la salida del país y el inventario de bienes

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Sello de la Reforma Urbana. Foto de José Figueroa, tomada del libro

Sello de la Reforma Urbana. Foto «Esta es tu casa Fidel», de José A. Figueroa, tomada del libro José A. Figueroa: Un autorretrato cubano.

El 11 de febrero de 1960, el nuevo gobierno cubano anunció que las propiedades de quienes abandonaban (o habían abandonado) el país serían confiscadas por el estado. En agosto de 1961 se hizo oficial que, quienes tomaran el camino del exilio, solamente podrían llevar consigo una pieza de equipaje. Poco más adelante, la ley reduciría la cantidad de bienes que los cubanos exiliados podían sacar del país a tres mudas de ropa. Todo lo demás pasaría a ser propiedad del estado cubano.

El economista Armando Navarro Vega pormenoriza en su libro Cuba, el socialismo y sus éxodos (2013, Bloomington, IN: Palibrio):

Un momento cumbre de este proceso es la realización del «inventario», recibido usualmente con júbilo por ser un indicador de que el expediente se mueve. El inventario es un registro documentado y pormenorizado de todos los bienes y pertenencias del futuro emigrante, que incluye no sólo el recuento físico o cuantitativo, sino también una valoración del grado de conservación del mismo. Se registra todo, desde un automóvil o el saldo de la cuenta en el banco, hasta los libros, los vasos y las cucharas. A la salida se verifica que nada falta, y que todo se mantiene en el estado en que estaba en el momento en que se inventarió. En caso de pérdida o deterioro de algún bien, o se repone, o no hay viaje. (P. 66)

Llega el momento de «chequear» el inventario, y si todo está bien, la familia sale de la casa con el equipaje que le permiten llevar, y la vivienda es precintada con un sello de la Reforma Urbana, el organismo que controla las viviendas. (P. 67)

Los viajeros saben que el valor total de todo cuanto pueden llevar para iniciar una nueva vida no excederá los 50 pesos cubanos. Algunos tratan inútilmente de esconder los pendientes de la abuela, los anillos de boda, el reloj de leontina que ha permanecido en la familia por tres generaciones, ya sea por su valor monetario o sentimental. De nada vale un ruego o una lágrima, salvo para recibir burlas, insultos o amenazas. Es el último despojo, la última humillación. Entre este momento final y la presentación inicial de la solicitud de salida del país han transcurrido varios años. (P. 67)

2 comentarios
  1. Veronica Cervera
    Veronica Cervera Dice:

    Terrible.
    Cuando yo estaba como en tercer grado se fueron unos amigos de mis padres a Puerto Rico. Ellos tenían una hija que me llevaba unos cuantos años y recuerdo que se me ocurrió decirle que me dejara uno de sus juguetes (teníamos tan pocos juguetes entonces) y me dijero que les daba mucha pena pero que si ellos sacaban cualquier cosa de la casa, así fuera una cuchara, no podían irse. Yo era muy chiquita, pero aquello me golpeo muy fuerte.

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    • María Antonia Cabrera Arús
      María Antonia Cabrera Arús Dice:

      Hay cada cuento. Es que es tremendo que no puedas disponer de tus bienes. Por otro lado, hay familias a quienes la salida se le demoro años, y por ejemplo las sabanas y otros bienes que se desgastan con el uso, cuando ya se empezaron a poner viejitas tuvieron que conseguir otras para que las inventariadas no fueran a desbaratarse y complicar la salida. Para no hablar de que la noche antes de irte tenías que buscar donde quedarte porque ni siquiera podían esperar a que te fueras para apoderarse de tu casa.

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