De la materialidad soviética, sus huellas e implicaciones, por Damaris Puñales-Alpízar

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Cuchilla de afeitar Sputnik

Cuchilla de afeitar Sputnik. Hecha en la URSS. Colección Cuba Material.

En La Habana Elegante, «De la materialidad soviética, sus huellas e implicaciones. Apuntes para una reflexión por Damaris Puñales-Alpízar:

Pero además de esta presencia subjetiva de lo soviético en Cuba (1), que se ha traducido en una producción cultural cubana pos–noventa donde abundan los referentes soviético–rusos, otra parte importante dellegado soviético está constituida por la permanencia física, después de los noventa, de automóviles, maquinaria pesada, electrodomésticos, libros, juguetes y edificios, principalmente habitacionales y escolares, cuya arquitectura siguió estándares socialistas: la carencia de cualquier ornamento. (…)

En este artículo propongo analizar cómo la permanencia de estos objetos se ha convertido en una poética del fracaso de un proyecto social, y cómo puede entenderse su persistencia en Cuba después del fin de la Unión Soviética. ¿Qué significa tal presencia, cómo proporciona una determinada lectura de la realidad y de cierto grupo social? En este análisis intento establecer un contraste entre esta materialidad específica, y una subjetividad afectiva que se manifiesta a través de la producción cultural.

(…) Presento el término de ‘comunidad sentimental soviético–cubana’ (3) para agrupar a los cubanos educados entre 1960 y 1980, para quienes los referentes soviético–socialistas comunes de la infancia y la educación recibida, facilitaron la creación de un imaginario de comunidad sentimental, que otorga pertenencia y cohesión entre sus miembros, a la vez que la diferencia de otras comunidades también imaginadas, incluso cuando la mayoría de los miembros de esta comunidad sentimental soviético–cubana no comparta el mismo territorio geográfico, ni la misma formación académica y mucho menos, la misma ideología social.

(…) Para las décadas de los setenta y los ochenta, los hogares cubanos parecían copia unos de otros: no sólo se repetían las mismas marcas de electrodomésticos, sino que las decoraciones y los muebles en general también eran similares, cuando no idénticos. Este inventario homogéneo proveyó, durante algunos años, una representación idealizada de la igualdad social, a la vez que otorgó un sentido de estabilidad y de pertenencia subjetiva de los cubanos –o al menos, la gran mayoría de ellos– a una imagen de la nación impulsada desde el gobierno, y sostenida gracias a la ayuda financiera, técnica y humana de la Unión Soviética a Cuba.

(…) La materialidad homogénea de la sociedad cubana permitió el surgimiento de una subjetividad histórica que explica, en conjunción con otros factores que he detallado antes, la conformación de una comunidad sentimental soviético–cubana. Los objetos soviéticos, dada la imposibilidad de su sustitución, se convertían no sólo en parte del hogar, sino también en parte de la familia. Una batidora era “la” batidora y lo sería por ‘siempre’; un ventilador, “el” ventilador. De tal modo, los objetos rusos lograron lo que las imposiciones ideológicas, políticas y culturales no pudieron del todo: la aceptación y su conversión en parte del escenario familiar, diario, de los cubanos. Esta familiaridad de los cubanos con los objetos soviéticos es depositaria de un significado de íntima afección y se convirtió no sólo en uno de los recuerdos más perdurables, sino también más entrañables para los individuos que se acostumbraron a ayudarse en sus labores domésticas con aparatos soviéticos.

(…) La permanencia de equipos soviéticos se convierte en un signo social de exclusión: los que tienen objetos, electrodomésticos soviéticos, son principalmente aquellos que no han podido insertarse en la nueva dinámica mercantil laboral que depende principalmente de una economía capitalista, ya sea a través de la contratación en empresas extranjeras –principalmente turísticas–, mediante las remesas familiares provenientes de Estados Unidos y a partir del VI Congreso del PCC (6), en abril del 2011, del crecimiento de negocios de iniciativa privada. Aunque no hay cifras oficiales que lo confirmen, se estima que el envío de dinero desde Miami, sobre todo, constituye, junto al turismo, el principal sostén de la economía cubana, luego del debilitamiento, hasta la desaparición casi, de la industria más tradicional cubana: la producción de caña de azúcar.
Lo soviético funciona así como una atadura que liga a un segmento de la población al pasado, ante la incapacidad de acceder a otros objetos. Es una doble marca: el recuerdo de un pasado que fue ‘mejor’ –en términos de estabilidad y accesibilidad–, y la constatación de que ese pasado se perpetúa sólo en cierto sector.

H/T Walfrido Dorta.

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