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Camisa Yumurí
Camisa Yumurí

Camisa Yumurí, marca Radar. Hecha en Cuba. 1980s. Colección Cuba Material.

En AlexHENY: The Cool Communist:

O mejor, llamémosle el cécé, el CC, vamos, sucintamente.
Yo conocí un montón de CC. Eran fáciles de reconocer. Primero, por el aspecto.
El CC vestía invariablemente camisita de cuadros. Y, en casos extremos, una chaquetica de cuero negro. En el trópico.
(…)
Yo creía saber de donde salían las chaqueticas.
Lo supe cuando, antes de irme a estudiar al extranjero, recibí una autorización especial, junto con todos los demás estudiantes, para ir a comprar a una mítica tienda en Centro Habana donde, siguiendo una breve lista, se podía comprar ropa de salir, no que fuera uno a parecer un indigente cuando hiciera escala en Barajas, en nuestro camino al Segundo Mundo.
Entonces, pues a comprar algun pulóver, un par de calzoncillos, medias, una maleta de viaje, un traje y zapatos. Y allí estaba también la chaquetica. Pero tuve la mala suerte de que la talla disponible en ese momento fuera adecuada solamente para la complexión y estatura de un niño de sexto grado, o de un hobbit, tipo el Comandante Guillermo García (aunque este parezca mas troll que hobbit)
Por ese fatídico azar de las tallas perdí entonces la oportunidad de parecer un CC, y todo lo que pude comprar fue un espantoso traje del color de los frijoles colorados hechos puré.
Por cierto, esa tradición de la ropa de salir es un elemento folclórico bien arraigado en nuestra cultura. Mi madre y mis hermanas, por ejemplo, siempre tenían un bloomer nuevo listo para el momento de visitar al médico.
El olor de los CC también era peculiar. Olían a algo donde estaban mezclados vapores de gasolina, sudor rancio, y vestigios de alguna colonia o desodorante de tufo barato.
Un ex-colega, ex-sindicatero, ex-sindicaloso, y ciertamente muy escandaloso, más recientemente radicado en Miami, tuvo la oportunidad de estar lo suficientemente cerca del mesiánico en jefe como para después contarle a quién quisiera, y quién no quisiera escucharlo, que este olía a talco Bebito. Pero eso debe sorprender a nadie: el mesías no es cool, nunca lo fue, y ahora mucho menos, cuando seguro que debe oler a alcanfor e impotencia.
El CC entonces se mueve apresuradamante y se sienta a la mesa donde quizás ya hay sentadas dos o tres personas. Le palmea el hombro a alguien, se quita el reloj, lo manipula breve y habilmente, y lo coloca sobre la mesa, la esfera ahora recostada a la manilla como si fuera un minúsculo despertador, dejando claro que su tiempo es precioso y preciado, que otra reunión aguarda y que, entonces, compañeros, vamos a comenzar.

(…)

Si alguien ha tenido la oportunidad de visitar la oficina de un CC, sabe que una foto de Fidel, o de otro comandante favorito, va a estar allí, formando justamente una línea de tres puntos con el ocupante de la oficina y el visitante.
En casos afortunados, el propio CC también estará en la foto, mirando al comandante con el mismo arrobamiento con el que yo miro una teta. Es incluso posible que tenga el brazo del prócer echado sobre el hombro, o que el CC haya tenido la increíble oportunidad de poner su mano sobre el abdómen o el brazo de su ídolo, con delicadeza y familiaridad, arrebatado, extasiado. Ya se sabe, como si se agarrara una teta.
En su casa probablemente el CC tenga una copia de la foto. En la mejor pared de la sala, presidiendo reuniones y convites, justo a un lado de un mueble sobre el que destacarían, entre vasitos con removedores de cocteles y otras botellas de licor vacías, una inmensa botella de Fundador o de Terry Malla Dorada, montadas en un soporte de alambre.
O, como alguien me dijo alguna vez, cuando aun yo sólo conocía de rones y destilados caseros: “Viste, tenía una botella de cuvasié…”, “ ¿Y eso qué es?”, “Oye, estás atrás… ¡Tremendo güisqui, compadre…!”
En fin, curioso especímen el CC. Todo un subproducto de la construcción del socialismo y la forja del hombre nuevo. Pero se quedaron y quedan sólo en eso, en subproducto, en otra cosa más de la cual deshacerse en cuanto haya oportunidad.
Y por supuesto, que cool no son, mucho menos Cool Commnunist, porque no existe tal cosa. Pero CC se puede mantener. Cosa Curiosa. Caso Curioso. Cara de Coco.
Cuarto de baño
Cuarto de baño

Cuarto de baño. Vedado. Foto 2012.

He visto, en Cuba, cuartos de baños recubiertos de mármol, de azulejos de cerámica, y de paredes de cemento; baños con agua fría y caliente y baños sin una gota de agua; baños sin ducha y baños con duchas a donde no sube el agua; baños con inodoros que descargan y tienen asentador y tapa, y baños con inodoros que para que descarguen hay que echarles uno o más cubos de agua; baños grandes como salones de baile, y baños pequeños y atestados de cosas; baños para visitantes, antiguos baños de criados, y baños colectivos, compartidos por más de una familia; baños con pinturas al fresco, con coquetas y armarios empotrados, y baños con solo un inodoro y una pila; baños con espejos y sin ellos; baños limpios, mugrientos y apestosos. Nada, quizás, denota más las diferencias sociales en la Cuba de hoy que las condiciones de los baños. No supe hasta hace poco que había familias que tenían baños de letrina en capitales de provincia como Victoria de las Tunas.

El de la foto es el baño de la casa de mis abuelos. Cuando yo era niña, aún tenía su bañadera de hierro. Vi cómo, una a una, fue perdiendo las patas, que mis abuelos reemplazaron por ladrillos. Vi también cómo los ahorros de mi abuelo se convirtieron en la actual poceta, y algo quedó para repellar el techo, que ya soltaba pedazos del revoque. Cuando era niña, el baño tenía una taza de inodoro blanca, que más tarde cambiaron por la de porcelana azul, fabricada en Cuba, sin orificios para la tapa y el asentador. En algún momento se rompió su mecanismo de descargue, y mi abuelo le amarró un hilito. Están ahora tratando de conseguir una taza nueva. Hace poco, mi mamá compró un nuevo lavamanos con los dólares que ahorra de lo que le mandamos y algo que le entra del alquiler de su apartamento. Gracias a eso, el baño de mis abuelos sigue siendo un buen baño.

H/T: María Paula Gómez Cabrera

Mango (o cabo) de bisturí Smic No. 4
Mango (o cabo) de bisturí Smic No. 4

Mango (o cabo) de bisturí Smic No. 4. Hecho en la República Popular China. Colección Cuba Material.

En La voz del morro, descripción de una unidad hospitalaria del CIMEQ, Objeto 20, donde solo se atienden unos pocos privilegiados que, al parecer, tienen muchos motivos para esconderse:

(…) El cuasi inaccesible, impenetrable y tenebroso “Objeto 20”, enclavado en el laberintico hospital CIMEQ, construido bajo el gusto del gigantismo estalinista.

De audaz ingeniería y espantosa decoración, desde el año 86 el Objeto 20 es un templo a la creencia egipcia de la vida después de la muerte. Una construcción  adjunta al hospital CIMEQ pero con autonomía propia, edificada con el fin de satisfacer el ego y la paranoia del poder y la seguridad (…).

El objeto 20 es una especie de santuario. Cuando entramos por el sótano, vamos directo a un spa diseñado respetando el ridículo gusto de quien guarda la añoranza por las noches del otrora Moscú comunista. Paredes gruesas, insonorizadas y forradas por inmensas lajas de piedra Jaimanita oscurecen la piscina de dimensiones olímpicas, a la que nunca llega el sol; al costado un gimnasio equipado al grito de moda italiana que permanece en desuso y oscuro, sigue un espacio de musicoterapia, dos baños de vapor, un sauna, dos piletas para baños de contraste, un jacuzzi, un equipo para hidromasaje, y un área para solazar tensiones, con una despensa bien surtida. Todo esto es observado por cuatro guardias que permanecen en alerta, frente a las cámaras del circuito cerrado.

Saliendo por la retaguardia se encuentra una cancha de squash; y una pista para atletismo. Como el spa es de puntal muy alto, este lugar no tiene primer piso, en el segundo están situados los salones de terapia intermedia e intensiva. Y en el último y tercer nivel, después de una habitación de escoltas, una sala-enfermería y un pantry, hay 5 cuartos de ingreso desde los cuales, y a través de un amplio cristal (de alto impacto y fabricación alemana) que siempre mantienen impoluto y con visión de un solo lado, se aprecia un lindo paisaje con árboles de yagruma.

consulta
consulta

Habitación que mi abuelo y bisabuelo usaban para consultas médicas. Vedado, Habana. Foto 2012.

Reinaldo Escobar, en Desde aquí, comenta los cambios en La expresión material del ateísmo:

(…) Recuerdo los días en que concluíamos la construcción del edificio “de microbrigada” donde aun vivo. Fui elegido por los trabajadores para integrar una comisión que analizaría el mejor derecho de los aspirantes a ocupar la vivienda. Si mal no recuerdo, yo era el único comisionado que no era militante del partido comunista. Nos entregaron una planilla donde había que anotar cuidadosamente los datos de cada una de las personas aspirantes a vivir en el nuevo inmueble: nombres y apellidos, sexo, edad, centro de trabajo o estudio, nivel escolar, pertenencia a las organizaciones revolucionarias, si algún miembro de la familia había salido del país o si había sido sancionado por algún tribunal. Había que anotar además si se poseían efectos electrodomésticos, los muebles que tenían y otros detalles sobre el estado en que se encontraba la vivienda en el momento de la inspección. Sí, porque los miembros de la comisión teníamos que inspeccionar y al final, dejar por escrito nuestras valoraciones.

En la última página de la planilla, en el inciso B del Punto II, se abría un espacio para mencionar y describir los objetos religiosos que eran visibles en la casa inspeccionada. En el centenar de hogares visitados no apareció ni un solo corazón de Jesús, ni una postalita de la virgen, ni un solo rincón de Elegguá, ninguna cazuela con Oschún.

Han transcurrido 26 años de aquellos sondeos y ahora en el recibidor de nuestro edificio han puesto un cartel para invitar a creyentes y no creyentes a la misa que Benedicto XVI hará el próximo miércoles en La Habana. Por suerte ninguno de los que entonces creían cometió la ingenuidad (la honestidad) de dejar a la vista aquellos “objetos religiosos” que nosotros debíamos pesquisar. Ellos los ocultaron, yo conservé la planilla.

Cojín de flores importado del campo socialista. Foto hecha en La Habana en el 2013.

Mi abuela compró estos cojines de flores en los años ochenta en el mercado paralelo. Desde entonces, y hasta el día de hoy, adornan los sillones de la sala de su casa y el butacón y el sillón del comedor. En ellos aún suelen sentarse mi mamá y mi abuelo. Desteñidos, algunos en jirones, la esponja del relleno es una fina película que apenas les da un poco de estructura.

Información sobre las lavadoras Aurika-70. Publicado en Magacín. 1976. Colección Cuba Material.

Comentarios dejados en DEBAJO DE LA CAMA:

  1. Anónimo

    LA LAVADORA AURIKA SE USO COMO DESPENSA Y GALLINERO PARA QUE LA GALLINA PUDIERA CALENTAR LOS HUEVOS. CUANDO ERA INSERVIBLE SE PINTABA Y SE RELLENABA DE TIERRA SIENDO UNO DE LOS CANTEROS DE PORTAL MUY LINDOS.

  2. Anónimo

    Las Medallas… tanto me hastiaron de medallas y estímulos en esa, nuestra «Patria» tergiversada q las pongo debajo de la cama, pero ni siquiera debajo de la mía… a mí que me regalen cheques!!!

  3. Anónimo

    1.- SANDALIAS Y ZAPATOS HECHOS CON LA GOMA Y LLANTAS DE CARRO, A VECES LAS HACIAN DE LA PARTE DE LA CURVA Y SE LEVANTABAN HACIA ADELANTE Y TE HACIAN TAMBALEARTE Y CAER

    2.- ZAPATOS DE PLASTICO ERAN UNAS BOLITAS QUE COSTABAN CENTAVOS PASABA POR LA MAQUINA CON EL MOLDE Y SALIAN LOS ZAPATOS PLASTICOS HASTA DE TACONES HACIAN, ESOS SE LLAMARON «CATARRITOS» PORQUE NADA MAS QUE LLOVIAN SE DESPEGABAN POR CUALQUIER PARTE

    3.- EL ALGODON LLAMADO «MOQUITO» SE COMPRABA EN BOLSA NEGRA POR LA ESCASEZ, PERO CUANDO SE HUMEDECIA SE TE PEGABA EN LOS DEDOS Y ZAS! UNA Y OTRA VEZ LO QUERIA SACAR DE TUS DEDOS CHASQUEANDOLOS PERO NADA.. DE ESTE TIPO DE ALGODON SE FABRICO LA INTIMA FEMENINA CON GASA Y NI QUE DECIR DEL CAOS QUE SE CREABA

    4.- MEDIAS DE NYLON, PANTIES-MEDIA, PLANTILLAS DE MEDIA, CUANDO SE LE IBA UN HILO COSA FRECUENTE PUES A COGERLO CON EL BRILLO DE LA PINTURA DE UNAS SE LE UNTABA AL SELLARSE NO CONTINUABA ABRIENDOSE

    5.- BOLSITAS TENIDAS DEL COLOR DE LA CARTERA QUE LLEVABAS AL RESTAURANT DONDE ESTABA PROHIBIDO LLEVARSE COMIDA PARA LA CASA, AL ESTAR DEL MISMO COLOR DE LA CARTERA, ABRIAS ESTA Y DEJABAS CAER LA COMIDA SIN QUE NADIE LO NOTARA..

    6.- CUANDO LAS MEDIAS PANTIES IBAN PERDIENDO EL COLOR LAS METIAS EN UN RECIPIENTE LARGO CON AGUA DE TE FUERTE DURANTE ALGUNAS HORAS Y SALIDAN NUEVAS

    7.- SE TOMABA UN NYLON SE LE PASABA COSTURA A LO LARGO DE 6″ X 2″ DE ANCHO, SE HACIAN HASTA 20, DESPUES SE RECORTABAN INDIVIDUALMENTE, SE RELLENABAN CON LIQUIDO DE DISTINTOS SABORES DE FRUTAS, SE COSIA POR LA PARTE DE ARRIBA Y SE PONIAN A CONGELAR, SE VENDIAN A PESO LOS NINOS ABRIAN UNA PEQUENA ABERTURA POR UNO DE LOS LADOS Y SE IBAN TOMANDO EL JUGO CONGELADO, ELLOS LE DECIAN » PINGUILLA DE LIMON» DE NARANJA, ETC TENIA MUCHA ACEPTACION

    8.- LOS ANIMALITOS DE ADORNO PARA PONER EN LOS CARROS O EN LAS CASAS QUE MOVIAN LA CABEZA AFIRMATIVAMENTE ERAN GRACIOSOS Y LA GENTE LOS COMPRABA, DE PRONTO SE DEJARON DE LLAMAR MOVIBLES O PORFIADOS PARA LLAMARSE «RANDY ALONSO» ERA UN LOCUTOR QUE TRABAJABA EN LA MESA REDONDA Y SIEMPRE ESTABA ASINTIENDO A TODO LO QUE DECIA EL COMANDANTE.. SE LLEGABA A LA TIENDA Y SE DECIA «QUIERO UN RANDY ALONSO DE PERRITO» QUIERO UN RANDY ALONSO DE GATICO Y ASI SUCESIVAMENTE..

    9.- LA CIFRA DE ENFERMEDADES VENEREAS CRECIA CUANDO LLEGABA LA CARNE DE DIETA A LA CARNICERIA O LAS CAJAS DE POLLOS, TAMBIEN CUANDO LOS TELEFONICOS IBAN A INSTALAR LOS NUEVOS TELEFONOS.. LAS ENFERMERAS QUE SE OCUPABAN DE LAS CIFRAS CUANDO SE ENTERABAN DE LA LLEGADA DE LOS PRODUCTOS REPARTIAN GRATUITAMENTE CONDONES.. LA QUE TENIA MAS ALTO POCENTAJE ERA LA GONORREA,

    10.- AGUJAS DE TEJER A CROCHET PARA HACER LOS RAYITOS

  4. Anónimo

    Saludos aunque no soy cubano me parece muy interesante su blog pero tengo una duda sobre el escrito numero 9. En realidad no veo la relación entre la carne de dieta, las cajas de pollos y los teléfonos nuevos con las enfermedades venéreas!!!???Alguien me podría explicar Por Favor.

  5. Bueno, aunque no se exactamente lo que quiso decir el autor del comentario, entiendo que se refiere al sexo como moneda de cambio, es decir, cuando llegaba la carne, los telefonos, u otro articulo codiciado, los carniceros, telefonicos, o la persona que los repartia podia ser sobornada con favores sexuales. Pero esta es mi interpretacion solamente.

  6. Anónimo

    Primero te felicito por tu blog que está bien interesante además educativo para los que no vivimos esos tiempos.
    Que interesante e intrigante me parece este asunto, al punto que ahora hubiera querido ser un cubano carnicero, pollero o telefónico para ese tiempo…jejeje. Saludos y Mucho Cariño desde la UPRC.

  7. Teresa Valladares, que ya ha colaborado enviando muchos de los otros comentarios, nos envía este:

    TONITA.. AQUI TE MANDO ALGUNOS ARREGLOS E «INVENTOS» PARA PODER SEGUIR VIVIENDO,

    – CUANDO NO HABIAN ROLITOS PARA EL PELO SE CORTABA EL PALO DE ESCOBA PLATICO Y SE HACIAN MAS DE 12 ROLITOS

    – PARA GUARDAR HEMETICAMENTE, ARROZ, FRIJOLES, CREMA DE LECHE, ETC SE CORTA UNA BOTELLA PLASTICA POR LA PARTE DE ARRIBA SIN TOCAR LA ROSCA Y LA TAPA, ES PONE EL CARTUCNO DE NYLON YA LLENO, SE PASA POR LA BOCA YA CORTADA SE LE PONE LA TAPA Y LISTO PARA LA DESPENSA O REFRIGERADOR

    – EL CRISTAL DEL ATAUD LLEGO A ESCACEAR TANTO QUE A VECES EN LA FUNERARIA SOLO HABIA UNO Y SE LO PONIAN A LA CAJA, ENSEGUIDA QUE IBA A SALIR EL ENTIERRO SE LO QUITABAN Y SE LO PONIAN AL OTRO

    – AURICULAR DE TELEFONOS INSERVIBLES SE LE QUITABA LA TRIPA DE ADENTRO, SE LE INTRODUCIA UN PEDACITO DE MANGUERA Y HACIA DE DUCHA

    – SE HCIERON CORTINAS CON PALITOS PLASTICOS DE LOS POT-CICLETS, SE ENSARTABAN UNOS CON OTROS QUEDANDO UNA CORTINA BASTANTE ACEPTABLE

    – SE HICIERON ARBOLITOS DE NAVIDAD, DESHACIENDO PERCHEROS FORRANDOLO CON PAPEL O CINTA VERDE

    – BOLSITAS DE NYLON TRANSPARENTE LLENAS DE AGUA COLGADAS DE TECHO PARA ESPANTAR LAS MOSCAS

    – PARA CERRAR LA OLLA DE PRESION SE PONIA AL CERRAR LA TAPA CON LA CAZUELA DOS CUCHARAS PARA QUE PUDIERA CERRAR BIEN

    – LATONES DE BASURA PUBLICOS LES QUITABAN LAS RUEDAS PARA HACER CARRITOS, VELOCIPEDOS Y CARRETILLAS

    – CUANDO SE IBA LA VALVULA DE LA OLLA DE PRESION SE PONIA UNA GOMITA DE ALGUN BULBO DE PENIICILINA O TAMBIEN ALGUNA GOMITA DE ZAPATILLA

    – LATICAS DE REFRESCO, CERVEZA, ETC SE CORTAN A DOS DEDOS DE LA BASE Y SE ABREN EN FLECOS LO RESTANTE, ASI QUEDA UN CENICERO, UN PALTICO SERVIDOR, LAS PUNTAS SE DOBLAN Y QUEDAN BONITAS

    – SE CORTABAN LAS BOTELLAS DE REFRESCO Y SE HACIAN VASITOS, TACITAS, Y SI SE CORTABAN POR AMBOS LADOS SE PONIAN DE SOPORTE PARA LAS LAMPARAS

Despensa

Despensa. Casa en El Vedado. Foto 2013.

En Los días no volverán:

(…) Abro una gaveta y me encuentro unos espejuelos sin una pata, y cuando pregunto a mis padres por qué los guardan, me dicen con toda la lógica del mundo: por si el tornillito de la pata que queda se puede usar de repuesto. Los frascos vacíos ni se botan ni se reciclan, se acumulan por si hacen falta; algunas medicinas se atesoranpor si escasean cuando se necesiten.

Una batidora nueva, por muy sofisticada que sea, jamás echará a la basura la batidora rusa con el vaso de aluminio. Cuanto más, la desplazará hacia un lugar menos estratégico en la meseta. Y en efecto, mis padres saben lo que hacen: los equipos rusos parecen eternos, irrompibles. Las lavadoras Aurika continúan funcionando, aunque la mayoría esté mutilada -es preferible exprimir la ropa con las manos a cambio de tener un potente ventilador en casa, hecho con el motor de la centrífuga. Y la Aurika de mis padres no se usa porque otra más moderna hace su trabajo, pero está ahí, como la reina vaga de la casa, por si.

Leer toda la entrada.

Botella de licor con texto de propaganda política «Habana en 26», celebrando el 26 de julio. Colección Cuba Material

La otra noche, una amiga trajo a casa una botella de licor de anís Marie Brizard. Lo conocía desde niña, el envase, si bien no su sabor, porque mi mamá coleccionaba botellas de bebida, por supuesto vacías. Durante muchos años «adornaron» el piso de mi casa, primero distribuidas entre un pequeño barcito de madera que la hermana de mi abuela había hecho cuando estudiaba en la Escuela del Hogar, en los años cuarenta, y una alfombra que era la piel de un leopardo, de la que aún queda parte de lo que fuera el cuerpo del animal (mi padre se la tiraba a veces encima, y gateaba tras mi hermana y yo por toda la casa; a veces nos decía que él mismo había cazado ese leopardo en África, y que por eso tenía la herida que tenía en la espalda, fruto en realidad de una intervención quirúrgica); y más tarde en varias de las repisas de un multimuebles de plywood que mi papá construyó y que ocupaba toda la pared de la sala de mi casa.

Una de las botellas más lindas de la colección era la de Marie Brizard, pero no he podido encontrar en la internet ninguna parecida a aquella de mi infancia. No recuerdo los detalles de su diseño, solamente que el rostro de su fundadora, una señora mayor, aparecía enmarcado en un óvalo, más o menos cerca del cuello de la botella, encima de la etiqueta. Luego supe que había fundado la marca de bebidas en 1755.

Mi hermana y yo jugábamos a veces con la colección, reordenándola a nuestro gusto. No tengo idea de cómo se las ingeniaba mi mamá para conseguir las botellas de su colección, todas hermosas y exóticas (entiéndase de bebidas extranjeras). En raras ocasiones conseguía una llena.

Un día, las botellas desaparecieron en el closet de mi madre. Para entonces, la decoración de la sala de nuestro apartamento Pastorita no interesaba nadie. Mi papá y mi hermana vivían ya en Estados Unidos, yo me mudaba a Nuevo Vedado a un recién heredado apartamento, y mi mamá se disponía a alquilar el sitio que por veinte años fuera nuestro hogar.

Cuchilla de afeitar Sputnik
Cuchilla de afeitar Sputnik

Cuchilla de afeitar Sputnik. Hecha en la URSS. Colección Cuba Material.

En La Habana Elegante, «De la materialidad soviética, sus huellas e implicaciones. Apuntes para una reflexión por Damaris Puñales-Alpízar:

Pero además de esta presencia subjetiva de lo soviético en Cuba (1), que se ha traducido en una producción cultural cubana pos–noventa donde abundan los referentes soviético–rusos, otra parte importante dellegado soviético está constituida por la permanencia física, después de los noventa, de automóviles, maquinaria pesada, electrodomésticos, libros, juguetes y edificios, principalmente habitacionales y escolares, cuya arquitectura siguió estándares socialistas: la carencia de cualquier ornamento. (…)

En este artículo propongo analizar cómo la permanencia de estos objetos se ha convertido en una poética del fracaso de un proyecto social, y cómo puede entenderse su persistencia en Cuba después del fin de la Unión Soviética. ¿Qué significa tal presencia, cómo proporciona una determinada lectura de la realidad y de cierto grupo social? En este análisis intento establecer un contraste entre esta materialidad específica, y una subjetividad afectiva que se manifiesta a través de la producción cultural.

(…) Presento el término de ‘comunidad sentimental soviético–cubana’ (3) para agrupar a los cubanos educados entre 1960 y 1980, para quienes los referentes soviético–socialistas comunes de la infancia y la educación recibida, facilitaron la creación de un imaginario de comunidad sentimental, que otorga pertenencia y cohesión entre sus miembros, a la vez que la diferencia de otras comunidades también imaginadas, incluso cuando la mayoría de los miembros de esta comunidad sentimental soviético–cubana no comparta el mismo territorio geográfico, ni la misma formación académica y mucho menos, la misma ideología social.

(…) Para las décadas de los setenta y los ochenta, los hogares cubanos parecían copia unos de otros: no sólo se repetían las mismas marcas de electrodomésticos, sino que las decoraciones y los muebles en general también eran similares, cuando no idénticos. Este inventario homogéneo proveyó, durante algunos años, una representación idealizada de la igualdad social, a la vez que otorgó un sentido de estabilidad y de pertenencia subjetiva de los cubanos –o al menos, la gran mayoría de ellos– a una imagen de la nación impulsada desde el gobierno, y sostenida gracias a la ayuda financiera, técnica y humana de la Unión Soviética a Cuba.

(…) La materialidad homogénea de la sociedad cubana permitió el surgimiento de una subjetividad histórica que explica, en conjunción con otros factores que he detallado antes, la conformación de una comunidad sentimental soviético–cubana. Los objetos soviéticos, dada la imposibilidad de su sustitución, se convertían no sólo en parte del hogar, sino también en parte de la familia. Una batidora era “la” batidora y lo sería por ‘siempre’; un ventilador, “el” ventilador. De tal modo, los objetos rusos lograron lo que las imposiciones ideológicas, políticas y culturales no pudieron del todo: la aceptación y su conversión en parte del escenario familiar, diario, de los cubanos. Esta familiaridad de los cubanos con los objetos soviéticos es depositaria de un significado de íntima afección y se convirtió no sólo en uno de los recuerdos más perdurables, sino también más entrañables para los individuos que se acostumbraron a ayudarse en sus labores domésticas con aparatos soviéticos.

(…) La permanencia de equipos soviéticos se convierte en un signo social de exclusión: los que tienen objetos, electrodomésticos soviéticos, son principalmente aquellos que no han podido insertarse en la nueva dinámica mercantil laboral que depende principalmente de una economía capitalista, ya sea a través de la contratación en empresas extranjeras –principalmente turísticas–, mediante las remesas familiares provenientes de Estados Unidos y a partir del VI Congreso del PCC (6), en abril del 2011, del crecimiento de negocios de iniciativa privada. Aunque no hay cifras oficiales que lo confirmen, se estima que el envío de dinero desde Miami, sobre todo, constituye, junto al turismo, el principal sostén de la economía cubana, luego del debilitamiento, hasta la desaparición casi, de la industria más tradicional cubana: la producción de caña de azúcar.
Lo soviético funciona así como una atadura que liga a un segmento de la población al pasado, ante la incapacidad de acceder a otros objetos. Es una doble marca: el recuerdo de un pasado que fue ‘mejor’ –en términos de estabilidad y accesibilidad–, y la constatación de que ese pasado se perpetúa sólo en cierto sector.

H/T Walfrido Dorta.

Cuarto
Cuarto

Cuarto de casa de mis abuelos. Alrededor de 1976.

Crecí en el barrio habanero de El Vedado, en un edificio Pastorita amueblado con sillones de mimbre de la época colonial que pronto fueron reemplazados por lo que me pareció entonces un hermoso juego de sala de estructuras modulares de plywood; juego de comedor de diseño modernista, de moda en los años cincuenta, y juegos de cuarto de los que llamaban «de estilo». Mis abuelos, en cambio, vivían a doce cuadras en una casona de arquitectura ecléctica de las que abundan en ese vecindario, con techos de viga y losa y puntal alto, y pisos de losas que formaban diseños de colores. No es de extrañar entonces que, de niña, la casa entera de mis abuelos, y sobre todo el cuarto, me parecieran de otro mundo. Este tenía cortinas de papel alrededor de la ventana de detrás de la cama matrimonial,  y una lamparita de leer, de madera, adosada al respaldar de esta, cuyos pequeños tubos de luz fría parecían de juguete. La lámpara se encendía con un interruptor que colgaba a un lado, también sobre el respaldar de la cama. A su lado, la lámpara de noche de mi abuela, de base de bronce, tenía una pantalla de cristal nevado en forma de helado, de los que dispensaban las máquinas que todavía existían en los Tent-Cents y Tropic Creams del barrio. Dentro, un bombillo verde daba una luz que me parecía sabría a menta. El colchón de la cama era de espuma de goma, no de muelles como los que siempre había visto, y en los escaparates y gavetas podía encontrar, además de la ropa que usualmente vestían mis abuelos, plumas de sombreros de noche ya desaparecidos, chales con lentejuelas, estolas de piel de zorro, una larga trenza de pelo que fue de mi mamá, y trajes, corsets y guayaberas de hilo —de vez en cuando, mis abuelos vendían algunos de estos al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)—. Los domingos y los días de fiesta, mi abuela ponía una sobrecama tejida, bajo la que sobresalía el rosa o el azul de una sábana de satín. En el apartamento Pastorita donde vivía con mis padres, no teníamos nada de eso.