Transformaciones de la cultura material a partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 antes de la radicalización comunista.

Billete de la Lotería Nacional. 1960. Colección Cuba Material.

Durante su etapa de fascinación con la Revolución Cubana, Sartre intentó explicársela al mundo. En Huracán sobre el azúcar aplaude el uso de los dineros de la Lotería Nacional por parte del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV), fundado el 18 de febrero de 1959 bajo la dirección de Pastorita Núñez, para la construcción de viviendas.

Cuenta el francés que, enterados del decreto que abolía el juego y la prostitución en Cuba, croupieres y prostitutas se presentaron en el Habana Libre (todavía Habana Hilton), donde Fidel Castro tenía sus oficinas. Castro les prometió que dejaría los asuntos de moral para más adelante, cuando tuviera un trabajo diferente que ofrecerles a los padres y madres de familia que en ese momento se dedicaban a actividades relacionadas con el juego, limitándose entonces a prohibir solo las máquinas de juego (traga monedas) y el proxenetismo. El Instituo de la Vivienda pasaría así a encargarse de administrar la lotería, y los billetes en los que muchos ansiaban ver la suerte se llamarían desde entonces Bonos de Ahorro y Vivienda.

Con el dinero de la lotería el gobierno financió la construcción de edificios de vivienda, que fueron conocidos como edificios Pastorita. Yo nací y viví en uno de ellos, en El Vedado, muy cerca de las intersecciones de 23 y 12, y de Línea y 12. Estaba construidos con la técnica de prefabricado, y cada apartamento se hallaba equipado con calentador de agua. Las mesetas de la cocina eran de formica. Mi edificio también tenía garage y, a diferencia de los futuros edificios de microbrigada, las paredes de los apartamentos estaban repelladas con yeso, los closets tenían puertas, y en el patiecito había un amplio lavadero y vertedero.

Mis padres se fueron a vivir allí porque mi bisabuela materna decidió cambiar su apartamento de alquiler, de un cuarto, en un edificio que quedaba muy cerca del parque Mariana Grajales, por uno de dos cuartos en los nuevos edificios Pastorita. Cuando lo decidió, el edificio en donde viviría se encontraba en pre-construcción, gracias a lo que consiguió que el closet del cuarto principal abriera hacia el pasillo en lugar de hacia el cuarto, para que así su escaparate de tres puertas cupiera dentro del dormitorio.

negrito

Figura artesanal. Hecha en Cuba. Colección Cuba Material.

Néstor Díaz de Villegas, en Diario de Cuba:

Estética batistiana

Desde el Palacio de Bellas Artes hasta Tropicana; desde el amarillo caqui hasta la fuente de soda; desde cafetería Miami hasta la embajada americana de Harrison & Abramovitz; desde Rita Longa hasta Mateo Torriente; desde el self serve Wakamba hasta el Havana Hilton, la estética batistiana es la estética de lo cubano moderno.

La música que todavía explotamos, es música batistiana. La Habana histérica y libertina deTres Tristes Tigres, es La Habana batistiana. Todo Kcho, y el Tomás Sánchez de los manglares, son batistianos. El mobiliario del Comité Central es batistiano. El yute, la artesanía de semillas, las cabañitas, el mimbre, los bohíos y el Kawama pertenecen al Modern Karabalí (batistiano). El Plan Maestro de La Habana y el Martí de la Raspadura son batistianos. De la estética batistiana hemos vivido vicariamente: la Revolución le sacó el quilo. La estética batistiana continúa siendo fuente inagotable de admiración general y de cohesión nacional.

Como resumen y exaltación de las tendencias del batistato y de sus potencialidades, y desde la perspectiva de una sociedad avanzada, incapaz de crear otros valores que no fuesen espectaculares, Fidel Castro es el Homo Batistianus. Es decir: el hombre nacido de las condiciones objetivas del espectáculo batistiano, y la más alta creación artística de su época. Fidel Castro encarna la libertad batistiana in extremis, y su poder de seducción emana de la intensa fruición estética que trajo al mundo la Cuba batistiana.

Silla diseñada por Clara Porcet
Silla diseñada por Clara Porcet

Silla diseñada por Clara Porcet. Imagen tomada de internet.

La cubana Clara Porcet no tuvo mucho impacto, a largo plazo, en la cultura material de su país. Y es una pena. De los muebles que diseñó para las escuelas de arte y para el programa de viviendas del Escambray y de la Sierra Maestra no debe quedar ninguno. Pocos han leído los artículos suyos que aparecieron en la revista Social, incluso después de que en el año 2005 Letras Cubanas los publicara, ya para entonces mera reliquia bibliográfica. Y su sueño de una escuela de diseño en Cuba nunca se realizó, como tampoco su deseo de regresar a su país ya de avanzada edad. No se lo permitieron las autoridades cubanas, a pesar de habérselo pedido personalmente a Fidel Castro. Su obra es, sin embargo, venerada en México, país en el que impulsó la enseñanza del diseño industrial a nivel universitario, lo que no pudo realizar en Cuba.

Broche
Broche

Broche. Años 1950s. Colección Cuba Material.

Cuando me fui de Cuba, el 6 de enero de 2006, tuve que hacerlo con salida definitiva, pues viajaba con mi hija menor de edad y la ley no permitía que estos (los menores) salieran del país por motivo de turismo u otro de interés personal. Fui forzada así a un exilio que no hubiera escogido. Interesada en llevarme algunas prendas de valor que habían pertenecido a mi familia por varias generaciones, llamé a las oficinas de Aduanas para saber qué objetos personales me estaba permitido llevar. 20 libras de equipaje y no más de 200 pesos en prendas, me dijeron, sin aclararme en qué moneda (por entonces circulaban en Cuba el peso cubano y el CUC) ni según qué tasación (pues una cosa era el precio de venta que el estado cubano asignaba a todo bien cuya propiedad se atribuía y otra el de los bienes a la venta en el circuito estatal o en el mercado negro). El día de la salida me puse los aretes de brillante con que se habían casado mi mamá, mi abuela, mi bisabuela, mi hermana, mi prima y hasta yo misma, además de una sortija que había sido de mi abuela y que desde entonces uso, sobre todo cuando me enfrento a retos difíciles, así sea la evaluación de una clase, y alguna que otra prenda de valor, y me fui al aeropuerto, donde no tuve el menor percance.

Quienes abandonaron el país en los años sesenta corrieron otra suerte. En su blog, la actriz Yolanda Farr ha hecho público el listado de documentos que, por disposición de la Aduana General de la República de Cuba, debía presentarse entonces a las autoridades antes de abandonar el país, en donde se incluye una relación de joyas y cuentas bancarias. También entonces el gobierno cubano solo autorizaba a los exiliados a sacar del país hasta 200 pesos en prendas, pero, a diferencia del presente, quienes abandonaban el país eran, con regularidad, despojados de esos bienes en el aeropuerto.

Relación de documentos a presentar en el aeropuerto de La Habana antes de abandonar el país. 1960s. Imagen tomada del blog de Yolanda Farr.

Tengo amigos que no poseen ni una sola foto de su juventud porque los funcionarios de la aduana se las decomisaron (para acto seguido destruirlas y quedarse con los álbumes y marcos), o que fueron despojados de sus anillos de bodas. Sé incluso de quienes, siendo niños y partiendo solos al exilio, fueron obligados a entregar objetos cargados de valor sentimental, único recuerdo que les acompañaría de la familia que dejaban atrás.

Muchos de los objetos que componen la colección de Cuba Material los he traído en sucesivos viajes, en los que he regresado a Cuba para visitar a mis abuelos y a mi madre. En cada una de esas ocasiones mi equipaje de regreso ha pesado mucho más que las 200 libras reglamentadas por la aduana, pero nadie se ha detenido a cuestionarme. En sucesivos posts compartiré la particular cultura material del socialismo cubano que me acompañó en mi infancia y que ahora estudio. Verán que se trata de una historia muy particular.