora mismo un turista que pasea por la ciudad no quiere ser molestado por los continuos vendedores de tabacos, sexo y ron, sólo debe musitar algo como “Tavarich”, “Niet ponimayo” y el asustado mercader se esfumará.

Perfume Moscú Rojo
Perfume Moscú Rojo

Perfume Moscú Rojo. Regalo de Mirta Suquet. Colección Cuba Material.

En Granma Internacional, publicado en 1998 por María Elena Capote:

PERO LOS TIEMPOS CAMBIAN:

Algunos especialistas suelen calificar a los años 60 de este siglo, como «la década prodigiosa». En Cuba, en materia de perfumería, no se puede aplicar tal concepto. Desaparecieron de golpe las producciones de casi todos los cosméticos y perfumes, manteniéndose sólo las indispensables para la higiene más elemental. Esta industria es sumamente cara en materias primas. No se llegó a poner de moda el aceite de patchoulí que pregonaron los hippies frente a los sofisticados perfumes, pero sí se usaron determinados «inventos» criollos que se vendían clandestinamente y a precios de oro por fabricantes privados de pequeñas instalaciones caseras. La mujer cubana no se resignaba a no perfumarse para las múltiples actividades que enfrentaba en su nueva vida social. Ya para los años 70, apareció el histórico Moscú Rojo, con su fuerte olor oriental, y le siguieron otros perfumes de la industria búlgara y polaca. Renacía el consumo y una costumbre que nunca se había perdido del todo.

PERFUMES QUE HICIERON HISTORIA

La década de los 80 fue la época dorada de la perfumería nacional. Aguas de colonias, perfumes, lociones, extractos, aparecieron en los comercios y cautivaron el gusto de hombres y mujeres que nunca antes habían sido consumidores habituales y cuyo alto poder adquisitivo les permitía el acceso a este tipo de producción, calificada hasta entonces por muchos como «secundaria», y para otros, tan vital y necesaria como la propia alimentación.
Nombres como Linda, Diamante Negro, Fantasía, Impacto, Profesía, Jaque, Deportes, Bermellón, Folklor, Yoruba, Hechizo, Carnaval, Recuérdame, Agua del Trópico, Tú, Onix, Karate, Cid, Jit, Toqui, encabezaron una larga lista de perfumes cubanos que abarcaban líneas florales, aldehídicas y orientales, además de las conocidas aguas de colonia. No hizo falta una publicidad dedicada a mujeres liberadas y conquistadoras sexualmente, como se anunciaban mundialmente los perfumes en esos años. Las cubanas seleccionaban de acuerdo con su ancestral sentido del gusto y establecieron sus preferencias. Respondían a un cierto toque secreto, mezcla de trópico y sensualidad, que los perfumistas cubanos incluyeron dentro de las corrientes internacionales de moda entonces. A partir de ese tiempo, Alicia Alonso, y más tarde, Coral Negro, identificaron a la perfumería nacional.
Sin embargo, no duró mucho la alegría en casa del pobre, como suele decir un refrán popular. Llegaron los 90 con su terrible carga para finales de siglo, la perfumería sufre otro duro golpe: el Período Especial.

* * *

En el blog Los días no volverán, 2010:

Actualmente, mi madre adorna su tocador con dos frascos de perfumes: uno, es el emblema de unos años que no se anima a dejar atrás; el otro, un perfume que siempre deseó tener y que sólo ahora, al precio impagable de la fragmentación familiar, ha podido disfrutar: Moscú Rojo -el perfume anhelado por la mujer cubana de los 80’- junto a Channel, algo que rompe cualquier esquema ideológico y estético. Esto no es representativo de ningún hogar; no creo que muchas personas conserven un Moscú Rojo. Pero mi madre sí lo tiene en ese país caótico que se ha construido y donde es feliz. Cuando le pregunto por qué no lo tira, me responde con orgullo: “aún le queda un poco”. A qué olerá, es algo que no sé, ni quiero saber.

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Y en mundoanuncio.com/La Habana:

Vendo Radio Juvenil 80 nuevo en su caja, Colección de Matriuskas de 30 piezas, y mucho más. – Bauta

En venta – se ofrece:

Eso mismo. Un Radio Juvenil 80 en 50 cuc. Un juego de Matriuskas Made in Leningrado en 100 cuc. Un televisor Caribe con pantalla de tres bandas de colores pintado a mano en 300 cuc. Un par de kikos plásticos en 20 cuc. Tenis Robin Hood en 22.99 cuc y tres pomos de perfume KAYAC, HIT y MOSCU ROJO en 5 cuc cada uno… Interesados escribir por aquí y preguntar Gorbachov.

Cartel de la película Hara Kiri
Cartel de la película Hara Kiri

Cartel de la película Hara Kiri. Diseñado por Antonio Fernández Reboiro.

En La Ventana (tomado de Cubanow), sobre el cartel de cine cubano:

Desde muy temprano, la cartelística cubana de cine ganó el aplauso internacional. En 1964, el afiche de la película japonesa Harakiri, de Antonio Fernández Reboiro, fue el pionero al obtener el primer premio en Sri Lanka. Luego, certámenes en Ottawa, París, Cannes y Moscú, entre otros, certificaron la calidad de las obras cubanas, ya para entonces perseguidas por coleccionistas.

En la isla, los carteles tomaron las calles y pasaron a ser piezas de culto. “Superaban el carácter efímero con que fueron concebidos”, asegura Vega. Aparecieron en sellos postales, en almanaques, en cajas de cerillas y, naturalmente, en los hogares de los intelectuales, así como en el espacio doméstico de la gente común. En poco tiempo, devinieron símbolo del buen gusto e incluso llegaron a irrumpir en las oficinas. No importaba en cuál, ni dónde. La burocracia también los amaba.

Envase de refresco en polvo Tang

Envase de refresco en polvo Tang. 1961. Colección Cuba Material.

Emilio Ichikawa: Aguacero de mayo: 17-1961 Oferta de Castro:

Al calor de la plenaria —en el Parque Exposición de Rancho Boyeros— de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), Fidel Castro se refiere al déficit de tractores para labores agrícolas y dispara: «¡Está bueno ya de contrarrevolucionarios y de mercenarios en la cárcel, comiendo tranquilos! [Si] el imperialismo no quiere que sus gusanos trabajen, que los cambien por tractores y maquinaria agrícola! (…) Desde luego que los que hayan cometido asesinatos, entre esos esbirros, no los podemos cambiar por nada, [pero] todos los demás se los cambiamos por 500 buldózeres». El presidente Kennedy prestó oídos al mensaje y se formó el comité Tractors for Freedom, incluso bajo la presión del bando conservador, que consideró a los buldózeres «potencial material de guerra». Castro subió la parada con otra jugada mañosa: que los prisioneros de la Brigada de Asalto 2506 escogieran a diez para ponerlos en libertad bajo palabra y enviarlos a EE. UU. como representantes de Cuba en la negociación. De paso pulverizó el argumento de los conservadores: si los buldózeres eran «material de guerra», manden entonces tractores más pequeños en cantidad suficiente para llegar al valor estimado de 500 buldózeres Caterpillar D-8 8 (ca. $28 millones). Al deslizar esta propuesta, Castro usó por primera vez el término «indemnización» en el contexto de la invasión a Girón. Los 10 brigadistas llegaron (mayo 22) a Washington y Capitol Hill se alborotó ahora porque la demanda de indemnización was incompatible with our national honor. El comité Tractors for Freddom ofreció —en tono de ultimátum a Castro— 500 tractores pequeños, que valdrían $17 millones, y Castro replicó a los emisarios del comité (Foto) que si el honor nacional de EE. UU. no daba para pagar $28, pero sí $17 millones, no había negocio. A la postre Castro sacaría dos veces y pico más en valor (casi $53 millones) en alimentos y medicinas. Y el cambio de brigadistas por buldózeres se rebajó ante el vulgo a cambiarlos por compotas.

refresco Tang

Escena del libro Adios, mi Habana, de Anna Veltfort (Verbun, 2017), donde la protagonista observa el envase del refresco en polvo Tang.

Postal de felicitación por el día de los padres

Postal de felicitación por el día de los padres hecha por un fotógrafo privado a través de la escuela. Tempranos 1970s. Colección Cuba Material.

Cuando era estudiante de primaria, todos los años iban a mi escuela fotógrafos privados que, semanas antes de la celebración del día de las madres y, quizás con menos regularidad, del día de los padres, desplegaban su utilería para hacernos a cada muchachito una foto, que nuestros padres debían comprar para luego recibir como regalo el día de la celebración oficial de su paternidad. Con antelación se anunciaba la fecha, y el día señalado las maestras nos sacaban del aula y nos ponían en fila en el vestíbulo de la escuela, llamándonos uno a uno para que nos colocáramos detrás de la pantalla de cartón o plywood y sacáramos nuestra mejor cara por un agujero justo antes de que el flash nos alumbrara el rostro mientras el obturador sonara con la única toma que nos estaba destinada. Días después, las propias maestras nos entregarían una foto impresa en papel grueso, en donde asomaban nuestras caras al lado de la frase «Felicidades mamá» o «Felicidades papá«, según el caso, y dos o tres dibujos muy kitsch.

Creo que casi todos disfrutábamos de aquellas sesiones y fotos, siendo como eran algo que nos sacaba de la monotonía de la cotidianidad escolar. Nunca había reparado, sin embargo, en que se trataba de una actividad privada, de la socas que habrían sobrevivido a la Ofensiva Revolucionaria de 1968, y que, más insólito aún, tenía lugar al amparo de instituciones estatales dedicadas a la formación de la niñez y la juventud en hombres nuevos.

Revisando la escasa colección de postales de felicitación por el día de los padres que Cuba Material conserva, «descubro» que, si bien el gobierno cubano no destinaba la misma cantidad de recursos que invertía en la impresión de postales de felicitación por el día de las madres —de hecho, apenas destinaba alguno—, en los años ochenta también se vendieron unas pocas postales de factura menos artesanal que las que hacían los fotógrafos que iban a las escuelas con sus cámaras viejas y sus pocos recursos. Es posible, sin embargo, que estas otras postales también fuera el fruto de la iniciativa privada, lo que no haría más que confirmar la poca atención que el gobierno cubano le prestó a dicha fecha. ¿Sería que no era cosa de hombres?

Postal de felicitación por el día de los padres
Postal de felicitación por el día de los padres. Alrededor de 1980. Colección Cuba Material.
Postal de felicitación por el día de los padres
Postal de felicitación por el día de los padres. Alrededor de 1980. Colección Cuba Material.
Postal de felicitación por el día de los padres
Postal de felicitación por el día de los padres. 1980s. Colección Cuba Material.
Postal de felicitación por el día de los padres
Postal de felicitación por el día de los padres. 1990s. Colección Cuba Material.
Postal de felicitación por el día de los padres
Postal de felicitación por el día de los padres. 1990s. Colección Cuba Material.
Fuente Luminosa

Fuente Luminosa

Fuente Luminosa. Rotonda de Boyeros y Avenida 26. Al fondo, la Ciudad Deportiva.

La Habana de mi infancia, la de los tardíos años setenta y tempranos ochenta, no era una ciudad presumida, y lo hacía saber de muchísimas maneras. Sus espacios públicos coexistían con edificios desteñidos y sucios, y con adornos urbanos que alguna vez fueron hermosos, ya venidos a menos, como los paragüitas del ICAIC que salpicaban la avenida 23, y las obras de arte reproducidas en granito en las aceras de La Rampa.

Mi Habana no era una ciudad coqueta. Si se repasa su inventario escultórico, da la idea más bien de una ciudad ultrajada. Muy distinta de la que ahora ahora se inventa una nueva utilería, pensada como trasfondo de fotos de turistas. Parte de ella se alza, como figuras troqueladas, en las plazas y lugares públicos del casco histórico: estatuas de John Lennon, del Caballero de París, de la Madre Teresa de Calcuta. Han llegado incluso hasta El Vedado, donde también se restaura el viejo y olvidado monumento al Maine, de mano de un refulgente Berlioz y un cobrizo Benito Juárez.

Muy distinta de esta, La Habana de mi infancia era una ciudad de monumentos mutilados y pedestales vacíos.

Sobre de papel cartucho

Sobre de papel cartucho

Sobre de papel cartucho. Años ochentas. Colección Cuba Material.

Los textos de Variedades de Galiano, de Reina María Rodríguez (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008), quieren dar cuenta de las dimensiones afectivas y materiales de la “devastación”: ese proceso implacable de desgaste, desaparición, arruinamiento, agrietamiento de los espacios y de los sujetos. Si prácticamente todo discurso producido en el campo literario insular pasa por la sobredeterminación ideológica de la Revolución como marco, entonces cabe reconocer que la fuerza de señalamiento de Variedades… tiene una potencia desestabilizadora. El ahora de Variedades… está poblado por los fragmentos desvencijados de una comunidad fantasmal de sujetos que apenas se sostienen en su integridad, porque dependen de los restos, las sobras, las menudencias escasas de la realidad. El aquí de estos textos señala unos espacios donde se superponen las imágenes del tiempo de lo ido para siempre –evocado una y otra vez, como mantra que interroga el destino de eso que se perdió, un deseo de saber a qué región se marcharon las “glorias”, el esplendor, las aristas espesas (por variadas), de lo real, frente a la monotonía y la igualdad castrante del presente-, y las terribles evidencias de lo que queda después de una guerra no sucedida­ –otra dimensión fantasmal, pero al mismo tiempo material, que también se subraya, por ejemplo, en La fiesta vigilada, de Antonio José PonteInteresa también a la voz de algunos textos de Variedades… dejar constancia de la dimensión agónica del discurso que quiere ser de la memoria, pero que se encuentra con la imposibilidad de la nostalgia.

Cuando se podría pensar que el Periodo Especial, y sus extensiones estéticas, fueron de alguna manera “agotados” a nivel de representación por la proliferación de textos sometidos a la estética de la decadencia y la precariedad, vienen La fiesta… y Variedades… a proponer otras miradas posibles. El primero, desde sus atrevimientos ideológicos, su voluntad ensayística. El segundo, desde un cuidado de la escritura y una ética de la literatura frente a la ruina, que sobrepasan con creces el tráfico a veces desquiciado de esa otra literatura cubana.

Una pregunta como esta: “¿Sobre qué posibilidad de sentir, confiar y escrutar el corazón de los objetos se arma una cultura?” (RMR) en Variedades…, bien podría haber presidido, por ejemplo, Las comidas profundas de Ponte. Y estas preocupaciones, que son centrales en la obra de Reina María Rodríguez –cuyos textos de una u otra manera remiten casi siempre a la interrogación del acto de escribir en un contexto de precariedad material, de desolación moral, de falta de ataduras a los rituales felices-, podrían verse como la continuación metaliteraria de algunas preguntas de Las comidas…: “Asustada por las sustituciones hechas [recordar las sustituciones del libro de Ponte] cuyo producto final nunca sabré con qué fue compuesto. ¿Hubiera escrito menos? ¿Hubiera escrito mejor?” (RMR)

En Variedades… se reconoce muchas veces un vínculo innegable del poema con lo real. De tal manera que las preguntas a partir de las cuales se constituye el poema, pasan por interrogar justamente ese vínculo. Esta dimensión agónica es central en la poesía de Reina María Rodríguez, y las respuestas o balbuceos (en el sentido de ensayos sin voluntad definitiva) a estas cuestiones, informan su política de escritura. “El poema, al participar de la propia enfermedad y muerte de cada día en uno, aflora y se expande por las rutinas, ‘murumacas’ y ‘abusos de confianza’ que neutralizan aquello que lo saca a flote y lo provoca a cada rato: la realidad” (RMR).

Walfrido Dorta

*  * *

“La feria del parque Fe” (fragmentos)

(…) Estaba sentada otra vez desde mi mesa (mirador del Info) cuando pasó, frente al cristal, la banda de los niños. Todos venían con sus estandartes, la ropa rayada, las polainas de disímiles materiales (a veces separadas en demasía de los zapatos dejando al aire unas medias variopintas). Todos cantaban y la música, los tambores del redoble y la batuta –a pesar de lo arrugados que estaban los trajes y de la profesora gorda que conducía la comitiva y seguro desentonaba también- me impresionaron. Era una orquesta muy pobre aquella y los estandartes rojos y azules estaban zurcidos por los bordes del satén. Pero me alegraron la mañana, como promesa a la carencia de recursos.

“¿Qué pasará este verano? ¿Cómo se aguantará?” –pregunta un joven que está sentado a mi derecha tomándose una cerveza clara, espumosa.

El humo prieto del cerdo se recalienta en las pailas donde hombres y mujeres uniformados de camareros se disponen a vender comida. Es una feria en el parque Fe. El lugar se va matizando con muchos colores. (…) (Estoy buscando un sentido a mi ubicación dentro del tapiz que acabará por tejerse este domingo). (…)

Las botellas de ron: Puerto Príncipe, Mulata y Niño liberadas de sus etiquetas por cientos de manos que las manosean, brillan entre los reflejos del sol mañanero y después sudan como “marimba de alcohol” en los labios secos. Habrá panes de variados tamaños rellenos “con algo” y peces anaranjados saltarán dentro de enormes peceras donde los niños meten los brazos y sacan “sus peleadores”. (…)

“¿Somos esto?” –pregunta el joven a la dependienta que lo atiende indicando los “tacos” rellenos de diferentes materias (con otoño, invierno, nostalgia), todo lo que nos falta, y vuelven a redoblar los tambores de la banda de los niños. (…)

Hacia una esquina opuesta, hay una improvisada barbería-peluquería donde cortan y tiñen las cabezas. (…) esas sillas de tijeras y con otras tijeras más afiladas que las sillas, cortan, tiñen, ondulan, suben o bajan a picotazos, los promontorios de la mente para lograr un cambio. (…)

Pasa otra señora con un caballo plástico (un juguete) que seguro ha comprado barato y parecería que va montada sobre él, como una mujer que sueña feliz con su infancia, pero cuando se detiene: es una bruja. La dependiente que vende frituras de maíz y otras que imitan ser de bacalao, miente con una sonrisa indulgente sobre las diferencias. (…)

Un desfile de modas hecho con pedazos de materiales sobrantes  (soga, cuero, nailon, pedrería, “tostenemos” –grita alguien) se realiza por detrás de la palma, y los muchachos y las muchachas como bellos exponentes del trópico y de la exposición que este día inauguran, sonríen bajo el entalle perfecto de una colección que se llama Vida.

Todo está tan concurrido que no queda espacio para la soledad.

Me muevo como un ciempiés, fisgoneo entre las carolinas. Por algo de todo esto vale la pena entrar hacia tal confusión de estilos, religiones, pieles y maraña de una vegetación sin podar. Por algo de todo esto. Mañana quedarán los restos de comida, las banderitas caídas y los viejos volverán a tomar su lugar (su asilo) permanente bajo los mismos árboles. Mañana la poesía estará estructurada de los huesos de pollos fritos y mollejas que los perros vagabundos hociquean dejando sobras para un después. Olerá a cosas que fueron calientes, ya calcinadas. A los globos de colores que guindan de tronco en tronco (hechos con preservativos teñidos que se habrán reventado) y a las palomitas de maíz que salpican grasa desde las cacerolas de aluminio. (…)

Otro señor vende recogedores de hojalata y, para probarlos, barre las hojas amarillas. Otro, aguacates morados, pulposos, prietos. No faltan las escobas de guano (amargas) como colas de cometas extraviados.

Cuando la prosa también se ha recalentado en su caldero, no queda otro resquicio que girar y, en el vértigo por tanta luz (donde nada se omite), comer las simples palomitas de maíz sin muchos conceptos o justificaciones. Algo se muerde y cruje. Y en los pechos, azabaches prendidos con alfileres de crianderas (rojo y negro) para los malos ojos. (…)

La mayoría, apretujada, grita, corre, vocifera, revienta, y yo escribo, yo escribo, yo escribo… palabras pisoteadas por las sandalias de otras mujeres de corvas venosas, pero flexibles. (…) De pronto, una fuente que estuvo rota por muchos años, salpica a los jugadores de dominó sobre tablas improvisadas. Salpica a los vendedores de comida frita, a los tamaleros, a los maniceros, a los “merolicos” ¡que esperaron toda la vida por el brote de esa dichosa fuente! El agua reciclada purifica las fichas, el cartón, las chapas de metal oxidadas.

(…) Por eso, en la pose definitiva que tomo dentro del tapiz este domingo, extiendo el cuerpo sobre la hierba que arranco con las uñas (pica demasiado) y reclamo un parque que se llame Fe, aunque la fe no exista.

Reina María Rodríguez

Ver también, en Libros del crepúsculo:

Hay en la poesía de Reina María Rodríguez de los 90 tanta conciencia de una escritura producida a fines del siglo XX como impulso de colección de reliquias de un mundo perdido. Celebración y duelo del naufragio de la utopía, que se manifiestan por medio de una extravagante memorabilia: miniaturas de la Atlántida, muñecas egipcias, retratos de Durero, esculturas de Zadkine, tablillas de terracota, polvo verde del Taj Mahal, flores insectívoras, un vidrio de mar en la ventana.
Podría hacerse una lectura de esa poesía como relicario o museo de la resaca de algún paraíso perdido. Una escritura de la memoria que presta más atención a ciertos desechos del pasado que a la cultura material, archivable y refuncionalizable, heredada del antiguo régimen. No sería imposible leer esa poesía como un discurso de sutil cuestionamiento a las narrativas turísticas e ideológicas que se tejieron en torno a aquella Habana, que se presentaba como escenario de la «muerte real de un pasado imaginario».

chavitos

chavitos

Serie de billetes con valor legal limitado a las tiendas en moneda convertible (diplotiendas o tecnitiendas), chavitos. 1980s. Foto Ángel Antonio Vidal.

En Diario de Cuba, Iván García sobre el jineterismo en Cuba en los ochentas:

Pero el jineteo en Cuba es más que sexo. En sus inicios, quienes jineteaban eran los hombres. El verbo jinetear nació a mediados de los 80, y se refería a aquéllos que se dedicaban a la compra y venta de dólares en las calles, un bisne entonces ilegal.

En esa época, los jineteros cazaban a los turistas fuera de los hoteles para proponerles cambios de moneda a mejor precio que el ofrecido por el gobierno. Si la policía te pillaba, ibas cuatro años tras las rejas. Jinetear con divisas era un negocio suculento.

«Recuerdo que compraba los dólares a cuatro pesos. Luego a un estudiante africano le pagaba un dólar por cada dos que yo le daba, y éste me adquiría pacotilla: pitusas, zapatillas, camisas de bacterias o shorts reversibles en tiendas para técnicos extranjeros. Las ganancias eran descomunales. Uno compraba un par de zapatillas Cast en dos dólares (ocho pesos) y las vendía en 120», recuerda Jorge, un jinetero ya jubilado.

Cuando en 1993 Fidel Castro despenalizó el dólar, la palabra jinetera acabó colgada en las despampanantes muchachas que se prostituían, primero en los barrios habaneros, luego en el resto de las provincias.

(…)

Existen jineteras en moneda dura y en pesos cubanos. Las hay de 15 años y de 40 o más. Desde las que cobran 40 cuc, hasta guajiritas apeadas la noche anterior del tren procedente de Santiago o Guantánamo, que se ofertan por 80 pesos. O menos.

También ahora jinetean chicos que se pasan seis horas haciendo pesas en un gimnasio particular. Travestis que madrugan por las avenidas. Y gays orgullosos de los nuevos aires que corren y suelen ofrecer sexo oral en escaleras.

El verbo jinetear llegó para quedarse. Y va más allá. Se utiliza cuando alguien se aprovecha de una persona con dinero y se le pega como una lapa para que lo invite almorzar o le pague unas cervezas.

En aquellos centros de trabajo donde es posible viajar al extranjero, jinetear consiste en «trabajarle fino» al tipo que da luz verde para «fastear» [viajar]. Si el jefe es intransigente, se le hace una brujería. Si es «fácil», se le ofrecen regalos y promesas de compartir con él una parte del dinero asignado. Cualquier cosa con tal de que tu nombre aparezca en la lista de candidatos del viaje a China o a alguna otra parte.

En ocasiones, incluso, se jinetea a la propia familia. Se acercan los 15 de la hija o las vacaciones están al doblar de la esquina y se quiere pasar un fin de semana en un hotel. Como los familiares viven lejos, se les llama a cobro revertido o se les envían emails. De poco valen los sermones del pariente, de que la crisis económica es real y no un invento del Granma. Después de la descarga, el jineteo sigue en pie: «Mira a ver si puedes mandar algo, hazlo por tu sobrina que este año termina la secundaria».

Chancletas de goma

Chancletas de goma

Chancletas de goma.

Odette Alonso, en el blog Parque del Ajedrez:

Mis fotografías con Donna Summer —pensé entonces— son todas mentales. Y son muchas. Las salas a oscuras de las casas de mis amigos y de mi propia casa, la música retumbando en las paredes, Manolito y Vicente, algunas muchachas a quienes no debo mencionar. Escaleras, rincones, sudores de la noche tropical. Pantalones de mezclilla, tennis y camisetas que por primera vez usábamos, muy orondos, gracias a las tías del Norte, ésas que antes habían sido traidoras impronunciables. Discos de los Bee Gees y de Tavares, de la Streisand y Bonnie M, de KC, de “Saturday night fever” y de “Hotel California” que nos regalaron esas tías y los primos a los que por décadas tuvimos prohibido escribirles.
Ni siquiera es que haya muerto Donna Summer, a quien hace años no escuchaba con detenimiento, como tal vez ella tampoco cantara en medio de los dolores del cáncer. No es Donna Summer en sí misma: soy yo, somos nosotros, es nuestra juventud. Aquellos años que hoy no son ni fotografías, porque entonces muy pocos teníamos cámaras y muchos de aquellos papelitos se han perdido.

Información sobre las lavadoras Aurika-70. Publicado en Magacín. 1976. Colección Cuba Material.

Comentarios dejados en DEBAJO DE LA CAMA:

  1. Anónimo

    LA LAVADORA AURIKA SE USO COMO DESPENSA Y GALLINERO PARA QUE LA GALLINA PUDIERA CALENTAR LOS HUEVOS. CUANDO ERA INSERVIBLE SE PINTABA Y SE RELLENABA DE TIERRA SIENDO UNO DE LOS CANTEROS DE PORTAL MUY LINDOS.

  2. Anónimo

    Las Medallas… tanto me hastiaron de medallas y estímulos en esa, nuestra «Patria» tergiversada q las pongo debajo de la cama, pero ni siquiera debajo de la mía… a mí que me regalen cheques!!!

  3. Anónimo

    1.- SANDALIAS Y ZAPATOS HECHOS CON LA GOMA Y LLANTAS DE CARRO, A VECES LAS HACIAN DE LA PARTE DE LA CURVA Y SE LEVANTABAN HACIA ADELANTE Y TE HACIAN TAMBALEARTE Y CAER

    2.- ZAPATOS DE PLASTICO ERAN UNAS BOLITAS QUE COSTABAN CENTAVOS PASABA POR LA MAQUINA CON EL MOLDE Y SALIAN LOS ZAPATOS PLASTICOS HASTA DE TACONES HACIAN, ESOS SE LLAMARON «CATARRITOS» PORQUE NADA MAS QUE LLOVIAN SE DESPEGABAN POR CUALQUIER PARTE

    3.- EL ALGODON LLAMADO «MOQUITO» SE COMPRABA EN BOLSA NEGRA POR LA ESCASEZ, PERO CUANDO SE HUMEDECIA SE TE PEGABA EN LOS DEDOS Y ZAS! UNA Y OTRA VEZ LO QUERIA SACAR DE TUS DEDOS CHASQUEANDOLOS PERO NADA.. DE ESTE TIPO DE ALGODON SE FABRICO LA INTIMA FEMENINA CON GASA Y NI QUE DECIR DEL CAOS QUE SE CREABA

    4.- MEDIAS DE NYLON, PANTIES-MEDIA, PLANTILLAS DE MEDIA, CUANDO SE LE IBA UN HILO COSA FRECUENTE PUES A COGERLO CON EL BRILLO DE LA PINTURA DE UNAS SE LE UNTABA AL SELLARSE NO CONTINUABA ABRIENDOSE

    5.- BOLSITAS TENIDAS DEL COLOR DE LA CARTERA QUE LLEVABAS AL RESTAURANT DONDE ESTABA PROHIBIDO LLEVARSE COMIDA PARA LA CASA, AL ESTAR DEL MISMO COLOR DE LA CARTERA, ABRIAS ESTA Y DEJABAS CAER LA COMIDA SIN QUE NADIE LO NOTARA..

    6.- CUANDO LAS MEDIAS PANTIES IBAN PERDIENDO EL COLOR LAS METIAS EN UN RECIPIENTE LARGO CON AGUA DE TE FUERTE DURANTE ALGUNAS HORAS Y SALIDAN NUEVAS

    7.- SE TOMABA UN NYLON SE LE PASABA COSTURA A LO LARGO DE 6″ X 2″ DE ANCHO, SE HACIAN HASTA 20, DESPUES SE RECORTABAN INDIVIDUALMENTE, SE RELLENABAN CON LIQUIDO DE DISTINTOS SABORES DE FRUTAS, SE COSIA POR LA PARTE DE ARRIBA Y SE PONIAN A CONGELAR, SE VENDIAN A PESO LOS NINOS ABRIAN UNA PEQUENA ABERTURA POR UNO DE LOS LADOS Y SE IBAN TOMANDO EL JUGO CONGELADO, ELLOS LE DECIAN » PINGUILLA DE LIMON» DE NARANJA, ETC TENIA MUCHA ACEPTACION

    8.- LOS ANIMALITOS DE ADORNO PARA PONER EN LOS CARROS O EN LAS CASAS QUE MOVIAN LA CABEZA AFIRMATIVAMENTE ERAN GRACIOSOS Y LA GENTE LOS COMPRABA, DE PRONTO SE DEJARON DE LLAMAR MOVIBLES O PORFIADOS PARA LLAMARSE «RANDY ALONSO» ERA UN LOCUTOR QUE TRABAJABA EN LA MESA REDONDA Y SIEMPRE ESTABA ASINTIENDO A TODO LO QUE DECIA EL COMANDANTE.. SE LLEGABA A LA TIENDA Y SE DECIA «QUIERO UN RANDY ALONSO DE PERRITO» QUIERO UN RANDY ALONSO DE GATICO Y ASI SUCESIVAMENTE..

    9.- LA CIFRA DE ENFERMEDADES VENEREAS CRECIA CUANDO LLEGABA LA CARNE DE DIETA A LA CARNICERIA O LAS CAJAS DE POLLOS, TAMBIEN CUANDO LOS TELEFONICOS IBAN A INSTALAR LOS NUEVOS TELEFONOS.. LAS ENFERMERAS QUE SE OCUPABAN DE LAS CIFRAS CUANDO SE ENTERABAN DE LA LLEGADA DE LOS PRODUCTOS REPARTIAN GRATUITAMENTE CONDONES.. LA QUE TENIA MAS ALTO POCENTAJE ERA LA GONORREA,

    10.- AGUJAS DE TEJER A CROCHET PARA HACER LOS RAYITOS

  4. Anónimo

    Saludos aunque no soy cubano me parece muy interesante su blog pero tengo una duda sobre el escrito numero 9. En realidad no veo la relación entre la carne de dieta, las cajas de pollos y los teléfonos nuevos con las enfermedades venéreas!!!???Alguien me podría explicar Por Favor.

  5. Bueno, aunque no se exactamente lo que quiso decir el autor del comentario, entiendo que se refiere al sexo como moneda de cambio, es decir, cuando llegaba la carne, los telefonos, u otro articulo codiciado, los carniceros, telefonicos, o la persona que los repartia podia ser sobornada con favores sexuales. Pero esta es mi interpretacion solamente.

  6. Anónimo

    Primero te felicito por tu blog que está bien interesante además educativo para los que no vivimos esos tiempos.
    Que interesante e intrigante me parece este asunto, al punto que ahora hubiera querido ser un cubano carnicero, pollero o telefónico para ese tiempo…jejeje. Saludos y Mucho Cariño desde la UPRC.

  7. Teresa Valladares, que ya ha colaborado enviando muchos de los otros comentarios, nos envía este:

    TONITA.. AQUI TE MANDO ALGUNOS ARREGLOS E «INVENTOS» PARA PODER SEGUIR VIVIENDO,

    – CUANDO NO HABIAN ROLITOS PARA EL PELO SE CORTABA EL PALO DE ESCOBA PLATICO Y SE HACIAN MAS DE 12 ROLITOS

    – PARA GUARDAR HEMETICAMENTE, ARROZ, FRIJOLES, CREMA DE LECHE, ETC SE CORTA UNA BOTELLA PLASTICA POR LA PARTE DE ARRIBA SIN TOCAR LA ROSCA Y LA TAPA, ES PONE EL CARTUCNO DE NYLON YA LLENO, SE PASA POR LA BOCA YA CORTADA SE LE PONE LA TAPA Y LISTO PARA LA DESPENSA O REFRIGERADOR

    – EL CRISTAL DEL ATAUD LLEGO A ESCACEAR TANTO QUE A VECES EN LA FUNERARIA SOLO HABIA UNO Y SE LO PONIAN A LA CAJA, ENSEGUIDA QUE IBA A SALIR EL ENTIERRO SE LO QUITABAN Y SE LO PONIAN AL OTRO

    – AURICULAR DE TELEFONOS INSERVIBLES SE LE QUITABA LA TRIPA DE ADENTRO, SE LE INTRODUCIA UN PEDACITO DE MANGUERA Y HACIA DE DUCHA

    – SE HCIERON CORTINAS CON PALITOS PLASTICOS DE LOS POT-CICLETS, SE ENSARTABAN UNOS CON OTROS QUEDANDO UNA CORTINA BASTANTE ACEPTABLE

    – SE HICIERON ARBOLITOS DE NAVIDAD, DESHACIENDO PERCHEROS FORRANDOLO CON PAPEL O CINTA VERDE

    – BOLSITAS DE NYLON TRANSPARENTE LLENAS DE AGUA COLGADAS DE TECHO PARA ESPANTAR LAS MOSCAS

    – PARA CERRAR LA OLLA DE PRESION SE PONIA AL CERRAR LA TAPA CON LA CAZUELA DOS CUCHARAS PARA QUE PUDIERA CERRAR BIEN

    – LATONES DE BASURA PUBLICOS LES QUITABAN LAS RUEDAS PARA HACER CARRITOS, VELOCIPEDOS Y CARRETILLAS

    – CUANDO SE IBA LA VALVULA DE LA OLLA DE PRESION SE PONIA UNA GOMITA DE ALGUN BULBO DE PENIICILINA O TAMBIEN ALGUNA GOMITA DE ZAPATILLA

    – LATICAS DE REFRESCO, CERVEZA, ETC SE CORTAN A DOS DEDOS DE LA BASE Y SE ABREN EN FLECOS LO RESTANTE, ASI QUEDA UN CENICERO, UN PALTICO SERVIDOR, LAS PUNTAS SE DOBLAN Y QUEDAN BONITAS

    – SE CORTABAN LAS BOTELLAS DE REFRESCO Y SE HACIAN VASITOS, TACITAS, Y SI SE CORTABAN POR AMBOS LADOS SE PONIAN DE SOPORTE PARA LAS LAMPARAS

Billete de la Lotería Nacional. 1960. Colección Cuba Material.

Durante su etapa de fascinación con la Revolución Cubana, Sartre intentó explicársela al mundo. En Huracán sobre el azúcar aplaude el uso de los dineros de la Lotería Nacional por parte del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV), fundado el 18 de febrero de 1959 bajo la dirección de Pastorita Núñez, para la construcción de viviendas.

Cuenta el francés que, enterados del decreto que abolía el juego y la prostitución en Cuba, croupieres y prostitutas se presentaron en el Habana Libre (todavía Habana Hilton), donde Fidel Castro tenía sus oficinas. Castro les prometió que dejaría los asuntos de moral para más adelante, cuando tuviera un trabajo diferente que ofrecerles a los padres y madres de familia que en ese momento se dedicaban a actividades relacionadas con el juego, limitándose entonces a prohibir solo las máquinas de juego (traga monedas) y el proxenetismo. El Instituo de la Vivienda pasaría así a encargarse de administrar la lotería, y los billetes en los que muchos ansiaban ver la suerte se llamarían desde entonces Bonos de Ahorro y Vivienda.

Con el dinero de la lotería el gobierno financió la construcción de edificios de vivienda, que fueron conocidos como edificios Pastorita. Yo nací y viví en uno de ellos, en El Vedado, muy cerca de las intersecciones de 23 y 12, y de Línea y 12. Estaba construidos con la técnica de prefabricado, y cada apartamento se hallaba equipado con calentador de agua. Las mesetas de la cocina eran de formica. Mi edificio también tenía garage y, a diferencia de los futuros edificios de microbrigada, las paredes de los apartamentos estaban repelladas con yeso, los closets tenían puertas, y en el patiecito había un amplio lavadero y vertedero.

Mis padres se fueron a vivir allí porque mi bisabuela materna decidió cambiar su apartamento de alquiler, de un cuarto, en un edificio que quedaba muy cerca del parque Mariana Grajales, por uno de dos cuartos en los nuevos edificios Pastorita. Cuando lo decidió, el edificio en donde viviría se encontraba en pre-construcción, gracias a lo que consiguió que el closet del cuarto principal abriera hacia el pasillo en lugar de hacia el cuarto, para que así su escaparate de tres puertas cupiera dentro del dormitorio.

Peine plástico

Peine plástico. Hecho en Polonia. 1980s. Colección Cuba Material.

 

Cuando Cuba Material dejó la plataforma blogger, perdí muchos comentarios y entradas. Estos son algunos referidos a las cosas (materiales) que aún hoy se asocian con significados positivos:

  1. Anónimo 

    Los objetos que recuerdo con agrado son los libros de la coleccion Huracan, grandes obras literarias con una encuadernacion tan primitiva que las hojas se despegaban al pasarlas,. pero muy baratos, cualquier estudiante con unos centavos los compraba y formaba su coleccion.
    Otros son las sandalias , llamadas guarachas, con la suela de gomas de camion y entretejido de piel. Muy comodas y sobre todo que duraban muchisimo.
    El jabon Alborozo. Tenia un perfume muy antiguo y delicado que jamas pude encontrar otra vez en otros productos en el extranjero.
    El perfume Alicia Alonso y Gisell. Me gustaban mucho y considerando la escases y la miseria mediante eran un buen logro de nuestros tecnicos perfumistas. Tanto que consegui el telephono de Suchel y los felicite personalmente.
    El helado Copelia de Chocolate al inicio de inaugurada la heladeria .
    La crema hidratante Cirene.
    El refrigerador Westinhouse de mi familia que duro casi 50 años comprado antes de la Revolucion , claro.
    La maquina de cocer Singuer y la maquina de escribir Lettera que duraron casi 60 años.
    Mi madre escribia ya sin cinta utilizando papel carbon.
    La pluma fuente que me regalo mi hermano cuando el estudiaba en la Union Sovietica. Me duro toda la carrera en la Universidad. El peine de plastico de dientes separados comprado en Checoslovaquia , otro regalo que me hizo porque yo tenia el pelo muy largo y se me enredaba. Todavia lo tengo y ha pasado casi 20 años. En Cuba no habia ese tipo de peine en aquellos momentos.

     

  2. Anónimo

    la casa donde nací… tenía un encanto especial, fabricada por mi abuelo español mantenía la tipología de las casas españolas con su patio interior y un patio trasero donde jugaba cuando niña, grandes habitaciones que todas daban a los patios, pisos de losas blancas y negras y persianas francesas y sobre todo el angel de la familia que la habitaba… el día q la cerré porque mis padres venían para Miami y perdíamos mi querido hogar, corté mis raíces con Cuba, pero la extraño y la lloro, la tengo en mi vitrina interior

     

  3. Anónimo

    mi difraz de la Violetera… tenía unos 3 años por el 1958 y nos disfrazaron de la Violetera por la pelicula de igual nombre interpretada por Sarita Montiel, todas las niñas iguales y los niños con los cuales hacíamos pareja con tabaquitos que eran de chocolate, en el Club Campestre de mi pueblo

Despensa

Despensa. Casa en El Vedado. Foto 2013.

En Los días no volverán:

(…) Abro una gaveta y me encuentro unos espejuelos sin una pata, y cuando pregunto a mis padres por qué los guardan, me dicen con toda la lógica del mundo: por si el tornillito de la pata que queda se puede usar de repuesto. Los frascos vacíos ni se botan ni se reciclan, se acumulan por si hacen falta; algunas medicinas se atesoranpor si escasean cuando se necesiten.

Una batidora nueva, por muy sofisticada que sea, jamás echará a la basura la batidora rusa con el vaso de aluminio. Cuanto más, la desplazará hacia un lugar menos estratégico en la meseta. Y en efecto, mis padres saben lo que hacen: los equipos rusos parecen eternos, irrompibles. Las lavadoras Aurika continúan funcionando, aunque la mayoría esté mutilada -es preferible exprimir la ropa con las manos a cambio de tener un potente ventilador en casa, hecho con el motor de la centrífuga. Y la Aurika de mis padres no se usa porque otra más moderna hace su trabajo, pero está ahí, como la reina vaga de la casa, por si.

Leer toda la entrada.

Botella de licor con texto de propaganda política «Habana en 26», celebrando el 26 de julio. Colección Cuba Material

La otra noche, una amiga trajo a casa una botella de licor de anís Marie Brizard. Lo conocía desde niña, el envase, si bien no su sabor, porque mi mamá coleccionaba botellas de bebida, por supuesto vacías. Durante muchos años «adornaron» el piso de mi casa, primero distribuidas entre un pequeño barcito de madera que la hermana de mi abuela había hecho cuando estudiaba en la Escuela del Hogar, en los años cuarenta, y una alfombra que era la piel de un leopardo, de la que aún queda parte de lo que fuera el cuerpo del animal (mi padre se la tiraba a veces encima, y gateaba tras mi hermana y yo por toda la casa; a veces nos decía que él mismo había cazado ese leopardo en África, y que por eso tenía la herida que tenía en la espalda, fruto en realidad de una intervención quirúrgica); y más tarde en varias de las repisas de un multimuebles de plywood que mi papá construyó y que ocupaba toda la pared de la sala de mi casa.

Una de las botellas más lindas de la colección era la de Marie Brizard, pero no he podido encontrar en la internet ninguna parecida a aquella de mi infancia. No recuerdo los detalles de su diseño, solamente que el rostro de su fundadora, una señora mayor, aparecía enmarcado en un óvalo, más o menos cerca del cuello de la botella, encima de la etiqueta. Luego supe que había fundado la marca de bebidas en 1755.

Mi hermana y yo jugábamos a veces con la colección, reordenándola a nuestro gusto. No tengo idea de cómo se las ingeniaba mi mamá para conseguir las botellas de su colección, todas hermosas y exóticas (entiéndase de bebidas extranjeras). En raras ocasiones conseguía una llena.

Un día, las botellas desaparecieron en el closet de mi madre. Para entonces, la decoración de la sala de nuestro apartamento Pastorita no interesaba nadie. Mi papá y mi hermana vivían ya en Estados Unidos, yo me mudaba a Nuevo Vedado a un recién heredado apartamento, y mi mamá se disponía a alquilar el sitio que por veinte años fuera nuestro hogar.

 
 

Información sobre las lavadoras Aurika-70. Publicado en Magacín. 1976. Colección Cuba Material.

En CubaAhora: La lavadora rusa:

La llamada obsolescencia programada nada tenía que ver con los equipos confeccionados en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como queda demostrado en Cuba.

Los “bolos” (así solían llamar a los soviéticos en su ausencia) fabrican feo, pero -se decía- las cosas son duras y no cambian los modelos todos los años, sino cada 10 o más.

También llamaban “rusos” a los equipos aunque fueran productos de cualquiera de las otras 15 repúblicas que componían la desintegrada unión.

Aunque en 2005 hubo cambio masivo de equipos electrodomésticos en la nación caribeña, hay quienes se aferraron a su refrigerador ruso y todavía los muestran con orgullo, proclamando que durarán más que los nuevos y no faltan quienes adquirieron los modernos y ahora lamentan haberse desprendido del made in URSS.

Recientemente me brindaron un batido de guayaba elaborado en un artefacto que a sus casi 40 años solo ha habido que sustituirle una pieza relacionada con la cuchilla  y el vaso plástico cambiado por otro fundido en aluminio.

Y por si fuera poco, mientras degustaba el frío líquido, apaciguaron el calor con un ventilador plástico marca Orbita que ha resistido los embates de dos generaciones de niños que lo han usado para toda clase de entretenimientos.

Todavía ruedan por las carreteras cubanas modelos de jeep de dos puertas y de cuatro con sus motores originales o en algunos casos remotorizados con otro de auto soviético Volga desde hace más de 30 años.

Hay un chiste: varios países llevaron un reloj a competir en tamaño, y ganó la URSS por ser el más pequeño, exacto y duradero, pero cuando notaron que un cable lo conectaba a un aparato gigantesco como el Hotel Habana Libre, el jurado indagó. La respuesta: Es la batería del relojito.

Pero, de todos los equipos, el más asombroso debe ser la lavadora marca Aurika cuya entrada a Cuba se registra en los años de mediados de la década de 1970 del siglo pasado, cuando las amas de casa se sintieron liberadas de una dura carga domestica con su auxilio.

Todavía las hay funcionando como siempre, es decir, las encienden en un lugar y la vibración las traslada a los sitios más insospechados, con un ruido ensordecedor y mojando toda la vivienda.

Después de tantos años, este equipo no deja de asombrar, pues algunas solo lavan, no secan porque el motor fue utilizado para confeccionar un potente ventilador capaz de lanzar una chorro de aire a más de 10 metros de distancia.

O quizás lo encuentre en una turbina para impulsar el agua, en una podadora de césped como la que usan en los jardines del Monumento a la Acción del Tren Blindado en Santa clara, o en el más increíble de los aparatos manufacturados por la ingeniosidad cubana.

Sin embargo, nadie en otro país que no sea Cuba, puede imaginar que lo inviten a una fiesta y a la hora de brindar la cerveza y asar el pernil de cerdo, convoquen a ubicarse alrededor de una lavadora rusa marca Aurika.

Como por arte de magia, levantan la tapa y extraen una botella de bebida congelada, y también una masa de carne congelada, pues han convertido la lavadora en una nevera.

Teresa Valladares, colaboradora de Cuba Material, me envía el siguiente texto sobre las lavadoras Aurika, que ha estado circulando por correo electrónico desde hace tiempo:

Estoy seguro que cuando los rusos la inventaron nunca imaginaron el sinfín de utilidades que tendría en Cuba:
Lo primero que se quitaba era la junta plástica plateada que calzaba la tapa, ¿recuerdan? Era perfecta para un cinto de mujer, al cual lo único que había que adaptarle era una hebilla pequeña, reciclada de algún par de zapatos viejos, hacerle un par de huecos con un clavo caliente y ya, perfecto!
Luego la secadora, que generalmente funcionaba por muy poco tiempo, se convertía en maceta!! Se extraía el cesto de aluminio (era muy «elegante» y sobre todo, no se oxidaba) se llenaba de tierra y para las malangas era perfecto!!!
El motor se ajustaba no se como, el hecho es que se convertía en uno de los mas potentes ventiladores en la historia de casi todos los cubanos de la isla, aquellos que hacían un ruido bestial y que vibraban tanto que había que calzarlos con una frazada o te caminaban por toda la casa.
El transformador es perfecto para llevar los equipos de 220v a 110v.
Cuando ya no funciona nada, es un perfecto cesto para ropa sucia.
Por ultimo, la tapa de la lavadora era imprescindible para el cake de cumpleaños!!!
La primera pregunta que te hacían los dulceros en Cuba cuando mandabas a hacer un cake era:
«Tienes una tapa de lavadora?» «Si la tienes, tráemela!»
Son… Cosas de Cuba.
En mi caso también la lavadora Rusa AURICA tuvo otras funciones como: El motor de la centrifuga se uso para bomba de extracción y ladrona de agua.
También se uso para masajes para tratamientos terapéuticos de hidro-masajes (se ponía una mezcla de agua fría y de agua caliente soportables a la piel, se ponía a funcionar introduciendo las piernas o los brazos.
Otra función como enfriadora, le echaban pedazos de hielo y se enfriaban las cervezas y los refrescos, la tapa también se uso muchas veces para deshuesar un pernil…..jajajajajaaaa
Todavía no entiendo cómo pueden existir personas que se mofen de la genialidad e inventiva de los cubanos!

Información sobre las lavadoras Aurika-70 y los servicios de mantenimiento a domicilio. Publicado en Magacín. 1976. Colección Cuba Material.
Pinzas de la lavadora Aurika. Colección Cuba Material.
Lavadoras soviéticas. Imagen tomada de internet.