licencia de conducción

Las licencias de conducción que el gobierno cubano expidió en los años setenta y ochenta son, muy probablemente, de los carnés cubanos que menos datos personales consigna. Esto es algo notorio en un país y época donde se requería un carné para poder realizar casi cualquier actividad —hasta para practicar la pesca deportiva a bordo de embarcaciones—, y donde estos documentos contenían información personal —incluso familiar— en extremo detallada, en mucho casos poco relacionada con el motivo por el cual era expedido.
Tanto la licencia de conducción del músico Paquito D’Rivera, expedida en 1979, como la de la actriz Almi Alonso, emitida diez años después, apenas consignan el número de la licencia, el nombre del interesado, la dirección residencial y número de carné de identidad de este, la fecha de expedición y vencimiento de la acreditación para manejar, la foto de la persona habilitada para hacerlo, la descripción de sus impedimentos físicos, de tener alguno(s), y el tipo de licencia concedida, esta última información en el reverso del carné.
La explicación a esta escasez de datos pudiera estar relacionada con diversos argumentos. En primer lugar, a diferencia de otros países, la licencia de conducción cubana no constituye un documento de identificación —los ciudadanos de este país tienen la obligación de portar en todo momento su carné de identidad—, por lo que la consignación en la licencia de muchos datos demográficos incluidos en este último documento resultaría redundante, costoso e innecesario.
En segundo lugar, la licencia de conducción no es expedida a interés de ninguna institución estatal para el control de sus miembros —como es el caso del carné laboral, el de identidad y los de las diversas organizaciones políticas (PCC, UJC) o de masas (FMC, CDR)—, sino a petición de los interesados, para probar la facultad de estos para conducir vehículos de motor. La economía de datos del documento referido cumple a cabalidad esta función.
Por último, la licencia de conducción no brinda acceso a bienes de consumo u otros privilegios materiales, como sí ocurre con las libretas de racionamiento, el carné de los círculos sociales obreros o los carnés expedidos por la CTC en conjunción con el Ministerio de Comercio Interior y que otorgaban a los portadores el privilegio de acceder a las tiendas estatales durante los días reservados exclusivamente para los trabajadores (algo así como la versión «plan jaba» del mercado de bienes industriales). Ello vuelve redundante e innecesario la inclusión de otros datos.
Hubiera pensado que los dos colores, azul y rosado, en que fue expedido este documento respondían al género del automovilista, de no haber dado en internet con una licencia de 1995 de color rosado, cuyo titular es un hombre. Es posible, no obstante, que para entonces la clasificación por colores hubiera dejado de aplicarse.
Resulta de interés, además, el hecho de que, al menos desde 1979 y hasta 1995, todas ostentan la misma firma autorizada. Definitivamente, no parece haber sido un documento de mucho interés para el gobierno cubano.
Sí lo era, en cambio, para la ciudadanía. Si bien en algunas épocas y círculos sociales el carné rojo que identificaba a los miembros del Partido Comunista pudo haber sido considerado un mérito del que algunos, incluso, llegarían a presumir, la licencia de conducción también lo era, y muy probablemente a una escala mayor o más diversa. Su posesión era casi un indicador de pertenencia a la clase media urbana, y en muchos casos prueba de movilidad social. Únicamente quien tuviera automóviles, o aspirara a obtener uno en el corto plazo, se tomaba el trabajo de sacar esta licencia.
En mi familia inmediata, solo mi papá tenía licencia de conducción. Cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, manejaba un viejo Chevrolet, que luego vendió para comprar, entre otras cosas, una moto, con la que también hizo más de un trueque para terminar manejando automóviles que siempre pertenecieron a su empresa estatal. Mi mamá intentó en algún momento sacar la licencia de conducción, pero desistió supongo que tras comprobar que no valía la pena el esfuerzo. A mí jamás se me ocurrió siquiera.
Mis abuelos maternos sí tenían ambos licencia de conducción, que obtuvieron en los años cuarenta. Mi abuela dejó expirar la suya cuando mi abuelo vendió su viejo Rambler, pero su marido, en cambio, sí se mantuvo renovando su permiso. Al final de este post aparece, además, la licencia de conducción de su papá, mi bisabuelo, expedida en 1918 bajo el rimbombante «Título de mecánico conductor de automóviles».
Si se compara esta vieja licencia, así como las que mi abuelo obtuvo antes de 1959, e incluso la primera licencia de conducción de mi papá, expedida en 1965, con los permisos pertenecientes a Paquito D’Rivera y Almi Alonso, puede comprobarse la diferente cantidad de datos personales que consignan. Los del primer grupo contienen mucha más información que las licencias expedidas en los años setenta y ochenta.




Pérez (reverso). Colección Cuba Material.








Qué curiosa la falta de datos. Pero tu explicación tiene sentido. No recuerdo haber visto ninguna licencia de conducción en Cuba, ahora que pienso en eso.
Mira tú, eso sí es interesante, que no hubieras visto ninguna!