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Pelota de caucho
Pelota de caucho

Pelota de caucho. Hecha en Cuba. 1970s y 1980s. Imagen tomada de internet.

En Progreso Semanal: Una niñez muy feliz:

Yo tuve una niñez muy feliz en Cuba, y lo siento mucho por aquellos que no la tuvieron. Yo fui pionero y eso no me causó trauma alguno. Todo lo contrario, me educó en el respeto a los símbolos patrios, a mi país.

Yo tuve que ir a la escuela siempre pelado, limpio, abotonado, con las tareas completas, libretas ordenadas. Yo tuve maestros estrictos pero amables y buenos. Tuve amigos, muchos amigos, que nos permitían tener interminables horas de juegos. Yo jugué al cuatro esquinas, la tacha, el pon, el quimbe y cuarta, al taco, al burrito 21, al come fango, a los escondidos, los pistoleros, el pega´o.

Yo toqué puertas en las noches, tiré huevos, puse alambres entre los canteros. Yo tuve muchas novias que nunca lo supieron pero que me hicieron muy feliz. Yo aprendí a hacer papalotes, chiringas, picuas; aprendí a hacerles los frenillos, a ponerle cuchilla en el rabo para la competencia. Yo tuve un guante de pelota marca Batos y una pelota de poli que era roja y blanca, también un bate que me regaló un pelotero pero que estaba astillado. Todo me duró una inmensidad.

Yo tuve un triciclo de rueditas macizas y una vez arrollé a mi abuelita porque se le fue la catalina. Yo tuve patines de hierro, una carriola china inmortal y veloz. Yo hice tacos con pomos de alcohol boricado relleno con trapos y quemada la punta para que no se salieran los trapos…rompí cristales con algún batazo incierto y fui regañado muchas veces por malcriadeces típicas de niño libre y despierto.

Yo tuve un hermano que me preparaba las cervatanas plásticas con mirillas hechas por él; que me engrasaba mis patines para poder ser yo el ganador; que me enseñó a trabajar la madera haciendo avioncitos pequeños a pura talla sin recurso alguno. Yo tuve siempre una madre y un padre a mi lado…siempre…nunca faltaron, nunca faltarán.

Yo tuve unas plataformas de charol y un jeans Levi’s rojo marrón que me mandó el tío que un día abandonó Cuba. Me los ponía con una manhattan que heredé de mi hermano que era de barcos y otra de betas naranjas y blancas.

Es bueno tener poco por que uno puede recordarlo todo, y añorarlo. La abundancia atenta contra la memoria, te hace frágil al olvido, evita que puedas contar historias.

Yo tuve mis cumpleaños siempre repletos de niños, tomando refresco blanco y esperando la rifa. Tuve un beisbolito que era un juego de beisbol de mesa, con él pasaba horas, días, y me sabía todas las reglas del béisbol…todas.

Yo fuí a todas las escuelas al campo y no me rajé en ninguna. Tuve miedo en algunos momentos pero aprendí a superarlo con el pasar del tiempo. Yo pasé horas acostado mirando a las estrellas, con un libro que describía las constelaciones; un libro de astronomía que me regaló mi amigo Jorge Luis. Yo aprendí a defenderme solo, a cuidar de mis alimentos, de mi maleta siempre abierta. Yo nunca fui bueno en combates por lo que el campo me enseñó la habilidad del convencimiento y terminé siendo siempre el chico protegido por los guapos del barrio: Amió, Julian, Tony…esos eran los jefes, y yo su guía espiritual.

Yo aprendí a cortar caña, a sembrar tabaco y recogerlo, aprendí tambien a dormir encima de los cujes resecos y polvorientos. Yo supe cómo trabajar la col, el tomate, la lechuga; aprendí a entender la naturaleza, a ser parte de ella, a refugiarme cuando era necesario y a disfrutarla cuando lo merecía.

Yo corría por las calles, me iba lejos de casa, horas enteras, era libre, muy libre; nunca sentí miedo de la lejanía. Yo nunca tuve un amigo raptado, violado, con problemas de violencia doméstica.

Yo me iba solo con 12 años para la playa todo un fin de semana, con amigos claro está; era la época de la cacería de chicas, la pubertad entretenedora y dislocante de la adolescencia. Yo nunca supe qué era la marihuana, el crack, la heroína. Mi español se enriqueció en el exilio.

Yo nunca vi a mis padres pelear, por el contrario, mi hogar fue un hogar de fiestas constantes, de visitas inoportunas, de dominó, de guateque, de casino…luego lo fué (por mi hermano mayor) de rock and roll y trova. Yo me levantaba los domingos esperando ansioso el plan de la calle, eran domingos felices, alegres.

Yo tuve un papá que muchas veces me despertó en la madrugada para irnos a pescar y que no era más que un pretexto para estar a mi lado, para rellenar esos días de semana en que llegaba tarde del trabajo y no tenía tiempo para mí.

Yo inauguré el palacio de los pioneros Ernesto Guevara; trabajaba en la sección de video y edición, aunque tuve que ser camarógrafo. Yo pasaba horas pintando y nunca guardé una de mis pinturas… Lo hacía con un lapiz HB, no había otro. Pintaba rostros y competía con mi amigo Tonito a ver quién tenía la letra mas bonita.

Yo sentí amor siempre, sentí compañerismo, no recuerdo ningún sufrimiento, no recuerdo a alguien hablando de odio y de venganza. Yo fui muy feliz cuando niño…tan feliz que hoy puedo, cada día, dormir a mis hijos con una historia diferente de mi niñez; historias que ellos me piden ansiosos antes de ir al sueño. Yo no puedo odiar entonces; no puedo ser cruel, no puedo ser vil; yo solo puedo hacer felices a quienes me rodean porque no tengo otra cosa en mi interior que paz y lindos recuerdos.

h/t: Sandra Álvarez, la negra cubana.