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Silla salvavidas
Silla salvavidas

Silla salvavidas. 1973. Playa Guanabo, Habana del Este. EN la foto, José A. Cabrera Pérez.

Cuando era niña, y aún de adolescente, pensar en la playa de Varadero era también pensar en el viaje de dos horas y media desde mi casa de La Habana, en el puente con el logotipo inmenso de la campaña de alfabetización de 1961 pintado en una de las columnas de su base, y en las pizzas de Castel Nuovo, justo a la entrada de la península, las más gruesas que se vendían en toda Cuba por entonces.

La playa de Guanabo me traía, en cambio, el recuerdo de los mosquiteros que poníamos cada noche en nuestros cuartos, el crujir de la madera de la escalera que conducía al segundo piso de nuestra casa de playa, que se expandía con el frío nocturno, las hojas de los pinos que ensuciaron por años la arena de la playa hasta que alguna autoridad de turismo decidió cortarlos, y las sillas de los salvavidas a lo largo de todo litoral de arena.

No queda ya ninguna de esas sillas, y hace décadas que no visito nuestra casa de la playa. Pero aquí está la foto de la silla desde donde los salvavidas de Guanabo solían cuidar a los bañistas.

Medalla de la Alfabetización
Medalla de la Alfabetización

Medalla de alfabetizador. 1986. Archivo de José A. Cabrera Pérez.

Solía admirar, de niña, los pechos de los generales cubanos, llenos de medallas y gafetes. Mis padres no tenían ninguna, hasta que recibieron la medalla de la alfabetización en 1986. Sobre esta, mi papá me dice:

Haber participado en la Campaña de Alfabetización en el año 1961 y recibir la medalla 25 años más tarde han sido hechos totalmente separados, no solamente en el tiempo, sino también en sus significados. El acto de participar en la campaña fue puro, deseado y enaltecedor para un adolescente que en ese momento era miembro de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y de las Brigadas de Alfabetización Conrado Benítez. El acto de recibir la medalla fue un camuflaje político de mi parte y una complicidad del gobierno que la concedía. Entre ambos hechos, concretamente en los 25 años que los separan, yo había sido, entre muchas otras cosas, cadete de aviación en la base aérea Libertad, controlador de tráfico aéreo, preso político sancionado a cinco años de prisión en el año 1966, hipócritamente «rehabilitado» para vivir en la Cuba de los años 70, casado y padre de dos hijas encantadoras y licenciado en economía por la Universidad de La Habana.

Vivo en Puerto Rico desde el año 1992 y un colega miembro del claustro de profesores de la UPR en Cayey, en una de sus visitas a Cuba, me trajo la medalla. No fue algo muy deseado que traje de Cuba en mi maleta, pero cuando me la entregó le di un significado académico que correspondía un poco con la actividad que realizaba. Hoy en día, el único y verdadero significado que le doy es que cuando tenía 13 años prácticamente no regresé más a mi casa, se acabó mi adolescencia y todas las decisiones que tomé en lo adelante, buenas o malas, fueron mías.

José A. Cabrera

Imágenes y cifras sobre la campaña de alfabetización aquí y aquí, publicadas por el periódico Granma.