Si bien en los ochentas en Cuba cualquier bolsa (jabita) de nylon era codiciada, reutilizada infinidad de veces y preservada casi para la eternidad (sépase que había poquísimas), las «de afuera», incluso si se trataba de las de los países socialistas, representaban el colmo de la buena fortuna y distinción. Desde mitad de la década guardé, hasta hoy (aunque en realidad hace casi treinta años que dejó de interesarme), una bolsa de nylon que mi tío Feli había traído de Checoslovaquia, en la que, supongo, nos habría dado algún regalo. No era más linda que las de las tiendas Intur, pienso ahora, pero así me parecía entonces, y tenía además un nylon mucho más resistente y unas pestañas en la boca de la bolsa que te permitían cerrarla con un maravilloso click, por lo que la veía como un híbrido entre cartera y bolsa comercial.
Sin embargo, el papel de envolver de las tiendas por departamentos checoslovacas sí se parece bastante a los de los establecimientos comerciales cubanos del mercado paralelo. Aun así, mi abuela también guardó el que mi tío traía de sus viajes, y cualquier otro que tuviera un diseño impreso.