El fogonero entrevista a Mario Coyula

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Edificio Naroca

Publicidad del edificio Naroca (calle Línea y avenida Paseo, Vedado). 1953. Publicidad publicada en el periódico El Mundo. Colección Cuba Material.

En 1999, Camilo Venegas entrevistó al arquitecto Mario Coyula, quien entre otras cosas fue subdirector del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital. La entrevista fue originalmente publicada en La Gaceta de Cuba. Hace poco, Venegas la publicó en su blog, El Fogonero: MARIO COYULA: «Mis amores con La Habana»:

Empecemos por trazar un límite, una línea de partida: ¿qué importancia tenía como conjunto arquitectónico La Habana en 1959?

Yo creo que esta ciudad tenía una gran importancia, lo que no estoy seguro es de que si todos estábamos conscientes de esa importancia. Después del triunfo de la Revolución en la mayoría de los arquitectos primaba la idea de que había que seguir modernizando la ciudad con el mismo impulso que se hizo en la década del 50.

Nosotros despreciábamos muchos de los edificios que se consideraban monumentos. En aquel entonces, por ejemplo, yo veía al Capitolio como una gran vaca echada que no nos dejaba pasar, como un desastre, como antiarquitectura. En general creo que menospreciábamos a esa arquitectura ecléctica que es la que marcó a La Habana y a todas las ciudades de Cuba en el boom constructivo de la Danza de los Millones.

Sin embargo, ahora —ahora quiere decir hace veinte años—, es que podemos ver lo valiosa que es toda esa masa construida que cubre varias épocas y donde se distinguen estilos, sectores sociales y niveles de ingreso muy diferentes, pero a veces muy bien mezclados.

Una de las cosas que tenían muchos barrios de La Habana es que si bien había una homogeneidad física, visual, sin embargo había una mezcla social al interior del barrio. El Vedado es quizás en esto un paradigma; un sitio que siempre tuvo un aura aristocrática, de suma elegancia, y que sin embargo desde sus primeros momentos estaba muy mezclado socialmente.

Un buen ejemplo es que al lado de la casa de un hombre tan rico como Ernesto Sarrá, que ocupa más de media hectárea, podía estar la de un médico de éxito, luego la de un empleado público y al doblar una ciudadela. Todo coexistía y la expresión hacia el exterior de esas diferencias sociales no se veía. La clase dominante impuso sus patrones culturales hacia los espacios públicos y esa sucesión de máscaras era más que todo un problema elemental de economía, porque ellas impedían que el barrio se devaluara.

La mayoría de las veces sólo se insiste en el valor de La Habana Vieja y entonces se corre el riesgo de que por pensamiento inverso se piense que el resto de la ciudad no tiene valor. Por eso te decía que para mí lo valioso al final de los 50 era esa gran masa construida que comienza en La Habana Vieja, pero que es también El Cerro, Centro Habana, El Vedado, Miramar, La Sierra, Ampliación de Almendares, Nicanor del Campo, Santos Suárez, La Víbora, Casino Deportivo, Lawton, Guanabacoa, Regla, Casablanca, Santa Fe, Santa María del Rosario, Santiago de las Vegas…

Yo diría que más de la mitad de la ciudad tiene valor, porque en ella aparecen estilos y tendencias de todas las épocas, desde el prebarroco con influencia mudéjar del sur de España —que son algunas de las casas que nos quedan del siglo XVII—, el barroco del siglo XVIII —que no es sólo la Catedral, aunque ella es nuestra gran fachada barroca—.

El neogótico, el neoclásico —gran parte de El Cerro es neoclásico—, el art nouveau de principios de este siglo —que más que art nouveau belga o francés, fue el modernista catalán el que se impuso aquí, porque eran maestros de obra catalanes los que lo hacían—.

Luego el gran empuje de la arquitectura ecléctica —que yo siempre trato de separar el eclecticismo mayor de los grandes edificios como el Palacio Presidencial, el Capitolio, el Centro Asturiano, el Centro Gallego o de las mansiones de la gente de más dinero; del eclecticismo menor, que se extendió por todos esos barrios antes mencionados y que a mi juicio es más importante todavía, porque le dio forma y masa a toda la ciudad—, después vino el art deco de los 30 y luego el protorracionalismo —como el stadium de la Universidad y muchos edificios que surgen con la gran explosión constructiva que hubo en la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial, donde surgieron más de cincuenta nuevos repartos.

Creo que los dos estilos que más marcaron a La Habana y sobre los que descansa gran parte de su importancia son el eclecticismo entre el año 10 y los 30, y el movimiento moderno en los 50, que lo extiendo hasta los 60; a partir de ahí comienza la decadencia de nuestra arquitectura.

¿En qué se diferencia La Habana de La Habana cuarenta años después?

Los cambios sociales y económicos marcaron a la ciudad, pero no la cambiaron.. La mayoría de las construcciones se hicieron para bien y para mal en la periferia, fuera de la ciudad y muy pocas se integran a ella, como es el caso de Alamar que es la anticiudad o la no-ciudad.

Una vez se proyectó borrar Centro Habana y llenar todo aquel espacio con pantallas y torres; no me imagino qué hubiera sucedido, eso hubiera sido un desastre; al menos Alamar está lejos y sembrándole árboles se puede tapar un poco.

Lamentablemente no fuimos capaces de crear una nueva arquitectura que fuera cubana y que reflejara la revolución y todos los cambios de otro orden que ella propuso; apenas hay algunas obras de mucha calidad, como islas, que se destacan dentro de ese panorama tan pobre. En estos años también muchos arquitectos, de una manera equivocada, han ido a lo más superficial, creyendo que hacer algo cubano es ponerle tejas, rejas y vidrios de colores.

La arquitectura cubana contemporánea está por hacerse, porque un movimiento arquitectónico no lo hacen obras aisladas, si no la masa generalizada. Piensa que eso fue lo que le dio a esta ciudad el valor que tiene; no eran veinte, treinta o cien edificios espectaculares, sino era una masa de decena de miles de edificaciones, una al lado de la otra, muy bien organizadas; con sus portales, sus fachadas, sus columnas…

Eso es todavía, por fortuna, lo que de mucha calidad La Habana ha logrado salvar de La Habana.

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