Operación Adoquín

Feria de la Plaza de la Catedral

Feria de la Plaza de la Catedral. 1987. Imagen tomada del libro Six Days in Havana.

La Operación adoquín fue un operativo policial  que el gobierno cubano desplegó contra los artesanos y comerciantes que vendían sus productos en la feria de la Plaza de La Catedral, conocida como los Sábados de la plaza. Durante varios años, en la década los ochenta, los habaneros se congregaron cada sábado en este mercado al aire libre para comprar productos de bisutería, calzado y confecciones de vestir, de calidad y diseño producidos por artesanos locales, de calidad y diseño muy superiores a los de los productos que se ofrecían en el comercio estatal.

Estos sábados constituyeron, para muchos, un evento cultural que sobrepasó los límites estrictamente comerciales que le dieron origen. Los productos a la venta llamaron incluso la atención de firmas comerciales alemanas y francesas, que se interesaron en su comercialización, para lo cual intentaron patrocinar la pujante artesanía local.

Pero el régimen socialista cubano siempre ha perseguido la iniciativa individual. Un amigo me contó que, para evitar que llegara a manos de artesanos privados, el gobierno ordenó que se quemara la recortería de piel que sobraba en los talleres estatales.

La Operación Adoquín fue otra de las escaladas en su contra, pero no extinguió la producción artesanal de productos utilitarios. Años después, finalizando los ochentas, yo reunía dinero para poder comprar las sandalias que en la azotea de su casa fabricaba el magnífico Carlos Téllez, justo frente al parque de mi preuniversitario, el Saúl Delgado, en El Vedado, y las boticas de piel estilo Robin Hood de un artesano que vivía en un municipio del oeste de La Habana cuyo nombre no recuerdo, para llegar al cual había que ir hasta el paradero de Playa y tomar allí, creo, la ruta 40.

Sobre la Operación Adoquín, ver Emilio Ichikawa:

La Operación Adoquín sale a la luz en la prensa oficial como acción policial que depura de artesanos ilícitos a las plazas de Armas y de la Catedral. La venta de artesanía venía arraigando allí desde la década anterior, cuando carpinteros y herreros, modistas y bordadoras, joyeros y talabarteros, alfareros y otros empezaron a plantar los sábados sus timbiriches frente a la catedral.

Aquello se convirtió en mercado abierto y se extendió a la Plaza de Armas, frente al Palalcio de los Capitanes Generales. Las autoridades dieron pita larga para ver hasta dónde llegaba el ingenio cubiche, porque salvo los basureros no había otro mercado de insumos para hacer artesanías que las propias empresas estatales. Ni otras vías de suministro que robo o cambalache.

Entonces pasó algo que se llevó de pronto a la mayoría de los artesanos, quienes fueron a dar a la cárcel bajo cargos de actividad económica ilícita y otros delitos contra la propiedad social de todo el pueblo. De este modo el casco histórico habanero quedó acendrado para su proclamación (diciembre 14, 1982) como Patrimonio Histórico de la Humanidad. La Oficina del Historiador se encargó de controlar administrativamente el movimiento artesano y hacia diciembre de 2009 sobrevino la mudanza y concentración de los artesanos de la Catedral al Centro Cultural Antiguos Almacenes San José (Avenida del Puerto), restaurados ad hoc. Dizque el trámite de acreditación como artesano se cobra en chavitos y la renta de espacios, en pesos cubanos.

El movimiento artesano había cobrado impulso a fines de la década de 1960 con egresados y defectores de la Escuela Nacional de Arte (ENA), quienes se reorientaron al no consagrarse como artistas plásticos. Así mismo se reanimaron otras muchas tradiciones artesanales, como bordado y deshilado, que darían pie (1979) a las Ferias de Arte Popular.

Tras la Operación Adoquín se creó (1986) la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), como cristalización burocrática de la artesanía redefinida en términos artísticos. El auge del turismo propiciaría que los artesanos se concentraran en obras de carácter único para la venta puntual. Lo funcional artesano cedió a lo artístico profesional y la característica repetitiva de la artesanía deja de ser consustancial.

En Jatar-Hausmann, Ana Julia (1999) The Cuban Way: Capitalism, Communism and Confrontation, editado por West Hartford, CT: Kumarian Press:

Another free market reform during this period was the state’s 1978 decision to allow limited self-employment. Certain professionals such as carpenters, plumbers, electricians, and artisans were allowed to work privately, provided they had first fulfilled their time commitment to the state. Those who were able to buy a state license could essentially go into business for themselves. They charged whatever rate they could get, and payment was often made in kind with goods such as chicken or vegetables. They were not allowed to hire any staff, but they could form business alliances with colleagues.

The 1978  legalization of self-employment was considered an attempt to control what had been occurring for quite some time. Artisans and handymen had seemingly always worked outside the state apparatus, risking detention by the authorities as they attempted to improve their standard of living. Even after the 1978 reforms such work was a potentially dangerous proposition. The state strictly controlled the number of licenses issued for private work, and crackdowns such as the trial of a score of artisans in a public square in Santiago de Cuba in June, 1985, for selling jewelry without a license were common. (p.35)

In 1986, Castro also labeled the thousands of self-employed Cubans «corrupt parasites» on the public sector and curbed their activities with tighter regulations. In an effort to gain greater control over resources, the government imposed a system in which taxi drivers, artisans, street vendors, and private service workers such as plumbers and electricians had to obtain all materials via a state-issued certificate. The number of private wage and self-employed workers fell from 52,100 in 1985 to 43,200 in 1987. In monetary term, private non-farm incomes fell from 102.5 million pesos in the same period. During the Rectification Period, wage incentives for the population were also scaled back. (p. 38)

Ver también la entrevista al actor, director y productor Marcos Miranda, publicada en Cuba Inglesa, sobre las circunstancias que lo convirtieron en artesano y su relación con el movimiento de artesanos de la Plaza de la Catedral:

¿Vienes directamente a Miami o tienes tu “largo viaje” como muchos otros cubanos?

Mi salida definitiva de Cuba no pasó hasta 1984, y lo hice por España, donde viví 7 años. Una experiencia extraordinaria, que me devolvió la fe en la humanidad, que casi pierdo en Cuba. Desde año 1980 hasta el 1984, fue una época muy dura en la isla para todos los que presentamos nuestra salida del país. Nos sacaron del trabajo y sin posibilidades de recuperarlo o encontrar nuevos. Recuérdese que el sistema comunista no permite la actividad laboral privada de manera oficial, y en aquel momento no existían empresas mixtas ni corporaciones extranjeras donde pudiéramos prestar nuestros servicios ni mi esposa ni yo. La única posibilidad o camino a tomar cristalizó en hacernos artesanos (más bien zapateros) y vender nuestra producción en La Plaza de La Catedral.

¿Entonces puedo asumir que te arrestaron en la famosa “Operación Adoquín”, donde muchos artesanos, sin prueba o delito aparente, fueron a parar a los calabozos del DTI en La Habana?

No. Nunca me di a conocer como artesano. Jamás me inscribí como tal. Y aunque lo hubiese querido, como era mi deseo realmente, mi condición de “gusano” que se iba del país, me lo impedía. Mi hermano Carlos, y mi amigo, el actor Mike Romay (e.p.d.), vendían mi producción. Creo que me salvé porque nunca fui a La Plaza, a pesar de que a Norma, mi esposa, y a mí, nos interesaba aquel peculiar movimiento artístico, y también empresarial, donde el arte y la gestión de ventas se pusieron de manifiesto, y de manera muy próspera e independiente, como no había pasado antes del 59. Además, mis pocas apariciones en la calle como cualquier ciudadano de a pie y sin acceso a los medios, que hice luego de mi renuncia al ICRT como director, escritor y actor, bastaron para que fuera llamado nuevamente al Departamento de Seguridad del Estado, donde se me “aconsejó” que no saliera a la calle porque el público me reconocía como El Ingeniero de “En silencio ha tenido que ser” o El Abuelo Paco de “Variedades Infantiles”. Eso, según “ellos”, “ponía en peligro” el permiso para mi salida definitiva de Cuba. De modo que, a partir de ese momento, comenzó mi condena de cuatro años de prisión domiciliaria.

9 comentarios
  1. Bermello
    Bermello Dice:

    Recuerdo la legendaría «jaba» con un estampado de los Abba que compró allí mi mamá al salir de comer en El patio. Tenía unas asas de plástico que sobrevivieron y tuvieron más reencarnaciones que lo imaginable.

    Tengo una amiga cuya madre (ah, envidia!) le pudo comprar su primera grabadora vendiendole meriendas (zumos de 50 centimos) a los artesanos.

    El Mercado, el Mercado…

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    • Maria A Cabrera Arus
      Maria A Cabrera Arus Dice:

      ese es todo un senhor post: la jaba!
      hablando del festival de la juventud y los estudiantes. recuerdo una jaba que uno de los delegados que se estaban quedando en la playa de guanabo nos regalo. nosotros teniamos una casa alla y fuimos a pasar el fin de semana y no se de que manera mis padres fueron bendecidos con aquella jaba, de lona, con estampados «lindos». tuvo casi las mismas reencarnaciones que las asas de la de tu mama. ya destenhida aun servia para llevar la ropa sucia desde mi casa a casa de mis abuelos, a apenas 12 cuadras, donde mi abuela tenia lavadora y nos la lavaba y planchaba.

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  2. Bermello
    Bermello Dice:

    Por cierto, no olvidaré mi estupor tercermundista cuando mi mujer me enseñó un día en una vidriera de Chanel la famosa cartera «chanel 2.55», toda fashion ella. Mi primer pensamiento/exclamación fue: con la de los artesanos de la Catedral…

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      • Bermello
        Bermello Dice:

        Bueno, ya sabes… No eran «exactamente» asi, pero las habían muy parecidas con el «acolchonado» hecho con guata de mala muerte y el forro eran antiguos mapas. Hace poco fui a Cuba y pasé por una barbería en Centro Habana donde su dueño guardaba el cambio en una de aquellas carteras, muy deterioradas… Si, el «diseño» los imitaba.

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          • Bermello
            Bermello Dice:

            Si. Es curioso, pues hago muchas fotos en Cuba, principalmente en el interior.

            Pero cuando se trata de estas cosas en manos de un cubano, siempre me da mucha pena hacer la foto.

            Tendré que poner en la cámara el modo «Cubamaterial» algunas veces :)

  3. César
    César Dice:

    Fue en el 82. Recuerdo como si fuera hoy esa mañana en que corrió la noticia del arresto de tantos amigos artistas y artesanos. Muchos cumplieron injusta prisión por tres y cuatro años. Otros libraron gracias a la influencia de parientes o a los azares del destino. Fue un golpe demoledor. Esa razzia cruel denotó una vez más el odio feroz del castrismo (y de Moringa personalmente) al mundo de la cultura y de las artes. Gracias por recordarlo, aunque es triste recuerdo.

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