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Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV)
Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV)

Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV). 1959. Colección de Ramiro Fernández, foto cortesía de Ramiro Fernández.

En Catalejo, el blog de la revista TemasPrecisando hechos y datos. Acerca de los comentarios de Amuchástegui, por Humberto Pérez González:

4.1.2. Actividad pesquera

La rama pesquera se organizó en 1959 como Departamento de la Pesca del INRA y desde enero de 1964 como Instituto Nacional de la Pesca. A partir de 1976 se constituyó como Ministerio de la Industria Pesquera, derivado de los acuerdos del I Congreso del Partido Comunista de Cuba.

Según los datos y anuarios del CEE, las capturas totales que fueron en 1970 de 106,0 tm, pasaron a ser de 143,9 tm en 1975 y de 219,9 tm en 1985. La producción en la acuicultura, que apenas se iniciaba en 1970, fue ese año de 241 t, de 1046 t en 1975 y de 15 434,3 t en 1985. El consumo per cápita anual de productos de la pesca fue de 10,8 kg en 1970 y ya en 1984 llegaba a los 16,5 kg. Las exportaciones pesqueras fueron de 19,0 millones de pesos en 1970; de 52,2 en 1975, y de 120 millones en 1985. También en la eficiencia económica y productiva tuvo la pesca incrementos sostenidos en todos esos años.[1]

4.1.3. Marina mercante

En relación con la marina mercante, en 1970 la Flota Mercante Cubana tenía 51 barcos con 460.1 tm de peso muerto y en 1985 llegó a las 112 unidades con 1 161 tm de peso muerto.[2]

4.2. Sobre la vivienda.

En relación con este asunto, Amuchástegui plantea que también en los años 60 se desarrollaron varias políticas para atenuar el acuciante problema de la vivienda, que fueron abandonadas después.

En los 17 años que van de 1959 a 1975 se construyeron 255 513 viviendas de las tipologías I y II (con techo de teja o placas y paredes de mampostería u hormigón), para un promedio anual de 15 030. Sumando todas las tipologías, se construyeron 628 484, para un promedio anual de 36 970 viviendas. Entre 1976 y 1985 se construyeron 309 374 viviendas de las tipologías I y II, para un promedio anual de 30 907 viviendas. Sumando todas las tipologías se construyeron 674 607 para un promedio anual de 67 461 viviendas. Es decir, en los diez años enjuiciados desfavorablemente por Amuchástegui se construyeron 53 861 viviendas más de las tipologías I y II que las construidas en los 17 años anteriores y 46 123 más si se consideran todas las tipologías.[3]

4.3. Sobre la industria alimenticia y el consumo alimenticio

En el quinquenio 1976-1980 la producción de los renglones principales de la industria alimenticia se elevó en 14%. En el quinquenio 1981-1985 creció al 6,1% anual. El día 30 de diciembre de 1985 se publicó en la prensa que el Ministerio de la Industria Alimentaria había alcanzado las producciones más altas de su historia en catorce productos fundamentales. Utilizando dos indicadores sintéticos relacionados con este punto, como el consumo de calorías y proteínas per cápita, vemos que mientras en 1975 se consumían 2 622 calorías per cápita, en 1985 ascendía ya a casi 3 000 calorías, y mientras en 1975 se consumían 71,4 gramos de proteína per cápita, 32,8 de ellas de origen animal, en 1985 el consumo era de 79 gramos con 36,2 de origen animal.

4.4. Sobre el mantenimiento constructivo

El mantenimiento constructivo, incluyendo el de viviendas, estuvo siempre entre las prioridades de la planificación y de la asignación de recursos en el período 1976-1985. Desde el primer momento se estableció de manera directiva que los órganos locales del Poder Popular (provinciales y municipales) debían destinar como mínimo 70% de los recursos constructivos que se les asignaran al mantenimiento constructivo y solo 30 % como máximo a nuevas inversiones. Al mantenimiento se destinaron recursos por 76, 7 millones de pesos en 1977 y fueron aumentando significativamente hasta llegar, en 1985, a 415,8 millones de pesos, para una tasa anual de crecimiento de 27%, mientras que la producción bruta total de construcciones en ese mismo período lo hacía en 7,3%. Desde los primeros años se le comenzaron a vender libremente a la población importantes cantidades de cemento y otros recursos para el mantenimiento y la construcción de viviendas por medios propios, cifras que fueron aumentando significativamente cada año.[4]

En el período precedente, es decir en el decenio de 1966 a 1975 (todo a precios fijos de 1965), la economía en su conjunto tuvo un crecimiento promedio anual de 5,2%, logrado sobre todo por el crecimiento ocurrido en 1971-1975. Pero tuvo lugar a través de frecuentes altibajos y con una gran heterogeneidad sectorial.

En cuanto a la eficiencia económica en 1966-1970, la productividad neta del trabajo decreció y en 1970 era 12% inferior a la de 1967 y 2% inferior a la de 1965.

Las exportaciones en 1969 eran inferiores a las de 1960 y en 1975 eran escasamente 3% superiores a las de dieciséis años antes. Solo en cuatro años de ese período las exportaciones estuvieron por encima de las de 1960, mientras las importaciones crecieron sostenidamente en todos esos años, en el decenio 66-75 lo hicieron a 9,5% anual, llegando en 1975 a ser 2,6 veces superiores a las de 1960 y 2,5 veces a las de 1965.

A diferencia de lo anterior, la economía en el período 1971-1985 (medida a precios fijos de 1981) tuvo un crecimiento sostenido que abarcaba a todos los sectores. Alcanzó un crecimiento de 5,3% anual en 1976-1985, y en el quinquenio 1981-1985 fue de 7,2%. A cuenta de la productividad se obtuvo como promedio en el decenio más de 60% del Ingreso Nacional, y en 1985 representó 75,3%. El coeficiente del consumo productivo con respecto al Ingreso Nacional pasó de 0,97 en 1975 a 0,90 en 1985.

En la producción de azúcar crudo el consumo de petróleo era en 1976 de 2,1 galones por cada tonelada de caña molida; en 1980 se había reducido a 1,0 galón y en los últimos anos del quinquenio 81-85 se logró suprimir completamente el consumo de petróleo utilizando en su lugar el bagazo como combustible. En general, en 1984 se consumía 15% menos de energía total y 16% menos de petróleo y derivados que en 1975 para producir un peso de PIB.

En cuanto al sector externo (también a precios fijos de 1981), las exportaciones de bienes crecieron al 4,5% anual en 1976-85 y en el quinquenio 1981-85 al 8,2%, mientras tanto las importaciones de bienes del 76 al 85 crecieron a solo 2,5% promedio anual. En el quinquenio 1981-85, a precios fijos (es decir en términos físicos), las exportaciones crecieron cuatro veces más que las importaciones

En toda la historia anterior de la Revolución, medidas a precios fijos, nunca las exportaciones habían crecido más que las importaciones. En 1975, las importaciones representaban 31,3% de la producción total del país y 61,6% del ingreso nacional creado. En 1985, representaron 23,5% y 43,7% respectivamente.[5]

Ir aquí para leer todo el artículo.

Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV)
Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV)

Postal de navidad del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV). 1959. Colección de Ramiro Fernández, foto cortesía de Ramiro Fernández.

En Cuba en noticias: Mario Coyula: «La Habana cuesta pero vale»:

…“La Habana podría terminar, en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad”, alerta y sin pensarlo me hace temer del tema que comienzo a investigar.

El deterioro progresivo de las zonas centrales de La Habana, las modificaciones constructivas implantadas en la mayoría de los edificios de la periferia, casas en muy mal estado e incontables familias que, sin derecho a elección, comparten una misma vivienda, dibujan parte de los problemas que enfrenta hoy la población en cuanto al tema constructivo, pese a los esfuerzos del gobierno desde el Triunfo de la Revolución por dar una vivienda a cada ciudadano.

¿Cuáles son las zonas con mayor peligro desde el punto de vista arquitectónico ante los embates del tiempo y la naturaleza?, ¿Cómo inculcar en la población una cultura de lo que es el buen gusto, de lo que es la buena arquitectura? Qué impacto podría tener la nueva ley de compraventa de la vivienda en Cuba? Durante más de una hora de conversación, Coyula nos ofreció respuestas. A partir de la enorme importancia del tema, Cubahora abre con este trabajo una serie de reportajes y entrevistas sobre el desarrollo y actualidad de los proyectos constructivos en Cuba, con sus diversas implicaciones sociales.

– De manera general, ¿cómo usted valoraría el desarrollo de la vivienda en Cuba, del 59 en adelante?

La vivienda fue un tema que interesó, lógicamente, desde el principio. Uno de los primeros proyectos que se comenzó fue el de Ahorro y vivienda, que estaba a cargo de Pastorita Núñez, que conllevó a la construcción de más de 10 o 12 mil viviendas en el país,  todas con mucha calidad. Hubo también otros planes, como el de esfuerzo propio y ayuda mutua, programas de viviendas campesinas y se construyeron cerca de 600 comunidades por todo el país. En la ciudad se puso en práctica un proyecto llamado “Plan Cuquita”, que pretendía mejorar las cuarterías en las zonas compactas, además de los proyectos de erradicación de barrios insalubres. En este caso se cometió el error de trasladar los barrios completos a lugares nuevos, con lo cual al poco tiempo volvieron a aparecer los barrios insalubres. La experiencia que se sacó de aquella época es que las viviendas en muy malas condiciones no se deben trasladar en bloque hacia otro lugar, es necesario romper esa especie de conexión social y diseminarlos por toda la ciudad.

Durante aquellos primeros años se insidió en el trabajo de bienestar social, que estudiaba los núcleos, la gente, las condiciones. Luego, los diferentes proyectos constructivos se concentraron en el Ministerio de la Construcción. No obstante, desde un inicio primó un enfoque equivocado, el de concentrarse en la construcción de viviendas y no en el mantenimiento de lo que ya existía. Eso ha sido una característica que se ha mantenido durante 50 años, dedicarse a construir y no conservar lo que ya existe.

En la vivienda se crearon algunas instituciones para conservar, pero esas empresas se quedaron por detrás de la necesidad, no dieron abasto. Se empezaron a apuntalar las viviendas en malas condiciones para que pudieran resistir, pero tampoco fue suficiente. Creo que se ha llegado a la conclusión de que el enfoque que se ha seguido en el tema vivienda es equivocado. No puede ser que el gobierno sea el único responsable de resolver los problemas de la gente y que la gente espere pasivamente a que vengan a arreglarle su casa o a construirle una nueva. Raúl ha insistido y ha dejado claro que esto no puede ser de ese modo. La fuente principal de construcción de viviendas es la propia gente.

Ahora bien, eso trae un problema fundamental: las personas por su cuenta pueden arreglar pequeñas viviendas individuales, pero si viven en un edificio, se requieren más recursos para arreglarlo. Entonces se da una paradoja: yo soy dueño del apartamento en que vivo, pero nadie es dueño del edificio, y los edificios se deterioran.

La ironía es que las zonas centrales, que son las que tienen mayor valor arquitectónico histórico, están actualmente en el aire; pero la periferia, que es la que no tiene valor, son las que se van a mantener, porque son más fáciles de reparar. Ese es un problema que puede hacer mucho daño.

Otro problema que es interesante se desprende de la nueva ley que permite la compraventa de viviendas: por un lado va a tener un efecto positivo, porque la gente va a cuidar más su vivienda, no solo porque es el techo que tienen, sino porque es una mercancía que, en un momento dado, puede significarle dinero; pero desde el punto de vista de la sociedad, las personas con mayores ingresos irán a vivir hacia los mejores lugares y entonces los barrios elegantes serán los menos elegantes, porque tenemos el caso ahora de que la gente con dinero no es elegante, sino que es ridícula, tiene mal gusto. Se va a producir una diferencia social ente una franja cerca de la costa, que es donde están los barrios del Vedado, Miramar y una zona al fondo, al sur, La Habana profunda, donde vivirán los pobres. Es un tema muy complejo, hay que ver cómo atender esto, pues por un lado no se puede prohibir que una persona de pocos ingresos, que tiene una casa buena, la venda para irse a vivir a una más mala, es una decisión personal.

El otro peligro que tenemos para esta ciudad es que con el tiempo la gente solo podrá arreglar el anillo de casitas de la periferia, y lo que no se podrá recuperar será la zona central. La Habana podría terminar, en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad. Catástrofes naturales como la que hubo en Santiago de Cuba son muy peligrosas en La Habana.

– ¿Cuál sería la zona más afectada desde el punto de vista arquitectónico ante los embates del tiempo y de la naturaleza?

Sobre todo la parte más pegada al mar, la costa del Vedado y de Centro Habana, que aunque no haya inundaciones, el efecto corrosivo de la sal encima lo afectan. También ha subido el nivel de mar, y hay partes que serán inundadas. Podrían buscarse soluciones parciales de construir barreras en el mar para que el agua no entre, pero son carísimas. El tema de los vientos y de las lluvias fuertes afecta sobre todo hoy las casas precarias, hechas con materiales de pésima calidad, como lata, cartón, de las que hoy existen muchas en todo el país.

Hay proyectos que plantean hacer viviendas con un local de paredes sólidas, que puede ser el baño, y el resto como la gente pueda, de manera que si viene un ciclón fuerte exista determinada protección para las familias, pero esa persona se quedaría entonces con su casa a medias.

– Usted decía en un artículo que la vivienda era una hija enclenque de muchos padres, que no se habían puesto de acuerdo para ocuparse de ella, ¿por qué?

Siempre se ha hablado de la vivienda pero nunca ha habido una verdadera atención. Parece una broma, pero fue cierta, cuando existía el grupo de desarrollo de edificaciones sociales agropecuarias, institución que sustituyó al MICONS por un tiempo, se creo una comisión con mucho rango que se llamó Comisión para el mantenimiento y construcción de viviendas. La primera reunión se hizo bajo ese nombre, pero en la segunda reunión se le cambió el nombre, ya era la Comisión de Construcción y mantenimiento, mientras que la tercera reunión era la Comisión de construcción. El mantenimiento fue empujado hacia atrás y finalmente desapareció. Nunca se ha atendido el mantenimiento y es lo que tiene lógica actualmente, porque la población no crece; la gente vive mal, pero es preferible que le consoliden el lugar donde vive para que tenga una mayor protección si viene un ciclón.

Ahora la mayor parte de las viviendas que se están haciendo son para quienes perdieron totalmente su vivienda y están albergados. Lo que se ha hecho es construir cuartos y que la gente viva en esos cuartos, pero esas son cuarterías, que además se construyen en lugares alejados, es embarazoso estar haciendo cuarterías. La vivienda es el gran problema que no se ha resuelto, y no es un problema de Cuba, porque en todos los países hay problemas con la vivienda, lo que pasa es que, en los países más ricos, el nivel de lo que se considera una necesidad es diferente.

En Cuba actualmente muchas personas viven agregadas, que realmente no es la manera ideal de vivir, sobre todo cuando uno no la escoge, porque la familia cubana tradicional era grande, de tres generaciones viviendo juntas, pero eran casas alargadas, con sirvientes, y a esas familias les gustaba vivir así. Pero es diferente lo que ocurre hoy, hay matrimonios divorciados que tienen que seguir viviendo juntos, el tema es serio, y aumenta teniendo en cuenta el peligro de una catástrofe climática.

– ¿De dónde viene este estilo que prima en la mayoría de estas casas construidas hoy en distintos barrios de Cuba?

Creo que viene mucho de las telenovelas latinoamericanas, colombianas,  y de Miami también, de personas que tienen familiares afuera y les mandan imágenes de Miami, donde hay barrios con casas muy ridículas, pero que son modas que se imponen. Aquí hay tres factores que han influido en que la marginalidad ya no sea marginal: en primer lugar, la existencia desde antes de un núcleo de marginalidad en las ciudadelas, los barrios insalubres, que eran gente que vivía  en la marginalidad. El segundo grupo de problemas fueron los emigrantes de zonas que venían aquí y querían cultivar, y criar gallinas o sembrar plátanos en la ciudad. Los marginales, los campesinos que vinieron para la ciudad y los parientes copian el estilo de los que se fueron. Creo que de ahí fue saliendo el estilo ridículo ese, que son unos balaustres con unas mujercitas, delfines, leoncitos, tejitas, cuando esos balaustres no van con el estilo de esta época. Estoy hablando de 1920 cuando se usaba eso.

– Si fuéramos a valorar el desarrollo económico y social de Cuba a partir del tema vivienda, si quisiéramos contar su historia por sus viviendas, ¿cómo hacerlo?

La maqueta de La Habana tiene un código de color para mostrar los tiempos de construcción. Por ejemplo, el siglo XX, desde la independencia hasta la Revolución, está pintando de amarillo, y la maqueta de La Habana es amarilla. La Habana tiene un fondo colonial grandísimo, La Habana es de los primeros 60 años del siglo pasado,  lo que está añadido es Alamar, San Agustín, algunas zonas de desarrollo de microbrigadas. Lo que ha ocurrido es que se ha densificado la ciudad, porque se ha incrementado el hacinamiento, sobre todo en zonas de Centro Habana, que tienen mil habitantes por hectáreas  y con baja altura, es decir que las gentes viven una arriba de otras prácticamente.

Esta ciudad creció enormemente a principios del siglo XX. En esos primeros años incluso sobre una infraestructura de acueducto, teléfono, tranvía eléctrico, ómnibus y todo eso permitió que la ciudad creciera increíblemente, asimilando un crecimiento de población que venía impulsado por una bonanza económica. Fue la época de las vacas gordas.

Hablamos muchas veces de la vivienda y las edificaciones; pero habría que empezar por rehacer toda la estructura del acueducto que está colapsada, pues se hizo hace 100 años, en 1913, para una ciudad que tenía 300 mil personas, se calculó para 600 mil, y La Habana tiene hoy 2 millones de habitantes. Entonces, el acueducto está reventado, hay que hacer esa inversión.

Recuerdo que hace muchos años tuvimos una reunión muy interesante con el Grupo de Desarrollo de la Capital y un especialista del Ministerio de la Construcción dijo: “La Habana cuesta 3000 millones arreglarla”. Yo creo que  es mucho más; pero de todas maneras, mi respuesta es que La Habana cuesta, pero vale. Y la única manera de encontrar el dinero para mantener esta ciudad es la que encontró Eusebio Leal, es poner a la ciudad en condiciones de generar dinero para ella misma.