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Exposición Reciclarte en la Fábrica de Arte
Exposición Reciclarte en la Fábrica de Arte

Exposición Reciclarte en la Fábrica de Arte. 2014.

En Diario de Cuba: Cuando la moda quiere ser arte:

A Leticia le interesa la moda. Nunca quiso ser modelo, diseñadora, ni siquiera fotógrafa, pero disfruta de un diseño atractivo y de enterarse de lo que se lleva o no en el mundo y en La Habana. También es amante de las artes plásticas y escénicas.

Por eso, sacó su entrada para asistir a la pasarela de Trajes extremos que propuso en Bellas Artes la séptima edición de Arte y Moda.

El concepto del espectáculo era muy atractivo: diseñadores que, inspirados en obras de artistas plásticos cubanos, crearon 25 «trajes extremos». Cada traje iría acompañado de una pieza musical que lo distinguiría y vendría a formar parte del significado de la obra.

Ya en el lobby de Bellas Artes, lleno de mujeres entaconadas y con vestidos de noche, Leticia escuchó a uno de los diseñadores hablando con amigos. «La organización es un desastre. Ayer, el día de la inauguración, nos pidieron ayuda para conseguir las luces, porque a esas alturas todavía no estaba lista la pasarela.»

Leticia trató de conseguir un programa, pero solo estaban disponibles para los invitados. No tuvo más remedio que pedir uno al señor que se sentó a su lado. El programa, impreso a todo color y en buen papel, era en realidad un catálogo de los trajes que se presentarían. Leticia no pudo evitar pensar que si no hubiesen sido tan pretenciosos, hubiese alcanzado para darle programa a todo el público. Y pensó que la gente de la moda no puede evitar ser elitista.

Sin embargo, las palabras leídas por la locutora al principio del espectáculo le parecieron un poco lastimeras. Esta pasarela era un esfuerzo para tratar de alejar el concepto que habitualmente se tiene de la moda como algo «frívolo y superfluo». Era como si los creadores estuvieran pidiendo disculpas por dedicarse a la moda en lugar de a las artes plásticas o algo más «elevado».

Otro detalle que le llamó la atención a Leticia fue el interés por poner la cubanía en primer plano. El desfile fue abierto por el himno nacional, interpretado con una trompeta ensordecedora; los primeros vestidos estaban inspirados en la bandera; abundaron los cantos afrocubanos en la banda sonora. Tanta insistencia era para Leticia una manera de legitimar la moda como algo compatible con la nación. «Como si hiciera falta. Ya el hecho de que los diseñadores sean cubanos le da nacionalidad a las creaciones.»

La presunta desorganización no se hizo notar en la pasarela. En el fondo se proyectaban los cuadros que inspiraron los diseños, mientras los modelos bailaban más que desfilar. Unos trajes eran más atrevidos que otros, la música seleccionada se ajustaba más al diseño de vestuario en algunas ocasiones que en otras. Pero eso se debe más al concepto de cada artista que a la organización, supuso.

Vio danzar sobre la pasarela los más llamativos atuendos. Un traje de aspecto robótico; una armazón con corazoncitos colgando, un vestido con manzanas verdaderas dentro de la falda; vestidos plateados con enormes cuernos rojos o negros; un sombrero en forma de caballito de mar; un traje negro que parecía de samurai, un tocado de varillas con flores.

El público a su alrededor aplaudió mucho un traje de diseño geométrico cuyo sombrero se transformaba, de un panel que no dejaba ver la cara de la modelo en un atrevido tocado que la liberaba. A Leticia también le gustó, pero el que más le llamó la atención fue un vestido confeccionado con material plástico de embalaje, que por el frente conservaba la leyenda «Frágil», y por la espalda «Made in». Las mangas y el sombrero eran lámparas japonesas y los zapatos, también de inspiración japonesa, eran de tiras blancas y plástico transparente.

Leticia quedó satisfecha con el espectáculo. «Fue hermoso. Además, se ve que no faltan diseñadores con talento en Cuba. Solo me gustaría que dejaran de tratar de justificarse. Lo que la gente ve como frívolo es la moda que se viste, la utilitaria, y esa idea ya es cuestionable. Estar satisfecho con la imagen de uno no tendría que ser considerado superficial. Imagínate tú estos vestidos… A nadie se le ocurriría salir así a la calle. No fueron pensados para eso, desde su concepción fueron piezas artísticas. Ni siquiera hay que tomar como pretexto la obra de un pintor para ‘acercar la moda al arte’. La moda puede ser arte en sí misma. El buen diseñador es un artista, aunque no exponga en el Museo Nacional.»