bisturí
Cuando era niña, en lugar de sacapuntas usábamos hojas de bisturí para afilar la punta de los lápices. Casi nunca faltaba en la maleta donde llevábamos los libros a la escuela y, si no teníamos una, preferíamos pedírsela prestada a un compañero de aula antes que utilizar un sacapuntas. Los más afortunados lograban conseguir, además de la cuchilla, el mango del instrumento quirúrgico, lo que les evitaba lastimarse los dedos con la pequeña hoja.
Siempre había, además, una opción mucho peor: sacarles punta a los lápices con cuchillas de afeitar. O con un cuchillo de cocina.
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