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Anuncio. Imagen tomada de internet. 2013.

En Generación Y: Tres parámetros, una casa:

(…) Ahora mismo los parámetros que determinan el costo final de una vivienda son al menos tres: ubicación, estado constructivo y pedigrí. El barrio influye mucho en el monto final del inmueble. En La Habana, las zonas más apetecidas son el Vedado, Miramar, Centro Habana, Víbora y Cerro por su carácter céntrico. Las menos buscadas Alamar, Coronela, Reparto Eléctrico, San Miguel del Padrón y La Lisa. La mala situación del transporte público influye bastante en que la gente prefiera casas que estén cerca de los puntos con mayor fuerza comercial y con abundantes espacios recreativos. Si hay un mercado agrícola en las inmediaciones, la suma a pedir crece; si el Malecón le queda próximo, también. Se rehúye de la periferia, aunque entre los “nuevos ricos” que han alcanzado un poco más de capital –ya sea por vía legal o ilegal- empieza la tendencia de buscar una finca en las afueras. Sin embargo, aún es demasiado temprano para hablar de una tendencia a alejarse hacia zonas más verdes y menos contaminadas. Por el momento, la premisa principal se reduce a mientras más céntrico mejor.

El estado constructivo, se erige como otro de los elementos que definen cuánto costará una vivienda. Si el techo es de viga y loza, los números se caen; mientras que las construcciones de las décadas 40 y 50 del siglo pasado gozan de muy buena reputación y atractivo. Las peor valoradas son las llamadas “obras de microbrigadas” con sus feos edificios de hormigón y sus pequeños apartamentos estilo Europa del Este. La cubierta si es ligera –tejas, zinc, madera, papel de techo- obliga al vendedor a obtener menos. El estado del baño y de la cocina es el otro punto que influye muy directamente en las posibilidades de comercializar el inmueble. La calidad de los pisos, si las ventanas están enrejadas y la puerta es nueva –de cristal y metal- se convierten en puntos a favor. En caso de que no haya vecinos arriba, entonces el propietario se puede sentar a pedir. También están muy valoradas las casas que tiene dos entradas, pensadas para una familia numerosa que busca dividirse e independizarse. Todo cuenta, todo vale.

Hasta aquí parece un mercado inmobiliario como cualquier otro en cualquier lugar del mundo. No obstante, hay una situación que define de manera muy peculiar el valor de las casas en venta. Se trata del pedigrí de las mismas. Con esto se hace referencia a si la vivienda ha pertenecido a una familia desde siempre o si fue confiscada en alguna de las oleadas de expropiaciones que vivió Cuba. Si el anterior dueño se fue cuando la Crisis de los Balseros en 1994 y el Estado entregó la propiedad a una nueva persona, el precio de la misma baja. También puede ocurrir que esto haya sucedido durante las salidas por el Puerto del Mariel en 1980, momento en que la propiedad fue otorgada a otros ante la emigración de quienes la habitaban hasta ese entonces. Pero donde los precios tocan fondo es en aquellos inmuebles confiscados entre 1959 y 1963 cuando las grandes partidas de exiliados. Pocos quieren meterse en el problema de adquirir un sitio que después podría estar en litigio. Aunque hay algunos que aprovechan esta situación para comprar a precio de remate verdaderas mansiones en los barrios más céntricos.

Para lograr comprobar tanto la ubicación, el estado constructivo, como el pasado legal de la casa, los potenciales compradores se auxilian de su propia experiencia, de un buen arquitecto y hasta de un abogado que hurgue en los detalles de la propiedad. Cada elemento pondrá o quitará una cifra, un cero, una centena al precio total que están dispuestos a pagar. (…)