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Cesta de picnic Perma Plastic Products
Cesta de picnic Perma Plastic Products

Cesta de picnic. Hecha en las Filipinas por Perma Plastic Products. Cortesía Mirta Suquet.

En los años ochenta, el embajador cubano en Filipinas compró esta canasta de picnic para cuando sus hijos, que vivían en Pinar del Río al cuidado de unos parientes cercanos, fueran a la escuela al campo. Este conjunto de vajilla plástica producido por la empresa filipina Perla Plastic Products, que además incluía vasos y cubiertos que no aparecen en las fotos, amenizaba los almuerzos dominicales de los hijos del embajador y de sus primos durante la visita semanal que los padres de estos últimos hacían al campamento que les había sido asignado.

Deben haber llamado mucho la atención los tíos y los primos cuando los domingos desempacaban esta cesta de picnic. De seguro pasaban un buen rato disfrutando del forzado picnic, haciendo a un lado el recuerdo de la magra ración del comedor de los albergues que los devolvería a la realidad pocas horas después.

Vajilla de picnic Perma Plastic Products

Vajilla de picnic. Hecha en las Filipinas por Perma Plastic Products. Cortesía Mirta Suquet.

Vajilla de picnic Perma Plastic Products

Vajilla de picnic. Hecha en las Filipinas por Perma Plastic Products. Cortesía Mirta Suquet.

Funda para documentos y carnés. Colección Cuba Material.

Cuando estudiaba la primaria, mi abuelo me llevó a plasticar mi distintivo escolar. Caminamos, rumbo al mar, por la avenida 23 hasta la esquina, creo, de 23 e I. Allí, al lado de una barbería que aún conservaba la espiral giratoria azul, blanca y roja que identifica a ese tipo de negocios, un señor mayor se dedicaba a plasticar documentos. Los ponía dentro de un nylon que desaparecía bajo una plancha rústica que, en cuestión de minutos, transformaba el papel en un plástico rígido e impermeable, de superficie corrugada y bordes romos.

Una versión de aquellos carneses plasticados, un poco más tosca, eran las fundas hechas con acetato de radiografías y bordes de tela, plástico o tape (cinta adhesiva), muy parecidas a las que se fabricaban para proteger las libretas de racionamiento o los cuadernos escolares. Muchos años después de que se retirara en los ochentas, incluso avanzado el siglo xxi, mi abuelo continuaba guardando sus carnés de salud e identidad en una de esas fundas. Por las tardes, cuando se bañaba y entalcaba, se ponía una camisa de algodón sobre una camiseta y se echaba en el bolsillo un peine, un pañuelo, un bolígrafo y la funda de los carnés.

Funda para documentos y carnés. Colección Cuba Material.

Cantimplora
Cantimplora

Cantimplora. Hecha en la URSS. Cortesía Janet Vega.

Estas cantimploras, importadas de la Unión Soviética y de China, se vendieron en Cuba en la red de tiendas minoristas del mercado paralelo en los años ochenta. Mi hermana y yo tuvimos varias: la blanca de la imagen superior, otra igual, pero con el cuerpo de la botella de color verde claro, y una como la blanca de la imagen inferior, pero también de color verde claro. Esta última tenía un relieve en forma de escamas de pez. La cantimplora roja en forma de corazón tenía, además, correas para llevarlos colgarla. Las tapas hacían también las veces de vaso, aunque nunca vi a nadie usarlos. Todos bebíamos directamente del pico de la cantimplora.

No todos los niños tenían cantimploras. Algunos usaban cualquier contenedor o pomo plástico para llevar agua a la escuela. Y habría quien ni siquiera llevaría agua. El pomo amarillo de tapa roja y letras árabes donde se guardaba la manteca de carnero que donó el presidente Iraquí Saddam Hussein se hizo muy popular como contenedor de agua, a pesar del fuerte olor a manteca que siempre conservó.

Me han dicho que, para adornarlas, algunas madres les tejían forros tejidos a crochet.

Cantimplora

Cantimplora. Imagen tomada de FB.

Cantimplora. Cortesía Axana Álvarez.