fundas para carnés
Cuando estudiaba la primaria, mi abuelo me llevó a plasticar mi distintivo escolar. Caminamos, rumbo al mar, por la avenida 23 hasta la esquina, creo, de 23 e I. Allí, al lado de una barbería que aún conservaba la espiral giratoria azul, blanca y roja que identifica a ese tipo de negocios, un señor mayor se dedicaba a plasticar documentos. Los ponía dentro de un nylon que desaparecía bajo una plancha rústica que, en cuestión de minutos, transformaba el papel en un plástico rígido e impermeable, de superficie corrugada y bordes romos.
Una versión de aquellos carneses plasticados, un poco más tosca, eran las fundas hechas con acetato de radiografías y bordes de tela, plástico o tape (cinta adhesiva), muy parecidas a las que se fabricaban para proteger las libretas de racionamiento o los cuadernos escolares. Muchos años después de que se retirara en los ochentas, incluso avanzado el siglo xxi, mi abuelo continuaba guardando sus carnés de salud e identidad en una de esas fundas. Por las tardes, cuando se bañaba y entalcaba, se ponía una camisa de algodón sobre una camiseta y se echaba en el bolsillo un peine, un pañuelo, un bolígrafo y la funda de los carnés.
Creo que las barberías eran sitios preferidos para los «plasticantes» de carnés porque recuerdo haber llevado el de la biblioteca de mi escuela primera, la José Joaquín Palma (el primer carné de que tengo memoria) a plasticar junto a una barbería que quedaba en Infanta. ¡Como no se tratara de la misma!
JaJA, no. esta era en 23, de eso estoy segura. Pero qué coincidencia! En realidad, era al lado de la barbería :-)
Abrazo!