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Envase de caramelos surtidos Parque Lenin
Envase de caramelos surtidos Parque Lenin

Envase de caramelos surtidos Parque Lenin. Colección Cuba Material.

Eduardo del Llano: Chucherías:

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No tuvimos chicle. Esa mierdita olorosa venía a ser, para quienes nos educaban, un comprimido de sociedad de consumo, una píldora venenosa que, nada más masticarla, te envenenaba la sangre de capitalismo de alto octanaje. Un recuerdo que habla por sí solo (y que estoy seguro compartirán muchos coetáneos) ha de ser de 1970, año más o menos: la primera vez que tuve un chicle en la boca. Sólo que, antes de llegar a la mía, había pasado por las bocas de una decena de niños del aula, partiendo de una matriz que debió ser el hijo de alguien que viajaba; lo que mastiqué, entonces, fue una cosa insípida, inficionada por restos de comidas ajenas. Luego, ya pasando la secundaria en la Lenin, quien viajó fue mi padre… a la URSS, de donde trajo unos chicles Adams fabricados allá (¡!) que ahorré cuanto pude: inauguraba una tableta el domingo por la noche, a la entrada del pase, y lo conservaba durante toda la semana, pegándola bajo la taquilla, como un moco, a la hora de dormir, y recobrándola a la mañana siguiente.

(…)

Como ocurrió con la utopía, la calidad y la presentación de las golosinas fue decayendo. Los caramelos degeneraron de paquetes de unidades primorosamente envueltas a una masa pringosa que se vendía por el peso. El chocolate dejó de tener una denominación concreta. Aparecieron los Extrusos de maíz (debe ser difícil encontrar un nombre comercial más espantoso, probablemente obra del mismo estro sutil que más tarde creó las Tiendas de Recuperación de Divisas) que la gente bautizó Chicoticos, hasta que terminaron por llamarse así. Pero eso fue bien avanzados los ochenta, y ya yo contaba veinticinco años o más.

Sombrilla
Sombrilla

Sombrilla. Comprada en el mercado paralelo en 1976.

Sombrilla china

Sombrilla china. 1970s. Regalo de María A. Arús Caraballo. Colección Cuba Material.

Las sombrillas reaparecen en las calles de La Habana y, entre ellas, alguna que otra adquirida en los años setenta. Aquellas eran de fabricación China y estaban adornadas con flores multicolores y elegantes mangos tallados. Eran una compra suntuaria para muchos, como me ha dicho la señora que cuida y acompaña a mi abuela. Adquirió la suya (foto superior) en la tienda Roseland en 1976, y pagó por ella 25 de los 138 pesos que ganaba cada mes. Casi la quinta parte de su salario.

Por eso, y porque luego no las vendieron más, en Cuba nadie bota las sombrillas, ni siquiera cuando se rompen. Hasta hace poco mis abuelos conservaron varios paraguas negros que habían comprado en los años cincuenta o, quizás, en décadas anteriores, aun cuando ya estaban rotos y descoloridos.

Sombrilla

Sombrilla. Años setentas. Colección Cuba Material.

Sombrillas chinas

Sombrillas chinas. Colección Cuba Material.