jabas de nylon
Tanto las tiendas del mercado racionado como las del mercado paralelo, envolvían los productos a la venta en cartuchos de papel. Estos no eran precisamente feos, pero así lucían cuando los comparábamos con las jabas de nylon. Y es que estas últimas eran el sello distintivo del comercio en moneda convertible (convertida: dólares estadounidenses, rublos, cheques de viajero y hasta oro, plata y piedras preciosas cambiados por chavitos) al que solo tenían acceso los turistas, los técnicos extranjeros, la comunidad exiliada y, a finales de los ochentas, quienes tenían oro o plata que venderle al gobierno a cambio de unos pocos bienes de consumo capitalistas, comercializados a precios exorbitantes.
Por muchos años coleccioné una pequeñísima jabita de nylon de las Tiendas Intur con el mismo embeleso con que mi abuela había guardado por décadas unas ediciones en miniatura de un diccionario del idioma español, en dos tomos.
Más exóticas aun eran las jabas de nylon de tiendas extranjeras, privilegio al que muy pocos cubanos tuvieron acceso.
Increíble no se descompusieran aún! evidentemente no eran reciclables las muy cabronas. hasta en eso hicieron daño! Que país de pacotilla!
Bueno, algunas sí se desintegraron cuando las abrí. Pero estas supongo que estuvieron expuestas a la humedad adecuada y han durado hasta hoy. Ahora tengo que ver cómo las conservo otros tantos años.
Averigua con los departamentos de preservación de las bibliotecas como conservarlas, éstas y los cartuchos de la última entrada. Ponte en contacto con la Colección de Herencia Cubana y/o los de preservación de la Universidad de Miami. Las desintegradas no sé cuan desintegradas estén pero en preservación hacen maravillas; a lo mejor te pueden ayudar.
Gracias, Lillian! LO haré. La que se desintegro, simplemente se hizo polvo! No tenía remedio. Pero sí hay cosas que hay que conservar.
Abrazo.
¡Hola, María Antonia! Acabo de acordarme de un episodio que me ha hecho reír, aunque en su momento no me causó la menor gracia. En casa había dos jabitas de Cubalse que eran sagradas; siempre que salíamos cargábamos con una por si aparecía algo. Una vez salimos mi abuela y yo, y ella me dijo, como siempre: Niña, agarra la jabita. Pero a mí se me olvidó, con la prisa, y total que casi nunca aparecía nada. Bueno, pues llegando a la Esquina de Tejas nos encontramos con un señor que vendía mangos. Unos mangos preciosos, rojos y amarillos, que olían a gloria. Y mi abuela empezó a afilarse los dientes pensando en el batido que iba a hacer: Niña, saca la jabita. Cuando le dije que no la llevaba me armó un escándalo, y con razón. De comebolas para arriba me llamó…Al fin compramos cada una un mango y lo llevamos en la mano hasta llegar a casa como quien carga un bebé.
Cuando las jabitas se rompieron conseguimos una especie de bolsas con el logo de la tarjeta Visa. Una amiguita mía era otesa (creo que se escribe así) en el buró de turismo de un hotel y me la regaló. Por supuesto, en esa época yo ni sabía lo que era una tarjeta de crédito. Estas bolsas eran más resistentes, como de goma, y tenían forma rectangular. A ver si alguien tiene una por ahí…