editoriales cubanas

logotipo de Artes Gráficas

Logotipo de la editorial Artes Gráficas. 1962. Diseño de Guillermo Menéndez.

En Testimonios del Diseño Gráfico Cubano 1959-1974, compilación del diseñador Héctor Villaverde sobre diseño cubano publicada por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau:

Fidel estaba sentado y me dice: ¡Ven acá! Me da un libro y me pregunta: ¿Dónde fue editado este libro? Una pregunta un poco ingenua, pero por si acaso lo abrí y le dije: En España y dice: Chicho, trae el otro. Entonces me da uno exactamente igual y me pregunta: ¿Y este dónde fue editado? Me digo a mí mismo: ¡Oh, esta pregunta tiene ya una trampa! Lo abro otra vez y le digo: Bueno, Comandante, en España, en Barcelona. Me dice: ¿Puedes creer que no? El primero sí, pero el segundo está editado en Cuba. Mira, mañana te vas a ver al rector Vilaseca y le pides una lista que él tiene con los libros que hacen falta porque ha pasado una cosa: los muchachos necesitan muchos libros y nosotros no tenemos tanta divisa para comprarlos, así que vas allá, le pides esa lista y vamos a «fusilarlos», es decir, a reeditarlos. Al otro día fui y Vilaseca no tenía la lista a mano, así que me tuve que ir a ver a José Llanusa, que acababa de ser nombrado Ministro de Educación y le cuento que Fidel me orientó que buscara la lista. Llanusa dice: ¡Ah, yo la tengo aquí! Eran doscientos cuarenta y tantos títulos y empezamos a buscar los libros. Fidel se aparece y me dice: Repartan por facultades a ver cuántos hacen falta de cada uno. Cuando llegó, al día siguiente, ya sabíamos que eran 600 o 700, no muchos más, y dice Fidel: Bueno, hagan una cosa, cuando la edición sea muy baja tiren para tres cursos, es decir, multipliquen por tres y si no llegan, tachan y editan mil ejemplares. Vas a ver a Joel Domenech (que era el Ministro de Industrias pues ya el Che había salido de Cuba) y miren a ver cómo empiezan a reproducir. Domenech me mandó a ver a Gustavo Arango, que era el director de la empresa de artes gráficas; me monté en una ruta 27 con un caja llena de libros y me aparecí en lo que era Artes Gráficas en la Calle San Rafael. El problema es que en aquel entonces había un impulso tal del diseño que muchos de los libros que teníamos en la mano tenían una portada muy fea y queríamos que tuvieran una presencia bella. Mi primer contacto con el diseño cubano fue a través de Estudio de Producto, porque fui a ver a Papiol, de parte de Domenech. Papiol me dijo que se podían hacer algunos de los diseños, pero me sugirió que fuera buscando. Fui a ver a Agustín Pí en Ediciones Universitarias y este me sugirió que utilizara a Tony Évora. Voy a hablar de personas que están en Cuba y de otros que ya no están, pero que tuvieron una importancia muy grande. (pp. 240-241)

nota: El diseño del logotipo de Ediciones Revolucionarias, la R, es de Tony Évora.

A mediados de 1966, Fidel me dice que vamos a crear un Instituto del Libro. Salimos al portal del edificio de Filosofía —ya yo era el director—. Le digo: ¿Comandante, qué es eso? Y me dice: No sé, investígalo. Bueno, lo que hice fue a ponerme a pensar que la salida que se le había dado inicialmente con la Imprenta Nacional —con muy mal diseño, pero con grandes ediciones— era la gran solución de todo aquello. Lo que había que hacer era volver a reunir las editoriales, las imprentas, el comercio del libro y el comercio exterior —todo en uno— para fortalecerlo e impulsarlo. Así que empezamos a unificar todo aquello en un solo organismo y con un mando único y centralizado y, por supuesto, ahí comencé a pensar en la escudería de diseño que debía de haber en aquel Instituto. Entonces Raúl Martínez estaba trabajando en la Editorial Nacional de Cuba, había sacado ediciones Cocuyo y Biblioteca del Pueblo; eran las dos más significativas. Así que cuando se conforma todo aquello del Instituto, Raúl viene a trabajar conmigo. Realmente, el éxito del diseño en el Instituto se debió al trabajo extraordinario de Raúl Martínez, porque tenía una calidad tal que era impresionante. (p. 242)

(…)

Ya dije que el logotipo del Instituto era de Raúl, pero además realizó un gran aporte en la formación de las colecciones. Por ejemplo, fue el que diseñó Huracán. ¿Cómo surge Huracán? Sencillamente, en Carlos III había una rotativa que estaba parada y yo recordaba las ediciones Pinguin y la gente cada día pedía más y más libros. ¿Cómo íbamos a permitir que hubiera una rotativa parada si teníamos papel —gaceta, pero papel—? Hablé con un buen editor, Andrés Coucedo, y le pedí que se encargara de escoger una edición y la llevara a la imprenta. Discutí con los linotipistas para que la copiaran directamente, porque entonces ellos exigían que tenía que venir mecanografiada, pero lo discutí con ellos: ¡Si ustedes no lo copian directamente del libro no tendremos libros y habrá una imprenta parada y trabajadores parados por culpa de ustedes! Aceptaron copiar de otro libro. (p. 244)

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